El principio de la presión
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El principio de la presión

Domina el estrés, aprovecha la energía y ejecuta cuando importa

Dave Alred

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El principio de la presión

Domina el estrés, aprovecha la energía y ejecuta cuando importa

Dave Alred

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Manejar la presión es una habilidad. Este libro accesible e inspirador te enseñará a cultivar una mentalidad sin límites para para potenciar el desempeño y producir lo mejor de ti, en el trabajo, en el deporte y en casa.

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1. ANSIEDAD

Sincronizar las mariposas

Hacia el final de 2011, el golfista inglés Luke Donald se encontraba a las puertas de hacer historia. Si terminaba lo suficientemente alto en el Campeonato Mundial de Dubai, se convertiría en el primer jugador de la historia en encabezar la lista de ganancias de ambos lados del Atlántico –los circuitos de la PGA de Estados Unidos y Europa. Su principal rival en Dubai era el ganador del US Open, Rory McIlroy, que todavía tenía chances de llegar a la cima de la lista de ganancias.
Luke sentía la presión con claridad. Su comportamiento me recordaba al de Jonny Wilkinson antes de los partidos de la selección inglesa de rugby: muy callado y concentrado. Viajé todos los días con Luke hasta el circuito y, antes de esa ronda final y decisiva, le escribí una nota de motivación para brindar una dirección clara y sin complicaciones. La nota terminaba así:
Alto en la ejecución y una mente implacable, sintiéndote excitado/nervioso, quizás incómodo –genial, es tu combustible para un buen rendimiento, un GRAN rendimiento.
Eso fue exactamente lo que produjo. Luke terminó la ronda seis bajo el par, y como Rory McIlroy se quedó, Luke terminó primero en la lista de ganancias europea la carrera a Dubai, se aseguró un lugar en la historia y consolidó su posición número uno en el ranking mundial, del que había desplazado a su compatriota Lee Westwood tras el torneo de la PGA en Wentworth, un poco antes de ese mismo año.
Aunque en los últimos dos días del torneo su nivel de energía no estaba tan alto como solía, Luke se había mostrado completamente comprometido en el gimnasio y produjo algunos números sobresalientes en las prácticas. Luego rindió donde realmente importa –un logro increíble.
Recién al año siguiente, en una entrevista durante el mismo evento en Dubai, reveló que no había disfrutado la experiencia de 2011. Dijo que había habido demasiada presión.

Sentir la ansiedad

Ya sea esa familiar pesadez de domingo a la noche antes de una semana de trabajo que asoma complicada o el nudo en el estómago antes de un examen, todos tenemos sensaciones de ansiedad. Aunque a menudo tenemos una buena razón para sentirnos ansiosos, como cuando, digamos, estamos a la espera de los resultados de un examen médico o afuera de un quirófano con un ser querido adentro, la mayoría de las veces la ansiedad cotidiana comprende más la percepción de una amenaza que una amenaza física real.
En su libro Sport and Exercise Psychology: The Key Concepts [Psicología del deporte y el ejercicio: Conceptos clave], Ellis Cashmore detalla varias formas de ansiedad, todas relacionadas con
una reacción emocional y cognitiva general a un estímulo o entorno particular donde están presentes la aprehensión y el temor.
Es esta reacción, basada en nuestras propias percepciones individuales, la que explica por qué una persona puede ver una situación particular como la esperada prueba de su temple –un desafío para estar a la altura– mientras que otra la vive como una amenaza y en consecuencia no puede rendir de acuerdo con su potencial cuando la enfrenta. Lo que percibimos como amenazante difiere de una persona a otra y son nuestras percepciones las que generan ansiedad antes que la situación en sí misma.
Las dos formas principales de la ansiedad son la ansiedad rasgo y la ansiedad estado. La ansiedad rasgo, como su nombre lo sugiere, describe un nivel generalizado de ansiedad, a diferencia de una respuesta a una situación temporaria. Alguien que experimenta niveles altos de ansiedad rasgo en compañía de otras personas vivirá como estresantes un conjunto de circunstancias que objetivamente no contienen amenaza, como ir al trabajo todos los días o asistir a una fiesta de cumpleaños.
La ansiedad estado, en cambio, es un trastorno temporario que involucra las tensiones producidas cuando alguien percibe una situación particular como amenazante. Esta ansiedad suele desaparecer luego de que se ha enfrentado el desafío, pero puede provocar un montón de problemas antes y durante el evento y comprometer seriamente el desempeño. Tal vez disfrutas de tu trabajo, pero el hecho de que hoy tengas una presentación importante frente al directorio puede ponerte extremadamente ansioso de verdad.
La ansiedad estado, o el estado de ansiedad, es la que abordo en mi trabajo, ya que por lo general se produce en torno a eventos y situaciones específicas que necesitamos afrontar. (En el mundo de los deportes muchos prefieren la expresión “miedo escénico”.) Una persona normalmente segura puede colapsar en la cancha de golf cuando la ataca la ansiedad estado. O puede ser un buen golfista hasta que la pelota termina en un bunker –una circunstancia específica del juego. El estado de ansiedad sobreviene cuando intentamos un desafío que está fuera de nuestra zona de comodidad, como jugar la final de una copa o hacer nuestra primera presentación ante nuestros nuevos compañeros de clase en la universidad.

Miedo escénico

Se acepta por lo general que la ansiedad –la percepción de una amenaza– produce tensión en el cuerpo y puede crear toda clase de distracciones emocionales que nos sacan de la tarea que tenemos delante. Estos pensamientos irrelevantes para la tarea interfieren con la concentración y nos impiden ejecutar eficientemente un proceso que, en otras circunstancias, podríamos hacer con facilidad. Para un deportista de élite, esto podría significar la incapacidad de ejecutar una habilidad motora básica bien practicada y tomar buenas decisiones.
Si volvemos a nuestro ejemplo de arrojar una bola de papel a un cesto, ¿hasta dónde el público creciente y la presión financiera producirían en ti un estado emocional de poca ayuda? ¿Te habría ido bien o el brazo se te habría vuelto pesado y la mente llena de pensamientos inútiles? ¿Habrías entrado en un estado de ansiedad?
Esta clase de ansiedad puede manifestarse de muchas maneras, incluso podrías sentirte extremadamente cohibido y pensar una y otra vez cómo harías para arrojar la bola, además de los síntomas físicos habituales: taquicardia, boca seca y transpiración. Pero en su esencia, la causa es bastante simple: miedo al fracaso.
La palabra “fracaso” se ha convertido en un componente poderoso de nuestro lenguaje. Nos permite pintar las cosas en blanco y negro y, más allá de nuestros esfuerzos, nos resulta sencillo ver como un “fracaso” cualquier cosa en la que no tenemos un 100% de éxito. Visto de esta manera, el fracaso puede desencadenar toda clase de problemas: en el caso de la bola de papel, fallar el tiro podría tener repercusiones financieras reales, mientras que en un examen o una prueba, fallar o fracasar tienen una definición más clara. Pero “fracaso” puede significar diferentes cosas en otras situaciones e incluir muchos tonos de grises. Podría significar conocer por primera vez el grupo social de una pareja, estar nervioso y sentir después que no has hecho una buena presentación de quién eres. Podría significar presentarse a dar una charla en la escuela del vecindario y terminar con una clase llena de niños aburridos que juegan con sus teléfonos en lugar de escucharte.
No todos estos “fracasos” tienen consecuencias grandes o negativas. Algunos son experiencias de aprendizaje y la mayoría de las veces suele ocurrir que el “fracaso” en nuestra mente ni siquiera es detectado por los demás, que piensan que todo estuvo bien. Podrían decirte: “Estuviste muy bien. ¿Quién no estaría un poco nervioso e incómodo en un lugar lleno de gente extraña que básicamente te interroga?”. Esto causaría una sonrisa en un maestro experimentado y diría. “¡Bienvenidos a mi mundo!”.
Una vez más, todo esto apunta a nuestra percepción de una situación. Reforzamos negativamente nuestras opiniones subjetivas antes que una verdad objetiva. Y, lamentablemente, una vez que hemos percibido algo como fracaso, lo más probable es que estemos ansiosos por temor a que se repita. Muchas personas, entonces, buscan evitar la situación –evitar la posibilidad de fracaso.
En el terreno deportivo, nos referimos a jugadores y equipos que buscan evitar la derrota en vez de salir a buscar la victoria. Y cuando esta clase de pensamientos entran en juego, ejercen una clase de presión diferente, más difícil de manejar.

¡No yerres!

Trabajo regularmente con Kevin Shine, el entrenador de lanzadores de cricket más importante de Inglaterra y Gales. En cierta ocasión les propusimos una prueba a los lanzadores de la selección de Inglaterra. En ella debían acertarle a un blanco que les marcamos mediante un pequeño rectángulo en el suelo a seis yardas de los postes. El recuadro tenía dos yardas de largo y doce pulgadas de ancho. Con cada acierto el lanzador obtenía un punto. Ya sobre el final de la sesión, cada uno de los ocho lanzadores lograba acertar sus tiros en el blanco y había entre ellos un buen clima de camaradería y sana competencia.
Cambiamos entonces las reglas del ejercicio, de manera que en vez de recompensar al lanzador por sus aciertos, lo penalizábamos por no aterrizar la bola en la zona de blanco, ese recuadro de dos yardas por doce pulgadas. Y resultó ser una prueba mucho más difícil, en la que los lanzadores debieron adaptarse y pasar de una tarea proactiva, a realizar un acto consciente para evitar un resultado. Para el lanzador la clave era reemplazar las condiciones que le habíamos creado y convertir en su mente la tarea en acertar el blanco, en lugar de no errarle.
El nuevo desafío era simple: si yerras al rectángulo, quedas fuera. Hicimos dos rondas de eliminación directa. En cada una hubo un solo lanzador victorioso. El clima también cambió: se acallaron la charla y la chacota y el buen espíritu de camaradería y competencia dio paso a un silencio ominoso. Más tarde los jugadores comentaron que sintieron mucha más presión. De los catorce tiros que fallaron al blanco, trece fueron lanzamientos que se quedaron cortos. La presión hizo que el lanzador se pusiera más tenso y esto les produjo un swing más pequeño y comprimido.
La diferencia entre ir hacia algo –querer lograrlo– y alejarse de algo –no querer fallar– puede tener un impacto significativo en la forma en que pensamos. Cuando la aplicamos a un evento e incluso a una simple acción, como un lanzamiento, tratar de no errar contamina el cerebro con la idea de una bola que falla el blanco. Esforzarte por no arruinar un examen, una presentación, la entrevista que estás por tener –significa, en todos los casos, plantar en la mente la idea de fracaso. Es mucho más efectivo visualizarte completando con éxito tu examen, presentación o entrevista.
Tiene éxito quien en medio del calor de la competencia es capaz de visualizar lo que quiere, confiar en su técnica y concentrarse en qué debe hacer para lograrlo –en lugar de permitir que lo distraigan pensamientos acerca de qué debe evitar.

Todo camino te llevará allí

Un equipo que languidece cerca del fondo de la tabla de la Premier League –por ejemplo Leicester City o Sunderland en la temporada 2014-15– y que se ha pasado casi todo el campeonato allí abajo, de repente produce una notable seguidilla de victorias y hasta vence a equipos que están en los puestos más altos del torneo, todo en una rápida sucesión para evitar el descenso. ¿Qué pasa luego cuando ya están a salvo? El rendimiento decae y los resultados también –y resulta difícil escapar a la sensación de que esos equipos estarán otra vez en la picota en la temporada siguiente.
En la Navidad de 2015, Leicester City –que tuvo una campaña de siete victorias y una derrota en los últimos partidos de 2014-15, un rendimiento de campeón si se pudiera mantener a lo largo de toda una temporada– desafiaba las críticas y estaba primero en las posiciones; Sunderland, en cambio, que de sus últimos partidos de la temporada 2014-15 había ganado seis consecutivos y perdido solo uno, una vez asegurada la permanencia se encontraba nuevamente cerca del fondo de la tabla.
¿Cómo hacen esos equipos para mostrar, aunque sea por un lapso breve, la clase de rendimiento que los colocaría en los primeros puestos si pudieran mantenerlo durante toda la temporada?
Aquellos cuya motivación es evitar –que desean alejarse de los problemas, estrés, incomodidad o sufrimiento– tienden a rendir con éxito cuando estas amenazas están cerca. Cuanto más se alejan de la fuente de malestar –en este caso el descenso– menor es el impacto de esa fuente sobre ellos. Jugaron regularmente toda la temporada y luego, cuando la amenaza se hizo acuciante, su motivación creció en forma drástica y se jugaron el pellejo para salvarse de la ignominia y la condición de (relativa) pobreza en el campeonato. Una vez desaparecida la amenaza, su motivación volvió a los niveles anteriores.
Esto no significa, por supuesto, que esta clase de rendimiento carezca de méritos. Los equipos que evitan con éxito el descenso desde esas posiciones en la tabla logran desempeñarse mejor que aquellos que, ante la misma presión, finalmente descienden. No es coincidencia que Sunderland haya logrado un escape aún más espectacular en la temporada anterior, donde ocupaba el último lugar de la tabla de posiciones cuando faltaban solo seis partidos por jugarse, de los que ganó cuatro y empató uno, venciendo en el camino a Chelsea y Manchester United en condición de visitante. Pero no son solo los equipos que están en el fondo de las posiciones: si observamos la capacidad de Arsenal para mejorar su rendimiento cuando siente amenazada su clasificación a la Champions League, veremos una similar motivación de evitar (es decir, la motivación de no terminar por debajo de los primeros cuatro puestos), la cual se nota a través de la mejora del rendimiento cuando la presión les cae encima y por el hecho de que no se han quedado fuera de las posiciones de Champions League desde la temporada 1996-97, en la que quedaron terceros cuando solo los primeros dos clasificaban. Están acostumbrados a terminar en esas posiciones y la experiencia los ayuda.
Quienes tienen como motivación primaria evitar la angustia y los resultados desfavorables invariablemente sufren de mayores niveles de ansiedad y estrés, ya sea como individuos o como equipo. No se vuelven proactivos hasta que la presión haya llegado a un punto muy alto. ¿Suena conocido? Muchos de nosotros actuamos de la misma manera en la vida cotidiana: ¿siempre postergas el trabajo escrito hasta la noche anterior? ¿Acabas preparándote para una entrevista cuando ya estás camino a ella? ¿Te quedas despierto hasta altas horas de la madrugada completando tus declaraciones de impuestos cuando ya te quedan pocas horas para el último plazo?
Sería mucho mejor, tanto para la salud como para el desempeño, reaccionar antes frente a estas situaciones, cuando todavía tenemos más opciones prácticas disponibles. Pero algunas personas parecen genuinamente incapaces de hacerlo –necesitan que la presión las obligue, a pesar de que de esta manera limitan sus opciones.
Este método para lidiar con la presión tiene sus limitaciones. Aquellas personas cuya motivación principal consiste en evitar suelen gastar tanto tiempo y energía en alejarse de la situación que no les quedan recursos para planear y trabajar métodos para mejorarse a sí mismas en el largo plazo. He conocido a futbolistas de la Premier League que en momentos de mucha presión manipulaban las situaciones para no quedar ...

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