La maldición eterna
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La maldición eterna

Un recuento histórico del uso y abuso de las drogas

Rafael E. López-Corvo

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  1. 150 pages
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La maldición eterna

Un recuento histórico del uso y abuso de las drogas

Rafael E. López-Corvo

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Este es, sin lugar a dudas, un libro fascinante y de fácil lectura, que nos llevará por lugares misteriosos y cambiará nuestra visión acerca del mundo de las drogas y las adicciones. La primera parte se refiere a la interacción entre drogas y consumidores cuando surgió "la cultura de las drogas" aproximadamente en 1960. La segunda parte muestra una breve historia de las drogas a través de los años, su violenta irrupción en la actualidad en comparación con su existencia desde los mismos comienzos de la humanidad.La última parte se ocupa de la constitución y clasificación de las drogas, así como la estructura de personalidad y la organización de la familia de los consumidores, además de la forma particular–inconscientemente o no– de cómo estos últimos participan en los hábitos de consumo.Esta tercera parte tiene una inclinación puramente psicológica, recoge ante todo la experiencia en la investigación psicoanalítica, así como en el tratamiento de estos pacientes durante el curso de casi treinta años. Las tres partes de este libro pueden leerse por separado, según sean los intereses particulares de cada lector, o los lectores de diferentes intereses, algo importante de apuntar, por cuanto puede haber quien se incline más por la historia moderna que por la antigua, o más por la psicología que por la historia. En palabras del autor, "el complemento psicológico al final de esta obra constituyó un compromiso adquirido después de la publicación de otro libro sobre las adicciones, el cual, por estar dirigido a profesionales del psicoanálisis, resultó ser de difícil acceso para muchos otros lectores, quienes con razón reclamaron la exclusión".

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Information

Year
2020
ISBN
9789878362069
Segunda parte
Las drogas: antiguas como el hombre

El vino

Como las frutas siempre han existido en todos los confines de la Tierra, el alcohol, proveniente de la fermentación de los azúcares, tiene que haber sido también bastante conocido desde el inicio mismo de la humanidad y su consumo, lógicamente, completamente universal. Las primeras menciones se refieren al vino y están ligadas a ritos y misterios religiosos, que en los griegos y luego en los romanos constituyeron el culto a Dionisio o Baco. Entonces al igual que ahora, el vino era considerado como una bendición para algunos, y para otros, como una verdadera peste. Dionisio era “aventurero y viajaba con frecuencia”, como lo denuncia la mitología, significando con ello, simbólicamente, que el vino se hizo fácilmente popular y rápidamente el secreto de su elaboración se infiltró desde Tracia, de donde se supone era originario el culto a Dionisio, hasta otras regiones circunvecinas. Similar al estilo seguido en la actualidad por muchos alcohólicos, quienes se reúnen en grupos para tomar en las barras de diferentes bares de cualquier ciudad, en aquella época lo hacían en igual forma, pero amparados en creencias paganas de adoración a Baco, en reuniones secretas de naturaleza orgiástica o “bacanales”, donde participaban las Ménades, sacerdotisas o bacantes, las cuales en un comienzo fueron sospechosas hasta de sacrificios humanos. Se recitaban además los “ditirambos” o panegíricos, que con pegajosidad de borracho alababan a Dionisio o a las bondades del alcohol y en donde el prefijo di denunciaba el doble origen del dios14. También recitaban poemas serios, tristes y llorones dirigidos a los chivos o tragoides, en griego, lo cual daría posteriormente origen no sólo a la palabra “tragedia”, sino también a la de “tragos”, muy propia de tales circunstancias.
Las puertas de Roma
En una madrugada del año 186 a.C., todas las puertas de Roma fueron tomadas por los legionarios siguiendo órdenes directas del Senado, esta vez no era para reprimir el asalto de invasores extranjeros, sino para impedir la salida de numerosos conjurados, sospechosos de llevar a cabo secretamente sesiones nocturnas de carácter orgiásticas de adoración a Dionisio. Según nos refiere Tito Livio, historiador de Roma (59 a.C. al 17 d.C.)15 la denuncia había sido introducida en la Curia Romana por los cónsules Espurio Postumio y Quinto Marcio, a iniciativa del primero, en virtud de ciertos testimonios obtenidos por algunos informadores. Aparentemente la información salió a la luz a causa de un suceso con el joven Publio Ebutio, cuyo padre de origen noble había muerto cuando todavía él era muy pequeño, habiendo sido criado por la madre con muchas restricciones económicas. En un momento dado Ebutio contrajo una enfermedad, sentida por su madre como bastante seria, lo cual le llevó, si sanaba, a hacer la promesa de participar en un nuevo culto religioso y extranjero, que comenzaba en esos tiempos a celebrarse en Roma. Es muy posible que ella, motivada posiblemente por aquello de que nadie es profeta en su tierra, sintiese menos fe en los viejos dioses vernáculos y prefiriese más bien todo el poder de Dionisio, un dios nuevo que quizás haría más segura la curación de su hijo. Fuese cualquiera de estas conjeturas y habiéndose el joven Ebutio restablecido ya por completo, le relató a Hispala, una hermosa prostituta de la cual se había hecho amante, los pormenores de la promesa de su madre de asistir a una de las Bacanales, lo que hacía indispensable un período de abstinencia sexual de varias semanas, que obviamente le mantendría alejado de ella. Talidea no fue del agrado de Hispala, quien se opuso a la separación con férrea vehemencia, argumentando conocer bien la naturaleza de los ritos, por cuanto ella misma había participado en ellos en su adolescencia cuando aún era esclava, sabiéndolos por lo tanto corrompidos y desnaturalizados. Convencido Ebutio, se opuso con terquedad de adolescente a no cumplir la promesa hecha por su madre, generando en ella tal nivel de ansiedad probablemente por temor a la venganza del dios irreverenciado, que la negativa del hijo le llevó a echarlo de la casa. Ebutio desesperado acudió a una tía paterna que al igual que su padre tenía poder político, quien lo puso en contacto con Sulpicia, una vieja noble suegra del cónsul Postumio, quien a su vez decidió investigar los argumentos de Hispala. Livio relata en forma bastante hermosa y detallada la entrevista entre el prelado y la prostituta, el temor de ella llegar a ser denunciada como represalia de un grupo religioso al que sabía poderoso, así como a la ira de Postumio ante tales argumentos, sus amenazas al igual que sus ruegos y promesas de total protección y jugosas recompensas. Por Hispala se conoció el alcance de las bacanales, su celebración en un comienzo de cinco veces al año, para luego hacerse tan populares que se reunían mensualmente, contando con una asistencia calculada en millares, tanto de nobles como de plebeyos de ambos sexos, casi como la presencia de un segundo Estado. Fuese ya porque un número tan elevado de iniciados representaba un problema político y de seguridad de Estado, o más bien por el temor a los efectos orgiásticos de la droga, o por ambas posibilidades, la cuestión alcanzó niveles sin precedentes en la historia del imperio, tanto por parte del gobierno como del senado y se juzgaron, crucificaron y acuchillaron a unos 7.000 iniciados16: En cuanto a Ebutio e Hispala, al primero lo ascendieron a la condición de patricio y a la última a plebeya, por orden misma del senado romano.
Es interesante comparar estos acontecimientos de hace más de 2.000 años con los conflictos que vivimos en la actualidad, los cuales deben también ser enfrentados como entonces tanto por el gobierno como por los padres del mundo entero, en virtud, claro, de la creciente angustia frente al consumo de drogas cada vez mayor, tanto legales como ilegales, además de la aparición de un “segundo Estado paralelo”, más violento y económicamente más poderoso, como aconteció entonces en Roma, como lo es ahora Colombia, Venezuela, México y muchos otros países.
Juan Crisóstomo
Muchos años más tarde, en el 400 d.C., era patriarca de Constantinopla, el conocido predicador Juan Crisóstomo17, así llamado en virtud de una habilidad para la oratoria fácil y aguda, de una lógica mordaz y certera, que atacaba las debilidades de la carne y todos los vicios que se suponía amenazaban a la humanidad. Consultado en algún momento acerca de la posibilidad de hacer ilegal al vino para impedir su consumo, respondió en esta forma:
Oigo a un hombre gritar: “¡Acabemos con el vino, que es insensatez y demencia!”. Pero, ¿causa acaso el vino este abuso? No. Porque si debido a las borracheras dice “¡que no haya vino!”, debería decir, siguiendo por grados, “¡que no haya noche!” debido a los ladrones, “¡que no haya luz!” debido a los delatores, y “¡que no haya mujeres!” debido al adulterio!
Lo que indudablemente constituía un punto de vista diferente al que podríamos tener hoy en día, no sólo por la época sino además en virtud de que a Juan Crisóstomo sólo le interesaba culpabilizar a los “pecadores”, señalar los vicios, atemorizar a los hombres frente a la ira del Señor, después de todo el era sólo un predicador, sin importarle mucho los efectos dañinos de las drogas en sí, los aspectos epidemiológicos y fisiológicos, sobre los cuales hoy conocemos mucho y estamos bastantes conscientes, ante todo cuando se ha presentado el dilema de la legalización de algunas drogas psicotrópicas, como ha sido el caso de la marihuana, por ejemplo.

El cáñamo, haschisch, grifa, kif o marihuana, los asesinos

Cuando los cruzados regresaron a Europa, hacia los siglos 11 y 13, importaron un mejor conocimiento sobre la albañilería, lo cual les permitió la construcción de grandes castillos e iglesias además de nuevas máquinas de guerra, historias fascinantes, una nueva literatura islámica, canciones y crónicas numerosas, pero importaron además una nueva palabra: “asesino en español o assassine en francés e inglés, la cual era un derivado paronímico del vocablo árabe haschischin, un término utilizado para designar a los consumidores de haschisch.
En 1090 d.C., Hassan-ibn Al-Sabbah, amigo del poeta Omar Khayan y también llamado “El Viejo de la Montaña”, fue considerado una especie de jefe guerrillero y fundador además de una secta islámica para defender posiciones en contra de califatos enemigos y tomar venganza por la muerte de algunos adeptos18. A los iniciados de esta secta se les conocía como los Haschischins, es decir, aquellos que utilizaban el efecto del haschisch para cometer sus crímenes, de quienes, según se dice, todavía existen bajo el nombre de “Khojas” y aún merodean por los lados del Irán y Pakistán19. El primer recuento serio en la literatura occidental acerca de la existencia de los “asesinos”, proviene de los relatos de Marco Polo, quien estableció la existencia del castillo de Hassan en el Alamut, una región montañosa en el noroeste de la Siria moderna. Estaba constituido por una edificación inaccesible por todos los costados, en el medio del desierto y en la cima de la montaña, construido en tal forma que permitía recolectar el agua de las lluvias en grandes cisternas subterráneas labradas en la misma roca, lo cual era facilitado por un jardín formidable. Hassan, un verdadero asceta que se guiaba por una serie de principios religiosos fanáticos, secuestraba adolescentes y los llevaba al castillo para adoctrinarles. Les hacía dormir profundo mediante un bebedizo conteniendo haschisch, para luego despertarlos en medio del pairidaeze, lo cual en persa antiguo significaba “parque” o jardín. Pasado algún tiempo les hacía dormir nuevamente con la misma droga, para así substraerlos nuevamente del jardín y despertarlos en otra parte del castillo. Con esta maniobra Hassan les hacía creer que la entrada al paraíso y el encuentro con Dios era sólo factible mediante dos formas: o tomando haschisch o mediante la muerte; lo cual nos explica el porqué los “asesinos” llegaron a tales niveles de fanatismo en donde con frecuencia no importaba morir con tal de lograr los resultados esperados, una espantosa y perversa maniobra que continúa utilizándose en los momentos actuales, siendo muy posible que Osama bin Laden intentara emular al Viejo de la Montaña. La palabra “asesino” fue aceptada en Occidente entre los años 1290 al 1312, cuando fue usada por el Dante en un soneto de La divina comedia, donde compara la fidelidad del amante con la lealtad que los asesinos habrían de tener hacia el Viejo. El amante debe entregarse a su amada, dice Dante: “Piu que Assasino al Veglio”, y más adelante en la misma obra (Infierno, Libro XIX, versos 49-50), usa nuevamente la palabra cuando se describe a sí mismo como un “fraile que confiesa a un pérfido asesino”: “Io stava come il frate che confessa lo perfido assasino...”.
Hasan-i Sabbah
El Viejo de la Montaña en una representación cristiana medieval.

La planta

El nombre común de la planta es la Cannabis Sativa, un arbusto de hojas lanceoladas de la cual se obtiene fibra para la confección de cuerdas, aceite para hacer pintura, semillas como alimento para las aves y la resina narcótica. Posiblemente originaria de los montes Himalayos, según antiquísimos recuentos que datan del 2800 a.C., difundiéndose posteriormente hacia el Asia y sur de Europa, alcanzando la América en 1495 a través de Chile y cien años más tarde, a Norteamérica, en los estados de Virginia y Nueva Inglaterra. El término haschisch, que en árabe significa solo “cáñamo seco”, ha sido utilizado para designar una pasta manufacturada por la unión de todos los componentes de la planta: tallo, hojas y semillas, usualmente en forma de suelas de zapato, por lo cual también se le conoce con el nombre de “suela”; la cual es ingerida generalmente en forma de bebedizos o simplemente fumada. El término marihuana, por otra parte, se refiere exclusivamente al consumo de la hoja en forma de cigarros, siendo de origen americano, de donde proviene su denominación como una descomposición del nombre de una antigua marca de tabacos mexicana llamada “Mary Juana”.

Le club de haschischiens

Cuando Napoleón conquistó Egipto en 1798, no sólo trajo de allí a una piedra encontrada en la ciudad de Rachid o Rosetta –la cual permitiría años más tarde a Champollion descifrar los jeroglíficos–, sino que además, según nos narra André Maurois, como gran estadista que Napoleón era,
comenzó a organizarlo todo, [...] Había llevado con él juristas, administradores, naturalistas, artistas; en suma el personal necesario para fu...

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