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La imagen de España en la obra de Miguel Antonio Caro

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La imagen de España en la obra de Miguel Antonio Caro

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Esta obra ofrece al lector la posibilidad de discutir la pertinencia de los estudios entre sociedades y espacios culturales que permitan la divergencia y la confrontación. Se abre así un campo de reflexión sobre los intelectuales hispanoamericanos del siglo XIX y se reconoce el mérito de uno de los insignes pensadores conservadores continentales, el bogotano Miguel Antonio Caro (1843-1909), con el fin de analizar la construcción de nuestra identidad nacional. Coedición con la Universidad de Antioquia (Colombia).

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Capítulo II.
LA IMAGEN DE ESPAÑA Y EL PENSAMIENTO CONSERVADOR DE MIGUEL ANTONIO CARO EN EL SIGLO XIX
El señor Caro es en política, en religión y en literatura el
tipo más acabado del conservador, dando a esa palabra
toda la extensión de que es susceptible. Nada tengo
que ver con sus ideas sobre la marcha de Colombia, ni
con las respetabilísimas inspiraciones de su conciencia;
pero cae bajo el dominio de la crítica su apasionamiento
ilimitado por las cosas que fueron la glorificación
constante del pasado, del pasado español,
contra todas las aspiraciones del presente, aun del presente español.
Si la casualidad ha hecho que el cuerpo del señor Caro
haya venido a aumentar la falange humana en suelo
colombiano, su espíritu ha nacido, se ha formado y vive
en pleno Madrid del siglo XVI.
Miguel Cané. En viaje (1881-1882)
Lengua y tradición: herencia común de España e Hispanoamérica en el pensamiento conservador del siglo XIX
Considerando las observaciones del diplomático y viajero argentino citado en el epígrafe, resulta pertinente expresar que la figura política de Caro promulgó a través de su obra la defensa de los valores y costumbres propios de España; esta actitud lo diferenció de muchos otros latinoamericanos que tomaron la senda del antihispanismo, entre quienes podemos considerar al argentino Domingo Faustino Sarmiento y al anarquista Manuel González Prada. El hispanismo de Caro en Latinoamérica no constituyó una actitud fortuita en el marco de las polémicas que durante el siglo XIX propiciaron los intelectuales en el contexto hispanoamericano.1
Caro representó la expresión del intelectual que desde muy temprano se esforzó por conservar y, aún más, por alentar la riqueza de los conocimientos acumulados heredados en Hispanoamérica de la cultura española, en el campo de la ciencia, en el contexto del idioma, en el ámbito de las costumbres, en el mundo de la literatura e incluso en la política, el derecho y, con preeminencia, en la cultura. Para una adecuada reconstrucción de las relaciones entre el pensamiento conservador de Caro y su imagen de España resulta fundamental rehacer el contexto histórico que lo determinó y las circunstancias internacionales que le exigieron la imperiosa tarea de revitalizar las relaciones no solamente político-ideológicas, sino también culturales y sociales de España e Hispanoamérica.
En la trayectoria intelectual de Caro se pueden encontrar las claves de lectura para poder trazar con detalle la imagen de España que él fue elaborando y en la que consignó todo su esfuerzo hasta el final de sus días, en 1909, año algo alejado de la finalización o caída del dominio colonial español, que se materializó en 1898. Al rastrear lo que representó España para Caro es inocultable expresar que fue un heredero directo de las tradiciones españolas más rancias, como lo indica su apellido paterno, además de su pasado familiar, a lo que hay que añadir que en él se cruzaron determinaciones sociales y políticas que con el tiempo se fueron acrisolando hasta formar un ideario conscientemente romántico, propio de un conservador radical,2 que concluyó con una Constitución —la de 1886— y con un proyecto de Estado y de sociedad que aclimataba en el territorio colombiano muchos de los alcances de la monarquía española, bajo la soberanía de Fernando VII.3
La primera determinación social e histórica del pensamiento de Caro fue el triunfo del liberalismo radical de 1863, y su elaboración de una Constitución federal en la que se rompían los lazos y los vínculos de centralidad y de autoridad en el siglo XIX en el ámbito del poder político; ruptura que trascendería a los escenarios de la educación y la cultura. Los radicales,4 como se conoció en nuestro país a esa generación liberal, colocaron por encima del orden tradicional las libertades ciudadanas, y establecieron como fundamento una organización racional cuyo proyecto secular deslindaba las relaciones de la Iglesia y el Estado; también promovían un tipo de sociedad burguesa orientada por el laissez faire, que iba en contra del paternalismo, del autoritarismo y la jerarquización eclesial e hispánica concebida por los tradicionalistas hispanoamericanos.
Los conservadores reaccionarios en Hispanoamérica advertían con pánico que los vínculos fundamentales de la sociedad se disolvían a causa de las reformas del siglo XIX. El proyecto liberal se impulsaba bajo el esquema de una percepción burguesa de estirpe decimonónica, con lo que conculcaban las tradiciones heredadas, a la luz del lente de los conservadores; además destruían los lazos de la tradición comunitaria, el pasado colonial, las costumbres inveteradas españolas, el idioma castellano, e igualmente las creencias religiosas y las tendencias políticas centralistas. Todo ello condujo a una disputa ideológica sobre la herencia española, que abarcó la mayor parte del siglo XIX.5
Las enardecidas polémicas se extendieron incluso en el marco del IV centenario del Descubrimiento, en el año de 1892, cuando se tejieron diversas contiendas diplomáticas entre España e Hispanoamérica, con ocasión de su celebración; tales polémicas avivaron las luchas ideológicas entre americanistas e hispanistas, como lo revela la valiosa investigación de Aimer Granados, titulada Debates sobre España. El hispanoamericanismo en México a fines del siglo XIX,6 que examina las tensiones ejercidas por los dos continentes, a causa de la pérdida del dominio colonial español en estos territorios, en 1898, tras las independencias de Cuba y Puerto Rico.
La discusión sobre la herencia española y su importante influencia en Hispanoamérica se desenvolvió primordialmente en el terreno de la educación, pero alcanzó su máxima manifestación en los debates sobre el idioma y la interpretación de la historia continental. Entre muchas de las contribuciones de Caro, representativas de la preservación y conservación del legado cultural de España,7 se destacan dos escritos, característicos de la reivindicación histórica y de la discusión de la herencia española en Hispanoamérica: Del uso en sus relaciones con el lenguaje (1881)8 y Andrés Bello. Estudio biográfico y crítico (1882).9 No sin antes mencionar que a esos dos escritos los antecede su poema en homenaje al libertador Simón Bolívar, titulado “A la estatua del Libertador”, en el que recrea al líder de la Independencia americana como héroe sacrificado y salvador, que ejemplificó la prolongación española en suelo americano y a quien convierte en un representante de la raza hispánica, en términos que se detallan a continuación:
Ya el obcecado hermano
El arma revolvió contra tu pecho.
Y en el confín postrero colombiano
Te brinda hidalgo hispano,
Si patria te faltó, su honrado techo.10
Con la imagen de un Simón Bolívar hispánico Caro intentaba desestimar las contiendas ideológicas y políticas que habían causado las independencias latinoamericanas, en el marco del contraste histórico que las determinó: la invasión napoleónica en 1808 y la restauración de Fernando VII en 1814, ya que entre esos dos eventos, los hispanistas y los antihispanistas se entreveraron en severas pero crudas contiendas y polémicas que definieron los dilemas y las incertidumbres del proceso de emancipación hispanoamericano. Por eso la labor de Caro fue desactivar cualquier argumento que sustentara el proceso de Independencia como ruptura política y, en especial, como disolución cultural.
En el discurso leído ante la Academia Colombiana, en la Junta Inaugural del 6 de agosto de 1881, que lleva por título Del uso en sus relaciones con el lenguaje, es perceptible claramente la disputa que la herencia española generó entre los liberales y los conservadores hispanoamericanos. El papel de las Academias como conservadoras del legado español, y la difusión del cuidado del habla y la escritura castellana, revelaron esa imperiosa necesidad de contrarrestar la innovación educativa e idiomática propuesta por la intensificación de la modernidad literaria liberal, en la que se empezaban a dislocar los referentes de la cultura local y regional. Al resquebrajar la originalidad y autenticidad de la lengua castellana, se alentó una tensión entre nacionalismo y cosmopolitismo en las mentalidades que llevaron a las diversas disputas sobre la realidad y el ser de los hispanoamericanos.
Nada fue más revelador de la actitud de Caro que su defensa del legado español, en un contexto de polémicas ideológicas que figuraban como luchas en el marco de la cultura hispanoamericana del siglo XIX. Él justificó esa posición, como contienda ideológica y defensa cultural, al expresar:
Volvemos a honrar hoy, según la costumbre en buena hora establecida, el recuerdo de aquellos hombres de fe y sin miedo que trajeron y establecieron la lengua de Castilla en estas regiones andinas. Volvemos a conmemorar el día glorioso que en este valle de los Alcázares comenzaron a sonar acentos neolatinos, de [los] que estas mismas palabras, que por encargo vuestro tengo el honor de dirigiros, son como una continuación y un eco.11
La memoria y el cuidado de la lengua, la preservación del habla y de la escritura, así como también la conservación de las costumbres y valores del pasado español figuraron en Caro como un proyecto teológico-político y cultural que evitaba al máximo la injerencia de la modernidad que arrasaba todo vestigio de la tradición.12 Nuevas formas de expresión colectiva ante las realidades cambiantes encauzadas por las tensiones económicas alentaron las batallas ideológicas entre tradicionalistas y liberales, que condujeron a sangrientas guerras civiles. La relación dominio y poder educativo, control del proceso de enseñanza y aprendizaje, y la continua disputa entre la instrucción laica, orientada hacia lo práctico, y la instrucción sacra, orientada hacia la contemplación, desataron las luchas ideológicas y armadas que terminaron, en el siglo XIX en Colombia, con la pérdida del canal de Panamá y la Guerra de los Mil Días, tal como lo investigó Charles Bergquist en su obra Café y conflicto en Colombia. La Guerra de los Mil Días, sus antecedentes y consecuencias.13
Las contiendas se intensificaron, pues, al contraponer al modelo educativo escolástico un arquetipo funcional de educación para el mercado y el comercio, en el que se impulsó la importancia de las ciencias naturales para el desarrollo burgués capitalista; lo que llevó al límite el discurso religioso católico y lo replegó en términos de su importancia institucional. Así, se buscaba consolidar una fuerza para el mundo del trabajo14 bajo la secularización de la educación, que unía la descorporativización de la sociedad mediante la desamortización de los bienes de la Iglesia con la descomposición de las viejas estructuras coloniales españolas, acrisoladas a través de la educación religiosa. En las memorias escritas por insignes liberales como Salvador Camacho Roldán, José Hilario López, Miguel Samper, Florentino González, el prejuicio cultural racial —el antihispanismo— se recompuso bajo la aparente lucha por la libertad de esclavos, orientada a proletarizar a esa clase social, marginada y excluida, a mediados del siglo XIX. Esta tensión ideológica frente a la influencia española fue para muchos conservadores el ocaso de la identidad y de la cultura hispanoamericanas; entre otros, para José María Rivas Groot, quien veía en los impulsos de la secularización liberal una profunda contrariedad para la unidad y el pasado colombiano heredado del mundo español.15
Oponer al discurso libertario del libre cambio en la economía un discurso en el que la lengua, la filología y la historia cultural fueran los elementos del análisis de los problemas sociales fue para los conservadores colombianos, entre ellos Caro, no simplemente una cuestión de ardor polémico sino una tarea impostergable de la función social del escritor y del hombre de fe, quedando definido de esa manera el perfil del intelectual católico conservador hispanoamericano. ...

Table of contents

  1. Portada
  2. Título
  3. Derechos de autor
  4. AGRADECIMIENTOS.
  5. Presentación. HACIA UNA RELECTURA DE MIGUEL ANTONIO CARO
  6. INTRODUCCIÓN
  7. Capítulo I. EL INTELECTUAL Y LA POLÍTICA. MIGUEL ANTONIO CARO Y EL PENSAMIENTO CONSERVADOR
  8. Capítulo II. LA IMAGEN DE ESPAÑA Y EL PENSAMIENTO CONSERVADOR DE MIGUEL ANTONIO CARO EN EL SIGLO XIX
  9. A MODO DE CONCLUSIONES
  10. BIBLIOGRAFÍA