El Monte Carmelo Mexicano. Pintura de una alegoría en El Carmen de San Angel
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El Monte Carmelo Mexicano. Pintura de una alegoría en El Carmen de San Angel

Una ficción en el contexto simbólico de las montañas

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El Monte Carmelo Mexicano. Pintura de una alegoría en El Carmen de San Angel

Una ficción en el contexto simbólico de las montañas

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"Éste es un libro más sobre montañas, aunque en él no se pretende un acercamiento bajo la óptica de la ciencia o la orografía que estudian su composición, altura y desniveles, como dicen los montañistas, sino pensando en ellas como representaciones o símbolos de un principio que es el impulso ascendente para acercarse a la perfección, a la paz interior o a Dios.La montaña es un símbolo universal, en autores como Jean-Paul Roux y Mircea Eliade se encuentra abundante información sobre los significados, atributos y cultos inspirados en las montañas, sean las más altas del planeta o las más pequeñas: moradas de los dioses, soporte del paraíso, ombligo del mundo, eje que une la tierra con el cielo, vía de penitencia o camino de perfección. En este contexto conviene incluir el Monte Carmelo, como símbolo de las virtudes y avatares de una de las órdenes religiosas más carismáticas en las que se ha sustentado el mundo católico. Y, hablando más concretamente, la idea de un Monte Carmelo mexicano, esbozado en la crónica del religioso fray Agustín de la Madre de Dios (siglo XVII) y años después pintada en una alegoría (1723) que actualmente se conserva en el Museo del Carmen de San Ángel.El camino recorrido para descubrir el Monte Carmelo en este contexto de montañas simbólicas me llevó a reflexionar sobre el poder "in illo tempore" que tienen las imágenes, surgidas en tiempos y lugares distintos, para relacionarse hasta formar amplias redes de símbolos que, al ser diferentes, se atraen y relacionan porque todas ellas nacieron de un mismo principio, dinámico y significante, que en el caso de las montañas fue el impulso de ascender, de romper niveles y superarse hasta la sublimación". -Eduardo Báez Macías

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Information

Hacia lo sublime.
La montaña camino de perfección
Petrarca. La experiencia interior
En el siglo XIV, la magia de la montaña alcanzó a Francesco Petrarca (1304-1374) el hombre en quien se juntan el final de la Edad Media y el humanismo renacentista. Dentro de su rica y amplia obra, Petrarca escribió un capítulo que comprende varias cartas agrupadas bajo el título de Familiares,1 y en la carta número cuatro, que dedicó a su amigo el religioso agustino Dionigi da Borgo San Sepolcro, fechada el 26 de abril de 1326, en la localidad de Malaucène, relata el ascenso que realizó al monte Ventoux, en el Departamento de Marsella.
Petrarca vivió en Vaucluse, en las estribaciones de los Alpes y a la vista del monte Ventoux, “mole rocosa y muy abrupta”, que con sus 1912 metros sobre el nivel del mar parecía desafiar, día con día, la curiosidad y la imaginación del poeta, provocándole una misteriosa atracción que perturbaba su ánimo. El hechizo se rompería cuando Petrarca decidió escalarlo, animado por la lectura de un pasaje de Tito Livio que se refiere a Filipo, el rey de Macedonia que luchó contra los romanos, y su ascenso a la cima del monte Hemo en la Tesalia, desde cuya cumbre solía mirar las dos mitades del mundo: hacia el occidente el mar Adriático y por el oriente el Ponto Euxino.
Este relato de la escalada al Ventoux ha sido estudiado como un conjunto de alegorías, a tal grado, que se ha puesto en duda si Petrarca realmente lo subió alguna vez o todo brotó de su imaginación. En todo caso, se ha creado un interesante paralelismo entre un ascenso real y un ascenso ficticio e imaginario.2
Petrarca pudo subir perfectamente el monte, si pensamos que en el momento de la ascensión era un hombre joven y el monte de una regular altura, nada difícil ni infranqueable para un mediano montañista. Además, en su relato se detectan algunas expresiones que son propias del lenguaje de los alpinistas, lo que induce a pensar que no solamente en una, sino que en varias ocasiones pudo realmente subirlo. Él mismo dice en su carta:
Llevado únicamente por el deseo de contemplar la notable elevación del lugar, he ascendido hoy el monte más alto de esta región que se llama, no sin motivo, “Ventoso” [...]3
Lo más importante, de cualquier forma, es el conocimiento de las alegorías y sus significados surgidos de esta experiencia.
Una vez en la cima, el poeta tuvo ante sus ojos un horizonte abierto, develado en la transparencia de la perspectiva atmosférica. Seguramente pasaba por la experiencia que llamamos de aproximación sensible al paisaje.4
La fecha 26 de abril de 1326, que el poeta puso a la carta de su relato, no es la fecha en que realmente la escribió. Las investigaciones realizadas demuestran que lo hizo hasta 1353, cuando ya su amigo San Sepolcro había muerto y Gerardo, su hermano y compañero de ascensión había ingresado a la cartuja de Montreux, en el año de 1342. La razón de fechar la carta en Malaucenes en 1326, acomodando acontecimientos ocurridos en diferentes años obedeció al interés de Petrarca por establecer un paralelismo con san Agustín, quien encontró la revelación cuando tenía 32 años de edad y cuyo libro Las confesiones sirvió de guía a Petrarca para su gran experiencia. Existe otra razón para haber alterado la fecha, que es la tendencia de algunos humanistas a situar los hechos más trascendentes en la mitad de la vida, como si ésta se quisiera dividir con una línea áurea separando un pasado insatisfactorio y vacío de un porvenir iluminado de nuevas esperanzas. Dante inicia la Divina comedia “nel messo del camino di nostra vita”, mientras Petrarca recurre a la alteración de fechas para situarse en un punto que le permite mirar su pasado desorientado y poco productivo, descreído y escéptico, y el futuro, que es siempre un campo abierto a las grandes hazañas. Para nosotros, como una metáfora, es el hombre que al mirar hacia atrás deja la Edad Media y con un paso adelante entra en el Renacimiento, en un albear de nuevos tiempos que también expresó Giotto, por los mismos años, en sus frescos de la capilla de los Scrovegni.
En un análisis estructural podemos dividir el relato de la carta en cuatro etapas que son: la preparación del ascenso, el ascenso mismo, el arribo a la cumbre y el descenso. En conjunto sintetizan un largo proceso que ocupó muchos años de la vida del autor para ascender, primero por la duda y luego por la reflexión, hasta alcanzar un estado de auténtica tranquilidad espiritual.
La primera preocupación para Petrarca, una vez que decidió la escalada, fue encontrar un buen compañero para la empresa. Meditando sobre cada uno de sus amigos, en todos encontró algún inconveniente que los hacía inelegibles, hasta que finalmente se decidió por invitar a su hermano Gerardo.
El ingreso de Gerardo a la cartuja de Montreux en 1342 es una de las razones que hicieron a Petrarca reordenar las fechas, pues la subida de los dos hermanos al monte, tras la eliminación de los otros posibles compañeros, refuerza la convicción de que todo camino de perfección es senda estrecha abierta solamente a algunos escogidos.
En la segunda etapa, que ya es el ascenso, la figura enigmática es un viejo pastor que se cruza con los hermanos y entabla una conversación con el propósito de disuadirlos, advirtiéndoles que él había realizado esa subida 50 años antes sin lograr otra cosa que una gran fatiga y desgarrones en la ropa y el cuerpo causados por las rocas y las zarzas del camino. Insisten sin embargo los hermanos y hacen reflexionar al viejo que la juventud es siempre impetuosa y renuente a escuchar consejos. Lo que se puede leer detrás de esta escena es que la figura del viejo es sólo un disfraz para alguna de las muchas tentaciones que inducen a la molicie y a la renuncia a todo esfuerzo de superación. Es la invitación a gozar de la paz del pesebre dejando que el mundo ruede sin nuestro concurso. Se completa la alegoría con los titubeos de Petrarca cuando llegan a uno de esos puntos en que el camino se abre en varias direcciones. Mientras Gerardo sube sin vacilaciones siguiendo un camino recto, Petrarca se toma un descanso para después extraviarse buscando el camino en apariencia más fácil, que no llega a encontrar, y cuando logra rectificar la ruta se hace la reflexión de que la vida que llamamos bienaventurada está situada en un lugar elevado y la senda que conduce a ella es sumamente angosta.
La vida que llamamos bienaventurada está situada en un lugar elevado; la senda que a ella conduce es angosta […] En la cima está el último fin y el término de la vida que constituye la meta de nuestro viaje terreno.5
Aquí nos encontramos imágenes de gran paralelismo con La Tabla de Cebes, en el significado de ese breve descanso y la indecisión de Petrarca, porque se ubican en un lugar semejante al que ocupan en la Tabla los placeres mundanos. “¿Quid ergo te retinet?” se dice en la carta; los placeres, que son el camino fácil. Gerardo ha subido por el camino directo, sin titubeos, como un espejo de lo que fue su vida, sencillamente virtuosa, que lo llevó hasta la cartuja. En cambio, Petrarca es el hombre que duda, que cuestiona y toma su determinación después de una intensa reflexión: es el hombre del renacimiento.
Los dos hermanos llegan a la cumbre y aquí asumen actitudes diferentes. Gerardo se reconforta porque alcanzó la meta, no agrega más y desde ese momento desaparece del relato. Petrarca experimenta ese placer que todo montañista siente cuando ha vencido las pendientes y así lo dice en su relato:
Primeramente permanecí en pie, asombrado y conmovido por el vasto panorama y la insólita brisa que soplaba […] Volví la vista atrás, a nuestros pies estaban las nubes [...] luego mi mirada se dirigió hacia el lado de Italia [...]6
Veía los montes de la provincia de Lyon, el mar de Marsella, Aigues mortes y el Ródano. Con los ojos del alma también miró hacia atrás, al pasado, hacia el lado de Italia, el lugar que más atraía su espíritu. La nostalgia y los Alpes, por donde Aníbal (“aquel fiero enemigo de Roma”) había...

Table of contents

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Contenido
  4. Prefacio
  5. El sentido de ascensión
  6. La montaña como vía moral
  7. La montaña como Via imitatio. Sacromontes
  8. Hacia lo sublime. La montaña camino de perfección
  9. El Monte Carmelo mexicano
  10. La pintura
  11. Conclusión
  12. Bibliografía
  13. Índice de ilustraciones
  14. Sobre el autor
  15. Contraportada