Mercaderes de la duda
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Mercaderes de la duda

Cómo un puñado de científicos ocultaron la verdad sobre el calentamiento global

Naomi Oreskes, Erik M. Conway, J. Manuel Álvarez Flórez

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Cómo un puñado de científicos ocultaron la verdad sobre el calentamiento global

Naomi Oreskes, Erik M. Conway, J. Manuel Álvarez Flórez

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Naomi Oreskes y Erik M. Conway cuentan la historia de cómo un grupo de científicos y asesores científicos de alto nivel, con profundas conexiones en el mundo de la política y de la industria, realizaron campañas efectivas para engañar al público y negar verdades científicas comprobadas a lo largo de cuatro décadas. Sorprendentemente, los mismos nombres aparecen repetidamente: son las mismas personas las que afirman que la ciencia del calentamiento global "no está resuelta", niegan la verdad de los estudios que relacionan el hábito de fumar con el cáncer de pulmón, el humo de carbón con la lluvia ácida, y los gases clorofluorocarbonos (CFC) con el agujero de la capa de ozono. "La duda es nuestro producto", escribía hace tiempo un famoso ejecutivo del tabaco. Y son estos "expertos" quienes las han suministrado incansablemente.Los autores de Mercaderes de la duda sacan a la luz este oscuro rincón de la comunidad científica estadounidense, para mostrarnos de manera irrefutable cómo la ideología y los intereses corporativos, ayudados por unos medios de comunicación demasiado obedientes, han sesgado sistemáticamente la comprensión pública de algunos de los problemas más acuciantes de nuestra era.

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Information

06
La negación del
calentamiento global
Muchos estadounidenses tienen la impresión de que el calentamiento global es algo de lo que los científicos no se han percatado que era importante hasta hace poco. En 2004, la revista Discover publicó un artículo sobre los principales temas científicos del año, uno de los cuales era el consenso científico al que se había llegado sobre la realidad del calentamiento global. National Geographic proclamó, asimismo, que 2004 fue el año en que el calentamiento global «consiguió respeto».[681]
Muchos científicos pensaban que el respeto llegaba tarde: la principal organización internacional sobre el clima, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), ya en 1995 había llegado a la conclusión de que las actividades humanas estaban afectando al clima global. En 2001, el Tercer Informe de Evaluación afirmó que las pruebas eran sólidas y se estaban reforzando más, y en 2007, la Cuarta Evaluación calificó el calentamiento global de «inequívoco».[682] Importantes organizaciones científicas y científicos destacados de todo el mundo han ratificado repetidamente la conclusión del IPCC.[683] Hoy, todos salvo un exiguo puñado de científicos del clima están convencidos de que el clima de la Tierra se está calentando y que las actividades humanas son la causa predominante.
Sin embargo, muchos estadounidenses se mantienen escépticos. Una encuesta de opinión pública que apareció en la revista Time en 2006 indicaba que solo poco más de la mitad (el 56%) pensaba que las temperaturas globales medidas habían subido…, pese al hecho de que casi todos los científicos del clima pensasen que sí.[684] Una encuesta de ABC News informó ese año de que el 85% de los estadounidenses creían que se estaba produciendo un calentamiento global, pero más de la mitad no creía que hubiese una explicación científica aceptada; el 64% de los estadounidenses apreciaba «muchísima discrepancia entre los científicos». El Pew Center for the People and the Press decía que el número de los que creían que hay «pruebas sólidas de que la Tierra se está calentando» era el 71% en 2008, pero en 2009 la respuesta a esa misma pregunta era de solo el 57%.[685]
Las dudas y la confusión de la ciudadanía resultan particularmente extrañas si las abordamos desde una perspectiva histórica, porque la investigación científica sobre el dióxido de carbono y el clima ha estado realizándose a lo largo de ciento cincuenta años. A mediados del siglo XIX, el experimentador irlandés John Tyndall demostró por primera vez que el CO2 es un gas de efecto invernadero, lo que quiere decir que atrapa el calor y le impide escapar al espacio exterior. Se dio cuenta de esto como un hecho más de nuestro planeta, sin ninguna implicación particular social ni política. Eso cambió a principios del siglo XX, cuando el geoquímico sueco Svante Arrhenius comprendió que el CO2 liberado a la atmósfera por el uso de combustibles fósiles podía alterar el clima de la Tierra y el ingeniero británico Guy Callendar recopiló la primera evidencia empírica de que el «efecto invernadero» podría ya ser detectable. En la década de los sesenta, científicos estadounidenses empezaron a advertir a nuestros dirigentes políticos que eso podría ser un problema real y algunos de ellos —Lyndon Johnson incluido— atendieron al mensaje. Aunque no actuaron en consecuencia.[686]
Son muchas las razones por las que Estados Unidos no ha actuado respecto al calentamiento global, pero como mínimo una de ellas es la confusión creada por Bill Nierenberg, Fred Seitz y Fred Singer.
1979: un año fundamental para el clima
En 1965, el Comité de Asesoramiento Científico del Presidente pidió a Roger Revelle, director de la Institución Scripps de Oceanografía, que escribiese un resumen de los efectos potenciales del calentamiento provocado por el dióxido de carbono. Revelle llevaba tiempo interesándose por el clima global y a finales de la década de los cincuenta había obtenido financiación para que su colega el químico Charles David Keeling pudiese medir sistemáticamente el CO2. (Ese trabajo produciría la curva Keeling, que muestra el aumento firme de CO2 a lo largo del tiempo, por la que Keeling obtendría la Medalla Nacional de Ciencias y se haría famoso a través de Al Gore en Una verdad incómoda). Revelle sabía que había mucho en aquel problema que no se entendía bien del todo, así que centró su ensayo en el efecto que consideraba más seguro: la elevación del nivel del mar.[687] Hizo también una predicción: «En el año 2000 habrá aproximadamente un 25% más de CO2 en nuestra atmósfera que en el presente [y] eso modificará su balance térmico en una cuantía tal que… podrían producirse cambios importantes en el clima».[688]
El informe consiguió llegar a la Oficina del Presidente y Lyndon Johnson lo mencionó en un mensaje especial al Congreso ese mismo año: «Esta generación va a alterar la composición de la atmósfera a una escala global por… un aumento firme del dióxido de carbono procedente del uso de combustibles fósiles».[689] Pero la guerra de Vietnam iba mal, estaban asesinando a activistas de los derechos civiles en Misisipi y el director del servicio federal de sanidad proclamaba que fumar era peligroso para la salud, así que Johnson tenía temas más apremiantes de los que preocuparse. No fue fácil conseguir que Richard Nixon se centrase pocos años después en el asunto. Nixon emprendió una serie de importantes reformas medioambientalmente orientadas, entre las que se incluyó la creación de la EPA, pero durante su administración las preocupaciones por el clima se centraron en el proyecto del transbordador espacial y el posible impacto climático de sus emisiones de vapor de agua, no en el CO2.
Sin embargo, aunque el CO2 no consiguió mucha atención en la década de los setenta, el clima sí, pues hambrunas relacionadas con la sequía en África y Asia atrajeron la atención hacia la vulnerabilidad de los suministros mundiales de alimentos. La Unión Soviética tuvo una serie de cosechas fallidas que forzaron a la humillada nación a comprar grano en el mercado mundial y seis naciones africanas del Sahel —la región semiárida al sur del Sáhara— sufrieron una sequía devastadora que continuó a lo largo de gran parte de la década de los setenta.[690] Estas hambrunas no solo perjudicaron a africanos y asiáticos pobres, sino que además provocaron una subida espectacular de los precios de los alimentos a escala mundial.
Las hambrunas atrajeron también la atención de los Jasones, un comité de científicos de élite, físicos la mayoría, que se agruparon por primera vez a principios de la déc...

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