Problema infernal
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Problema infernal

Estados Unidos en la era del genocidio

Samantha Power, Alasdair Lean, Alasdair Lean

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  1. 636 pagine
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Estados Unidos en la era del genocidio

Samantha Power, Alasdair Lean, Alasdair Lean

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La autora analiza cómo ha reaccionado el gobierno de Estados Unidos en los distintos casos de genocidio del siglo XX, desde la matanza de armenios en la primera Guerra Mundial hasta los asesinatos en masa de los tutsi de Ruanda en 1994. Con entrevistas exclusivas, la revisión de documentos hasta hace poco restringidos y su experiencia como corresponsal de guerra, Power hace una escalofriante llamada de atención sobre las responsabilidades del poder económico y militar.

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Informazioni

Anno
2016
ISBN
9786071636546
RECONOCIMIENTOS
Es extensa la lista de quienes me auxiliaron y asistieron en este proyecto, al tiempo que me inspiraron.
Esta obra es en gran parte resultado de la energía y las ideas que se generaron en el Carr Center for Human Rights Policy, en la Kennedy School of Government. El Centro es producto de la visión de Greg Carr, y su compromiso lo sostiene. Le agradezco a él y a Graham Allison, quien me dio la bienvenida. El director del Centro, Michael Ignatieff, me ofreció un constante estímulo, aunque eso significara una distracción para un director ejecutivo. Jill Clarke se las arregló de alguna manera para mantener a flote el Centro como una máquina bien aceitada, sin dejar de asegurarse de que yo nunca faltase a una entrevista. Serge Troie, mi brillante asistente en investigaciones, indagó a tal profundidad que bien puede ya redactar su propia enciclopedia de varios volúmenes acerca de las medidas estadunidenses ante el genocidio. Jeremy Freeman intervino de manera heroica para ofrecer un inapreciable apoyo y comentarios a la investigación en los ajetreados días finales del libro. Ingrid Tamm Grudin proporcionó sabios consejos a las múltiples personas que participaron en el proyecto. Camilla Catenza, Jim Fleming, Jasmine Friedman, Jess Hobart y la inigualable Sarah Sewall contribuyeron a edificar una institución de primera clase que generará análisis políticos muy influyentes en los años por venir.
El financiamiento del Open Society Institute de George Soros me permitió entrevistar a cientos de hombres y mujeres de Camboya, el Kurdistán, Ruanda y Bosnia. Muchos de estos sobrevivientes accedieron a revivir sus traumas porque creyeron que sus historias serían un grano de arena que contribuiría a salvar a otros seres humanos en desgracia. Sus testimonios, junto con su fe tenaz en Estados Unidos, fueron una motivación constante. Asimismo, agradezco a los funcionarios y ex funcionarios gubernamentales estadunidenses que se sinceraron al referir sucesos que la mayoría esperaba olvidar. Algunos de ellos son personajes del libro, pero en su mayor parte sólo son visibles de modo indirecto en la restructuración de las narraciones o en las perspectivas que transmiten. Intenté retratar de manera justa la lógica que sustentó sus decisiones y su falta de decisiones; si resultó que no conseguí hacerlo, espero que ellos tomen la palabra y ofrezcan sus propias versiones.
Es necesario examinar estos casos y estudiar los nuevos de manera más detallada, y más internacional. El National Security Archive impulsará la investigación futura; con sede en Washington, es una invaluable organización no lucrativa que, con base en la Ley de libertad de información (Freedom of Information Act), se asegura de la desclasificación de documentos gubernamentales estadunidenses. Cuando ingresé al Archivo como pasante no me imaginé lo beneficioso que más tarde me resultaría su actividad. Will Ferroggiaro, director de su proyecto Ruanda, merece un agradecimiento especial. Muchos altos funcionarios estadunidenses accedieron a entrevistarse conmigo sólo gracias a que él me concedió el acceso a documentos que ellos firmaron.
El incansable Morton Abramowitz, mi primer jefe, fue una brújula confiable. Fue su dedicación a Bosnia, junto con el genio preceptivo del gran Frederick C. Cuny, ya finado, lo que me convenció de ir a los Balcanes a ver por mí misma lo que acaso podría hacerse. Muchos años después, cuando comencé mi primera ronda de entrevistas en Washington, recibí una llamada telefónica. Mort tenía que comunicarme algo urgente. Refunfuñó: “Cuando entrevistes a la gente, debes evitar dos cosas, la memoria selectiva y la deshonestidad absoluta”. Entonces no sabía que él resultaría un personaje en tantos casos, y mi reportaje sólo confirma que su candor y convicción preceden a la guerra de Bosnia. En algún momento durante el mes final de la redacción de este libro me llamó de nuevo, esta vez para plantearme una pregunta: “En toda tu investigación, ¿algún funcionario estadunidense alguna vez te comentó, sin preocuparse por las limitaciones que enfrentaba, ‘¡Hombre, de verdad me equivoqué!’?” Al revisar docenas de cuadernos de anotaciones me di cuenta de que sólo una persona expresó algo así: el mismo Morton. Me honra haber trabajado con él. Sé que aprendí de él. Espero que se note.
Cuatro individuos desempeñaron papeles cruciales hace seis años al animarme a convertir en libro una encuesta amateur y demasiado general de medidas estadunidenses respecto al genocidio. Miro Weinberger, mi confiable amigo para quien todo es posible, me presionó a explicar y no sólo a exponer la brecha entre las promesas y las prácticas estadunidenses ante el genocidio. Anthony Lewis, cuyas columnas contribuyeron a mantener a Bosnia “en el candelero” en Estados Unidos aunque se borrase de los Balcanes, me convenció de que no había nada parecido en los editoriales. Martin Peretz, cuyo New Republic me dio voz durante la guerra de Bosnia y les dificultó las cosas a los estrategas políticos estadunidenses, colaboró en persuadir a Basic Books de publicarlo. Y Leon Wieseltier, la persona más inteligente en Washington y el moralista más conmovedor de los alrededores, me ofreció asesoría invaluable desde el principio hasta el agotador final.
Por su apoyo incondicional, agradezco a Arthur Applbaum, Murat Armbruster, Amy Bach, Charlotte Bourke, Doreen Beinart, Peter Berkowitz, Tom Blanton, Julian Borger, Steven Bourke, Bina Breitner, Sally Brooks, Robert Brustein, Gillian Caldwell, Jack Caldwell, Diane Caldwell, Casey Cammann, Mark Casey, Lenore Cohen, Roger Cohen, Rebecca Dale, Romeo D...

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