1.
VEN A LA MESA
Este que tienes en tus manos no es un libro normal y corriente.
Tengo la firme convicción de que estoy cumpliendo una misión de Dios, una misión que consiste en llevarnos a un lugar donde cada hijo de Dios pueda caminar en salud divina ¡todos los días de su vida!
Creo que el Señor me ha dado la misión de enseñar sobre el poder salutífero y curativo de la Sagrada Comunión, y me muero de ganas de contarte más.
Esto no es una nueva revelación ni una moda pasajera. He estado predicando, enseñando y practicando las ideas que el Señor me ha dado por casi dos décadas. Tenemos una congregación de más de treinta y tres mil personas que se reúnen en múltiples servicios en muchos lugares cada domingo. Todos los domingos, en todos los servicios, incluyendo los infantiles, tomamos juntos la Sagrada Comunión como iglesia.
La Sagrada Comunión no es solo algo que debo enseñar. Estoy plenamente convencido de su eficacia, y personalmente participo de ella a diario. Hay temporadas en las que incluso participo varias veces al día, y no sé cómo empezar a contarte hasta qué punto la libertad de recibir libremente la Cena del Señor nos ha bendecido a mi familia y a mí.
OBTÉN UNA PODEROSA REVELACIÓN DE LA COMUNIÓN
Durante los últimos veinte años, he predicado muchos mensajes sobre la Sagrada Comunión. Pero prediqué lo que considero un mensaje decisivo el 7 de abril de 2002, con el título de «Salud y plenitud por medio de la Sagrada Comunión». No fue un sermón más. Las verdades reveladas ese día llevaron a la sanidad y transformación de innumerables vidas alrededor del mundo y desataron una marea de revelaciones que sigue teniendo eco a través de muchas vidas.
¡Amigo mío, no quiero que tú te pierdas ese mensaje! ¿Me permites retroceder en el tiempo? Como regalo para ti, he preparado un enlace al mensaje. Puedes escucharlo visitando JosephPrince.com/eat. Mientras escuchas, quiero que sepas algo: Dios no está limitado por el tiempo o el espacio. Escucharás una palabra que el Señor puso en mi corazón para ti hace muchos años. Fue importante entonces, pero creo que nunca ha sido más relevante que ahora.
NUNCA COMO AHORA HA SIDO TAN RELEVANTE LA REVELACIÓN DE LA SAGRADA COMUNIÓN.
Tanto si es la primera vez como la centésima que me escuchas enseñar sobre la Sagrada Comunión, pido a Dios que tu vida se revolucione al revelarte el Señor sus verdades. Sea cual sea la enfermedad o dolencia con que estés lidiando, que tu sanidad comience hoy, a medida que aprendas más y más sobre cómo puedes participar por medio de la Sagrada Comunión de la obra consumada de Jesús.
Los frutos de la enseñanza de la Sagrada Comunión han sido asombrosos. Desde que empecé a predicar sobre ello, han llegado testimonios de sanidad de todo el mundo. Si eres uno de los que me ha escrito, gracias. Desde el fondo de mi corazón, gracias. Me llena de humildad que te tomaras el tiempo de compartir tu testimonio conmigo. Tal vez no pueda responder a todos ni compartir todos los testimonios durante mi predicación, pero leer acerca de lo que el Señor ha hecho por ti y tus seres queridos me ha bendecido de una manera incalculable y quiero que sepas que la palabra de tu testimonio también ha ayudado a otros a vencer al enemigo en sus vidas (Ap 12.11).
En particular, quiero dar las gracias a aquellos de ustedes que me han enviado copias de sus informes médicos, escáneres, radiografías y otros documentos médicos que confirman la sanidad del Señor en sus vidas. Me alegra saber que caminan con la salud que nuestro Señor Jesús pagó para que la disfruten. Me alegra aún más saber que han experimentado su amor por ustedes de una manera tan tangible.
LA SALUD ES LA MAYOR BENDICIÓN
¿Estás de acuerdo en que, aparte del regalo de la salvación —recibir a Jesús como nuestro Señor y ser salvados de la destrucción eterna—, la mayor bendición que podríamos recibir es la salud? Puedes tener una familia maravillosa, pero, si estás postrado en cama y no puedes disfrutar de estar con ellos, sería una desgracia. En cuanto al dinero, es posible que puedas pagar el tratamiento médico más moderno o a los mejores cirujanos, pero ni todo el dinero del mundo puede comprar la salud.
No tengo duda de que Dios quiere que tú y yo disfrutemos de su bendición de la salud. Cuando Jesús anduvo en la tierra, no estuvo todo el tiempo caminando sobre el agua o calmando tempestades, pero sí estuvo sanando todo el tiempo. En cada pueblo al que entraba, en cada lugar donde iba, hacía el bien y sanaba a todos los oprimidos (Hch 10.38).
¡NOS HAN ROBADO!
Una de las razones por las que me apasiona tanto enseñar sobre la Sagrada Comunión es porque fui víctima de una enseñanza defectuosa y legalista que me mantuvo en temor y esclavitud por muchos años en mis primeros años como cristiano. No me sorprendería que a algunos de los que leen esto les enseñaran las mismas cosas.
Me enseñaron a «examinarme» antes de venir a la Mesa del Señor y me advirtieron que no participara si había un pecado en mi vida que me hiciera indigno. Me dijeron que, si lo hacía, eso traería juicio sobre mí. Me volvería débil y enfermaría, e incluso podría morir antes de tiempo. Como resultado, me daba tanto miedo la Comunión que nunca la tomaba.
JESÚS NO ANDABA SOBRE EL AGUA NI CALMABA TEMPESTADES TODO EL TIEMPO, PERO SÍ SANABA TODO EL TIEMPO.
Después de todo, no era tonto. ¿Por qué iba a arriesgarme? No vivía en pecado ni nada de eso, pero ¿y si había algún pecado en mi vida que ignoraba o había olvidado confesar? Para empeorar las cosas, me dijeron que no solo podía cometer pecados de comisión (cosas que hacía), sino también de omisión (por cosas buenas que no hacía) e incluso de transmisión (pecados cometidos por mis antepasados). ¿Cómo saber si era suficientemente «digno»?
En la iglesia a la que había asistido anteriormente, recuerdo que los que deseaban tomar la Sagrada Comunión eran invitados a pasar adelante, y teníamos que caminar hasta el altar, en la parte frontal de la iglesia. Yo era entonces líder de jóvenes, así que fingía pasar adelante junto con los que recibían la Comunión. Después de estar de pie algún tiempo, volvía a mi asiento y hacía como si ya hubiese recibido la Comunión. Pero nunca participaba de ella.
¿Por qué? Por miedo.
Me robaron mi herencia por culpa de una predicación bien intencionada pero errónea que puso una valla invisible alrededor de algo cuyo propósito era ser una fuente de salud y sanidad y una bendición para el pueblo de Dios. Pusieron una valla alrededor que decía: «No te acerques a menos que seas digno». No quiero que te roben como a mí, y por eso quiero que veas por ti mismo lo que dice la Palabra de Dios. ¿Estás listo?
LA MALA INTERPRETACIÓN DE LAS ESCRITURAS CONDUCE A CREENCIAS ERRÓNEAS
¿Cómo se han creado esas creencias tan equivocadas? Proceden de una mala interpretación de la enseñanza del apóstol Pablo sobre la Sagrada Comunión en su carta a la iglesia de Corinto:
De alguna manera, se han malinterpretado los versículos 27 y 29 y se ha enseñado que no podemos participar de la Comunión si somos «indignos» por culpa de nuestros pecados. Pero la sangre de Jesús ya ha sido derramada por nosotros y, como creyentes, somos la justicia de Dios en Cristo (2 Co 5.21). Somos plenamente justos y dignos, no porque seamos perfectos, sino porque él es perfecto.
Ahora bien, quiero dejar claro que estoy en contra del pecado. Pero no tenemos que ser perfectos para venir a la Mesa del Señor. Si eso fuera un requisito previo, ¡nadie podría participar! Tal vez no creas haber cometido ningún pecado grave o importante, pero, para Dios, el pecado es el pecado y si fallas, aunque sea en un área, eres considerado culpable de todo (Stg 2.10). Gracias a Dios que, incluso cuando fallamos, tenemos «redención por su sangre, el perdón de pecados, conforme a las riquezas de su gracia» (Ef 1.7).
NO TENEMOS QUE SER PERFECTOS PARA ACUDIR A LA MESA DEL SEÑOR.
Además, quiero señalar que los versículos 27 y 29 no dicen que los indignos no puedan participar de la Comunión. Fíjate bien. Pablo hablaba de la manera en que uno participa de la Comunión. El apóstol le escribía a la iglesia de Corinto, que trataba la Cena del Señor con irreverencia, comiendo para satisfacer su hambre, mostrando desconsideración por los demás e incluso emborrachándose. Pablo describe cómo participaban:
Está claro que Pablo los reprendía por tratar la Cena del Señor como cualquier otra comida, en lugar de participar de ella de una manera digna de lo que nuestro Señor Jesús había ordenado que fuera. Trataban la Comunión como algo ordinario en lugar de verla como algo santo y especial.
NO TE LIMITES A CUMPLIR CON EL TRÁMITE DE TOMAR EL PAN Y LA COPA SIN VALORAR SU SIGNIFICADO Y PODER.
Para nosotros hoy, participar de la Comunión de una manera indigna es ser como la iglesia de Corinto, tratar los elementos de la Comunión como comunes, insignificantes e impotentes. Es tratar los elementos de la Comunión como naturales y ordinarios y no reconocer el gran poder sagrado que tenemos en nuestras manos. Es desdeñar los elementos y ser como los hijos de Israel, que estaban tan habituados al maná, que Dios les daba siempre en su gracia, que consideraban el pan del cielo como algo sin valor (Nm 21.5). Es limitarse a cumplir con el trámite de comer el pan y tomar la copa sin valorar el significado y el poder que contienen.
Tal vez nunca has entendido en realidad por qué los cristianos toman la Comunión, y solo la has estado tomando porque te han dicho que lo hagas. Para ti, es un ritual vacío, algo que tu iglesia organiza una vez al mes, o solo en ocasiones especiales como el Viernes Santo. Tal vez estás tomando la Comunión de manera supersticiosa, la estás probando solo porque has escuchado testimonios de sanidad y esperas que su «magia» pueda funcionar para ti también. O tal vez lo ves como una costumbre sentimental o una curiosa tradición que simplemente les recuerda a los cristianos las raíces de su fe. Tal vez, cuando tienes los elementos en tus manos, lo único que ves es una galleta y un poco de jugo, y nada más.
Si te reconoces en lo anterior, déjame decirte que también te han robado. La Biblia dice que el pueblo de Dios se destruye «porque le faltó conocimiento» (Os 4.6). ¡Tu falta de conocimiento sobre lo que realmente es la Sagrada Comunión te ha estado destruyendo, y ni siquiera lo sabes!
TENEMOS LA VERDADERA FUENTE DE LA JUVENTUD
Déjame decirte por qué predico con tanto ahínco sobre la Sagrada Comunión y por qué participo de ella todos los días. Déjame decirte por qué la Sagrada Comunión está arraigada como parte del ADN de nuestra iglesia y por qué creo que es más poderosa que cualquier medicina, procedimiento médico, antibiótico y quimioterapia usados para curarnos el cuerpo. Déjame decirte por qué creo que la Sagrada Comunión es la proverbial «fuente de la juventud» que la humanidad ha buscado por generaciones y por qué creo que cada vez que participamos en ella estamos renovando nuestra juventud como el águila (Sal 103.5).