Ética y liberación "animal"
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Ética y liberación "animal"

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La cuestión acerca de los animales y sus derechos, la opresión, la explotación y la esclavitud a la que los sometemos son un tema de reflexión filosófica. Es preciso reconocer y comprender cómo nos relacionamos con ellos si queremos construir un ambiente equitativo, solidario y habitable para todos. En este libro se examinan los principios morales de un trato ético a los animales y se hace una crítica a algunos veganismos que, paradójicamente, no ayudan a abolir la instrumentalización animal. Asimismo, a partir de los presupuestos de la ética de la liberación de Dussel y de la ética planetaria de Boff, se propone una línea argumentativa que contribuya a un proceso de liberación animal.

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Information

Year
2019
eBook ISBN
9789587821802

Veganismos: ¿solución o problema?

La preocupación por la vida de los animales ha generado diversas reflexiones éticas respecto al modo en que los vemos y los tratamos. Como se señaló en el apartado anterior, la visión general sobre los animales suele llevar a respuestas inmediatas afines a la idea de que solo son recursos para nuestros fines; propiedades o cosas que hasta hace poco han sido reconocidas como seres sintientes. No obstante, esta ontologización animal ha hecho surgir en la actualidad movimientos que exigen un reconocimiento de derechos básicos para que la integridad y la vida de los animales estén protegidas de nuestras acciones.
La justificación de estos movimientos sociales surge de los debates éticos que han suscitado acercamientos tanto políticos como legales al problema del maltrato animal. Como los asuntos políticos y jurídicos generan tanta controversia y división, la solución más próxima para lograr una abolición de la explotación es una decisión personal que involucre un modo ético de considerar a los animales (Francione, 2008, p. 6). Esta decisión implica dejar de consumir animales directamente o en productos derivados de ellos, no participar en eventos que conllevan sufrimiento o explotación animal y no comprar medicinas o químicos que hayan sido testeados en animales. Esta determinación, sujeta a principios éticos, es lo que se denomina veganismo.
En 1949 Leslie Cross publicó In search of the veganism, texto que aborda el significado del veganismo. Cross, a la postre vicepresidenta de la Vegan Society, explicó en el documento la relación de la industria cárnica con la industria láctea y sugirió a los miembros de la Vegetarian Society no seguir consumiendo lácteos ya que era notable el sufrimiento y maltrato al que eran sometidos los animales. Ante la negativa de algunos miembros respecto a esta iniciativa, Donald Watson, posteriormente presidente de la Vegan Society; Elsie Shrigley, su compañera, y Leslie Cross (Aboglio, 2009, p. 69) vieron la necesidad de separarse de la Vegetarian Society y buscar un término que se acomodara a sus inquietudes éticas sobre la explotación animal en las industrias asociadas a la comida, el entretenimiento, la ropa y la experimentación biomédica.
Luego de varios intentos, Watson usó el término vegan para referirse a quien llevara una dieta libre de productos de origen animal. Sin embargo, la reflexión acerca del sufrimiento no podía quedarse solo en una dieta, sino que debía desarrollarse como argumentación ética capaz de fundamentar la idea de no participar en la explotación de los animales:
La naturaleza del desarrollo de la Asociación Vegana sugiere que la forma en la cual su definición debe ser alcanzada es la de un principio, del cual se deriven lógicamente una serie de prácticas, y no la forma de un conjunto de prácticas o propósitos.1 (Cross, 1949a, párr. 12)
Donald Watson continuó en la tarea de buscar aquel principio capaz de darle significado a este término. Luego de varios intentos estableció que el veganismo “es el principio de la emancipación de los animales respecto a la explotación por parte del hombre”2 (Cross, 1949b, párr. 7). En 1951 Cross concluyó, en el artículo Veganismo definido, que el significado de esta palabra debe remitir en todos los casos a la doctrina según la cual hombres y mujeres vivan sin explotar a los animales (párr. 3). Así pues, el veganismo se considera un movimiento comprometido con la abolición de la explotación animal en todas sus formas institucionalizadas (párr. 4); es en sí mismo un principio y no un conjunto de prácticas (Cross, 1955, párr. 7).
Debe notarse que, desde que se originó el movimiento de los derechos animales hasta nuestros días, la alternativa ética que parece más coherente con el objetivo de lograr la abolición de la explotación animal es el veganismo. Francione define el veganismo ético como
el rechazo personal al estatus de propiedad conferido a los animales no humanos, de la noción según la cual los animales tienen solo valor externo y de la noción según la cual los animales tienen menor valor moral que los humanos. En efecto, el veganismo ético es la única posición consistente con el reconocimiento de que, para propósitos de ser tratados como una cosa, las vidas de los humanos y los no humanos son moralmente equivalentes.3 (Francione, 2010, p. 62)
Examinemos ahora algunos veganismos teniendo en cuenta que en un sentido filosófico todos mantienen el ideal de la lucha por la abolición de la explotación animal en todos sus aspectos. Consideraremos si estos veganismos o algunas prácticas de veganización en realidad no tienen prejuicios de especie en el momento de exponer la explotación y el maltrato de los seres vivientes, pues si hablamos de animales debemos incluir a todos los que se ven afectados por nuestras decisiones e intervenciones. Si hablamos de explotación, debemos reconocerla en todos sus aspectos y no solo en el campo de la alimentación. De lo contrario, el movimiento de los derechos animales solamente se referiría a aquellos animales que hacen parte de la industrialización y deberíamos cuestionar entonces si el veganismo es la solución al problema de cómo nos relacionamos con los animales, o mejor, de cómo pensamos a los animales, y en referencia a estos, cómo nos pensamos a nosotros mismos. Esta es la causa de nuestro modo instrumental de relacionarnos con los animales: desconocer o ignorar lo que estos son genera conductas en las cuales los asumimos como cosas que podemos dominar.

Veganismo ético

Como movimiento social que reconoce en los animales un valor inherente por no ser recursos, el veganismo ético debería ser la base moral inequívoca de cualquier sociedad (Francione, 2010, p. 62). Si se quiere un cambio real ante la cuestión de la abolición, objetivo del veganismo en cuanto movimiento por los derechos animales, se debe adquirir el compromiso moral y político de la erradicación de la explotación animal por lo menos en el nivel individual (Francione, 2006, párr. 6). Se trata de causar el menor impacto negativo posible en la vida de los animales ante el problema que ha generado relacionarnos ontológicamente con ellos: haberlos asumido como cosas, como recursos para nuestros fines.
Si adoptamos el veganismo hoy e incrementamos las estrategias para reducir el sufrimiento animal, según Francione, es posible que en un futuro el movimiento obtenga un reconocimiento capaz de lograr leyes que prohíban el uso de los animales más allá de que se hable de un trato “humanitario” (2009, p. 64). Esto requiere que los activistas eduquen a los demás en el tema de la explotación animal y en las bases morales de su abolición (p. 65), con el fin de resaltar la importancia de no considerarlos como recursos para fines humanos. Si se busca una abolición de la explotación, los defensores de los animales deben instruirse acerca de los argumentos éticos que la soportan y hacer accesible esta información al público pues es notable cómo cada día más personas reconocen que los animales no son meras cosas (p. 66) y que nuestro trato a ellos debe ser ético.
Para que el veganismo logre la abolición Francione propone comunicar a nuestra comunidad moral la necesidad de frenar el uso de animales a través de la educación. A su vez, determina algunas pautas que harán llegar el mensaje para reflexionar sobre el trato adecuado y el reconocimiento que se le debe dar a los animales. Para este autor se trata de distribuir literatura sobre veganismo y sobre abolición; compartir comida sin ingredientes de origen animal en lugares donde se concentre la gente; escribir artículos y publicar textos en los que se reflexione acerca de los derechos animales; crear páginas web y redes sociales para que la información pueda extenderse a más lugares del mundo; organizar estrategias para boicotear las compañías que usan a los animales y promover leyes que logren abolir la explotación animal en todas sus formas (2010, p. 66). Según Francione, estas actividades representan solo una pequeña parte de todo lo que realmente podemos hacer por los animales.
Por otro lado, la argentina Ana María Aboglio, fundadora de la primera organización de derechos animales de Latinoamérica (Ánima), intenta articular la teoría ética del veganismo con la práctica a través del activismo. Esta abogada, especializada en derechos animales y filosofía jurídica, define el veganismo como “una actitud de respeto hacia toda la vida animal no humana sintiente que implica un modo de vida donde se evita voluntariamente su uso, su consumo o la participación en actividades derivadas de su esclavitud, explotación y muerte” (2009, p. 70). El veganismo es una consecuencia lógica del modo no instrumental de ver a los animales, y a la vez les otorga un valor inherente y manifiesta que esta decisión es lo mínimo que podemos hacer por ellos (p. 71) respecto a la explotación a la que los hemos sometido.
La autora argentina afirma que el veganismo no es una herramienta para oponerse al horror de la explotación industrializada, sino una estrategia para oponerse a la esclavitud, la opresión y la injusticia que hemos causado a los animales (2009, p. 149). Sin embargo, aunque Aboglio reconozca que el veganismo puede ser un mecanismo para lograr la abolición de la explotación de los animales también cuestiona las campañas animalistas, las formas en que algunos defensores se manifiestan o el activismo de algunos veganos que se centran en la crueldad y el maltrato pasando por alto el fondo ético del asunto.
Según Aboglio, el veganismo salva vidas y reduce el sufrimiento a partir de su causa más profunda porque es una consecuencia del cambio en la relación imperante con los animales. Además, posibilita una conciencia que ve de otros modos la cuestión de la explotación. Con ello se espera lograr la liberación animal de la opresión y la injusticia (2009, p. 149). Al no participar en actividades que afecten sus vidas, menos animales serán criados para propósitos industriales. De esta manera se abrirá el camino para establecer relaciones de respeto e igualdad entre ellos y nosotros (p. 148). En este sentido, Aboglio considera que el veganismo debe ser masivo (p. 146). Por eso es indispensable crear alternativas que hagan posible para todos adoptar esta postura ética sin que los mitos acerca de la alimentación vegana sean un pretexto para contribuir al daño que causamos a los animales.
La visión compartida por Francione en Norteamérica y Aboglio en Suramérica determina que el veganismo es una ética cuyos efectos prácticos —como el cambio de hábitos en la comida, el vestido, el entretenimiento y el consumo— remiten a la necesidad de una abolición de la explotación institucionalizada, además de la oposición a la esclavitud, la opresión y la injusticia que causamos a los animales. Lo anterior conduciría al camino de la liberación animal. No obstante, el principio ético aprehendido en la conciencia individual de cada uno representaría en mayor grado un avance hacia la abolición con respecto a la idea de que un movimiento logre a largo plazo el reconocimiento legal de los animales como individuos sujetos-de-una-vida.
Francione es claro al determinar que la idea de los derechos animales sistematizada en el veganismo se “expresa en la liberación a largo plazo de los no humanos de prácticamente todas las formas de explotación institucionalizada” (2008, p. 34), algo con lo que Aboglio concuerda (2009, p. 19). Es decir, el veganismo no aboga por el respeto a todos los animales en cualquier situación, desde el principio de igual consideración, como individuos con una vida propia, sino únicamente por aquellos que son parte de la explotación institucionalizada, o sea, la explotación que está legalmente aprobada para nuestros beneficios.
Se hace necesario entonces pensar si el camino legal propuesto por los defensores abolicionistas conduce a la erradicación de la explotación o si el hecho de reconocerlos como parte de una comunidad moral lleva a que los animales dejen de ser explotados. Más aún, se debe reflexionar si las prácticas veganas —como los diferentes modos de protesta que se centran en las consecuencias de asumir como propiedades a los animales y que, sin importar los medios para lograr mayor visibilidad socialmente, acuden a gestos violentos con el fin de legitimar su lucha— son efectivas para eliminar la esclavitud animal. O si la promoción de algunas opciones para veganizar contribuye a frenar la explotación institucionalizada, sin tener en cuenta que estas mismas opciones son promotoras, en algunos casos, del bienestarismo animal, y por tanto en nada ayudan a abolir la explotación y esclavitud de animales.
En otras palabras, cabe preguntarnos si nuestros procesos actuales de veganización conllevan la abolición progresiva de la explotación institucionalizada o al contrario hacen que se refuerce la máquina opresora y destructora de todas las formas de vida, nuestro ego. Con ello, preguntarnos si con la idea de un “mundo vegano” realmente se logra la liberación animal, teniendo en cuenta que para el veganismo los animales son “seres sintientes” (Aboglio, 2009, p. 19) con aparentes emociones, sensaciones y cierto grado de inteligencia.
Cualquiera de estas perspectivas del veganismo, la moral, la legal, la política y la social, podría lograr un reconocimiento en sus campos y expandirse académicamente a través de la argumentación, pero esto no implica la abolición de la explotación. Bajo cualquiera de estas determinaciones el veganismo tal y como opera hoy en día, con su fin de veganizar a toda costa, no logra la resolución del problema de cómo tratamos y cómo pensamos a los animales. Como movimiento que lucha por el respeto de la vida animal el veganismo debe superar su entramado meramente emocional, que lo hace moverse bajo los parámetros morales de su entorno, siempre cambiantes y relativos, pues cuando la emoción es el factor fundamental que nos impulsa a luchar por las injusticias de los demás es fácil caer en ambigüedades, confusiones y discursos que no implican un cambio real y sincero en la conciencia de nuestras sociedades e individuos. Peor aún, ello puede generar situaciones futuras que conllevan un sufrimiento mayor, como el hecho de recoger animales de la calle con la pretensión de salvarlos y hacinarlos en lugares con pésimas condiciones de vida. Cuando se da una sanción legal, como lo exige en gran parte el movimiento por los derechos animales, vemos que no se fomenta la reflexión ética indicada por el veganismo, sino una pena que anima la indiferencia y el rechazo del problema de nuestras relaciones instrumentales con los animales. Cuando el castigo se da por parte de los mismos animalistas es imposible determinar el margen que los separa del agresor.
Aquí los animales también son recursos para legitimar la arbitrariedad de las leyes. Por ninguno de estos mecanismos punitivos hay solución directa respecto al modo en que pensamos y tratamos a los animales. En nuestro pensamiento radica el problema de su trato, explotación y esclavitud. Por otra parte, aun admitiendo que el veganismo es antiespecista, una gran parte de este movimiento se contradice porque solo considera los intereses del grupo de los “animales no humanos”. Así, el veganismo que no involucre a la propia especie de los veganos en su práctica ética es un veganismo especista.

Veganismo especista

Los veganos emplean la distinción entre “animales no humanos” y “animales humanos”, pero su lucha contra la explotación animal debería incluir también a hombres y mujeres para ser coherentes en sus prácticas y no pasar por alto la explotación institucionalizada de su misma especie. Por ejemplo, luchar contra la explotación animal y comprar productos que impliquen la explotación de niños, ancianos, jóvenes y todos aquellos que están sometidos a una esclavitud laboral es una acción especista (Navarro, 2016, p. 103).
El veganismo especista rechaza un abuso al mismo tiempo que contribuye a otros, como lo afirmó Regan (2006). Para aquel solamente es relevante la explotación de los “animales no humanos”. Esto demuestra que su argumento antiespecista es contradictorio o por lo menos ambiguo respecto a la consideración para con los miembros de su propia especie. Incluso hay veganos que afirman odiar a los “humanos”, cuestión incompatible con el concepto de compasión que intentan extender. Así pues, las prácticas veganas con fines de abolir la explotación,
podrían ser antiespecistas (o no), ya que aunque el antiespecismo exige el veganismo estricto como filosofía de vida, quien elige ser vegano puede ser igualmente especista, por ejemplo al rechazar el uso de animales en sus prácticas cotidianas pero aceptando el uso de productos que impliquen la esclavitud encubierta de seres humanos, como reconocidas marcas de indumentaria. (Navarro, 2016, p. 104)
Este argumento muestra que la crítica a la instrumentalización de los animales que rechaza que estos sean considerados meras cosas —o sea, simples medios para nuestros fines— debería extenderse a los “animales hum...

Table of contents

  1. Cubierta
  2. Portadilla
  3. Página legal
  4. Dedicación
  5. Nota
  6. Contenido
  7. Agradecimientos
  8. Prólogo
  9. Introducción
  10. Principios morales del trato ético a los animales
  11. Veganismos: ¿Solución O Problema?
  12. Liberación “animal”
  13. Conclusiones
  14. Referencias
  15. Cubierta Posterior