Evangelii gaudium en clave de parroquia misionera

Pedro Jaramillo Rivas

• Publisher: PPC Editorial
• Year: 2015
• ISBN:
  9788428828444
• Topic: Teologia e religione
• Subtopic: Chiesa cristiana

Este libro no es un ensayo sobre la parroquia en Evangelii gaudium, sino más bien una lectura de Evangelii gaudium en clave de parroquia misionera. Este acercamiento desde lo concreto es interesante porque se asimila más cuando se percibe que lo dicho por el papa es de inmediata y cercana aplicación a una realidad pastoral a la que debemos tanto y con la que nos sentimos muy especialmente vinculados, la parroquia. En efecto, en la lectura reflexiva de Evangelii gaudium no es lo mismo tener como referencia implícita a la Iglesia universal en su conjunto que a la comunidad parroquial en su cercana singularidad. Desde esa perspectiva concreta, desde esa "clave" de lectura de la totalidad del documento, la enseñanza de Francisco se nos presenta aún más cercana, más sugerente y más comprometedora para la pastoral de cada día.

SEGUNDA PARTE

IMAGEN DE LA PARROQUIA
DESDE LA IMAGEN DE IGLESIA

INTRODUCCIÓN

LA ALEGRÍA DEL EVANGELIO (EG 1-18)

Una parroquia misionera es ámbito del encuentro con Jesús (EG 1)

– Se sabe cauce para el encuentro vivo con el Señor. De esta «nueva etapa evangelizadora, marcada por la alegría», la parroquia asume el dinamismo que Francisco quiere imprimir a la Iglesia al señalarle «caminos nuevos para su marcha en los próximos años» (EG 1). Imprime a toda su actividad «la alegría del Evangelio, que llena el corazón y la vida de quienes se encuentran con Jesús» (ibid.). Se sabe, pues, cauce para el «encuentro vivo con Jesús», en quien «siempre nace y renace la alegría» (ibid.), porque su salvación «libera del pecado, de la tristeza, del vacío interior y del aislamiento» (ibid.). Subraya siempre, y no lo superpone, este entronque profundamente humano y cristiano de la alegría del Evangelio.

Reflexionamos

El papa Francisco pretende una nueva etapa evangelizadora (caminos nuevos) con un signo: la alegría.

Examinamos el grado de disponibilidad de nuestra parroquia para hacer posible esta nueva etapa, ¿apertura o cerrazón? En dos líneas: la decidida opción por la evangelización (¿es el eje prioritario en la pastoral parroquial?) y la alegría (¿es la actitud fundamental de quienes formamos la parroquia?).

Alegría que se renueva y se comunica (EG 2-8)

Una parroquia misionera se goza de ser instrumento para hacer gustar la alegría de la salvación

– Desde la extroversión promueve la alegría del corazón abierto y libre. Percibe, por tanto, esta dimensión profundamente humana de la salvación, porque desde la realidad de sus fieles se da cuenta de que «el riesgo del mundo actual, con su abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales y de la conciencia aislada» (EG 2). Se ve, por tanto, referida y centrada en Jesús y en los otros, porque «cuando la vida interior se cierra en los propios intereses, no deja espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor y ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien» (ibid.). Cristianos cerrados en sus propios intereses «se convierten en seres resentidos, quejosos y sin vida» (ibid.).

– Siente que su tarea fundamental es ser cauce y no obstáculo para el encuentro con Jesús. Una parroquia misionera tiene claro que su tarea fundamental, sin la que todo lo demás sería una especie de postizo o de máscara, es facilitar «el encuentro con Jesús». Un «encuentro personal que es necesario renovar» cuando nos hemos alejado de él. Sin esa «renovación del encuentro» no podrá haber «renovación de la parroquia». Por tanto se hace eco de la invitación del papa, promoviendo con humilde sencillez dar «un paso hacia Jesús, aunque sea pequeño... porque él espera con los brazos abiertos la llegada de cada uno» (EG 3). Y con grandeza de ánimo hace gozar a todos del amor y del perdón de Jesús, «que una y otra vez nos vuelve a cargar en sus hombros» (ibid.) y «nos otorga la dignidad de su amor infinito e inquebrantable... con una ternura que nunca nos desilusiona, devolviéndonos así la alegría» (ibid.). La parroquia queda inundada de resurrección, de vida y de esperanza, y se introduce en la torrentera bíblica de «la alegría de la salvación», asociada a la creación entera (EG 4). Desde la fidelidad al Evangelio vive la alegría como signo de su adhesión a Jesús y como testimonio de la resurrección de su Señor (EG 5). Y la vive y la promueve intentando contagiarla a todos, porque sabe que hay muchos cristianos «cuya opción parece ser la de una Cuaresma sin Pascua» (EG 6).

– Invita a una alegría austera, sencilla, desprendida... la que brota del encuentro con Alguien que lo cambia todo. Pero la alegría del Evangelio a la que la parroquia invita no es una alegría ingenua. Sabe por experiencia que hay etapas y circunstancias de la vida que son muy duras, en las que «la alegría no se vive del mismo modo...», pero está segura de que «siempre está ahí como un brote de luz que nace de la certeza personal de ser infinitamente amado, a pesar de todo» (EG 6) y de que «el amor del Señor no se acaba y de que no se agota su ternura» (Lam 3,23) (cf. EG 6).

Este Evangelio de la alegría lo ofrece la parroquia en un momento cultural en que «parece que tengan que darse innumerables condiciones para que la alegría sea posible» (EG 7), puesto que a la sociedad de la tecnología y del placer se le hace difícil generarla. No persigue la parroquia una alegría «por acumulación de cosas», se trata más bien de una alegría austera, sencilla, desprendida... la que «bebe en la fuente del amor de Dios que se nos ha manifestado en Jesús» (ibid.). Aquella alegría que «nos lleva al corazón del Evangelio»: «Al encuentro con un acontecimiento, con una Persona que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva» (ibid.). Y es que «solo en el encuentro –o reencuentro– con el amor de Dios somos rescatados de nuestra conciencia aislada y de la autorreferencialidad –de ese mirarnos solo a nosotros mismos–, que nos lleva a hacernos el centro de todo y de todos» (EG 8).

Reflexionamos

El tono general de la actividad de mi parroquia, ¿es alegre, propositivo, sanamente optimista? Miro las cosas que hacemos en la parroquia y cómo las hacemos, y me pregunto: ¿estamos ayudando a que la gente se encuentre con Jesús o estamos siendo un obstáculo para que se realice ese encuentro? (Por extraño que nos parezca, en lugar de «facilitadores» podemos ser «obstaculizadores» del encuentro con Jesús.) El encuentro con Jesús que la parroquia está llamada a propiciar es tan vivo y decisivo que muchas cosas cambian en la orientación del estilo de vida de la gente, especialmente a la hora de ver dónde ponemos los motivos de la alegría (en el tener o en el ser: ¿tenemos la real impresión de haber descubierto una alegría «alternativa» en Jesús? ¿Qué tiene que ver Jesús con las alegrías nuestras de cada día? ¿O es que Jesús no influye de hecho en el ámbito de la alegría? ¿Es más bien percibido y vivido como «aguafiestas»?).

La dulce y confortadora alegría de evangelizar (EG 9-13)

Una parroquia misionera encuentra su mayor alegría en el esfuerzo permanente por la evangelización

– Aviva en todos el deseo de una realización personal en plenitud. Con toda su acción pastoral, la parroquia misionera injerta en el corazón de todos un anhelo de plenitud, expresado en la certeza de que «llegamos a ser plenamente humanos cuando somos más que humanos, cuando permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos, para alcanzar nuestro ser más verdadero» (EG 8). La parroquia se mueve así en una hondura muy grande: acoge y ofrece una respuesta a la pregunta acerca del sentido de la...