Cartas públicas
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Cartas públicas

Ideas y reflexiones de Gastón Soublette

Gastón Soublette

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Ideas y reflexiones de Gastón Soublette

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Testigo privilegiado de la sociedad chilena y firma permanente de la página de "Opinión" de El Mercurio, Gastón Soublette nos entrega en este volumen una sustanciosa crónica con profundas reflexiones que contienen una visión crítica del mundo moderno y conforman un deleite intelectual para sus lectores.A través de una mirada integradora, Soublette nos urge a tomar conciencia y terminar de una vez con la cultura de la deshumanización. Advertencias agudas sobre temas fundamentales como la educación, la sociedad, la política, la fe, los pueblos originarios, el medio ambiente y la armonía del hombre con el orden natural.Una reflexión seria, basada en un pensamiento coherente, que revelan sus ideas —las que muchas veces encienden polémica— y reflejan aspectos claves de una buena prosa: erudición, integridad, franqueza y valentía."El conjunto de estos textos parece adquirir el carácter de un manifiesto, pues hay en ellas una actitud que puede ser definida como militante, no en el sentido fundamentalista de la palabra, sino en el sentido de una afirmación de valores".Gastón Soublette

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CAPÍTULO 1
Educación, cultura y sociedad

En el conjunto de cartas incluidas en esta sección se destacan por su cantidad las escritas sobre el tema de la educación superior, y en todas ellas la idea central es hacer notar la ausencia de una orientación formativa de la persona humana en los programas de estudios de todas las carreras.
Con relación a esto, se pone énfasis en el valor que tienen las humanidades, lo cual, sin embargo, se ve muy disminuido por una tendencia generalizada en el mundo de tratar cualquier tema, aún en el dominio de la teología, con la objetividad intelectual de las metodologías científicas. Sin referencia al sujeto conocedor como un ser humano que necesita, como en una instancia previa a cualquier aprendizaje, adquirir un desarrollo psíquico completo y armónico que lo capacite para comportarse en la vida en forma ética y sensata.
En lo que se refiere a la cultura, el tema es tratado desde dos puntos de vista, esto es, como actividad y política cultural, por una parte, y por otra, en sentido histórico antropológico, como identidad cultural de los pueblos, referida a la estructura psíquica tradicional de una sociedad, la cual determina la forma y estilo de sus usos y costumbres, de sus creaciones e instituciones. Desde este segundo punto de vista el tema no es tratado directamente como tal sino que es un supuesto implícito de muchas afirmaciones del remitente, como más claramente se aprecia en la sección dedicada a los pueblos originarios.

La buena educación
Señor Director:
El debate sobre la educación en Chile es de larga data, y da la impresión de que siempre gira en torno a lo mismo, esto es, solo cuestiones de procedimiento. Cuando esto ocurre, en cualquier área de la actividad humana se impone volver a los fundamentos. A este respecto cabe señalar que replantearse los fundamentos en materia de educación implica tener una concepción del hombre, y la verdad es que hoy no tenemos ninguna, porque al fin de cuentas el hombre de las multitudes, el consumidor, el televidente, no son nadie.
Partiendo de cero, entonces cabe decir que el hombre necesita una educación porque para ser habitante del mundo y miembro de la sociedad debe ser guiado en su desarrollo psíquico. Sin eso no hay persona, no hay hombre válido. Por esa vía se obtienen tres cosas: el desarrollo de las aptitudes, el conocimiento del mundo, y una tercera que, por lo general, excluimos y hasta ignoramos, esto es, la liberación de la conciencia del condicionamiento a que está sometida por los impulsos inconscientes. Desde una perspectiva formativa, la tercera es la más importante, y se la ignora porque se trata del conocimiento de sí mismo, luz interior capaz de equilibrar nuestra sola referencia a las cosas y nuestra estrepitosa caída en el mundo material.
Hay un antiguo refrán chileno que dice: «Quien conoce su corazón desafía a sus ojos». En él se proclama la verdad de que para conocer el mundo, la realidad, el hombre tiene que conocerse a sí mismo. Porque hay una diferencia considerable entre conocer la realidad con una mente lúcida, por amor a la verdad, y la distorsión de lo real que resulta de proyectar nuestros impulsos inconscientes para ver solo lo que nos conviene ver. Y está claro que en eso va involucrado un problema ético, porque quien ignora de qué parte de sí mismo extrae lo que entrega o proyecta sobre los demás, termina transformado en un monstruo. ¿Acaso no hay síntomas hoy de que eso está ocurriendo en Chile y desde hace mucho tiempo?
Mi experiencia como académico me enseña que cuando los alumnos ven que el profesor concibe la educación en esos términos, cesan automáticamente todos los problemas de mutuo entendimiento. Al término del curso, cualquiera haya sido la materia tratada, uno descubre que ha incrementado la lista de sus amigos.
24 de agosto, 2007

Debate sobre la educación
Señor Director:
Si la finalidad de la educación es la formación humana, esto es, creación de un tipo de hombre con virtud, sabiduría y capacidad, la educación no solo la imparten la escuela y la universidad, sino que también la familia y la experiencia de la vida (autoeducación). Por eso, partir de la base de que la educación tiene por finalidad servir al país, sin un supuesto previo de formación personal, es un error mayúsculo. Eso explica por qué el debate público sobre la educación siempre está entrampado en puras cuestiones de procedimiento, financiamiento, capacitación, calificación y competencia. Pero si abrimos bien los ojos y caemos en la cuenta de que cada día somos más «mal educados», entonces podríamos estar en condiciones de entender que un hombre, antes de servir a su país, no solo debe estar capacitado para hacerlo, sino, y por sobre todo, formado como persona humana para reflejar en sus actos los valores fundamentales.
El error antes mencionado consiste en concebir la educación en términos puramente operativos, privilegiando, con criterio materialista, el «hacer» sobre el «ser».
Por eso, si con los actuales sistemas educacionales sigue disminuyendo en el mundo la ética y la sensatez, eso se debe a que hoy la educación se aparta cada vez más de su función esencial. Los «mal educados» nunca podrán servir bien a su país, fácilmente se corrompen y terminan concibiendo proyectos que vulneran la ética, y hasta mandan hombres a la guerra para servir intereses particulares en desmedro de la nación.
21 de febrero, 2010

La sociedad de los poetas muertos
Señor Director:
Un modo de existencia reducido a su pura problemática económica y tecnológica ha empobrecido el alma de nuestra sociedad, e inconscientemente domina los criterios con que hoy se imparte la educación. Se discuten solo cuestiones de procedimiento. De hecho, no hay nada formativo en los contenidos de lo que se enseña, solo la preocupación apremiante para que el egresado se inserte lo más ventajosamente posible en este constructo imaginado entre cuatro murallas, mecánico-utilitario, que es nuestro proyecto país. Pero ¿qué pasa con la fe, el misterio, la alegría de vivir, la poética de la vida? ¿Qué pasa con la estética y el sentido del juego? ¿Qué pasa con la naturaleza y el hombre? ¿Son solo recursos? ¿Qué pasa con la gratuidad, la intimidad, el gozo, el libre diálogo entre las personas? ¿Qué pasa con las humanidades, el pensamiento, la sabiduría tradicional, la meditación?
Da la impresión de que todo eso hace muchas décadas que ha dejado de existir entre nosotros, y ello en un país que se precia de haber generado una poesía de alto vuelo. Conclusión: somos la así llamada «sociedad de los poetas muertos».
Por lo antes dicho es que a esos venerables difuntos los hemos revivido, pero no disertando sobre su poesía, sino alimentándonos físicamente de ella. En el Campus Oriente UC elaboramos un libreto con pasajes relevantes de los poemas «La lámpara en la tierra» y «Alturas de Machu Picchu», de Pablo Neruda, e hicimos una lectura comunitaria, dividida en bloques separados por música y danza mapuche y aymara. Asistieron más de quinientos alumnos, incluidos profesores y administrativos. Para muchos de ellos, el acto tuvo una solemnidad ceremonial.
Algunos alumnos y alumnas confesaron que debieron interrumpir en ciertas ocasiones la lectura por accesos de llanto. Muchos dijeron no haber leído nunca esos poemas.
Cuando los músicos invitaron después a la muchedumbre a una danza colectiva, ante ese espectáculo de júbilo y amor a la vida, un alumno dijo: «No me creo lo que estoy viendo, esto no puede ser real». Y era obvio el sentido de sus palabras, pues ante lo que ha llegado a ser este país, lo que estaba ocurriendo ante sus ojos no podía ser real. Pero en esos momentos nuestro poeta nos consolaba diciéndonos: «Sube a nacer conmigo hermano, dame la mano desde la profunda zona de tu dolor diseminado».
26 de julio, 2008

El carácter de la educación
Señor Director:
En referencia al artículo que en su edición del domingo 15 de junio publicó don Carlos Peña, admiro la claridad de pensamiento de este columnista, por eso la sola lectura del título me dispuso a enfrentar un texto sobre un tema que es de mucho interés para mí. Pero en la mitad de la lectura pude darme cuenta de que ese título no correspondía a lo que yo esperaba. El «carácter» de la educación para el articulista parece no ser lo mismo que su contenido o sentido (¿cómo educamos y para qué?). El señor Peña se refería a un problema puntual, el del ámbito de la vida de la nación en que la educación incide específicamente, esto es, el ámbito público, donde cada individuo se encuentra con otros com...

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