Ecosistema
Óleo sobre papel artesanal
38 × 50 cm
Sócrates y Alexander Oparin, en la tierra primitiva, conversan sobre el surgimiento de la vida y la analogía con el surgimiento de las ideas.
Sócrates: querido Alexander, ¿crees acaso que existe algo más maravilloso, enigmático y protegible que la vida?
Oparin: claro que no, la vida es algo maravilloso y único; somos vida.
Sócrates: entonces estarías dispuesto a que conversáramos sobre la vida, y más exactamente sobre cómo surge la vida en nuestro planeta.
Oparin: este tema ha sido la pasión de mi vida, al cual le he dedicado mucho tiempo y esfuerzos.
Sócrates: pero te ruego que me ayudes a tener una idea de lo que es la vida, debemos ocuparnos en definirla, o acaso solo podríamos describirla.
Oparin: decir qué es la vida es imposible, más cuando no conocemos todas las formas de vida existente; actualmente solo sobrevive el 1 % de las especies que han existido, y de ellas solo hemos descrito aproximadamente 1.200.000. Se calcula que existen más de diez millones de especies. Por lo tanto, no podríamos decir qué es la vida, sino describir las características que los organismos vivos que conocemos comparten.
Sócrates: me dejas preocupado, ¿desconocemos tanto de la vida?, y entonces lo que digamos solo aplicaría a una fracción muy pequeña de “lo vivo”.
Oparin: así es. Pero “lo vivo”, como tú lo llamas, comparte unas pocas características esenciales, así que no debemos desanimarnos por nuestra ignorancia. Más aún, es necesario precisar cuánto desconocemos.
Sócrates: me parece que tu razonamiento es adecuado, ya que siempre he pensado que debemos interesarnos, más que por encontrar el conocimiento, por descubrir y reconocer lo mucho que ignoramos.
Sócrates: y entonces, querido Alexander, ¿qué es eso que “lo vivo” comparte?
Oparin: una de las cosas es que necesita energía, que toma del medio en el que vive, para sostener su ciclo metabólico; y ligado a esto, una segunda característica es que el organismo vivo aprovecha todos los recursos disponibles.
Sócrates: ¿pero entonces estas diciendo que los seres vivos tienden a agotar los recursos de los cuales dependen?
Oparin: así es, y nuestra especie mucho más. Fíjate bien, hace millones de años cuando desaparecen los dinosaurios, aparecen los primates, pequeños animales de ojos saltones y en cuyas extremidades se oponía un dedo a los otros cuatro, pero su principal característica era ser oportunistas y depredadores de los recursos que la naturaleza les brindaba. Esto inició hace aproximadamente 75.000.000 de años, y aún somos así; la vida es así.
Sócrates: entonces la vida necesita energía y aprovecha toda la que puede tomar del medio en el que se desarrolla. Pero dime, ¿cuántas características más debemos mencionar de los organismos, que es el nombre que le has dado a lo vivo?
Oparin: solo dos más, que también se relacionan. Los organismos reciben estímulos del medio ambiente y responden a ellos, y a las copias que hacen de sí mismos les transfieren las adaptaciones que les permitieron aprovechar mejor los recursos disponibles.
Sócrates: pero entonces dices que lo vivo, perdón los organismos, solo se pueden describir teniendo presente su relación con el medio en el que viven: de él toman la energía —toda la que puedan—, el medio es quien les obliga a ser dinámicos, y solo heredan a sus descendientes aquellos rasgos que les permiten interactuar con el medio. Dices que los organismos no son sin el medio, ¿es eso lo que dices?
Oparin: no digo otra cosa.
Sócrates: recuerdo las conversaciones que tuve con Parménides, con quien acordamos que “las ideas no tienen relaciones con las cosas que nos rodean, ni estas cosas con las ideas, sino que solo las tienen las ideas con las ideas y las cosas con las cosas” (Platón, 2006). Por esto yo siempre he pensado que de la naturaleza no se puede extraer conocimiento alguno; sin embargo, lo que hemos establecido sobre la vida, mi querido Alexander, me hace pensar si podemos tratar de encontrar algo en común con las ideas.
Oparin: no veo qué relación podemos establecer.
Sócrates: lo que digo es que la vida es algo maravilloso e inexplicable, y es parte de nosotros, y las ideas también son maravillosas e inexplicables, y son una característica propia de los seres humanos, ¿no crees eso?
Oparin: así es, somos Homo Sapiens: como Homo estamos ligados al proceso evolutivo que llevó desde la primera célula, hasta nosotros; somos una especie viva más. Y ese proceso evolutivo llevó a que nuestro cerebro fuese primordial, y en él ocurren las ideas —aún no comprendemos cómo—, y las ideas son fundamentales para nuestra especie.
Sócrates: dices bien, mi querido Alexander. Entonces me acompañarías a tratar de realizar un ejercicio de reflexión sobre las ideas, como lo hemos hecho, sobre “lo vivo”.
Oparin: me temo que no, pues no soy filósofo, ni sofista, lo que me apasiona es tratar de entender cómo se originó la vida, en qué condiciones, de eso tengo algún conocimiento; si lo consideras puedo compartir contigo lo poco que he aprendido con mis experimentos, y te propongo que tú te ocupes de las ideas.
Sócrates: me parece apasionante que conversemos, cada uno hablaremos de lo que conocemos y entre los dos trataremos de establecer lo común entre lo vivo y las ideas. Tal vez podamos aprender algo de la naturaleza, con lo cual deberé cambiar mi forma de pensar. ¿No crees que así lograremos aumentar nuestro conocimiento?, tú sobre la vida y yo sobre las ideas; tú sobre las ideas y yo sobre la vida.
Oparin: dispuesto estoy, así que te suplico que iniciemos ya nuestra conversación y que me guíes con tus preguntas, como siempre lo haces.
Sócrates: iniciemos pues. Dime entonces, ¿cómo surgió la vida? ¿En qué condiciones?
Oparin: el surgimiento de la vida es un proceso evolutivo, en el cual a partir de ciertas substancias inorgánicas, que se encontraban en la atmósfera y mares primitivos, al recibir energía de fuentes externas, se organizan compuestos orgánicos sencillos.
Sócrates: espera, Alexander, todo lo que dices es nuevo para mí. Así que vamos por partes. Dices tú que en un comienzo existían sustancias inorgánicas y luego compuestos orgánicos; ¿es acaso lo orgánico algo relacionado con la vida?
Oparin: así es.
Sócrates: ¿entonces lo inorgánico es lo que no está vivo y lo orgánico, lo vivo?
Oparin: nuevamente tienes razón.
Sócrates: y dices que para pasar de lo inorgánico a lo orgánico solo se necesita energía, que hizo que se produjera una reorganización. ¿Entonces lo no vivo está en lo vivo?
Oparin: los elementos químicos que constituyen la vida son principalmente el carbono (C), el hidrógeno (H), el oxígeno (O) y el nitrógeno (N), que se organizaron de forma diferente, pasando de ser parte de lo inorgánico a ser parte de lo orgánico.
Sócrates: nuevamente te ruego, mi querido Alexander, que te detengas, debo realizar un inventario de las dudas que van llenando mi cabeza. Está lo orgánico y lo inorgánico, la energía y unos pocos elementos, realmente pocos, pues tengo entendido que los elementos superan la centena; sin embargo, solo has mencionado cuatro.
Oparin: así es, aun cuando en los compuestos orgánicos que constituyen todos los organismos vivos aparecen otros elementos, estos cuatro (C, H, O, y N) son los más representativos.
Sócrates: entonces podemos decir que la vida es C, H, O, y N. Pero dime, ¿podemos decir que lo orgánico son las ideas y lo inorgánico es la no existencia de estas’? Quiero decir ideas que surgen de la discusión, de la conversación, como ahora estamos haciendo los dos. Te pido que coincidas conmigo en que lo más útil son las ideas o los pensamientos que surgen cuando conversamos con otro, con otro diferente a nosotros, y que de esas ideas nos ocuparemos de aquí en adelante, no de las ideas que tiene un hombre fruto de su experiencia o de los estudios a los que ha dedicado gran parte de su vida.
Oparin: de esas ideas, sin ser filósofo, es que quiero aprender.
Sócrates: entonces lo primero que hemos establecido es que para que surjan ideas útiles es necesario conversar...