Conversos de origen judío en la Cartagena colonial
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Conversos de origen judío en la Cartagena colonial

Vida social, cultural y económica durante el siglo XVII

Aliza Moreno-Goldschmidt

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Conversos de origen judío en la Cartagena colonial

Vida social, cultural y económica durante el siglo XVII

Aliza Moreno-Goldschmidt

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Este libro analiza, de modo general, la dinámica social de los conversos de origen judío en el enclave histórico colonial de la Nueva Granada y, en particular, en Cartagena de Indias.

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Informazioni

IDENTIDADES EN CONFLICTO
¿CÓMO ABORDAR LA CUESTIÓN DE LA IDENTIDAD DE LOS CRISTIANOS NUEVOS?
Uno de los temas que mayor interés ha despertado, tanto a nivel popular como académico, a la hora de abordar la investigación de los grupos de conversos es su identidad étnico-religiosa. Grandes y apasionados debates1 se han generado alrededor de las preguntas que pretenden dar respuestas al respecto: ¿conservaban una identidad judía? ¿Eran criptojudíos o cristianos sinceros? ¿En qué consistían los presuntos ritos criptojudíos?
Todas estas preguntas, sin embargo, son reflejo de una percepción inicial, simplista en extremo, que carece de la capacidad de abordar, y por lo tanto comprender, la complejidad inherente en la existencia conversa. No corresponde definir la identidad de estos individuos en términos dicotómicos absolutos, por el contrario, nuestra obligación, a la hora de abordar el tema de su identidad, es analizar cuidadosamente las diferentes manifestaciones y circunstancias socioculturales. Solo así podremos comenzar a comprender el desarrollo de la autodefinición de estos individuos. Es fundamental tomar en consideración, además, que al referirnos a la cuestión de la identidad —tanto en términos generales como en los casos de los cristianos nuevos en particular—, estamos abordando un campo por definición dinámico. Cuando hablamos de la identidad de los conversos no nos referimos a una situación estática, sino, muy por el contrario, a un proceso constante que acompañaba a estos individuos en cada etapa de sus vidas —las cuales de por sí, eran de constantes movilidades geográficas—.
Así pues, lo más importante es concentrarse en las preguntas adecuadas. Es irrelevante abordar el tema cuestionándose si estos individuos eran cristianos sinceros o criptojudíos. Por el contrario, corresponde analizar el modo como en cada etapa de sus vidas y en los diversos panoramas socioculturales se relacionaron con estos dos mundos —el cristiano, por un lado, y el converso, y en algunos casos criptojudío, por el otro—, los cuales, en mayor o menor medida, formaban parte de su identidad. Por ejemplo, tener información sobre la práctica de ritos criptojudíos no constituye la respuesta definitiva a la pregunta que nos debe ocupar. En realidad, la importancia de una información de este tipo consiste en su función de disparador de muchas más preguntas: ¿en qué etapa y bajo qué situaciones dichos ritos fueron llevados a cabo? ¿Cuáles fueron las circunstancias sociales en las que dichos ritos tuvieron lugar? ¿Qué impacto y consecuencias psicológicas tuvieron en el individuo? ¿De qué modo procesaban estas personas el mundo de ideas cristianas con las que convivían a diario y según las cuales habían sido educados?
A la hora de abordar la identidad de los conversos, la práctica de ritos no es la principal protagonista. Incluso las personas que nunca llegaron a practicar ritos criptojudíos crecieron y vivieron en medio de la efervescencia social e ideológica de su época. Diariamente se encontraban y se sentían afectados por los conceptos de limpieza de sangre y neocristianismo; también pasaron por complejos procesos de identidad y pertenencia al vivir dentro de la sociedad que les era familiar, pero en la cual eran vistos, al menos parcialmente, como extraños.
En este contexto, resulta relevante analizar el concepto de “mentalidad”, según lo presenta Gonzáles de Caldas. A través de este podremos analizar en mayor profundidad la compleja naturaleza del proceso de consolidación de la identidad en el caso de los conversos, en general, y de los conversos en las colonias en América, en particular:
Entendemos por mentalidad la forma de concebir la realidad, que tiene un individuo, una asociación de individuos o una nación […]. La mentalidad se moldea y fija a partir del nacimiento de un ser humano en su relación con el medio donde vive, mediante el progresivo aprendizaje e interiorización de las pautas de comportamiento, del sistema de valores consensuados que conviene a los intereses del sistema social, de la ideología. En ese proceso, el individuo normal, el que se acomoda a la norma, a lo que es común a la mayoría, asumirá esos valores que le llevarán a aceptar, en cada momento, el rol social que le corresponde, colaborando a que el sistema funcione para alcanzar sus objetivos.2
Vale rescatar dos aspectos fundamentales a partir de esta definición. Aun sin numerarlos, Gonzáles de Caldas habla de dos factores que determinan la mentalidad del hombre. El primero, hace referencia a los encuentros del individuo con el mundo que lo rodea. Desde muy temprana edad, el ser humano toma contacto con un mundo donde existen pautas de comportamiento y determinadas estructuras sociales. Este mundo que el individuo va conociendo progresivamente también se rige según su escala de valores e ideologías. Así pues, una persona va consolidado su identidad a partir de estos encuentros que en principio conoce y posteriormente adopta.
El segundo aspecto que determina la mentalidad, según la visión de Gonzáles de Caldas, tiene que ver no solamente con el proceso de aprehensión del mundo desde la perspectiva del individuo, sino también con la relación de la sociedad circundante hacia este. Al afirmar que el individuo asume el papel social que le corresponde, Gonzáles de Caldas sugiere que la persona capta el modo como la sociedad lo concibe e interioriza, al menos en cierta medida, dichas expectativas. Lo anterior guarda cierta semejanza con lo que afirma Yerushalmi sobre al potencial inherente a todo cristiano nuevo durante el siglo XVII. Según este autor, la conciencia de poseer raíces judías era el motor que generaba el potencial de judaizar en todos los conversos. Este potencial podía ser activado en cualquier momento por fuerzas tanto positivas como negativas, o ambas.3
Existe evidentemente una íntima relación entre los conceptos de mentalidad e identidad. Si la mentalidad constituye el lente a través del cual el individuo comprende la realidad, la identidad es el lente a través del cual se ubica a sí mismo dentro de esta realidad. En el caso de los conversos, este encuentro entre el individuo y su entorno se presenta simultáneamente en diversos escenarios. En muchos casos, los conversos se encontraban con más de un mundo, con sus respectivas normas de comportamiento, valores e ideologías. Así también, el individuo converso estaba expuesto a diversas actitudes y expectativas por parte de la sociedad circundante. En ocasiones era concebido y tratado como uno más de los miembros de la sociedad ibérica; en otros casos era visto con sospecha y tratado como extraño. ¿Qué efecto tuvo en su personalidad e identidad que la sociedad lo concibiera simultáneamente de modos contradictorios? La realidad en la que vivían los conversos era compleja, al igual que el modo como desarrollaban su identidad personal.
Cabe señalar en este contexto que tampoco las normas de comportamiento pueden ser tomadas como reflejo único de la identidad. El hecho de que ciertos conversos hayan compartido un estilo de vida similar —por ejemplo, ser oriundos de Portugal, residentes en Cartagena de Indias, dedicados al comercio, asistir regularmente a misa en la iglesia y participar de las juntas secretas— no quiere decir que el modo como desarrollaron y procesaron su identidad fuera necesariamente idéntico.
¿Qué significaba para cada uno de ellos, en lo más profundo de su conciencia, su presencia en la iglesia? Para algunos podía despertar sincera devoción religiosa, para otros puede que solo haya despertado indiferencia y, en ciertos casos, una verdadera repulsión, vergüenza y difíciles conflictos internos. Lo mismo con respecto a la participación en las juntas secretas de la gente de la nación. Estas reuniones podían significar la máxima manifestación de sus creencias religiosas y el escenario para expresar sus más sinceros sentimientos. Para otros puede que simplemente hayan sido encuentros sociales sin mayores repercusiones, o acaso un modo de identificarse con sus antepasados y sus tradiciones; es decir, más una vivencia nostálgica, étnica o cultural que religiosa.
En otras palabras, no corresponde hablar de la identidad de los conversos, sino de las identidades de los conversos, entendiéndose el plural no solamente como las diversas identidades que tenían, sino también como las identidades conflictivas e incluso contradictorias que podría tener en ocasiones una misma persona, bien sea en un momento determinado de su vida o a lo largo de esta.
Antes de presentar un análisis de las fuentes relacionadas con los casos procesados por el tribunal de Cartagena de Indias, es importante que tomemos en cuenta las aproximaciones historiográficas existentes sobre el tema en cuestión.
Bibelnik, quien investigó la presencia conversa en México, argumentó que la identidad conversa era más de tipo étnico-histórico que teológico. Este investigador es de la opinión de que no se puede hablar de la religión de los conversos, ya que no existía como tal una doctrina única, coherente y fundamentada en una teología sistemática.4 Bibelnik hace referencia al modo como se trasmitía la tradición criptojudía y describe los ritos que se mantenían en México, pero no se cuestiona en ningún momento sobre la posibilidad de conflictos de identidades entre estos individuos.5
Lo señalado por este autor es importante, en cuanto apunta a las diferencias esenciales entre cualquiera de las dos religiones (católica o judía) y la naturaleza de las tradiciones criptojudías. Sin embargo, la falta que se puede encontrar en el análisis de Bibelnik es la ausencia del concepto conflicto. Es acertado sostener que los ritos criptojudíos no constituían una religión, sino que eran una manifestación de una situación más compleja. Sin embargo, este autor se desentiende de la heterogeneidad del grupo en cuestión. Por el contrario, en su narrativa se habla de una única y homogénea identidad de los conversos.
Es interesante destacar los cambios y la evolución del pensamiento que algunos investigadores sufrieron con respecto a su abordaje de la identidad de los conversos. Un ejemplo puede hallarse en los escritos de Contreras. En un texto publicado en 1991,6 este autor opina que en efecto se puede hablar de un perfil que abarque y caracterice al grupo converso. Según dicho ensayo, la identidad religiosa y los lazos de sangre eran el común denominador de los cristianos nuevos.7 Contreras argumenta que la construcción de la identidad de los conversos era, en todos sus aspectos, consecuencia y respuesta a su situación social marginalizada.8 Cabe señalar, sin embargo, que los argumentos presentados por Contreras en esta etapa no ofrecen una reflexión puntual ni describen con precisión la gran variedad de voces que se dejan oír a través de los registros inquisitoriales. No se entiende a qué se refiere el autor al hablar de unidad de fe, cuando entre los conversos encontramos muy diversas formas de abordar dicho tema. Tampoco parece exacta la afirmación según la cual la persecución religiosa conllevó indefectiblemente al deseo de judaizar, pues, aunque en ocasiones este fue el caso, en otras se puede observar un proceso contrario, en el que se intensifica una sincera devoción cristiana. En realidad, todo intento de generalizar y de homogeneizar al grupo en cuestión se verá en serias dificultades a la hora de encontrar pruebas contundentes en las fuentes históricas.
Por lo visto, poco tiempo después el propio Contreras llegó a esta misma conclusión. En un artículo publicado en 1994, se convierte en vocero de la opinión casi contraria, según la cual lo único que se puede afirmar con respecto a la identidad y el lugar social de los conversos es que no existe un común denominador, sino que se trata de una multiplicidad extrema. Así lo expone:
Cualquiera que haya estudiado procesos inquisitoriales de este periodo sabe muy bien que en los Tribunales de la Fe puede encontrarse la pluralidad de tipos más extrema […]. Multiplicidad extrema, tendencia infinita a la fragmentación […] ¿Y dónde estaba el pretendido problema social de los conversos, si estos se encontraban sometidos a la fragmentación más intensa? No existe ubicación social que los determine.9
Analicemos ahora la propuesta de Blázquez. Para este autor la identidad religiosa de los conversos es una cuestión compleja y cualquier intento de definir a este grupo simplemente como cristianos sinceros o judaizantes imposibilita una verdadera comprensión de la realidad histórica. Blázquez habla de un proceso de simbiosis en cuanto a las cuestiones de fe, señalando que estos individuos no contaban con una preparación religiosa verdaderamente profunda.10 Sin embargo, su conclusión no ofrece un verdadero espacio para comprender la heterogeneidad de las identidades de los conversos. Posiblemente el problema de Blázquez fue haber caído en la tentación de tomar una postura que pudiera aplicarse al grupo de conversos en general. Ante todo, no parece hacer justicia a los personajes históricos cuando afirma que no tenían una preparación religiosa realmente profunda en ninguna de las dos religiones —la católica o la judía—. Aquí también su principal error es hablar en términos generalizados. En lo que respecta a las nociones de judaísmo, no cabe duda de que, en la península ibérica, y tanto más en las colonias americanas, el acceso a la información y a la educación judía (o criptojudía) era naturalmente mucho más difícil y complicado. En consecuencia, incluso entre los conversos que demostraban inclinación hacia las prácticas criptojudías, uno de sus mayores inconvenientes era la dificultad de estudiar y profundizar en los conceptos y prácticas de la religión judía. Aún así, tampoco sería puntual ni correcto afirmar, tal como lo hizo Blázquez, que ningún converso poseía una preparación adecuada y profunda en la religión judía. Quizás los casos más característicos que pueden contradecir esta postura son los de aquellos individuos que después de vivir en comunidades judías volvieron a Iberia o sus colonias. Estos casos son conocidos y comunes.
Sobre la preparación de los conversos en temas de la religión católica, en realidad no está claro en qué fundamenta Blázquez su afirmación. Los conversos estuvieron expuestos a la misma educación y vivencias religiosas que el general de la población. Más aún, no son pocos los casos de conversos que optaron por seguir una carrera religiosa.
Es decir que si bien Blázquez acierta cuando habla de procesos de simbiosis religiosos e ideológicos entre los conversos, la causa a la que apunta no parece correcta. El motivo de estas simbiosis no fue, en muchos casos, la ignorancia, sino justamente el hecho de estar expuestos en mayor o menor medida a los conceptos de ambas culturas, y desarrollar cierto grado de identidad con cada una de estas.
Otro aspecto que cabría añadir a la propuesta de Blázquez es que, a pesar de los procesos de simbiosis, estos no fueron exclusivos. Es decir, no podemos descartar de modo contundente la existencia de conversos identificados plena y completamente con la religión católica o la de otros que se hayan sentido comprometidos e identificados con su tradición criptojudía. En otras palabras, el que surgieran tendencias simbióticas no cont...

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