Pensar en escuelas de pensamiento
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Pensar en escuelas de pensamiento

Una aproximación interdisciplinar y transdisciplinar

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Pensar en escuelas de pensamiento

Una aproximación interdisciplinar y transdisciplinar

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Este libro de ningún modo puede entenderse como la recopilación de escuelas universales de pensamiento o como la descripción de las escuelas de pensamiento propias de la Universidad de La Salle, pero sí se configura como una muestra de las múltiples entradas a la compleja oportunidad de transitar por los distintos niveles y posibilidades del pensar deliberado, del pensar que al construirse genera aprendizajes significativos que, a su vez, desestructuran estos pensamientos y los interpelan para que sean mejor pensados al ser repensados. En este sentido, el texto contiene un conjunto rizomático de evidencias del pensar en colectivo y del pensar desde la diversidad; del pensar deliberadamente en sintonía con los otros co-pensantes, sin que ineludiblemente se deban encontrar en el mismo dial. En correspondencia con lo expresado, el texto se estructura a partir de un conjunto de secciones imbricadas que, en el devenir del proceso, se asumieron como nodos problematizadores. De este modo el lector se encontrará con múltiples horizontes de sentido, diferentes formas de ver, atípicas maneras de co-ordinar y variadas formas de tratar complejos temas y problemas.

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Information

Nodos interpelantes

El desarrollo social en Colombia como oportunidad para la sostenibilidad hacia el siglo XXII

Antonio Bernal Acosta
Marleny Cardona Acevedo
Jorge Dueñas Suaterna
Luisa Fernanda Figueroa Olarte
Jorge Gámez Gutiérrez
Diana Janeth Lancheros Cuesta
Javier Polanía González
Carlos Sabogal Flórez
Una comprensión auténtica de la libertad individual
debe ir más allá de las capacidades
relacionadas con la vida privada,
y debe prestar atención a otros objetivos de la persona,
como ciertos fines sociales no relacionados
directamente con la vida del individuo,
aumentar las capacidades humanas debe constituir
una parte importante de la promoción
de la libertad individual.
Amartya Sen
Introducción
El desarrollo se diferencia del concepto de crecimiento, aunque forma parte de este. El primero se refiere a la capacidad de satisfacer las necesidades humanas (salud, educación, vivienda, cultura, entre otros) sin acumulación de capital, aumento de indicadores económicos o mejor disponibilidad económica; el segundo supone expansión física, es decir, implica la incorporación progresiva de energía (actividad, trabajo) y materia (por ejemplo, recursos), y esto no se puede hacer de manera indefinida en un entorno finito de recursos y disponibilidades. En cambio, el desarrollo, que involucra una mejora cualitativa y el despliegue de potencialidades humanas, siempre es posible (Macedo, 2005).
Ahora bien, lo social implica pensar las relaciones como acto innato a la condición del hombre. Cuando se ejerce esta potencialidad del desarrollo de lo intrínsecamente humano se está llevando a cabo una ponderación de hechos o de fenómenos, un contraste de posibilidades, oportunidades y circunstancias en contexto.
Este capítulo es una reflexión interdisciplinar de lo social como aporte a la construcción de escuelas de pensamiento; consta de una parte teórica, una conceptual y una postura reflexiva frente a temas como el desarrollo, la eficiencia y la sostenibilidad. Pretende realizar un acercamiento al desarrollo social en Colombia como oportunidad para la sostenibilidad hacia el siglo XXII.
Meodología
Se parte de una revisión de la literatura, una conceptualización y una reflexión desde la sistematización de experiencias y autores. La construcción de este documento se fundamenta en la práctica del pensamiento como un complejo estado mental del ser humano que lo impulsa a sopesar el conjunto de ideas y percepciones básicas que se constituyen en conocimiento, como expresión de la reflexión acerca del mundo que le rodea y el propio que subyace en su interioridad. En él convergen los procesos de raciocinio, de sentido común, de impulso afectivo y otra serie de condiciones mentales y, hasta somáticas, que se confabulan para enmarcar ese escenario de actividad que reside en el cerebro del Homo sapiens y que le permite hacerse un modelo de cada uno de esos mundos y su forma de operar.
Cuando la actividad del pensamiento se comparte con otros y se fortalece a través de su consolidación como acervo de un conocimiento de tradición oral o escrita, de un patrón de vida heredable de manera material o inmaterial, adquiere una dimensión que trasciende las fronteras del pensamiento originario y el sentido de propiedad de aquellos hombres que lo gestaron, convirtiéndose, entonces, en patrimonio cultural inalienable de toda una comunidad y se vuelve ciencia. Se trata de la cadena de continuidades y elaboraciones, de creaciones y reformas, de críticas, de renovaciones y nuevas creaciones desde el proceso social del conocimiento resultado de la experiencia.
Volver escuela al pensamiento es elevarlo a ese estatus, a una tradición con ínfulas de perenne, como ha ocurrido en la llamada civilización occidental; es configurarlo a través de su devenir histórico, de tal manera que sea posible atribuirle un conjunto de rasgos característicos que lo diferencian de otras formas de pensamiento. He ahí un terreno propicio para que las generaciones futuras se “escolaricen” dentro de ese contexto de percepciones, concepciones, posiblemente costumbres y hasta constructos formales. Esta idea básica es parte del trasfondo de lo que usualmente se denomina una escuela de pensamiento. Esta categoría de conglomerados humanos que se aglutinan en torno a la tarea de “pensar” acerca de su realidad y la de su entorno se pueden vislumbrar como entidades con vida propia que por múltiples y complejas razones típicas de la dinámica histórica de las sociedades humanas pueden adquirir un “aire” institucional y llegar a convertirse en ejes de un quehacer académico-intelectual y cultural-científico, clave para el desarrollo de esas sociedades que los han acogido en su seno. Y es justamente a partir de esta dimensión posible, incorpórea, pero concreta de la reflexión humana, desde la que se exponen los presentes planteamientos.
Pensamiento de la Iglesia y lasallismo
En el siglo XXI el reto central para Colombia tiene que ver con sustentar el crecimiento y el desarrollo en los recursos minero-energéticos. Sin embargo, el manejo de esta bonanza tuvo como resultado una caída en el precio del dólar que saca del mercado a la industria nacional —enfermedad holandesa. Contrario sensu a las economías avanzadas, esta baja de la industria no se debe al progreso tecnológico ni a los avances en el sector servicios.{32} Ello podría contribuir a un proceso de desindustrialización que tendría como consecuencia serias dificultades estructurales para proveer los servicios más básicos de energía, telecomunicaciones y vías de transporte, junto con la incapacidad de lograr los indicadores de desarrollo económico previstos (Clavijo, Fandiño y Vera, 2013).
Las instituciones políticas de una nación determinan la capacidad de controlar a los políticos e influir en su comportamiento; las buenas instituciones económicas son resultado de buenas instituciones políticas. Si bien Colombia tiene un sólido historial de elecciones democráticas, no tiene instituciones inclusivas. ¿Puede fracasar un país? Acemoglu y Robinson (2012, p. 436) consideran que los países fracasan porque sus instituciones económicas extractivas no crean los incentivos necesarios para que las personas ahorren, inviertan e innoven; las instituciones políticas extractivas apoyan a estas instituciones económicas para consolidar el poder de quienes se benefician de la extracción, como, sugieren ellos, es el caso de Colombia.
En Caritas in veritate, Benedicto XVI (2009) recuerda que la acumulación de recursos naturales, que en muchos casos se encuentran precisamente en países pobres, causa explotación y conflictos frecuentes entre las naciones y dentro de ellas. Dichos conflictos se producen, con frecuencia, justamente en el territorio de esos países, con graves consecuencias de muertes, destrucción y mayor degradación. La riqueza mundial crece en términos absolutos, pero aumentan también las desigualdades; algunos grupos gozan de un tipo de superdesarrollo derrochador y consumista, que contrasta con la persistente miseria deshumanizadora. A ello se suman la corrupción y la ilegalidad de los sujetos económicos y políticos de los países ricos y pobres. No se respetan los derechos humanos de los trabajadores por parte de las grandes empresas multinacionales y por los grupos de producción local.
¿Y el desarrollo? La Iglesia reconoce al mercado como institución económica que permite el encuentro entre personas, como agentes económicos, que regula la relación entre dar y recibir entre iguales.{33} Empero, si el mercado se rige únicamente por el principio de la equivalencia del valor de los bienes que se intercambian, no llega a producir la cohesión social que necesita para su buen funcionamiento. Sin formas internas de solidaridad y de confianza recíproca, el mercado no puede cumplir plenamente su función económica. Hoy, esta confianza ha fallado.{34} También la Iglesia resalta la relación entre pobreza y desocupación; los pobres son, en muchos casos, el resultado de la violación de la dignidad del trabajo humano que limita sus posibilidades a través de desocupación y subocupación;{35} se devalúan los derechos al justo salario, a la seguridad de la persona del trabajador y de su familia. Para Benedicto XVI (2009) el trabajo decente significa un trabajo libremente elegido, que asocie efectivamente a los trabajadores, hombres y mujeres, al desarrollo de su comunidad; un trabajo que haga que los trabajadores sean respetados; que permita satisfacer las necesidades de las familias y escolarizar a los hijos; que deje espacio para reencontrarse adecuadamente con las propias raíces en el ámbito personal, familiar y espiritual; un trabajo que asegure una condición digna a los trabajadores que llegan a la jubilación. Además, existe el conflicto entre persona-trabajadora y persona-consumidora y las migraciones en busca de mejores oportunidades. En el caso colombiano ha de incluirse el fenómeno de la población desplazada por la violencia —el 10 % de la población total— y los problemas de tenencia de tierras.
El desarrollo es uno de los paradigmas de la modernidad y se asimila al crecimiento económico. ¿Es suficiente para un país el progreso económico y tecnológico? Benedicto XVI (2009), nuevamente, sugiere que se acompañen de un tipo de desarrollo auténtico e integral. Salir del atraso económico no soluciona la problemática compleja de la promoción del hombre. Los países pobres pueden sufrir, además de antiguas formas de explotación, las consecuencias negativas que se derivan de un crecimiento marcado por desviaciones y desequilibrios. ¿Cómo se puede alguien extrañar de la indiferencia ante tantas situaciones humanas degradantes? Muchos, dispuestos a escandalizarse por cosas secundarias, parecen tolerar injusticias inauditas. Mientras los pobres del mundo siguen llamando a la puerta de la opulencia, el mundo rico corre el riesgo de no escuchar estos golpes en su puerta, debido a una conciencia incapaz de reconocer lo humano.
Según las mediciones de desarrollo del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Colombia tiene un alto desarrollo humano. Estos informes muestran los logros de las naciones en educación, salud y disponibilidad de recursos para ofrecer a sus habitantes un nivel de vida digno. El país ocupa el puesto 91 entre 186, por debajo de Chile, Argentina, Uruguay y Cuba. Empero, ha de resaltarse que la geografía no permite las comparaciones —Bogotá es muy diferente a las regiones por las distancias a recorrer y los costos de prestación de servicios, entre otras—; se podría inferir que Bogotá está a la altura de las capitales del mundo, pero las regiones apartadas muestran indicadores de un país premoderno. Además, Colombia con el enfoque de desarrollo actual no logra mejorar los niveles de desigualdad, por ello figura entre los diez países más desiguales en compañía de Haití y Angola.
Esta realidad ha sido y es campo de acción de la comunidad universitaria lasallista y, así mismo, espacio de reflexión de las escuelas de pensamiento. En su proyecto educativo (Universidad de La Salle, 2007) está previsto investigar con pertinencia e impacto social, promover la dignidad y el desarrollo integral de la persona y contribuir en la transformación de la sociedad. En los horizontes de sentido de La Universidad de La Salle, que acoge el pensamiento social de la Iglesia y reconoce en él la fuente de sentido, se contemplan los problemas que surgen en la vida de la sociedad, la búsqueda de respuestas a los retos que la sociedad y la cultura le presentan, considera al ser humano capaz de ser protagonista responsable de su propia formación y sensible a los contextos de exclusión. Es en el desarrollo humano integral y sustentable (DHIS) donde se plasman el respeto y la defensa de la dignidad de la persona como centro de los procesos de desarrollo social para las fu...

Table of contents

  1. Portada
  2. Portadila
  3. créditos
  4. Presentación
  5. Nodos desencadenantes
  6. Nodos potenciadores
  7. Nodos interpelantes