Usted si puede ser feliz pase lo que pase
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Usted si puede ser feliz pase lo que pase

Cinco principios para mantener en perspectiva su vida, You Can Be Happy No Matter What, Spanish-Language Edition

Richard Carlson, PhD

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Usted si puede ser feliz pase lo que pase

Cinco principios para mantener en perspectiva su vida, You Can Be Happy No Matter What, Spanish-Language Edition

Richard Carlson, PhD

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?En esta versión revisada, el renombrado autor y consultor Dr. Richard Carlson, conocido nacionalmente por su trabajo con el manejo del estrés, nos revela un importantísimo adelanto en la psicología humana. La mayoría de la gente cree que la felicidad depende de las circunstancias exteriores, y que resolviendo nuestros problemas, mejorando nuestras relaciones y teniendo éxito, podremos encontrar la felicidad. Pero el Dr. Carlson demuestra claramente que la felicidad no tiene que ver con fuerzas fuera de nuestro control — y que, de hecho, la felicidad es nuestro estado natural.?Con esta guía sencilla y práctica, el Dr. Carlson nos enseña cómo ser felices ahora, antes de intentar la solución de nuestros problemas. Si entendemos los cinco principios — pensamiento, estados de ánimo, realidades separadas, sentimientos, y el momento presente — descubrimos un nuevo modo de ser que no reprime las emociones naturales ni tampoco permite que nos abrumen nuestros pensamientos y sentimientos. Usted sí puede ser feliz pase lo que pase es una guía que lleva cuidadosamente al lector por entre los retos de la vida, y a lo largo del camino nos va restaurando con la alegría de la vida.

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Information

Year
2010
ISBN
9781577318149

PARTE II

Image
La aplicación
de los principios

6

Image

Las relaciones

Mi amigo es alguien que al conocerme,
me acepta tal como soy.

— Henry David Thoreau
Para muchas personas, las relaciones con los demás son difíciles. No obstante, cuando entendemos la naturaleza de las relaciones humanas y la forma como los cinco principios intervienen en ellas, nuestro contacto con los demás deja de ser un problema y empieza a reportarnos mayores satisfacciones.
Toda relación comienza con nosotros mismos. Cuando logramos mantener en nuestro interior un sentimiento positivo, les abrimos la puerta al respeto mutuo, a la comunicación sincera y a un verdadero sentido del amor. Cuando nuestra vida está llena de alegría, nos queda un poco para compartir con otras personas. Cuando nos sentimos buenos, no necesitamos ser críticos ni defensivos pues no nos sentimos amenazados por los demás.
Todas las personas con quienes entramos en contacto están tratando de hacer lo mejor que pueden con su vida. Nadie se levanta por la mañana con la intención de arruinarnos el día (excepto, quizás, personas demasiado perturbadas). La gente trata sinceramente de hacer lo mejor para que su propia vida y la de los demás marchen bien. La mayoría de las personas, en particular aquéllas con quienes mantenemos más estrechas relaciones, acogerían con beneplácito la oportunidad de contribuir a que nuestra vida tuviera más sosiego.
Desde el punto de vista psicológico, todo el mundo funciona de la misma manera: todos pensamos y experimentamos fluctuaciones en nuestro estado de ánimo. Debido al carácter único de nuestros pensamientos y estados anímicos, cada cual vive su propia realidad, separada de la de los demás y, finalmente, todos tenemos sentimientos. Estos cuatro factores psicológicos forman parte de la vida de todo individuo en cualquier lugar del mundo. Forman parte de nuestra vida, de la de nuestra pareja, de la de nuestros compañeros de trabajo, de la de nuestros hijos. También forman parte de mi vida, de la vida de mi esposa, de la de mis hijas y de la de mis pacientes. Forman parte de la vida de absolutamente todo el mundo.
Detengámonos en el principio del pensamiento: todos, sin excepción, pensamos constantemente y seguiremos haciéndolo por el resto de nuestra vida. Se trata de un elemento impersonal que se produce todo el tiempo, querámoslo o no. Llueva o haga sol, la acción de pensar no se detiene en ningún ser humano. ¿Cómo hacer para que esta capacidad trabaje en nuestro favor y no en contra de nosotros?

LOS SISTEMAS DE PENSAMIENTO
DE LOS DEMÁS

Sabemos que los pensamientos con patrones recurrentes se convierten en parte de nuestro sistema individual de pensamiento. Debido a que los sistemas de pensamiento tienden a autovalidarse (en términos psicológicos diríamos que son sistemas cerrados), somos incapaces de poner nuestros propios pensamientos en tela de juicio y siempre creemos ver la vida de manera precisa y realista. Por esta razón, y porque los sistemas de pensamiento siempre buscan protegerse, tendemos a cuestionar la forma como los demás viven su vida y hacen las cosas; y cuando la información no se ciñe a nuestras creencias, nuestro sistema de pensamiento la juzga como “inconsecuente con la verdad”, “una forma extraña de hacer las cosas”, “rara”, “insólita”, “diferente” y, generalmente, “equivocada”.
A medida que conocemos mejor a otra persona, nuestra tendencia a cuestionar su sistema de pensamiento no disminuye, sino que aumenta. Cuanto más oportunidades tengamos de interactuar y de conocer otros sistemas de pensamiento, mayor será la probabilidad de que surjan conflictos. Esto explica porqué la relación más difícil para la mayoría de las personas es el matrimonio; y porqué para los solteros la relación más difícil es, por lo general, la que sostienen con la persona más cercana o íntima. Resulta irónico que quienes más nos perturban sean precisamente las personas con quienes deseamos mantener relaciones más estrechas. Pero no puede ser de otra manera, mientras no comprendamos la dinámica de nuestro propio funcionamiento psicológico y el de nuestra pareja. Cuando esto haya ocurrido, sucederá lo contrario: sentiremos más respeto y amor por las personas con quienes queremos compartir la mayor parte de nuestro tiempo. Conservaremos nuestros sentimientos positivos hacia ellas, como personas especiales y únicas, y nuestras diferencias dejarán de molestarnos . . . ¡y hasta podrán convertirse en motivo de diversión! Dejaremos de ver a los demás como adversarios y comenzaremos a verlos como “personajes”.
Es fundamental saber y entender que nuestra pareja (o cualquier persona con quien mantengamos una relación) ve la vida tan claramente como nosotros. Nadie puede poner en tela de juicio su propia visión de la vida, pues el pensamiento es el creador de la experiencia. Cuando vemos la vida de adentro hacia afuera, nuestra visión pasa a través del sistema de pensamiento y, en consecuencia, siempre nos parece que si los demás no fueran tan “ciegos” o “testarudos”, verían las cosas como las vemos nosotros. Pero no pueden ni nunca podrán hacerlo; a fin de poder mantener relaciones positivas duraderas, tenemos que aceptar esta realidad.
Aceptar esta realidad nos vuelve humildes y nos libera. Por una parte, debemos admitir que lo que siempre hemos llamado “vida” no es la vida en sí misma, pues nuestra versión personal de la vida es tan arbitraria como la forma en que interpretamos a los demás. Si la información que se ha almacenado en nuestra memoria y en nuestro sistema de pensamiento hubiera sido distinta, también nuestra visión de la vida y la forma como reaccionamos ante los demás sería diferente.
Lo bueno del caso es que nuestra versión de la vida no es equivocada y se justifica tanto como la de cualquier otra persona, porque todos funcionamos igual desde el punto de vista psicológico. Cuando entendemos esto, “esperamos” ver las cosas de manera diferente de los demás. Cuando estamos preparados para asumir estas diferencias individuales, nos sorprendemos gratamente cada vez que alguien percibe algo exactamente como nosotros; y cuando no lo percibe igual que nosotros, no nos afecta, pues aprendemos a decirnos a nosotros mismos: “Así es como esta persona ve el mundo”.
No estoy planteando que no les prestemos atención a nuestras diferencias o que pretendamos “que nada nos molesta”. (Si eso es lo que estamos pensando, será mejor que volvamos a leer los capítulos sobre el pensamiento y las realidades separadas.) Nuestros sistemas de pensamiento son neutrales. No podemos pretender que no existen, ni hay la menor posibilidad de eliminarlos. Lo mejor que podemos hacer es entender que cada persona tiene su propio sistema de pensamiento, el cual determina su forma de ver el mu n d o. Al entender y aceptar este hech o, e m p ezamos a escucharnos a nosotros mismos con algo de escepticismo, con sabiduría y sentido de la perspectiva. Podemos aprender a tomarnos a nosotros mismos y a nuestras ideas con menos seriedad. Al profundizar nuestra comprensión, dejaremos de sentirnos verdaderamente perturbados por los demás y de tomar sus pensamientos de modo personal y trascendental. Podremos estar en total desacuerdo con alguien, pero eso no será un problema ni nos afectará. No tendremos que enfrentarnos a los demás, porque disfrutaremos de una nueva y más amplia perspectiva.

FOMENTE LA EMPATÍA
EN SUS RELACIONES

El aspecto más importante de una relación enriquecedora es el “sentimiento” (en el sentido de sensación y actitud) que existe entre dos personas. Si este sentimiento es bueno, decimos que tenemos una buena relación. Si el sentimiento no es tan bueno, o la empatía ha disminuido, decimos que tenemos una mala relación. Todas las relaciones empiezan con algún grado de calidez y empatía. Estos sentimientos positivos son la causa principal de que la relación se haya iniciado, y se pudieron manifestar porque ninguna de las personas participantes estaba pensando críticamente sobre la otra. Cuando no enfocamos nuestra atención en los aspectos negativos de los demás, surgen los sentimientos naturales de amor y respeto.
El sentimiento que albergamos en nuestro interior siempre afecta a la persona a quien nos dirigimos. Podemos decirle a nuestro hijo, por ejemplo: “Claro que te amo; soy tu padre”. Pero si decimos esto en un tono áspero, nuestro hijo no tomará nuestras palabras literalmente, pues él oye y percibe el tono o sentimiento oculto tras las palabras. Hay muchos ejemplos como éste, que todos vivimos cada día. Estemos dirigiéndonos a nuestros hijos, a nuestro cónyuge, a nuestro socio, a nuestros amigos, a nuestro jefe, a nuestros empleados o a un extraño, lo que determina la manera como los demás interpretan nuestras palabras y reaccionan ante ellas no son las palabras en sí mismas, sino los sentimientos que se esconden detrás de ellas.
La forma de recuperar el sentimiento de calidez y empatía hacía una persona es, ante todo, reconocer la importancia de este sentimiento y darle prioridad. Cuando en una relación predominan la calidez y la empatía, pasamos por alto gran parte de las diferencias; y si éstas se presentan, las manejamos con calma y sabiduría. Cuando no experimentamos un sentimiento de calidez hacia los demás, en cambio, reaccionamos directamente con base en nuestro sistema de pensamiento habitual, nos centramos en las diferencias y las culpamos de nuestra insatisfacción. Sin embargo, como hemos visto, no son las diferencias las que generan nuestros sentimientos, sino nuestros pensamientos. Por eso, entender nuestra forma de pensar nos puede liberar de los efectos nocivos de nuestros pensamientos.
El segundo aspecto importante en la recuperación de nuestros sentimientos positivos hacia los demás es percibir la inocencia implícita que hay en el “mal” comportamiento de las personas y ver más allá de éste. A pesar de nuestra conducta negativa, todos deseamos en el fondo ser cálidos, amigables y considerados. Hasta ahora no he conocido ni trabajado con un solo individuo que no se vea a sí mismo como una “buena” persona o, por lo menos, como una buena persona en potencia. Incluso las personas manifiestamente agresivas, testarudas y egoístas se ven a sí mismas (o desean verse) como “buena gente”.
El principio de los estados de ánimo nos enseña que todos actuamos como si en realidad fuéramos dos personas. En los mejores momentos, tenemos acceso a nuestra sabiduría y sentido común; somos amigables, serviciales y bondadosos. Pero en los peores momentos perdemos el sentido del equilibrio; vacilamos, tendemos a la negatividad y exageramos los defectos ajenos. El factor que define cuál de las dos personas somos en un momento dado es el grado (o la ausencia) de inseguridad que experimentemos en nuestro interior.
Pensemos en nosotros mismos por un momento. ¿Cómo actuamos y pensamos sobre la vida cuando nos sentimos inseguros? ¿Acaso nos sentimos despreocupados, a nuestras anchas y llenos de sentimientos positivos? Claro que no. Pues bien, todo el mundo, incluidas las personas con las cuales mantenemos relaciones, funciona exactamente de la misma manera. Cuando entendemos y aceptamos humildemente este aspecto de la naturaleza humana, podemos aceptar la conducta de los demás. Nadie está en su mejor momento cuando se siente inseguro.
Pensemos en alguien que consideremos ofensivo y exigente, en alguien por quien nos sea difícil experimentar sentimientos positivos. Sabemos que, a pesar todo, hay personas que sienten simpatía por ese individuo. ¿Cómo lo logran? ¿Acaso son ciegas? No. Sencillamente hacen, muchas veces sin darse cuenta, lo mismo que todos hacemos por la gente que es importante para nosotros: ven más allá de su conducta. La persona que es importante para ellos no es un ser estático e inmutable, sino alguien cuyo comportamiento varía de acuerdo con el grado de inseguridad que experimenta. Ellos dicen: “Bueno, Juan no quería en realidad decir lo que dijo. Él se pone de mal genio fácilmente y a veces dice cosas que no debería decir”. Estas personas ven a Juan, mientras que nosotros vemos el comportamiento de Juan.
Todos tenemos la capacidad de ver más allá del comportamiento de otra persona y lo hacemos intuitivamente todo el tiempo. Pasamos por alto o defendemos las malas actuaciones de las personas que amamos, cuando entendemos que se están sintiendo inseguras. Debemos hacer lo mismo, pero deliberadamente, si queremos mejorar nuestras relaciones y transmitirle nuestra cálida simpatía a alguna persona, aun cuando creamos que “no lo merece”. A medida que practiquemos esta actitud, aumentarán la comunicación y el respeto mutuos.
La importancia de este “sentimiento positivo” que hemos llamado empatía en las relaciones interpersonales es inmensa. Si aprendemos a experimentar este sentimiento, saldrán a relucir no sólo nuestras mejores cualidades, sino también las de quienes nos rodean. Lo importante no es que los demás vuelvan o no a sentirse inseguros y a actuar como no nos gusta; pues, con seguridad, esto volverá a suceder. Lo que debemos aprender es a ser capaces de conservar nuestro sentimiento positivo hacia las personas que nos rodean. Si podemos hacerlo, les estaremos ayudando a aumentar la confianza en sí mismos, lo que a su vez redundará en un mejor comportamiento. ¡Todos saldremos ganando! Ellos apreciarán el cariño y la consideración que les estamos demostrando, y la experiencia les servirá de lección. Pero si, por el contrario, no podemos mantener nuestros sentimientos positivos hacia ellos, su nivel de seguridad (bajo de por sí) tenderá a disminuir aún más; y al aumentar su inseguridad, su comportamiento seguirá siendo desagradable (o será cada vez peor), y en sus sentimientos seguirá prevaleciendo la acritud.
En las malas relaciones, las personas cometen el error de tomar la conducta negativa de los demás como algo personal. No obstante, cuando empezamos a captar el sentido y la utilidad de mantener nuestros sentimientos positivos hacia los demás (aun en la adversidad), disminuye tanto el número como la gravedad de los episodios en que nos sentimos atacados. Los demás percibirán nuestra buena disposición hacia ellos, lo que hará que se sientan seguros y más cercanos a nosotros.
Según un viejo dicho, “lo importante no es lo que se dice, sino la forma como se dice”. La “forma como se dice” es el sentimiento que albergan nuestras palabras. Si deseamos tener una interacción satisfactoria con otra persona, busquemos en nuestro interior un sentimiento positivo antes de hablar. Aun en los casos en que sintamos que nuestro malestar se justifica y que tenemos razones sobradas para sentirnos molestos, esperemos hasta que surja un sentimiento más positivo. Cuando esto suceda, nuestra respuesta será siempre mucho más apropiada y eficaz de lo que hubiera sido en condiciones contrarias. Esto no significa que debamos esperar hasta que se nos ocurra “algo agradable” para decir, sino simplemente que esperemos hasta que brote de nuestro interior un sentimiento positivo. Cuando este sentimiento se manifieste, y ello con seguridad ocurrirá, lo que digamos fluirá por sí solo. Puede ser “agradable”, si es lo apropiado, o puede no serlo; pero si antes de hablar esperamos hasta que se manifieste un sentimiento positivo, nuestras relaciones mejorarán sustancialmente.
En las ocasiones extremas en que parezca imposible encontrar un sentimiento positivo, no olvidemos que lo que hay en nuestro interior afecta a la persona con quien estamos. A pesar de lo mucho que nos disguste la conducta de la otra persona, tenemos la capacidad de sentir empatía y de hacer acopio de sabiduría y consideración. Estas condiciones, a suvez, generan respeto y comprensión, lo cual mitiga la frustración mutua. De este modo, ambos veremos la situación con mayor claridad y más amplia perspectiva, pues en vez de adoptar una posición rígida empezaremos a recibir más de lo que hemos buscado toda la vida: el amor y el respeto de los demás y de nosotros mismos. La gente respeta y admira a quienes se muestran comprensivos con sus estados de ánimo (especialmente cuando se encuentran mal), y aprecia a quienes son capaces de mantener la ecuanimidad cuando los demás han “perdido la cabeza”. ¿Junto a cuál de estas dos personas preferiríamos estar: a alguien que se trastorna y es presa del pánico, o a alguien que mantiene la cabeza fría y es capaz de sacar lo mejor de una situación difícil?
En la medida en que pensemos negativamente o traigamos a la memoria recuerdos desagradables de alguna persona, seremos incapaces de generar sentimientos cálidos o positivos hacia ella. En cambio, si nos deshacemos de esos pensamientos o recuerdos negativos, regresarán los sentimientos positivos. Aunque creamos que es “normal”, no es “natural” sentir aversión o irritación hacia los demás. Sentirnos así es señal de que hemos vuelto a mirar la vida y a los demás a través de nuestro viejo sistema de pensamiento.
Pensemos, por un momento, en lo q...

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