Chavs
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Chavs

Owen Jones, Íñigo Jáuregui

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  1. 360 pages
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Chavs

Owen Jones, Íñigo Jáuregui

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En la Gran Bretaña actual, la clase trabajadora se ha convertido en objeto de miedo y escarnio.Desde la Vicky Pollard de Little Britain a la demonización de Jade Goody, los medios de comunicación y los políticos desechan por irresponsable, delincuente e ignorante a un vasto y desfavorecido sector de la sociedad cuyos miembros se han estereotipado en una sola palabra cargada de odio: chavs.En este aclamado estudio, Owen Jones analiza cómo la clase trabajadora ha pasado de ser "la sal de la tierra" a la "escoria de la tierra". Desvelando la ignorancia y el prejuicio que están en el centro de la caricatura chav, retrata una realidad mucho más compleja: el estereotipo chav, dice, es utilizado por los gobiernos como pantalla para evitar comprometerse de verdad con los problemas sociales y económicos y justificar el aumento de la desigualdad.Basado en una investigación exhaustiva y original, este libro es una crítica irrefutable de los medios de comunicación y de la clase dirigente, y un retrato esclarecedor e inquietante de la desigualdad y el odio de clases en la Gran Bretaña actual. La edición incluye un nuevo capítulo que explora las causas y las consecuencias de los episodios de violencia que ocurrieron durante el verano de 2011 en Inglaterra.

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Information

04
Una clase en
la picota
«Treorchy, en el valle de Rhondda,
está infestado de chavs.
Aunque allí la gente ni siquiera sabe
qué es un chav, porque todos lo son.
No hay pijos, porque es un lugar de clase
trabajadora y el paro abunda.»
ChavTowns (sitio web)
En ninguna época la clase obrera ha sido respetada como es debido, y mucho menos glorificada. De la era victoriana a la Segunda Guerra Mundial, la clase trabajadora apenas se mencionaba en los libros. Y cuando aparecía, era en forma de meras caricaturas. Como dice un experto en literatura victoriana, hasta un reformista de clase media como Charles Dickens presentaba a la clase trabajadora con «las cualidades bidimensionales de los personajes de dibujos animados».97 George Orwell señaló: «Si se analiza la clase trabajadora en la ficción, solo se ve un agujero... el proletariado urbano corriente, la gente que hace que todo siga girando, ha sido ignorado por los novelistas. Cuando al fin logran colarse en las páginas de un libro, casi siempre es para dar lástima o un toque humorístico.»98
Pero las cosas cambiaron después de la Segunda Guerra Mundial. El laborismo, el partido creado por la clase trabajadora para que la representara en el Parlamento, había logrado una victoria aplastante, y estaba allí para quedarse como una de las dos fuerzas políticas principales del país. Se introdujeron amplias reformas sociales para abordar los problemas de la clase trabajadora. Los sindicatos gozaban de influencia en los niveles más altos del poder. Ya no se podía ignorar a la gente de clase obrera.
«La guerra lo cambió todo», dice Stephen Frears, un director de cine que a menudo intercala temas de clase en su obra (desde las primeras adaptaciones televisivas de las obras teatrales de Alan Bennet al clásico de 1985, Mi hermosa lavandería). «Las novelas empezaron a tratar de las clases trabajadoras. Lo mismo ocurrió con las obras de teatro. Todo eso me parecía muy interesante.» Para alguien de clase media como Frears, esto fue una experiencia profundamente liberadora, a la que él se refiere como su «emancipación». «De repente había todo un grupo de gente al que nunca antes se había escuchado... Antes la atención se había centrado en un abanico muy reducido de temas en Gran Bretaña, básicamente los que vivían la vida de las clases altas o medias y todo eso. Así que, de repente, el mundo se volvía más interesante.»
Un auténtico hito fue el estreno de Coronation Street en ITV en 1960. Por primera vez una serie de televisión giraba en torno a personajes realistas y reconocibles de clase trabajadora y miraba cómo vivían. Llegó al público, y en apenas unos meses atrajo a más de 20 millones de espectadores. Se sumó a la ola del llamado realismo del Norte, un nuevo género cinematográfico que exploraba la realidad de la vida de la clase trabajadora. Saturday Night and Sunday Morning, A Taste of Honey, Room at the Top y Cathy Come Home fueron algunos ejemplos clásicos. Mientras que las estrellas de algunos programas favoritos del público como The Likely Lads eran gentes de clase obrera, la clase media podía ser objeto de burla en The Good Life y otras series. Hubo incluso una popular telecomedia en los años setenta —The Rag Trade— sobre mujeres sindicalistas que se enfrentaban a sus jefes y siempre ganaban. Todavía en los años ochenta se escribían programas clásicos de televisión sobre simpáticos personajes de clase trabajadora, como Only Fools and Horses y Auf Wiedersehen, Pet.
Esto no significa que el retrato de la vida de la clase trabajadora fuera siempre del todo realista. «Creo que había muchísima idealización de la clase trabajadora y de sus comunidades, digamos veinte, treinta, cuarenta o cincuenta años atrás», dice el historiador David Kynaston. «Si se piensa en la representación de la clase trabajadora en las películas del periodo inmediatamente posterior a la guerra, suelen mostrar a la gente de clase trabajadora como una especie de bufones, pero no como malvados o desagradables. Era más bien unidimensional. Puede que fueran rudos, pero no mala gente.» El exlíder laborista Neil Kinnock está de acuerdo: «Durante muchísimo tiempo, desde luego en gran parte del siglo XX, la clase trabajadora fue idealizada por un pequeño número de influyentes intelectuales, gente de las artes y la educación. O si no, se la trataba con condescendencia.»
Había un gran salto entre ser tratada con condescendencia o con desprecio. El cambio llegó con el advenimiento del thatcherismo y su asalto a lo que podría llamarse «ser de clase trabajadora»: valores, instituciones, industrias y comunidades de clase obrera. «El gran cambio en su representación —y es una cuestión obvia pero completamente cierta— sin duda consiste en que, a partir de los años ochenta, empieza a ser posible despreciar a la clase trabajadora en los medios de comunicación, como así ocurrió... de un modo irrespetuoso y absolutamente cruel», como explica David Kynaston.
Entre los primeros ejemplos de estas visiones que se iban filtrando en la cultura popular estaban dos personajes inventados por el cómico Harry Enfield, Wayne y Waynetta Slob. Aparecidos por primera vez en 1990, se les podría considerar «protochavs»: irresponsables, deslenguados, dependientes de las prestaciones y sucios. Cuando Waynetta (una «proleta de pesadilla», como dijo un periodista en 1997)99 se queda embarazada, por ejemplo, la pareja discute si llamar a su futuro hijo «Cenicero». Aún hoy, los medios usan con entusiasmo a Waynetta Slob de modelo para atacar a colectivos de clase trabajadora. «Aumentan las “Waynettas”. El triple de mujeres que de hombres cobran prestaciones por enfermedad bajo el nuevo laborismo», clamaba un reciente titular del Daily Mail. Debajo de la imagen de una Waynetta Slob de aspecto grasiento con su bebé en brazos venía el sesudo pie de foto: «El tipo de gente parodiado por Waynetta Slob, el personaje de Harry Enfield, han [sic] aumentado.»100
Pero fue la aparición del fenómeno chav lo que agrupó prejuicios antes dispares contra la gente de clase trabajadora. La página web «ChavScum» (escoria chav) se inaguró a finales de 2003 con una coletilla que decía: «La subclase de palurdos británicos que está invadiendo nuestros pueblos y ciudades.» En su versión actual, «ChavTowns» (ciudades chavs), los lectores compiten en dar caña a los chavs: las entradas pueden ser simples, como «escoria de municipios mierderos» que vive en «viviendas de protección oficial», por ejemplo. Otra se centra en los chavs del pueblo de Leek, que «pasan el día en la caja de Aldi o trabajando en la deliciosa fábrica de queso Kerrigold. La mayor ambición que se ha visto en el pueblo salió en primera plana del Leek Post y del Times cuando una madre de 15 años con 17 hijos hizo un comentario de pasada sobre, tal vez, trabajar algún día en la barra de la tienda del delicatessen de Morrisons».
Las empleadas del supermercado de Winchester no salen mucho mejor paradas: «Hasta cuando están en la caja, el cliente sigue siendo invisible mientras ellas charlan de embarazos a los catorce, y de cómo “Cristal se emborrachó el viernes por la noche, y se fue a casa con el cabrón de Tyrone”, etc., y así ad nauseam.»
Hay libros enteros dedicados a este género. Durante mucho tiempo, El pequeño libro de los chavs de Lee Bok estuvo expuesto en los mostradores de la desaparecida cadena de librerías Borders. Su última edición se jactaba de haber vendido más de 100.000 ejemplares y haber tenido ocho reimpresiones. Hasta contenía una lista de «profesiones chavs» para ayudar a identificarlos. Si eras una chavette, serías aprendiz de peluquera o de esteticista, limpiadora o camarera. Los chavs trabajan de piratas de la construcción, instaladores de tejados o fontaneros; también podían ser reponedores de supermercado, mecánicos o guardas de seguridad. Se podía ver a ambos sexos en las cajas de cadenas de supermercados baratos como Lidl, Netto o Aldi, o currando en un restaurante de comida rápida.101 La igualmente ponzoñosa secuela, La guía chav para la vida, revelaba que, además de ser «ruidosos y de clase baja», «la mayoría de los chavs viene de familias con pocos recursos de clase trabajadora que viven en pisos de protección oficial y obtienen su dinero del paro».102
Los creadores del sitio web ChavScum publicaron su propia contribución literaria al odio a los chavs. En Chav: guía de uso de la nueva clase dirigente británica, Mia Wallace y Clint Spanner ofrecen consejos para «identificar a un chav en la espesura». Los chavs, ya se sabe, son como animales. «El último grito en ropa de imitación de los mejores diseñadores, prendas deportivas de marca y accesorios para morirse, “baratijas” (joyas) increíblemente estrafalarias de oro de nueve quilates, todo eso está en este juego de puntos pensado para que se divierta toda la familia.» Una chavette era considerada «una rareza estéril por su comunidad más próxima» si no había tenido un hijo antes de cumplir los diecisiete. El canal preferido de la televisión chav era «ITV Chav... en el que un chav sabe que nunca sentirá ningún estímulo, ni reto, ni ». A no ser que vea This Morning, porque «con sus ligeras aspiraciones de clase media puede dar un poco de miedo». Y lo peor de todo: los niños chavs amenazaban con hundir a niños decentes en colegios a lo largo y ancho del país.
Antes había un estigma asociado a comer gratis en el colegio, y algunas familias muy pobres preparaban a sus hijos la comida para que la llevaran al colegio en vez de aceptar esa prestación. Sin embargo, al cambiar la balanza en los colegios y debido a que muchos de los alumnos ahora vienen de un entorno chav, comer gratis es de rigor. Algunos chicos que no son chavs ahora se sienten incómodos a la hora de pagar una comida, y pueden ser agredidos por ser unos «pijos» si lo hacen.103
Cuando el odio a los chavs emergió con fuerza en la cultura dominante en 2004, encontró seguidores en la prensa mayoritaria. Jemima Lewis, periodista del Telegraph, respondió al sitio web ChavScum con una columna titulada «En defensa del esnobismo.» «Las dos variantes del esnobismo —tradicional o invertida—104 tienen sus peligros, pero, puestos en una balanza, prefiero la primera», escribió, sin sátira alguna. «Esto se debe en parte a que soy de clase media y preferiría que no se burlaran de mí por ello. Pero también a que el esnobismo tradicional al menos aspira a algunas metas val...

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