Poesía y Filosofía de la Grecia Arcaica
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Poesía y Filosofía de la Grecia Arcaica

Una historia de la épica, la lírica y la prosa griegas hasta la mitad del siglo quinto

Hermann Fränkel, Ricardo Sánchez Ortiz de Urbina

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Poesía y Filosofía de la Grecia Arcaica

Una historia de la épica, la lírica y la prosa griegas hasta la mitad del siglo quinto

Hermann Fränkel, Ricardo Sánchez Ortiz de Urbina

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Estudiar la poesía griega en el marco del pensamiento y el pensamiento en el ámbito de la poesía, analizar la formación y desarrollo de la lírica, la configuración de los conceptos elaborados por los poetas, también y en primer término por los grupos sociales; investigar las relaciones entre poesía, mito y filosofía, cómo los conceptos adquieren su perfil concreto en el paso de una a otra, en ese diálogo que mantienen a lo largo de los siglos; tomar conciencia del papel que juega el pensamiento científico en la determinación de las concepciones del mundo elaboradas y expuestas por poetas y filósofos... He aquí algunos de los rasgos de este libro ya clásico y por tantas razones ejemplar.H. Fränkel estudia el desarrollo de la poesía en la Grecia Arcaica, desde Homero hasta Píndaro. Hay un antes y un después del libro de Fränkel, que alcanza en algunas de sus partes niveles todavía no superados: los análisis de Homero, de Heráclito o de Píndaro no pueden ser a este respecto olvidados. El autor no se limita a contrastar o a comparar: estudia la incidencia de la poesía en la filosofía y viceversa, la incidencia del mito, y advierte cómo se establece una densa articulación a través de la cual evoluciona una compleja concepción del mundo, una concepción en la que, muchas veces, nos reconocemos, de la que, al menos parcialmente, somos herederos..., de la que también somos, ya, distantes.La claridad de Fränkel, la nitidez de su lenguaje y su argumentación –que nunca sacrifica los matices en aras de teorías generales, pero que nunca pierde de vista la globalidad–, son una delicia para el lector, que percibe cómo ante él desfila un mundo de acción y pensamiento, de virtud y violencia, de dioses, héroes y hombres.

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Informazioni

Anno
2019
ISBN
9788491143246
Argomento
Art

1. LA LITERATURA GRIEGA ARCAICA: SU CONSERVACIÓN Y SU APARENTE ORIGEN

La literatura griega comienza para nosotros con la Ilíada y la Odisea homéricas. ¿Por qué, a diferencia de la literatura de otros pueblos comienza con creaciones tan maduras y brillantes? ¿Por qué no progresa paulatinamente, adquiriendo forma segura y clara configuración ante nuestros ojos, desde la profundidad del amanecer? ¿Por qué los preliminares toscos e imprecisos que tuvo que haber en Grecia como en otras partes no se han conservado? ¿Cómo es la literatura griega primitiva que ha llegado hasta nosotros?
De los escritos de tiempos antiguos poseemos hoy algunos que nunca se perdieron y otros que permanecieron olvidados y escondidos y han sido recobrados. Nuestro conocimiento de la literatura babilónica antigua, del antiguo Egipto y del alto alemán antiguo se basa exclusivamente en documentos de esa segunda categoría. En tal caso, es el ciego azar el que determina lo que se pierde y lo que llega a nuestras manos. No cuenta el valor intrínseco de la obra. Con la literatura griega es diferente. La tradición griega nunca se ha roto en nuestro mundo occidental, siempre han tenido lectores sus libros, de forma ininterrumpida, y en consecuencia siempre ha habido copistas e impresores hasta nuestros días. Nuestra posesión de tales escritos no se debe al azar de su conservación física o a la suerte de los investigadores, sino más bien al interés que tales libros han suscitado en la larga sucesión de generaciones desde que fueron publicados hasta ahora. Solamente las obras valiosas se conservan de tal modo. De la literatura de la que nos ocupamos, han llegado hasta nosotros así, sólo la Ilíada y la Odisea de Homero (veinticuatro libros cada una, en secciones en torno a los mil versos), tres libros de Hesíodo, un libro de Himnos homéricos, dos libros de Teognis y cuatro libros con cantos de Píndaro. Todo lo demás se ha perdido porque en algún momento de la Antigüedad o de la Edad Media el interés se desvaneció. Lo que llegó al Renacimiento se ha salvado.
Nos sería imposible trazar un cuadro aproximado de la literatura griega arcaica si no dispusiéramos de fragmentos de las obras perdidas. Muchos autores de la antigüedad cuyos libros tenemos citan más o menos literalmente fragmentos de los viejos textos, haciéndonos saber en ocasiones el contexto de la cita. Muchas veces estos fragmentos son breves, pero la literatura arcaica es tan compacta y está su forma en tan estrecha armonía con su pensamiento que de pocas palabras podemos sacar mucho. La elección de los fragmentos la determina el interés personal del autor que cita. El voluminoso libro de Ateneo El banquete de los doctos trata de las costumbres en la mesa en los siglos primitivos y así ocurre que poseemos muchos fragmentos relacionados con la comida y la bebida. Un libro del gramático Apolonio Díscolo se ocupa de los pronombres en idiomas y dialectos antiguos y cita versos en los cuales aparecen tales formas gramaticales. Citas y referencias sistemáticas de obras perdidas que nos dan cuenta fielmente de su contenido se encuentran sólo en los escritos filosóficos de ese período. En la escuela de Aristóteles se extractaron sistemáticamente obras de antiguos filósofos, pero sólo desde el punto de vista de su relación con los problemas aristotélicos. Todo este material disperso y fragmentario ha sido cuidadosamente recopilado en tiempos modernos y no hay que esperar un incremento de nuevo material en este sentido.
Sin embargo, desde hace un siglo, se ha abierto un nuevo yacimiento de la tradición griega. Excavaciones practicadas en Egipto han aportado papiros griegos1 en tal abundancia que los eruditos no dan abasto. La mayoría de esos textos no son literarios, son escritos jurídicos, comerciales y cartas, pero una parte de los papiros transcribe manuscritos y algunos de ellos contienen textos griegos arcaicos. Entre otros, conocemos por los papiros numerosos fragmentos de Safo y Alceo, un amplio texto de Alcman, peanes de Píndaro, y numerosos poemas de Baquílides. Como el papiro es un material frágil, los poemas completos conservados por tal medio son la excepción; la mayoría contienen sólo pequeños fragmentos y líneas, de manera que la tarea de interpretarlos, completarlos e identificarlos es extremadamente laboriosa. Los resultados son, en cambio, inestimables y podemos confiar en un enriquecimiento de nuestro conocimiento en el futuro con nuevos materiales que ampliarán nuestro horizonte y perspectiva.
Los papiros griegos encontrados en Egipto fueron escritos, como más pronto, hacia el final del siglo cuarto a. C., pues en tal fecha comenzó la helenización de Egipto. Por ello, toda la literatura anterior no conservada hasta esa fecha por los griegos mismos se ha perdido definitivamente. Fueron los griegos los que ejercieron la primera selección de lo que había de sobrevivir. Esta selección tuvo una orientación diferente de la realizada en otras culturas. Otros pueblos han preservado literalmente de la sombría antigüedad libros sagrados porque creían que esos textos contenían una revelación que no debía ser alterada; o bien conservaron preces, oraciones, fórmulas mágicas o legales en su formulación precisa porque creían que el cambio en la forma rompería la magia o invalidaría la regla. Pero los griegos no tenían creencias, ritos ni jurisprudencia con un tenor literal. Siempre y en todos los campos buscaban la expresión apropiada y nueva, conservando el sentido deseado. Por eso entre ellos todo era fluido, y por eso ya en el temprano período del que nos ocupamos se asignó el valor no al estilo individual de un artista determinado, sino a la calidad de la obra, no habiendo así ocasión de preservar textos inalterados, a no ser excepcionalmente, cuando, por ejemplo, una forma artística determinada se aproximaba al fin de su ciclo. Sólo cuando no se podía esperar más que una progresiva degeneración tuvo sentido detener el cambio histórico y transmitir obras literarias en su actual configuración a las generaciones siguientes. Así ocurrió que los griegos no preservaron lo antiguo y primitivo; por ejemplo, perdieron su lírica arcaica. En su lugar, hicieron comenzar su literatura nacional cuando su primer género literario más influyente, la épica, había ya alcanzado sus máximas y últimas cumbres e iniciaba el descenso.
Esta es la razón por la que Homero figura en solitario para la posteridad al comienzo de la literatura griega. En lo que abarca retrospectivamente la mirada humana buscando una ordenación teleológica en lo que ve, los griegos mismos construyeron una teoría según la cual toda la literatura griega, la educación griega y la civilización en su conjunto tuvo en Homero y sólo en él su origen, y la moderna investigación acepta igualmente tal veredicto. La gran influencia de Homero sobre todas las subsiguientes generaciones de griegos está fuera de duda, pero es falso creer en una línea evolutiva que vaya de Homero a la época clásica a través de la Grecia primitiva.
Un cuadro semejante no tiene base histórica. Un desarrollo lineal puede a lo más tener lugar en áreas muy definidas de la actividad humana, pero nunca en totalidad históricas. Ninguna generación se comenta con entregar meramente un trabajo preparatorio a sus descendentes, dejándoles que lo apliquen a los fines que deseen. En la medida en que una época pretende la permanencia, desea perpetuar sus tendencias, y, si éstas prevalecen, su destino se confirma con la victoria. Ahora bien, en principio toda época busca su propia perfección y sistema. Tal sistema ha de ser demolido por los sucesores para construir el propio, pues todo cambio esencial exige sus propias consecuencias. Lo que estos sucesores valoran no lo aplican en la dirección de sus progenitores, sino que fuerzan la herencia adaptándola a sus propios fines. Por ello el historiador no debe considerar una época como preparación de la venidera. Son cosas muy diferentes el cómo una época ejerce su influjo en las siguientes y el cómo ella misma se constituye y comprende.
El período griego arcaico, tal como lo conocemos desde los escritos de Homero hasta mediados del siglo quinto tuvo una vida propia y autosuficiente y un pensamiento igualmente propio y autónomo. Llevó a su madurez valores que con él perecieron porque la Grecia clásica no supo qué hacer con ellos. En las páginas que siguen pondremos de manifiesto esos valores espirituales y artísticos, característicos del período griego arcaico, que en ningún otro sitio encontramos con igual fuerza y pureza.
Este lapso temporal del que nos ocupamos –al que podemos llamar la era heroica de Grecia– fue a menudo tormentoso y violento. Posiciones conquistadas en dura lucha fueron pronto abandonadas porque repentinamente cambió la dirección del desarrollo. Incluso en el arco que va de Homero a Píndaro se cumple el principio según el cual la línea del progreso histórico no coincide con la distancia más corta entre el punto inicial y el final. Inmediatamente después de Homero se produce un corte tan brusco que nos vemos obligados a dividir el período primitivo griego en dos épocas, la «épica» y la «arcaica». Así, la historia de la literatura concuerda con la historia del arte, en la que también un período geométrico es seguido por un estilo «orientalizante», y con él se inaugura un nuevo período arcaico del arte plástico.
Podemos ver que la épica de Homero no ocupa una posición inicial o intermedia, sino final. En lugar de continuar la poesía homérica y sus actitudes con ligeras desviaciones, el período arcaico que siguió se rebeló y comenzó casi desde cero. Esta revolución ha sido uno de los cambios más dramáticos de la entera historia del espíritu griego. Quien ignore tal fenómeno y contemple lo griego marchando armado y seguro por el camino previamente decidido será ciego ante ese rasgo singular del valor griego, capaz de buscar y encontrar un nuevo y claro camino en medio de la oscura confusión.
La época arcaica queda despojada de su carácter propio si la equiparamos indebidamente con las épocas que la precedieron y siguieron. Pero también malentendemos la poesía homérica si derivamos de ella todo el helenismo posterior. En tal caso se convierte en el centro de las líneas que divergen de ella. Pero la épica de Homero nunca se erigió en centro de gravedad de todas las fuerzas y potencialidades del helenismo temprano. Más bien hay en el comienzo aparente de la literatura griega una poesía que expresa de modo extremado y unilateral ciertas peculiaridades del carácter griego y suprime otras con parcialidad. Por ejemplo, no hay prácticamente nada en Homero de la filosofía griega y sus comienzos, y la religión homérica sólo aporta una cara de la piedad griega, y lo hace con énfasis poderoso. A lo largo de toda su existencia nacional, los griegos padecieron tal situación. Los dioses homéricos fueron para ellos imágenes acuñadas, válidas, pero aceptadas con recelo.
Notas al pie
1 Con los tallos de la planta del papiro se fabricó papel de escribir; el clima seco de Egipto favoreció la conservación de este material; desde la fundación de Alejandría por Alejandro Magno, Egipto se helenizó ampliamente, y la antigua literatura griega fue muy leída, experimentando sus libros (es decir, los rollos de papiro), una amplia difusión.





II

Homero

1. LOS CANTORES Y SUS EPOPEYAS

De las muchas epopeyas heroicas de la Grecia primitiva sólo dos, la Ilíada y la Odisea, han llegado hasta nosotros. Pese a su gran longitud –15.000 y 12.000 hexámetros, respectivamente– ambos poemas son sólo parte de un conjunto más amplio, el ciclo troyano. El ciclo completo consistió en ocho epopeyas, conexionadas estrechamente entre sí. Cinco epopeyas, de las que la Ilíada es la segunda, contaban la guerra troyana desde su comienzo hasta la conquista de la ciudad. La sexta, Nostoi, narraba el regreso al hogar de los que fueron a Troya, con excepción de Ulises y su muerte. La Ilíada y la Odisea eran evidentemente las piezas principales de la serie. Sólo la Ilíada con sus veinticuatro libros era más amplia que las otras cuatro epopeyas de la guerra troyana juntas (veintidós libros), y la Odisea, también con veinticuatro libros, era cinco veces mayor que el poema que narraba el regreso de los otros héroes (cinco libros). Además del ciclo troyano hubo otros ciclos, sobre todo el tebano.
Según la tradición, la Ilíada y la Odisea fueron compuestas por un cantor itinerante llamado Homero que procedía del este jónico. Otras epopeyas fueron atribuidas a otros poetas, aunque a menudo las atribuciones divergen.
El nombre de Homero aparece con más frecuencia que cualquier otro, y también se usó colectivamente para designar al conjunto de poetas épicos.
Esto es todo lo que la tradición primitiva nos dice de Homero. No hay datos externos que determinen si la personalidad y la autoría de Homero son históricas. Es posible que la tradición, simplificando como acostumbraban a hacer los griegos, usase el nombre de Homero para cubrir una época literaria entera.
Ahora bien, «Homero» parece un genuino nombre personal y no un símbolo artificioso. Probablemente, un hombre llamado Homero, relacionado de algún modo con la composición de epopeyas, dio ocasión a que su nombre quedase asociado para siempre con tales obras. Sin embargo, Homero no puede ser el autor de los dos textos épicos principales, porque la Ilíada y la Odisea difiere demasiado en lenguaje, estilo y pensamiento como para poder se atribuidas a un mismo autor; en este sentido, la tradición es mera leyenda. Además, la épica homérica surgió en condiciones en las que no puede hablarse propiamente en sentido actual de autoría literaria. Cualquier ca...

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