Frida Kahlo
eBook - ePub

Frida Kahlo

Sus fotos

Pablo Ortiz Monasterio, Gerardo Estrada, Horacio Fernández

  1. 552 pagine
  2. Spanish
  3. ePUB (disponibile sull'app)
  4. Disponibile su iOS e Android
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Frida Kahlo

Sus fotos

Pablo Ortiz Monasterio, Gerardo Estrada, Horacio Fernández

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Cuando Frida Kahlo muere, Diego Rivera, marido, ex marido y viudo de Frida, le pide al poeta Carlos Pellicer que convierta la Casa Azul en un museo para que el pueblo de México pueda visitarla y admirar la obra de la artista. Pellicer seleccionó los cuadros de Frida que estaban en la casa, así como algunos dibujos, fotos, libros y cerámicas conservando los espacios tal cual los había adaptado el matrimonio para vivir y trabajar. El resto de los objetos, ropa, documentos, dibujos, cartas y más de seis mil fotografías que Frida reunió a lo largo de su vida, se guardaron en los baños convertidos en bodegas.Este formidable acervo estuvo oculto por más de medio siglo. Hace pocos años decidieron abrir las bodegas, armarios y baúles que lo resguardaban. El conjunto de imágenes fotográficas es un tesoro que desvela los gustos e intereses de la famosa pareja, no sólo en lo que cuentan las imágenes sino también en las anotaciones al margen, y permite especular en torno a sus fobias y atracciones. En la colección de Frida hay una lista de grandes fotógrafos: Man Ray, Brassaï, Martin Munkacsi, Pierre Verger, George Hurrel, Tina Modotti, Edward Weston, Manuel y Lola Álvarez Bravo, Gisèle Freund y muchos otros, entre ellos la propia Frida Kahlo. Es probable que ella hiciera varias de las fotos de la colección, aunque estamos seguros de su autoría sólo en unas cuantas que decidió firmar en 1929.

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Informazioni

Editore
RM Verlag
Anno
2022
ISBN
9788417975654
Argomento
Art
CHISMES EN PLATA SOBRE GELATINA
James Oles
Para aquellos que por años buscaron información sobre Frida Kahlo —entre ellos las pioneras Raquel Tibol y Hayden Herrera; la primera, periodista y (tardía) integrante de su círculo, y la segunda, una detective académica que tuvo la ventaja de mantener una mayor distancia—, qué frustrante descubrir que por cada fragmento de información sobre Kahlo que salía a la luz había más, mucha más, guardada bajo llave en una sección de la Casa Azul. Los trajes hallados en el ahora famoso «baño» han sido tema de un estudio muy amplio,1 y con el tiempo otros asimilarán y analizarán las cartas, documentos, libros autografiados y sólo Dios sabe qué más hallado ahí luego de que la puerta se abriera finalmente en 2004. En este breve ensayo me gustaría referirme a un conjunto de fotografías que no se habían visto desde finales de la década de 1950, las cuales guardan evidencia de las amistades de Kahlo, de sus amores correspondidos y quizá no correspondidos, y de relaciones cuyo verdadero estatus, cuya verdadera importancia, se ha perdido en el tiempo.
Estas fotografías forman parte de una colección personal que incluye imágenes —algunas de las cuales datan del siglo XIX— tanto de la familia de Kahlo como de la de Rivera. Hay obsequios personales de visitantes, amigos y admiradores; retratos públicos «oficiales» e instantáneas informales privadas, así como muchas otras fotografías reunidas a lo largo de los años, ya sea como fuentes iconográficas, como recuerdos o como objetos efímeros coleccionables. Se trata, en todo caso, de las imágenes que Kahlo conservó hasta su muerte, ocurrida en 1954, ya que en algún momento entregó a Leo Eloesser, su médico en San Francisco, más de 400 fotografías —algunas eran duplicados, otras correspondían a las mismas sesiones de las imágenes halladas en el archivo de la Casa Azul— para su resguardo.2 Ni Kahlo ni Rivera parecen haberse interesado en conservar cada pedazo de papel que pasó alguna vez por sus manos, o quizá estaban demasiado ocupados para preocuparse por dónde estaban las cosas, o tal vez entendieron que los herederos no necesariamente son los mejores garantes de un legado.
Si bien la mayoría de las fotos halladas en 2004 parecen estar más vinculadas a Kahlo, muchas de ellas pertenecieron alguna vez a la colección personal de Rivera: desde luego, aquellas que estaban dedicadas a él —como la de la pintora Ione Robinson, de paso por un pueblo de Francia, antes de su venida a México y de convertirse en una de las asistentes de Rivera—,3 pero también las docenas de imágenes recopiladas a lo largo de los años como fuentes para sus cuadros. También hay alguna...

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