El pensamiento filosófico latinoamericano, del Caribe y "latino" [1300-2000]
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El pensamiento filosófico latinoamericano, del Caribe y "latino" [1300-2000]

Enrique Dussel, Eduardo Mendieta, Carmen Bohórquez

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El pensamiento filosófico latinoamericano, del Caribe y "latino" [1300-2000]

Enrique Dussel, Eduardo Mendieta, Carmen Bohórquez

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Esta obra fue proyectada, más que como un libro, como el inicio de un movimiento filosófico continental. Es decir, los autores de las contribuciones toman conciencia de que la tarea que han asumido es de tal envergadura que no pueden sino cumplirla parcialmente. Los trabajos a lo largo y ancho de toda la región latinoamericana sobrepasan a los especialistas de la historia o de temas expuestos en el orden nacional. Cuando debe abordarse la temática tal como lo exige una obra sobre la filosofía latinoamericana, se encuentran dificultades tales como la falta de bibliotecas especializadas en esta problemática regional, de especialistas que hayan tratado los temas y estudiado suficientemente los asuntos para proponer diversas hipótesis que permitan fecundos debates. Todo comienza entonces por obtener materiales bibliográficos y temáticos necesarios. Esto no se logra en corto tiempo, exige años de perseverancia en la que los autores adquieren conciencia de los límites de la presente empresa. Por ello, mucho más que el lector son los mismos editores y autores de esta obra los que tienen conciencia de que sólo se ha iniciado la extracción de un precioso metal de una rica mina casi inexplorada en su conjunto.

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CUARTA PARTE
FILÓSOFOS Y PENSADORES
INTRODUCCIÓN
Enrique Dussel
En esta cuarta parte se expondrán cortas biografías de algunas y algunos de las y los pensadores y filósofos latinoamericanos, caribeños y “latinos”, a manera de fichas indicativas que sólo intentan hacer una introducción a su vida y obra. Tenemos la plena conciencia de que no son todos y que faltan muchos muy importantes, pero debido a la extensión que supone un Diccionario y por tratarse de una primera edición, nuestra idea inicial ha sido sólo comenzar la tarea expositiva del tema. En general, las biografías ocupan pocas líneas, pero si algunas tienen más que otras no se debe a su importancia sino a extensión que cada autor les dio de manera natural. De todos modos, hoy se cuenta con bibliográficos impresos y electrónicos (en internet) que le permitirán al lector ir completando lo que buscara en el autor de su interés. Creemos, sin embargo, que ante la pregunta de si existe una filosofía o pensadores y filósofos latinoamericanos, caribeños o “latinos”, la respuesta es que sí. Al menos las páginas siguientes lo confirman.
Se ha organizado el material teniendo en cuenta, en los diez primeros capítulos, un sentido histórico y en algunos casos la orientación ideológica (desde los pensadores originarios hasta los revolucionarios y los marxistas), para detenernos preferentemente, en los siguientes capítulos (hasta el número 24) en los del siglo XX, por países o regiones geográficas. Se ha ordenado cada biografía de acuerdo con el año de nacimiento, mientras fue posible. El número asignado a cada país, región o filósofo es proporcional a su importancia poblacional y a su influencia filosófica.
En toda la obra, y en especial en esta cuarta parte, podrá el lector preguntarse sobre la diferencia entre pensadores y filósofos. El primer término, pensadores, permite incluir a grandes personalidades que han influido en la vida cultural, política y filosófica de nuestro continente, sin haber recibido una formación formalmente filosófica, o sin haber escrito obras filosóficas en un sentido restringido. Ellos pueden ser estudiados en cuanto a sus expresiones teóricas en diversos campos que es bueno no ignorar. El segundo término, filósofos, designa a aquellos que recibieron una formación académica como tales y que, además, escribieron obras en el mismo sentido. En el siglo XX y desde el capítulo 11 (por países o regiones) se incluyen exclusivamente (con alguna excepción) este tipo de pensadores.
1. PENSADORES Y FILÓSOFOS DE LOS PUEBLOS ORIGINARIOS
AMAUTAS: FILÓSOFOS ANDINOS
Josef Estermann
La palabra española “amauta” viene del quechua hamaut’a o hamawt’a, que se expresa en aymara como amawt’a y que significa en su acepción básica simplemente “hábil”. Sin embargo, ya en los tiempos del Tawantisuyu o del imperio incaico, hamawt’a era el nombre para los “maestros” y “sabios” que formaban parte del consejo imperial del Sapa Inka o el monarca incaico.
En los tiempos incaicos, el amauta principal era una figura importante (llamado hatun hamawt’a o “gran sabio”) en la capital del Imperio, en Cusco, lado a lado con el Sapa Inka, el Altomisayoq (sumo sacerdote), el Watuq (hermeneuta) y el Hampiq (shamáu). Se le conocía como “sabio entendido” (yachayniyoq), traducido posteriormente, en clave hispanooccidental, como “filósofo” y “científico”. El amauta hacía de inspirador pero también celebraba las fiestas solemnes y las populares. Hoy diríamos que él proveía al pueblo de su pan de alegría. El menester del amauta estaba cargado de honras, pero también de seducción.
De la época incaica, no se conoce nombres de grandes amautas, ni de las épocas posteriores. Hoy en día los “amautas” normalmente se inician como especialistas en rituales (yatiri o paq’u), y llegan a un grado superior de experiencia y sabiduría. Los “amautas” se adentran en los misterios del cosmos (pacha), de la vida y del acontecer, y son los intérpretes predestinados para explicar la sabiduría milenaria andina.
José Carlos Mariátegui fundó en 1926, de regreso de su estadía en Europa, en Lima la revista Amauta. La revista fue publicada hasta 1930, año del fallecimiento de su fundador, con una interrupción de medio año. En la presentación del primero número de Amauta, Mariátegui escribió:
Esta revista, en el campo intelectual, no representa a un grupo. Representa más bien un movimiento, un espíritu [...] Por encima de lo que nos diferencia, todos estos espíritus ponen lo que los aproxima y mancomuna: su voluntad de crear un Perú nuevo dentro de un mundo nuevo (Presentación de Amauta, año i, núm. 1, septiembre de 1926).
En la actualidad, se llama amautas también a los profesores (maestros), aunque esto podría ser una retraducción del español “maestro” que antes era reservado para los “sabios” y “entendidos” de la sabiduría indígena y originaria. Uno no puede aspirar a ser amauta, tal como uno puede formarse filósofo;1 uno está predestinado a asumir el papel de “sabio” y “maestro”, cuando se le reconoce su carisma específico. Sin embargo, existen tendencias de establecer una “carrera de amautas”, una escuela para formar sabios andinos.
Según el amauta boliviano Fausto Reinaga (José Félix Reinaga Chavarría) (1906-1994) “el pensamiento amáutico, pensamiento comunal, crea una sociedad cósmica. Se difunde por todo el mundo y organiza una comunidad en toda la faz de la Tierra. Antes del advenimiento de Occidente en el Perú, hubo una ‘sociedad cósmica mundial’. No había el mal en la primigenia comunidad mundial; no había la opresión del hombre por el hombre. Asia, África, Europa y América eran cósmicas, eran amáuticas” (Reinaga, 1978).
Con el resurgimiento de la conciencia de las identidades indígenas en la región andina (y más allá de ella), se da una revaloración de la figura de “amauta”, dentro de las comunidades originarias, pero también a nivel nacional. En Bolivia, por ejemplo, el amawt’a Valentín Mejillones Akharapi era el hombre sabio o guía espiritual que entregó el bastón de mando al presidente indígena electo, Evo Morales, en la impresionante ceremonia de asunción que se efectuó en Tiwanaku (lugar aymara prehispánico más importante), el 18 de enero de 2006. En una convención de pueblos indígenas, en 1998, el amawt’a Mejillones fue designado coordinador de Ancianos y Guías Espirituales de América.
Según Mejillones, el amauta es un intermediario de la Pachamama (Madre Tierra) y el cosmos, o un profeta aymara/quechua quien recibe casi constantemente mensajes de los espíritus tutelares de los nevados cercanos. Interpreta la hoja de coca como instrumento predilecto para conocer el curso del mundo y tomar las decisiones que están en armonía y correlación perfecta con la totalidad del universo.
BIBLIOGRAFÍA: Díaz Guzmán, V., 1991; Mazzi Huaycucho, V., 1994; Pacheco Farfán, J., 1994; Reinaga, F., 1978, 1978b.
TLAMATINIME: FILÓSOFOS NAHUAS
Victórico Muñoz Rosales
El tlamatini,2 el sabio, “el que sabe algo” o los tlamatinime3 son los filósofos nahuas pertenecientes a las diferentes regiones del valle de México en la época anterior a la invasión de los españoles. Son los poseedores de la tlilli in tlapalli, la “tinta negra y roja”, la sabiduría en sentido simbólico dentro del pensamiento náhuatl, correspondiente a otro término más propio de sabiduría en sentido filosófico: la tlamatiliztli.
El contexto histórico de los tlamatinime explica suficientemente sus preocupaciones y la filosofía que elaboraron para explicar su realidad y mundo. México-Tenochtitlan se alía con Tezcoco y Tacuba para enfrentar al poder dominante de los primeros años del siglo XV: el señorío de Azcapotzalco detentado por el rey tepaneca Tezozómoc y posteriormente por su hijo Maxtla. La triple Alianza derroca a Maxtla y logra la libertad de los mexicas dejándolos, además, como el pueblo hegemónico; de dominados pasan a ser dominadores. El pueblo mexica comienza su expansión y dominio hasta consolidar el reino que conocerían los españoles. Para ello se sirvieron de tres elementos: reformaron su historia (mandando quemar los códices de otros pueblos, asumiéndolos en los propios), desarrollaron la visión místico-guerrera (que se fundamenta en el mito de los cinco Soles y eleva a Huitzilopochtli como deidad suprema) e instituyeron los sacrificios sumarios (para adiestrar a su ejército, obtener prisioneros y mantener quietos a los inconformes). Frente a este estado de cosas, los tlamatinime desarrollaron una explicación de la realidad, del hombre y de la vida que recupera la visión de las viejas tradiciones toltecas que enseñó Quetzalcóatl (contenida en la historia previa de los mexicas que se ordenó asumir y quemar) y ofrecen una alternativa a la interpretación imperante de la visión místico-guerrera.
La filosofía de los tlamatinime tiene como centro de producción los señoríos de Tezcoco y Huexotzinco, y tiene como representantes destacados a Nezahualcóyotl y Tecayehuatzin. Ante el destino de perecer en los sacrificios sumarios que practicaban los mexicas o bien ante un cambio de actitud política de México-Tenochtitlan, que los tenía sojuzgados, y podía aniquilarlos, los tlamatinime representan la conciencia colectiva sobre la transitoriedad, inseguridad y fragilidad de la vida, haciéndose patente el tema de la muerte. Se busca afanosamente decir algo con verdad, buscar el sentido de la vida y tratar de formarse una personalidad, un rostro, un corazón. Los tlamatinime expresan su filosofía por medio de la “palabra florida”, de la poesía, la “flor y canto” (in xochitl in cuícatl). Miguel León-Portilla, basado en las fuentes documentales históricas, los códices y las piezas y monumentos arqueológicos, ha sabido investigar la posición de algunos de estos tlamatinime para “darles un rostro y corazón”. Él considera hasta quince poetas del mundo náhuatl, forjadores de cantos, aunque sólo seis son expresamente tlamatinime: Nezahualcóyotl, Tecayehuatzin (nace en la segunda mitad del siglo XV y muere a principios del XVI), Ayocuan, Nezahualpilli, Cuacuahtzin y Tochihuatzin. Los demás son poetas: Tlaltecatzin, Cacamatzin, Axayácatl, Macuilxochitzin, Temilotzin, Xayacamach, Xicoténcatl el viejo, Chichicuepón y Aquihuatzin. La diferencia consiste en que los tlamatinime, no sólo tienen “el corazón divino” (yoltéotl), como los cantores, poetas y artistas en general, sino que además “dialogan con su propio corazón” (moyolnonotzani) hasta obtener la sabiduría (tlamatiliztli). La “flor y el canto” es el medio con el cual los nahuas expresaron su verdad sobre el ser humano y la posibilidad de decir “palabras enraizadas”, fundadas, verdaderas (neltiliztli).
Los forjadores de “flores y cantos”, los poetas, rescataban la tradición tolteca y las antiguas enseñanzas de Quetzalcóatl; los tlamatinime hacían más. Por un lado cuestionaban la visión místico-guerrera, refiriéndose expresamente a uno de sus creadores, y decían: “Por eso cuando recuerdo a Izcóatl, la tristeza invade mi corazón. ¿Es que ya estaba cansado? ¿O venció la pereza al señor de la casa? El Dador de la vida a nadie hace resistente […]” (Cantares Mexicanos, fol. 29, v, en León-Portilla, 1958, p. 141). Y por otra parte, cuestionaban, exactamente por qué la seguían, a la misma tradición tolteca, y así, expresaban: “¿A dónde iré? ¿A dónde iré? El camino del dios de la dualidad. ¿Por ventura está tu casa en el lugar de los descarnados? ¿Acaso en el interior del cielo? ¿O solamente aquí en la tierra es el lugar de los descarnados?” (Cantares mexicanos, fol. 35, v, en León-Portilla, 1961, p. 142). Los tlamatinime oponían así a la “casa de los dardos o flechas”, “la casa de las pinturas” y códices de la sabiduría antigua y, a esta última, la profundizan y prolongan novedosamente hasta la intuición de un dios desconocido: Tloque Nahuaque, el “Dador de la vida”. ¿Por qué procedían los sabios o filósofos nahuas de esa forma? No podían hacerlo de otra forma si reconocemos sus características. Veamos la descripción del sabio o tlamatini. Los tlamatinime son fuente de conocimiento sin oscurecimientos, poseedores de la sabiduría, resguardo de la tradición; en sí mismo, conocedor, sabio, maestro, guía; así lo revela la escritura náhuatl por medio de metáforas tales como: “El sabio una luz […] una gruesa tea que no ahuma, un espejo horadado […] por ambos lados, suya es la tinta negra y roja, de él son los códices […] Él mismo es escritura y sabiduría” (Códice Matritense de la Real Academia de la Historia, fol. 118, r y v, en León-Portilla, 1986, p. 65). Algunas de las funciones del tlamatini, de acuerdo con el texto en náhuatl y la interpretación de Ricardo Nava (2000): son las de ser maestro (temachtiani) “Es camino, guía veraz […]”; ético (teixcuitiani): “Hace sabios los rostros ajenos, hace a los otros tomar una cara […]”; pedagogo (teyacayani): “Es maestro de guías […]”; moralista (tetezcaviani): “Pone un espejo delante de los otros […]”; es conocedor del mundo físico (cemanahuactaviani): “Se fija en las cosas […] Aplica su luz sobre el mundo”; es metafísico (mictlanmatini): “Conoce lo [que está] sobre nosotros [y] la región de los muertos”; es humanista (netlacanecoviani): “Gracias a él la gente humaniza su querer […] Conforta el corazón […] a la gente, ayuda, remedia, a todos cura”.
Al pensar su realidad, violenta y con guerras, embargada de angustia y temor frente a los sacrificios humanos realizados por el imperio mexica, producto de su visión místicoguerrera como “pueblo del sol”, los tlamatinime produjeron una filosofía humanista que, por medio de la “palabra florida”, la “flor y canto”, respondía a encontrar la verdad de las cosas, su fundamento y raíz, para obtener respuestas sobre el sentido de la vida, el hombre y su relación con la divinidad, con el “Dador de la vida”, legándonos en su “antigua palabra” (huehuetlatolli), un pensamiento profundo, ético, moral y metafísico de la cultura náhuatl como expresión de su filosofía.
BIBLIOGRAFÍA: Códice Matritense de la Real Academia de la Historia, 1907; Diccionario de filosofía latinoamericana, 2000; Leander, B., 1991; León-Portilla, M., 1958, 1961, 1986, 1994; Sahagún, B. de, 2000.
TLACAÉLEL (1398-1475/1480)
Victórico Muñoz Rosales
Mexica o azteca, personaje central en la historia del pensamiento antiguo, estratega, guerrero, reformador, consejero real (cihuacóatl) y sabio en la visión místico-guerrera de México-Tenochtitlan.
Durante el siglo XV los mexicas empezaban su integración e incipiente expansión como pueblo dominado frente al poderío de los tepanecas y de su rey Tezozómoc, señor de Azcapotzalco, quien heredó a Maxtla, su hijo. Aunque los mexicas habían logrado un desarrollo importante en todos los órdenes, sin embargo no eran libres. Para 1428 se alían México-Tenochtilan (siendo rey Izcóatl), Tezcoco (con Nezahualcóyotl, que vivía en el destierro perseguido por Maxtla), y Tlacopan o Tacuba (con Totoquihuatzin), para luchar en contra del Imperio de Azcapotzalco. Diego Durán consigna (Durán, D., 1995, Tratado Primero, cap. 9, p. 122) que es Tlacaélel el que anima a tomar la decisión de la guerra contra Maxtla quien, vencido, huye hacia Coyoacán; a la postre esta unión es conocida como la Triple Alianza, importante frente político y militar sobre el cual los mexicas podrán expandir su reinado. Izcóatl y Tlacaélel con el triunfo que les dio libertad a sus pueblos, comienzan una reforma de su propia historia. Izcóatl, por consejo de Tlacaélel, da nombramientos a los guerreros asignándole a éste el de Tlacochcálcatl “Señor de la casa de los dardos o flechas”, y manda copiar y después quemar los códices en donde se guarda la itoloca mexícatl, la historia mexicana, porque: “[…] no conviene que toda la gente conozca las pinturas. Los que están sujetos se echarán a perder y andará torcida la tierra porque ahí se guardan muchas mentiras y muchos en ellas han sido tenidos por dioses” (Códice Matritense de la Real Academia de la Historia, vol. 8, fol. 192, v, en León-Portilla, 1958, p. 120). Orden que alcanzó a la mayoría de los pueblos entonces dominados por los mexicas, exceptuando Tezcoco, Tlaxcala y Cholula. Con ello, entre otras cosas, la deidad superior pasa a ser Huitzilopochtli y con él la visión de supremacía guerrera; aunado a esta visión guerrera se le da un sentido místico al engarzarla con el mito náhuatl de los cinco soles. En este mito, cada época o sol termina con un cataclismo terrible que afecta la vida de los seres humanos; habían pasado cuatro “soles” y se estaba en el quinto sol (Ollin Tonatiuh). Para evitar el desastre los macehuali debían dar su “tuna roja y su líquido precioso”, es decir, el corazón y sangre de los hombres eran vitales para ayudar al Sol, para preservarlo, para darle continuidad a la quinta época. Por ello los mexicas se consideraron el pueblo elegido del Sol. Se conformaba así la visión místico-guerrera de México-Tenoch...

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