¡Power People! Gente de potencial
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¡Power People! Gente de potencial

Sonia González Boysen

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  1. 224 pagine
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¡Power People! Gente de potencial

Sonia González Boysen

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La persona con el sello ¡ POWER PEOPLE! -Gente de Potencial- es aquella que brilla en cualquier escenario, por su actitud ganadora y su capacidad de proyectar todo en una sola palabra: ganas.

Si le preguntamos a un presidente de empresa o cualquier otro líder, por qué escoge para su equipo entre dos candidatos con las mismas capacidades y preparación, siempre dará una respuesta inmediata: por su energía… por su actitud.

Esa postura ganadora y chispeante ante la gente y ante la vida, genera un sello¡ POWER PEOPLE! que proviene no sólo de sus habilidades y destrezas, sino del espíritu que le imprime a todo lo que comunica.

La gente con la marca¡ POWER PEOPLE! se identifica por 5 factores:

Presencia de ánimo, ganas de "comerse el mundo", seguridad, energía y fuerza interior.

Este libro le ayudará a descubrir estos factores determinantes para el triunfo de su proyección personal. Tal vez ya se encuentra en un buen nivel, pero con ¡POWER PEOPLE! llegará a esferas más altas de impacto e influencia.

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Informazioni

Anno
2014
ISBN
9781602559561
CAPÍTULO 1
La marca ¡Power people!
Auténtica y vivencial
Tu tiempo es limitado, de modo que no lo malgastes viviendo la vida de alguien distinto.
—STEVE JOBS (1955–2011)1
La preparación y la experiencia de un líder no son suficientes para generar impacto y alcanzar los resultados esperados. Tampoco basta su efecto personal por sí solo. El poder de la inteligencia comunicacional se mide en un nivel más alto, por la capacidad de conquistar, enamorar, sensibilizar y concientizar a las personas.
Más allá de la demostración pesada y monótona de conocimientos catedráticos que a veces cansan y no convencen, confunden e impresionan con el peso del saber, pero no conectan ni llegan con la fuerza personal del ser.
El poder de la inteligencia comunicacional se mide entonces por la cohesión de los dos grandes elementos: ser y saber. El efecto y sus resultados. Unidos son un complemento perfecto. Pero, eso sí, con un énfasis suficiente en el primero. Toda la fuerza está en el ser. En la esencia personal. El saber por sí solo es maravilloso, pero no persuade ni conecta a las personas.
Aunque durante siglos, desde los griegos hasta hoy, nos hemos enfocado en el saber como la piedra angular de la construcción del ser humano. A partir del estudio y la aplicación de la inteligencia comunicacional nos concentraremos más en el ser que en el saber. De manera particular en este libro, le daremos toda la fuerza a acertar en ese punto central del tiro al blanco. Hasta que logremos atinarle con toda la fuerza, habilidad y destreza posibles.
La necesidad de contar con identidad propia es inminente, en un tiempo en el que la gente cada vez más busca modelos a imitar, por aquello del «fashion», en el que se convierten en estereotipos del fracaso de otros. Tratar de imitar las figuras de famosos que han tenido vidas muy conocidas pero con pésimos finales, puede ser la catástrofe de la identidad.
La gente de potencial se distingue no solo por el «factor x» de su efecto siempre original y diferente, sino por los resultados poderosos de su impacto. Es ella misma y no le interesa imitar ni plagiar a nadie. Aunque sea una figura mega reconocida y aplaudida.
Justo porque lo que más puede llegar a atraer de usted, es usted mismo. Por eso debe siempre mostrar lo mejor de usted. Y no tratar de ser otra persona.
Para ello es necesaria una gran dosis de autoestima bien cimentada, que le permita amarse a sí mismo, de tal manera que no quiera ser nadie más que usted. Después de alcanzar ese gran primer paso, lo siguiente es comenzar a darle a esa marca todos los matices propios de un ¡Power people! A la gente de potencial se le nota la franca felicidad de ser auténticos, la que transmiten por cada uno de sus poros.
«Solo si me siento valioso por ser como soy, puedo aceptarme, puedo ser auténtico, puedo ser verdadero», dijo Jorge Bucay, el famoso escritor y psicoterapeuta argentino.2
Sin duda alguna, vale más ser auténtico que tratar de ser perfecto. La autenticidad implica ser uno mismo, aun con los errores y debilidades propios de una persona original. Es mejor ser natural, con frescura y libertad, que ser una mala copia, rígida y de pésima calidad.
Por eso el educador británico Ken Robinson dijo: «Si no estás dispuesto a equivocarte, nunca llegarás a nada original».3
El mimetismo fatal
Uno de los caminos más directos para llegar a la falta de autenticidad es el de tratar de agradar a todas las personas. Porque cuando alguien quiere complacerlos a todos, termina por convertirse en un adefesio con síndrome de camaleón: se vuelve del color de cada persona o cosa a la cual se acerca. Su afán de agradar y su adicción a la aprobación, lo lleva a no contar con una identidad definitiva; por eso, todo lo que comunica cuenta con un fatídico sello de falta de identidad propia.
El tratar de complacer a todos anula la autenticidad, porque cuando uno es uno mismo, lo es por encima de lo que piensen las personas. Lo es, en medio de un sentimiento de entera libertad y desenvolvimiento natural. «No sé cuál es la clave del éxito, pero la clave del fracaso es tratar de complacer a todos», dice Bill Cosby. Lo peor es que la falta de autenticidad lleva a las personas a convertirse en esclavos de esa carencia. Un comunicador sin originalidad nunca transmite nada más que malas copias de lo que los demás dicen.
«Cuando intentamos vivir de una manera poco auténtica, siempre somos nuestra primera víctima ya que, en definitiva, el fraude va dirigido contra nosotros mismos», afirma Nathaniel Branden.4 Los grandes autores y líderes del mundo concuerdan en que la autenticidad es un factor determinante para alcanzar niveles mayores de influencia. Solo aquellos que son ellos mismos, logran convencer y enamorar a la gente que les rodea.
Claro que la autenticidad requiere un precio muy alto. Un ensayo y error permanente. Una depuración del estilo propio que no es tan fácil de adquirir. Pero, al final, quedará una gran satisfacción por haberse encontrado a sí mismo y poder demostrarles a los demás que el ser uno mismo, es el ser realmente pleno.
Además del precio alto que se paga por la autenticidad, también se asume una fuerte responsabilidad. Es volverse un poco dueño de sí mismo. El artífice de su propia imagen. Sin simulaciones, imitaciones, ni artificios mañosos. «Cualquier forma de no ser autentico, equivale a estar poco dispuesto a aceptar la responsabilidad sobre nuestro propio comportamiento», dijo Jean Paul Sartre.5
Pero lo más importante de todo es que, el sello de autenticidad de la gente ¡Power people!, le lleva a la realización personal, al sentido de pertenencia y a la felicidad. Nadie es feliz tratando de imitar a alguien. Aun cuando ese alguien sea su ícono, su ideal de persona, su héroe… «Cada uno de nosotros está en la Tierra para descubrir su propio camino y jamás seremos felices si seguimos el de otro», James Van Praagh.6
Aclaro que uno debe contar con referentes altos a los cuales seguir. Líderes que influyen en uno y se convierten en ejemplos importantes. Que le marcan la vida y lo llevan a ser una mejor persona. Pero una cosa es contar con ellos como referentes máximos y otra tratar de ser ellos, hasta convertirse en un imitador cómico que calca su voz, sus frases, su forma de caminar, de sonreír, de vestirse… ¡Todo!
Y lo peor es que nunca le quedará bien, porque cada quien cuenta con su propio efecto, como lo mencioné en mi anterior libro, El efecto: cada quien tiene su propia imagen, huella digital, forma de ser, de hablar y de actuar.7
Cuando el apóstol Pablo expresa en la Biblia su famosa frase: «Imítenme a mí, como yo imito a Cristo» (1 Corintios 11.1), no se refiere a perder la autenticidad como comunicador. Creo profundamente que uno de los discípulos más auténticos de Jesús fue Pablo. El más directo, contundente, determinado… Por eso estoy segura de que, al referirse a «imitar» no quiso decir que hicieran una mala copia de él… y ¡mucho menos de Cristo!
En este sentido, la palabra «imitar» se refiere a los principios y valores: la obediencia al Padre, la verticalidad en el cumplimiento de la ley, la profundidad en el seguimiento de la gracia, la capacidad de ser seguidores sin timideces ni dobleces. Se refería justamente a ser: a-u-t-é-n-t-i-c-o-s cristianos. Que son fríos o calientes. No tibios.
Me impresiona en las mediciones de la comunicación que realizo en empresas y universidades, ver el impacto que causan los funcionarios de alto nivel cuando se muestran como líderes auténticos, naturales, sin esquemas ni estructuras rígidas. Por lo general, son los que sobresalen, marcan la diferencia y, por supuesto, son ascendidos a niveles mucho más altos.
La autenticidad convence
La autenticidad permite que las personas sean naturales, espontáneas, frescas, brillantes, con una energía y una luz que los deja ver mucho más radiantes y convincentes de la de aquellos que solo intentan imitar de manera ficticia a otros. Los acartonados, que muestran una fachada de personalidad prestada, no llegan más allá de la impresión que pueden causar en el trayecto del ascensor a su escritorio.
Los originales y auténticos generan un discreto encanto que fascina, enamora y convence a quienes le rodean. Pueden ser jóvenes recién egresados o antiguos funcionarios a punto de jubilarse. Hombres o mujeres. Abogados, economistas, líderes de servicio al cliente, mercadeo, administración, finanzas internacionales o de cualquier otra disciplina. Porque la autenticidad no depende de la edad, ni de la carrera, ni del género.
Ser auténtico es una virtud del «ser». Es una parte vital de la comunicación inteligente, mirada desde la óptica ontológica. Les insisto siempre a mis oyentes: solo aquellos que logran ser auténticos, llegarán lejos. No se concentren en el conocimiento, enfóquense en ser ustedes mismos. No olviden jamás su trasfondo cultural y sus raíces familiares. Si se van a otra ciudad o país, por ejemplo, continúen siendo lo que son, en esencia. Eso los hará más atractivos y llamativos ante cualquier grupo social en el que se desenvuelvan, o ante cualquier directivo empresarial que los quiera contratar.
Intentar convertirse en una persona igual a las demás del lugar donde llega, es perder lo mejor de usted mismo. En mi caso, la autenticidad me ha permitido escalar cimas inimaginables. Aun cuando he tenido que trabajar con entidades globales en las que he dirigido áreas de comunicación, al lado de directivos de Estados Unidos, Australia, Europa o de otros países de Latinoamérica, siempre me ha dado muchos puntos ser auténtica y natural.
He mostrado con mucha alegría, entereza y dignidad la bandera de mi noble ancestro colombiano. Con influencia Caribe, por el lado de mi padre, mezclada con el lado andino, de mi madre. ¡Tremenda mezcla! Entre la costa alegre y descomplicada y el interior del país, amable pero introvertido por el frío y el encierro natural de las montañas. Una fusión entre la cumbia y el bambuco. Entre el pescado frito con patacón «pisao» y el típico ajiaco santafereño.
Todo eso que adquirí de los ancestros, sumado al perfil que me da el temperamento sanguíneo, lleno de chispa y vida interior, es lo que soy. Porque Dios quiso. Y si tratara de ser otra cosa, si intentara por algún motivo infortunado ser y hablar como estadounidense, australiana o europea, con la idea equivocada de agradar a las personas que me rodean, entonces perdería lo mejor de mí y lo que me ha abierto más puertas hacia el éxito en la vida: ser yo misma.
Les encanta a los extranjeros con quienes he tenido el placer de trabajar, la forma desparpajada y espontánea como me comunico con ellos. Sin dejar de ser profesional. Pero, por encima de todo, sin dejar de ser yo misma, con esa calidez que me acompaña y esa forma de ser que, sin duda, es la mejor… Simplemente porque es la mía.
La autenticidad es una virtud que va acompañada de la autoestima. Es frecuente ver a las personas que no son ellas mismas tratando de ser algo que no les queda bien, solo porque no les gusta como son y no se aceptan.
Déjeme decirle algo, mi amigo lector, solo cuando logramos amarnos a nosotros mismos, tal cual somos, podremos ser auténticos. Y sin autenticidad, no existe la opción de llevar la marca ganadora de los ¡Power people!… De manera que le sugiero comenzar a aceptar, apreciar, valorar y amar su forma de ser, su identidad, sus valores y todo lo que usted «es». Porque así, y solo así, conseguirá llegar a la dimensión de la comunicación inteligente.
El poder de la comunicación inteligente se sustenta en la autenticidad. De manera que comience por rescatar su identidad. Viva feliz con ella, disfrútela y lleve a otros a disfrutarla. No importa que no sea perfecto. Pero sea usted mismo. Esa será la mejor manera de acercarse a la perfección.
La autenticidad es como la marca que llevan las prendas y objetos finos que, al leerlas, uno puede observar el sello: 100% algodón… o 100% seda… o 100% «Made in …». Se exhiben cuando las prendas son realmente finas y de calidad. Son auténticas, de esa marca. No copias hechas en serie, con materiales ordinarios que, aunque parezcan iguales al original, no son más que copias de pésima calidad que se dañan a la primera postura.
Trabaje en el empoderamiento de su comunicación inteligente en base a la autenticidad. Todo el mundo se dará cuenta de que lleva el sello fino de la originalidad y sabrán que usted es… 100% usted mismo. O sea… El mejor. Eso es ¡Power people!
Vivencial, experiencial y lúdica
Solo cuando la comunicación es vivencial, experiencial y lúdica logra persuadir a las personas. Cada vez es más claro que los grandes speakers [conferencistas] son aquellos que llevan al auditorio a vivir una historia como si pudieran ver la película o, más allá, como si ellos mismos fueran protagonistas, en vivo y en directo, de la historia.
La gente de potencial transmite experiencias, no solo información. Y lleva a los demás a vivir esa forma experiencial de transmitir los mensajes, de una manera tan real, que pueden tocar no solo su intelecto sino también sus emociones. Los llevan a vibrar, reír, llorar…
Cuando uno mira el auditorio de un comunicador ¡Power people!, vivencial y experiencial, puede ...

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