Gilles Deleuze y Félix Guattari
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Gilles Deleuze y Félix Guattari

Perspectivas actuales de una filosofía vitalista

Patricio Landaeta Mardones

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  1. 250 pagine
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Gilles Deleuze y Félix Guattari

Perspectivas actuales de una filosofía vitalista

Patricio Landaeta Mardones

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¿Qué es lo que puede hoy el pensamiento de Deleuze y Guattari? Esta inquietud resuena a lo largo del libro, tensionando conceptos de un trabajo colectivo que tendió puntos de encuentro entre esferas diversas de las artes, humanidades y ciencias sociales.El diálogo interdisciplinar es el legado de una obra escrita a cuatro manos donde se unen estrechamente teoría y práctica: el problema no es responder qué significan sino cómo los conceptos pueden contribuir a potenciar un saber útil para la vida. En otras palabras, se trata de convertir los conceptos en una "máquina de guerra" a partir de la cual crear nuevas armas de análisis y resistencia al presente.La devastación ecológica, la emergencia de microfascismos y nuevas formas de control social son algunos problemas de la actualidad, cuando el capitalismo resplandece en su capacidad de capturar cualquier dominio de la existencia, de adaptarse y fortalecerse con cada crisis.Este libro reúne escritos de investigadorxs de distintas latitudes e intenta confrontar, desde el pensamiento de Deleuze y Guattari, acontecimientos que nos fuerzan a pensar y experimentar nuevas armas para la creación de otras formas inmanentes de existencia.

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Informazioni

Anno
2021
ISBN
9789566048404
En una excéntrica escritura: la tarea de traducir a Gilles Deleuze
Peter Pál Pelbart1
En un texto magnífico atribuido al lexicógrafo griego del X de nuestra era llamado Suidas, y publicado en la revista Philosophie en el año de la muerte de Deleuze, se tiene acceso a la siguiente nota:
Deleuze, filósofo, hijo de Diógenes y de Hipatia, residió en Lyon. Nada se sabe de su vida […]. Él ilustraba lo que él mismo decía: que hay vidas en que las dificultades alcanzan el prodigio. Él definía como activa toda fuerza que va hasta el límite de su poder […] Fue uno de los oradores más destacados de su tiempo […] De altivo temperamento, solo soportaba el pueblo. Pero su ironía era formidable. Su voz estaba entre las más extraordinarias. Ateneo la compara con un rallador, después con un torrente de rocas. La elocución era de una extrema distinción, un poco cansada, la dicción lenta y suave. Apolodoro compara su voz con la de un brujo. Era un hombre de una perfecta nobleza, que rechazaba todo aquello que debilitaba2.
Me detengo aquí. No conozco mejor biografía, más justa y sintética que esta escrita apócrifamente por André Bernold. Y no se podría caracterizar mejor su voz: rallador, torrente de rocas, brujo. En efecto, dudo que quien haya tenido la suerte de seguir sus cursos no reconozca, igualmente en esta caracterización de cansancio, lentitud y suavidad, una indicación de su «tono». No es por otro motivo que nuestro amigo Kuniichi Uno, traductor de Deleuze y Artaud al japonés, tenga muchísima razón al insistir sobre este aspecto crucial en la traducción de sus textos: «Hemos sido sensibles en nuestra traducción, creo yo, a la voz de los autores, a la de Guattari, áspera, metálica, rápida, vertiginosa, y la de Deleuze, rocosa, suave, profunda, errante». Y Uno agrega: «Evidentemente, decir “traducir una voz es más o menos metafórico”. ¿No será mejor decir traducir una tonalidad, la musicalidad, el ritmo?». Finalmente, el traductor cita a D. H. Lawrence, quien sostenía: «Es necesario escuchar una voz nueva en la literatura americana, como se esperó en otro tiempo en los extremos del Imperio romano la voz extranjera de los pensadores, Lucrecio, Agustín…»3.
Así, nos deslizamos involuntariamente desde la voz que sus auditores han tenido el privilegio de escuchar a la tonalidad afectiva o a la voz filosófica que Deleuze hace resonar en el panorama de su tiempo, él que, como Beckett en relación con la literatura, se cansó del viejo estilo.
¿En qué consiste precisamente entonces el estilo de Deleuze, su novedad? Creo que él ha inventado, en su elemento, lo que admiraba en el dominio de la literatura, a saber: una especie de «lengua extranjera», como decía Proust. Lengua extranjera no quiere decir, precisa Deleuze muchas veces, «otra lengua, ni un habla regional recuperada, sino un devenir-otro de la lengua, una disminución (minoration) de esa lengua mayor, un delirio que se impone, una línea mágica que escapa del sistema dominante»4. Entonces, ningún culto a los neologismos, incluso si las expresiones extrañas no faltan en su repertorio, sobre todo con Guattari, como máquina deseante, cuerpo-sin-órganos, agenciamiento, espacio estriado. De hecho, Deleuze concibe la escritura como una línea de fuga. Como el dice: «Félix trata la escritura como un flujo esquizofrénico que arrastra todo tipo de cosas. Esto es algo que me interesa especialmente: que la página tenga fugas por todos lados sin dejar de estar, por otra parte, cerrada sobre sí como un huevo. Además, en un libro hay siempre muchas retenciones, resonancias, precipitaciones y larvas»5. Con lo cual, qué distancia entre el elogio de las larvas y las arquitecturas filosóficas majestuosas u obsesivas, de proveniencia germánica, por ejemplo, curvadas sobre su estatuto o su génesis. Como dice Nancy sobre Deleuze: «No se involucraba con Hegel, no comulgaba con una continuidad dialéctica en que la trama necesariamente implicaba a la vez la lógica de un proceso –desde un origen hasta un fin– y la estructura de un sujeto –de una apropiación, de una intención, de un ser para sí o de su falta-de-ser-para-sí»6. Más que un proceso, una génesis o un desarrollo, un plan, una disposición, una red, puntos, distribuciones, reenvíos, distancias. La filosofía no como un debate de su propio proceso, o progreso, encadenamiento, determinación de fines.
A cada instante, singularmente, componer o recomponer un universo, configurar y describir configuraciones. De este modo, atravesar el caos: no explicarlo o interpretarlo, sino atravesarlo, de lado a lado, en un cruce que disponga planes, pasajes, límites, pero que deje al caos cerrarse detrás de él como una estela en el mar7.
Filósofo del desplazamiento. En lugar de inclinarse por el ser, por el sujeto, por el origen y el fin, el destino y la ocurrencia, la verdad del sentido y toda esta tautología parlanchina, un recorrido por el caos, velocidad sísmica, recorrido en zigzag. Es un desequilibrio general del lenguaje lo reivindicado, para que llegue a ser: «Hace falta, para ello, que el lenguaje no sea un sistema homogéneo sino un sistema desequilibrado, siempre heterogéneo: el estilo abre en él diferencias de potencial entre las que puede pasar algo, en las que algo puede suceder»8...

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