La violencia invisible
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La violencia invisible

Identificar, entender y superar la violencia psicológica que sufrimos (y ejercemos) en nuestra vida cotidiana

Jean-Charles Bouchoux, Joaquín Palau

  1. 192 pagine
  2. Spanish
  3. ePUB (disponibile sull'app)
  4. Disponibile su iOS e Android
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La violencia invisible

Identificar, entender y superar la violencia psicológica que sufrimos (y ejercemos) en nuestra vida cotidiana

Jean-Charles Bouchoux, Joaquín Palau

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La violencia no son solo gritos y golpes. Hay muchas formas de violencia menos espectaculares. Más sutiles. Más insidiosasA veces, la violencia invisible es «normal». Es «útil». Permite expresar frustración, por ejemplo, o tomar una decisión que nos hace progresar. Sin embargo, en muchas ocasiones, la violencia invisible es «tóxica». No sirve para nada. Peor aún: hace que quien la sufre se hunda en una profunda sensación de naufragio vital.Tras el éxito mundial deLos perversos narcisistas, el psicoterapeuta Jean-Charles Bouchoux quiere visibilizar este fenómeno, desvelar los mecanismos psicológicos que lo desencadenan y ofrecernos herramientas y pautas para tratarlo y superarlo en nuestra vida cotidiana: en el trabajo (o el colegio), en casa, en la pareja, etc. Pues, como afirma el autor, el estado natural de las personas es el amor y la alegría.

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Informazioni

Editore
Arpa
Anno
2022
ISBN
9788418741494

CAPÍTULO II

LAS VIOLENCIAS INVISIBLES

Si, como hemos visto, cierta dosis de agresividad es estructurante, la violencia, el exceso de agresión, es desestructurante. Mediante la agresividad intento imponer mi frontera; mediante la violencia, destruir la del otro. Por tanto, parece que la violencia es siempre el cuestionamiento de una frontera; en otras palabras, de la subjetividad de una persona, ya sea física, moral, animal o natural1. (Por ejemplo, la contaminación es violencia ejercida contra la Tierra e indirectamente contra los seres humanos).
Las violencias visibles son bastante fáciles de definir. El diccionario nos ofrece diversas versiones: «Carácter de lo que se manifiesta y produce sus efectos con fuerza bruta. Coacción física o moral de una persona con objeto de incitarla a realizar un acto específico2».
Las violencias invisibles son más difíciles de definir y las encontramos en lugares inesperados, a veces se esconden bajo un barniz de amabilidad.
Magali
Una madre le escribió esto a su hijo, mi hijo lo copió y me lo ha pasado: «Una madre es el ser que ha sufrido para hacer posible aquello en lo que te has convertido hoy. Ella es la que puede sacrificar su felicidad y su vida por ti y la que más te amará en esta Tierra».
¿Qué te parece?
Bouchoux
Me parece sadismo, es manipulador, culpabilizante... Es una toma de poder. En primer lugar, se da a entender que su sufrimiento es debido a su hijo. Así que, si él la ama y ella sufre, parece lógico que esto le haga sufrir. Es responsable de ello, sufre por ello y debe sentirse culpable por ello.
Pero, para verlo desde otra perspectiva, pregúntate: ¿te gustaría que alguien sacrificara su felicidad por ti? ¿Te imaginas la deuda que asumirías a continuación?
Finalmente, ella asegura que nadie lo amará tanto como ella. De modo que está condenado a no encontrar otro amor más que el de su madre. Nadamos en pleno incesto. Ella le programa para convertirlo en perverso o en víctima, y como poco le plantea un conflicto de lealtad, incapaz de encontrar el amor fuera del redil materno.
Magali
Pero ¿qué le dirías a tu hijo?
Bouchoux
Confío en ti.
No se cría a un niño explicándole cuánto te has sacrificado por él, lo crías enviándolo de regreso a su interior y ayudándolo a tener confianza en sí mismo. De modo que crías a un hijo olvidándote a veces de ti mismo en la relación. Cuando un padre le explica a su hijo cuánto ha sufrido por él y cuánto se ha sacrificado, lo convierte en el centro del debate. Al decirle «confío en ti», le permite volver a entrar en sí mismo.
Por otro lado, si es importante olvidarse de uno mismo en una relación de educador o de cuidador en la que el sujeto es el niño o el paciente, es también importante volver a centrarse en las necesidades propias.
Cuando un padre hace algo bueno para sí mismo, le está diciendo a su hijo que puede cuidar de sí mismo, que no es el centro del mundo. Es a la vez una autorización, un alivio y una invitación a volver a centrarse en sí mismo.
El autosacrificio (real o fantasioso) es una violencia invisible que hacemos soportar a los demás.

LA BONDAD MÓRBIDA

«Y siguieron comiendo, sin dejarse distraer de su tarea...».
HANSEL Y GRETEL
Si bien la violencia visible es inequívoca, la violencia invisible puede revestir un atuendo inesperado. La amabilidad puede ser violencia.
Julieta fue criada por unos padres que ella describe como perversos. De adulta, primero tuvo dos hijos con un hombre brutal al que finalmente abandonó. Luego mantuvo una relación con un hombre de comportamiento perverso. Ella lo dejó al nacer Kevin, su tercer su hijo. El pequeño fue mimado por su madre, por su hermana y por su hermano mayor. No podía faltarle de nada, no debía conocer la frustración. Como a la madre siempre se le ha negado todo, se esfuerza por satisfacer a su hijo siempre. La despensa está llena de repostería, de cosas para untar en el pan, de refrescos... a disposición del niño. A resultas de ello, a la edad de diez años Kevin pesa noventa kilos. Cuando los servicios sociales proponen alejar al niño de su familia y confiarlo a una institución donde pueda llevar a cabo una dieta, practicar deporte y recibir una educación especial, la madre acepta. Pero la institución se niega a recibirlo porque sufre una esteatohepatitis no alcohólica, también conocida como enfermedad de la soda o enfermedad del hígado graso humano.
Pude conocer a Julieta, y era una persona muy agradable. Pero entonces ¿podemos hablar aquí de violencia? La verdad es que casi me atrevo a pensar que se trata de simple sadismo por parte de la madre. ¿Consciente, inconsciente, involuntario? En cualquier caso, la realidad es que el niño está en un gran peligro.
Por supuesto, en una sociedad en la que uno es antes un consumidor que un individuo, algunas mentes encontrarán muy difícil entender que la verdadera alegría y el equilibrio adecuado sean lo contrario a lo que se vende a todas horas en los medios de comunicación.
La idea no es juzgar a Julieta, podemos ver que cualquier juicio convierte al otro en el sujeto del debate, mientras que la idea es trabajar sobre nosotros y cambiar nuestra perspectiva del mundo. Salir de algunos de nuestros condicionamientos, que son una verdadera violencia contra nosotros y contra el mundo que nos rodea.
¡Educar a un niño puede salvarle la vida!
¿Cómo entender el ayuno, por ejemplo? ¿Cómo lograr entender que la privación es también fuente de alegría, de bienestar, de salud? Nuestros esquemas mentales nos lo impiden. Intente hablar de ello a su alrededor y verá reacciones de lo más exageradas. Esta incapacidad para gestionar la carencia es fuente de violencia, contra nosotros, contra los demás, contra el planeta.
Tal vez haya llegado el momento de aparcar nuestras creencias y de tener una mirada renovada hacia otras formas de vida.

EL REY ES UN ESCLAVO

«El rey es el esclavo de la historia».
TOLSTÓI
Si ciertas formas de bondad son en realidad de una gran violencia, vemos aquí nuevamente que la violencia invisible impide una estructuración saludable.
Cati
Bernardo, mi hermano, vive solo. Tan pronto como siente ansiedad, se agarra a una botella. Cuando está borracho es capaz de cualquier cosa, incluso puede ser violento. A menudo me llama en mitad de la noche y me exige que lo cuide. Si no cedo, puede romperlo todo en casa.
A pesar mío, acabé solicitando su hospitalización. Pensé que le sabría mal, pero no. En el hospital, si tiene hambre puede comer, si necesita compañía tiene amigos allí, si está angustiado una enfermera se ocupa de él. Desde que solicité su hospitalización está mucho más tranquilo y, a menudo, es él mismo quien pide poder regresar al hospital.
La ausencia de frustración no permitiría que el niño se separara de su madre. Esto es lo que le sucedió a Bernardo, el hermano de Cati, el único niño de tres hijos. Cuando la madre «finalmente» consiguió el varón esperado, convocó a toda la familia para que lo cuidara. Sus hermanas tuvieron que trasladarse a dormir a su habitación para darle el vaso de agua antes de que tuviera sed, cubrirlo antes de que tuviera frío... Bernardo nunca experimentó frustración y nunca pudo elaborar una estructura psíquica compleja3, lo que conduce a un comportamiento de adulto con una estructura débil y reacciones infantiles.
Una vez más, lo que podría pasar por bondad o amabilidad es en realidad una violencia poco común contra Bernardo, pero también contra las hermanas que se convierten en esclavas del rey largamente esperado. De hecho, los niños a veces se vuelven esclavos de las fantasías de los padres.
Nos resulta difícil imaginar un amor yang cuando se trata de violencia, ¿nos atreveremos a usar los términos sánscritos yin y yang de nuevo? Podríamos concluir que la violencia visible vendría de un exceso de yang y la violencia invisible de un exceso de yin. Existe cierta amabilidad (adviértase la cursiva) que se pone por completo del lado de la violencia.
Para consolarnos con este descubrimiento, volvamos a nuestra botella de buen vino. Un vino sin ácidos ni alcohol proporciona un líquido sin sabor, pero si separas el alcohol o los ácidos, obtienes un veneno. Lo mismo ocurre con el amor o el odio, o al menos con la «bondad» o con la agresividad, o más simplemente con el sí y el no; del exceso de uno se obtiene un carácter plano, por exceso del otro, un carácter tiránico.
También comprendemos mejor que un exceso de deseo ideal es nocivo. En nombre de este ideal podríamos estar tentados de eliminar de nuestro carácter uno u otro de sus componentes: el yin o el yang.
Indiferenciación
Anteriormente imaginé que algunas de nuestras actitudes eran avatares de una sociedad patriarcal que algunos deseamos dejar atrás. Si el feminismo es un movimiento humanista que exige que las mujeres puedan florecer libremente, como mejor les parezca, en igualdad de condiciones con cualquier persona, eso es correcto. Sin embargo, parece que algunos feminismos radicales tienden a la indiferenciación o incluso a la lucha contra lo masculino. Pero necesitamos diferenciarnos. La lucha por la igualdad no debe conducir a la indiferencia.
Si en la fantasía común la bondad es una cualidad y la agresividad un defecto, y esa amabilidad debe atribuirse a lo femenino y la confrontación a lo masculino, podríamos caer en la tentación de deshacernos de una en favor de la otra por el bien del ideal.
La diosa griega Thetis vivía en una isla, en ella solo encontró a un ser humano para lograr engendrar a sus hijos. De su unión nació un grupo de hermanos. Thetis no podía soportar la parte mortal de sus hijos, por lo que buscó la manera de hacerla desaparecer. El procedimiento sería muy sencillo, bastaba con arrojarlos al fuego, donde su parte mortal desaparecería y quedaría solo su aspecto inmortal. Pero la fórmula no funcionaba y los niños morían uno tras otro. Fue solo con el más pequeño que cambió su método, y obtuvo éxito. Llevó a su retoño a orillas del Estigia, el río que separa la vida de la muerte, y lo sumergió sujetándolo per el talón. Así, el joven Aquiles se hizo inmortal como su madre; nada tuvo en común con su padre, salvo el talón.
Thetis intenta eliminar todo rastro del padre de sus hijos, independientemente de su salud física y mental. Parece que la ausencia de un tercero no permite la diferenciación y por tanto la individualización. Como el rey, el héroe no es un individuo. Es un objeto destinado a encarnar la fantasía de otro.
Al nacer su tercer hijo, Leticia solicitó el divorcio. Deshaciéndose del padre, podrá criar a sus hijos sola.
Cada vez que cualquiera de sus hijos hace una tontería, ella les dice: «Realmente eres como tu padre», y el niño se ve conminado a cambiar. Cuando se ve obligada a confiar los hijos al padre, les advierte: «Si se porta mal contigo, tienes derecho a un abogado».
Obviamente, tan pronto como el padre eleva el tono, los niños responden: «Mamá ha dicho que tenemos derecho a un abogado». Sin embargo, cuando se interroga a los niños, afirman que nunca han sido maltratados por el padre.
El mayor tuvo un padre hasta los siete años; luego, ya adolescente, pidió irse a vivir con él. En la actualidad, vive con su pareja y ha encontrado un trabajo en una empresa donde prospera.
El segundo tuvo un padre hasta los seis años; al llegar la adolescencia prefirió retirarse a su habitación para jugar con videojuegos, y allí pudo interpretar el papel de un héroe inmortal. Posteriormente, se convirtió en diseñador de videojuegos y vive solo.
El tercero sabía poco de su padre, nunca terminó sus estudios, no se le conocen ni compañera ni amigos, vive con su madre, que lo considera su héro...

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