CAPITULO V – LOS TIPOS DE YO
Aunque tenemos un sólo Yo, él tiene una tendencia que puede ser clasificada por grupos o signos psicológicos. El conocerla, nos ayudará de forma capital a identificar las tipologías que viven por siempre en nosotros.
La clave, es identificar las acciones comunes aprovechando el particularismo humano de ser repetitivo en su comportamiento. El homo sapiens, es igual de evidente y predecible que los animales en sus intenciones y mucho más cuando hay algo que ocultar. Las falencias y no las fortalezas, son en sí las que nos destacan en el aspecto de no dejar un espacio vacío, que haga evidente nuestras debilidades.
En este capítulo, vamos a describir las primordiales formas de ser y que resumen los tipos del Yo de la gente. Ellas van a ir descritas de a dos en dos por su afinidad, pero son 28 en total, de las cuales nos identificaremos con una principal y otra secundaria o ascendente. Ellas dibujan las posturas de lo que somos en la relación hombre-sociedad, a la que nadie deja de pertenecer.
Hay que advertir, que estas listas son apenas la base estructural que nos caracteriza y que nos define, pues de aquí saldrán a flote las de ciencias que tenemos, lo que admiramos y a lo que le tememos.
La única salvedad que se contempla, es que la contaminación de la personalidad, de alguna manera cambia la intencionalidad de los objetivos iniciales de cualquier ser humano, demostrando que las tergiversaciones individuales venidas de los ambientes formativos, no se pueden prever en un estudio por grupos.
Los invitamos a que a partir de lo que van a leer aquí, sirva como base para observar la cotidianidad de nuestro actuar, que es la que nos guía y nos enmarca en esquemas de conducta. Ayudemos a que el camino de transparentarnos ante nosotros mismos, esté de nuestro lado.
La escritora americana Anne Rice, decía:
“Somos temerosos de lo que nos hace diferentes”.
Los Elogiadores (Vanidad)
Hay dos elementos que normalmente van en las personalidades vanidosas, una es la positividad y la otra la comparación. En esta mezcla, las exageraciones sobre cualidades ponen de referencia el reconocimiento como virtud habitual.
Estos orgullos, se pueden expresar de dos maneras: mostrándose aduladores o buscando ser admirados por armonías que resalten en su actuar tradicional. En los dos casos, no miden la veracidad al calificar o al aceptar alabanzas y dan mérito con desproporción a sus allegados sin balanza, en el mundo en que los amistosos y los soñadores hacen carrera.
La neutralidad en ellos, es usada para disimular su intención recargada de evaluar o ser evaluados y de ese modo las hazañas, la inteligencia, la alcurnia o la belleza física, son propiedades a defender en cualquier circunstancia.
Un recurso de carga positiva es útil en determinados casos, ya que anima y da una gran emotividad para emprender un proyecto equis y muchas veces desencadena un efecto constructivo, pero los impulsos automáticos a la autoestima volcados en lo irreal, terminan siendo apariencias amañadas. El uso inmoderado del impacto aclamador, los mantiene en la campaña de estimular o aplaudirse como simple rutina.
En un buen sentido, el que enaltece es creativo, simpático y gran acompañante, pero no está exento de caer en reincidencias desgastantes. La tensión que les trae el depender del sube y baja de la notoriedad, los encausa en ocasiones en ambigüedad, en ansiedad, alegría compulsiva o en de- presiones. En esa misma lucha por estar encarrilados en su gloria, ocasionalmente se muestran tan pretenciosos, que pueden ser el centro del absurdo. Algunos otros son unos actores de falsos positivos constantes, pero la gran mayoría mantiene mucha gente a su alrededor por su contagiosa vitalidad. Entre ellos, no se descartan los que demuestran patética culpabilidad y los que niegan sus triunfos evidentes para presionar favor o los que rasgan sus vestiduras con regularidad.
La verdad, debemos empezar por tener un diálogo sincero con el espejo; él transluce el reflejo, que proporciona el nivel en que nos encontramos y nos dice en secreto, si vamos para adelante o para atrás.
Norman Vicent Peale decía:
“El problema con la mayoría de nosotros, es que preferimos ser arruinados por los elogios, que salvados por las críticas.”
El Elogiador A
Es el número 1 que significa “molde”, su frase identificativa es “yo valgo”, su deficiencia general es la identificación. Admiran al que escucha y le temen al desprecio.
De estilo egocéntrico, hacen eco de lo que consideran sus gustos y sus hazañas. Son amigos de dejarse adular y re- marcan sus logros, que van desde ascensos en su trabajo, hasta una simple felicitación. Son simpáticos, orgullosos, ambiciosos, altivos, sociables y jactanciosos. Sienten que se lo merecen todo y si no son admirados, se van a ser notar haciendo énfasis en sus méritos. Un elogiador tipo A, pensará que las temáticas aburridas, se acaban cuando ellos llegan, y si no están incluidos en el ambiente al que fueron invitados, lucirán pedantes o desadaptados.
El Elogiador B
Es el número 2 que significa avance, su frase identificativa es “Yo admiro”, su deficiencia general es la identificación, admiran la calidad y le temen a la decadencia.
Son modestos en su actuar, pero proyectan la vanidad para los demás. Se brindan como simpáticos, positivos, sencillos, emotivos, halagadores, sociables, intrépidos y apasionados. Un elogiador tipo B, destaca los éxitos de sus familiares y amigos con mucha frecuencia y no pararán de animar y estimular con entusiasmo o castigar con su silencio. Son repetitivos en el destacar en los demás las palabras éxito, bondad, sapiencia o belleza.
Los Iconos (Devoción)
El dar fe por algo o por alguien, hace parte de las costumbres que la sociedad remarca, al acreditar méritos que van desde la admiración hasta la devoción. Pero para algunas personas, estas acciones son tendencias propias de sus maneras de ser y les sirven de motivación, yendo más allá del mantener simplemente alimentada la vanidad. Aquí cabe un ideal político, una celebridad de la historia, un actor de televisión o un mito religioso.
En ese rol, hay una relación con las ideas que se tengan y no se descarta que pretendan intimar con los que admiren, mezclando sus sentimientos o bien es factible que su pareja sea un ídolo más, sin dejar de pertenecer a clubes de fans, en donde siempre encontrarán un favorito visible para contemplar.
No sería ilógico decir que ese vibrar hacia figuras conocidas, les quita el trabajo de ponderar porque cuentan con un símbolo ya posicionado. Esa orientación les dará nombre y obtendrán gratis para sí, un título ya sea de bondad, de riqueza, de responsabilidad, de poder, de eternidad etc.
Es posible que se de una combinación de ídolos, de ficciones o de marcas, pero a lo sumo no dejan morir su idolatría por sus estandartes o por su clan y marcharán sin timidez por ellos. Eso sí, los que aceptan ser rotativos, no sufrirán si sus personajes decaen o degeneran su popularidad.
A lo que ...