Capitalismo
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Capitalismo

Una conversación desde la Teoría Crítica

Nancy Fraser, Rahel Jaeggi

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Una conversación desde la Teoría Crítica

Nancy Fraser, Rahel Jaeggi

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Nancy FRASER y Rahel JAEGGI examinan de nuevo las grandes preguntas que rodean la peculiar forma social conocida como "capitalismo", y cuestionan muchas de nuestras suposiciones comunes sobre qué es el capitalismo y cómo someterlo a la crítica.Muestran cómo, a lo largo de su historia, varios regímenes del capitalismo se han basado en una serie de separaciones institucionales entre economía y gobierno, producción y reproducción social y naturaleza humana y no humana, reajustando periódicamente los límites entre estos dominios en respuesta a situaciones de crisis. Consideran cómo estas "luchas de frontera" -que estallan donde están las divisiones institucionales constitutivas del capitalismo, es decir, donde la economía se encuentra con la política, la sociedad con la naturaleza, y la producción con la reproducción- ofrecen una clave para comprender las contradicciones del capitalismo y las múltiples formas de conflicto a las que da lugar. Observan que las sociedades capitalistas son inherentemente proclives a generar dos tipos de lucha: las luchas de clase, en el sentido marxista, y las luchas de frontera.A lo largo de las cuatro secciones en las que organizan el libro -conceptualizar el capitalismo, historizar el capitalismo, criticar el capitalismo y combatir el capitalismo- estas dos destacadas intelectuales de la Teoría Crítica nos presentan una crítica renovada del capitalismo que pone nuestra coyuntura actual en una perspectiva más amplia, junto con diagnósticos agudos del reciente resurgimiento del populismo de derechas y lo que se requeriría de una alternativa de izquierda viable. Construyen una obra clave para la renovación de la teoría crítica y que resultará de gran interés para cualquier persona preocupada por la naturaleza y el futuro del capitalismo y por las cuestiones clave implicadas en la política progresista actual.

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Conceptualizar el capitalismo
¿Qué es el capitalismo? El problema de la pluralidad y de la unidad
Jaeggi: ¿Qué es el capitalismo? La pregunta exige algún tipo de definición fundamental, una serie de características esenciales que distinguen a las sociedades capitalistas de las no capitalistas. Creo que las dos convenimos en que el capitalismo presenta dimensiones sociales, económicas y políticas que se han de considerar situadas en algún tipo de relación mutua interconectada. Sin embargo, el escéptico podría decir que no es fácil especificar los elementos básicos del capitalismo. Al fin y al cabo, ¿no hemos aprendido del debate sobre las “variedades del capitalismo” que este no tiene el mismo aspecto en todas las partes del mundo?1 ¿No podríamos concluir que las sociedades capitalistas parecen tan distintas unas de otras que no existe un denominador común? Si así es, tenemos un auténtico problema. Si no podemos especificar los elementos fundamentales que componen una sociedad capitalista, ¿cómo podemos hablar de crisis del capitalismo? Sin estos elementos nucleares, no habría forma de determinar que la crisis actual es realmente una crisis del capitalismo y no una crisis de otra cosa. Lo mismo se puede decir de nuestros recursos para criticar el capitalismo: ¿cómo podemos afirmar que los ejemplos de sufrimiento social que queremos abordar están de verdad relacionados con el capitalismo, si ni siquiera tenemos un concepto claro y coherente del capitalismo que nos permita identificar sus elementos básicos?
Fraser: Buena observación. Yo misma parto del supuesto de que la crisis actual se puede entender como una crisis del capitalismo. Pero es un supuesto que hay que demostrar. Y el primer paso es responder al escéptico del capitalismo, por así decirlo, demostrando que realmente se puede hablar de “capitalismo” como tal, pese a sus muchas variedades. Para ello hay que explicar qué entendemos por capitalismo, definirlo en términos de determinados elementos fundamentales que prevalecen en la amplia diversidad de sociedades que llamamos “capitalistas”. Después de todo, no tiene sentido hablar de variedades del capitalismo si no comparten algunos elementos subyacentes en virtud de los cuales todas son variedades del capitalismo. De modo que el reto al que nos enfrentamos es determinar qué es lo que convierte a una sociedad en capitalista sin homogeneizar las muchísimas formas en que las sociedades capitalistas pueden diferir y difieren unas de otras. Por tanto, tendremos que aclarar la relación entre las características esenciales que identifiquemos y la diversidad de formas en que se pueden ejemplificar en el espacio y el tiempo.
Jaeggi: El tema tiene al menos dos dimensiones: una vertical y la otra horizontal. No está solo la cuestión de las variedades del capitalismo respecto a la tesis de que hoy estamos ante capitalismos en plural, que coexisten al mismo tiempo en diferentes sociedades. Estamos también ante el desarrollo histórico de diferentes fases del capitalismo. Hay grandísimas diferencias entre las primeras configuraciones del capitalismo y el capitalismo actual, y podríamos preguntar si seguir llamando “capitalismo” a todas sigue siendo una buena aproximación teórica. ¿Cómo podemos equiparar o relacionar las primeras fases del capitalismo industrial con el actual capitalismo neoliberal y global? ¿Es siquiera adecuado usar el mismo marco conceptual para analizar el capitalismo competitivo del siglo XIX y el “capitalismo monopolista” del siglo XX, al que la primera Escuela de Fráncfort llamaba “capitalismo de Estado”? Creo que lo primero que hemos de hacer es determinar qué elementos básicos debe tener una formación social para que pueda ser considerada un ejemplo de capitalismo.
Fraser: La cuestión histórica es importante. Me inclino por la idea de que el capitalismo, con todo lo que pueda ser, es intrínsecamente histórico. No aparece de súbito en su totalidad, sino que sus propiedades surgen a lo largo del tiempo. Si es así, tenemos que proceder con cautela, tomando toda propuesta de definición con cierta reserva y como susceptible de modificación dentro de la trayectoria que siga el capitalismo. Es posible que características que al inicio pueden parecer fundamentales pierdan relevancia después, y características que al principio parecen marginales y hasta ausentes podrían después adquirir mayor importancia.
Como señalabas, la competencia intercapitalista fue un mecanismo impulsor del avance capitalista en el siglo XIX, un mecanismo, sin embargo, que fue desbancado progresivamente en el siglo XX, al menos en los sectores más avanzados de lo que se conoce ampliamente como “capitalismo monopolista”. Y, al revés, el capitalismo financiero parecía desempeñar un papel auxiliar en la era fordista, en cambio hoy se ha convertido en una importante fuerza impulsora del neoliberalismo. Por último, los regímenes de gobernanza que afianzan y organizan el capitalismo en cada fase se han transformado una y otra vez en el transcurso de los últimos 300 años, desde el mercantilismo al liberalismo de la no intervención, el dirigismo capitaneado por el Estado y la globalización neoliberal.
Estos ejemplos apuntan a la historicidad inherente del capitalismo. De lo que se trata aquí no es simplemente de distintas “variedades del capitalismo”, que pueden existir una al lado de la otra, sino de momentos históricos, unos momentos que están unidos uno al otro en una trayectoria secuencial. En esta secuencia, cualquier transformación está impulsada políticamente y, sin ninguna duda, se puede rastrear en las luchas entre los proponentes de diferentes proyectos. Pero esta secuencia también se puede reconstruir como un proceso direccional o dialéctico en el que una primera forma se enfrenta a dificultades o límites, que su sucesor supera o sortea, hasta que también esta nueva forma se encuentra en un punto muerto y también es superada.
Las consideraciones de este tipo complican la búsqueda de una definición básica. No creo que hagan imposible esa definición, pero indican que debemos proceder con cuidado. Sobre todo, debemos evitar mezclar formas históricas pasajeras con la lógica más duradera que se oculta en ellas.
Características fundamentales del capitalismo: un punto de partida ortodoxo
Jaeggi: Una propuesta para empezar. Partamos de la propuesta de tres elementos definitorios del capitalismo: (1) la propiedad privada de los medios de producción y la división de clase entre propietarios y productores; (2) la institución de un mercado laboral libre; (3) la dinámica de la acumulación de capital basada en una orientación hacia la expansión del capital en oposición al consumo, unido a una orientación hacia la obtención de beneficios en lugar de la satisfacción de necesidades.
Fraser: Se parece mucho a Marx. Si partimos de aquí, llegaremos a una concepción del capitalismo que, a primera vista al menos, parecerá completamente ortodoxa. Pero podemos des-ortodoxizarla más adelante, mostrando cómo estas características básicas están relacionadas con otras cosas y cómo se manifiestan en circunstancias históricas reales.
Empecemos por tu primer punto: la división social entre quienes poseen los medios de producción como propiedad privada y quienes no poseen nada salvo su “fuerza de trabajo”. No quiero decir con ello que en el capitalismo no haya ninguna otra división constitutiva; tengo intención de hablar de algunas de ellas muy pronto. Pero no hay duda de que esta es fundamental: una característica definitoria del capitalismo y un “logro” histórico, si es que tal palabra es la adecuada. Esta división de clases supone la ruptura de formaciones sociales anteriores en las que la mayoría de las personas, por distinta que fuera su situación, tenían cierto acceso a los medios de subsistencia y a los medios de producción —acceso a los alimentos, el cobijo, el vestido, y las herramientas, la tierra y el trabajo— sin tener que pasar por los mercados laborales. El capitalismo acabó con esa situación, alejando a la inmensa mayoría de las personas de los medios de subsistencia y de producción y excluyéndolas de los que habían sido recursos sociales comunes. Cercó los comunes, abolió los derechos de uso consuetudinarios y transformó los recursos compartidos en propiedad privada de una pequeña minoría. Como consecuencia de esta división de clase entre propietarios y productores, hoy la mayoría de las personas han de bailar al son de una melodía muy concreta (la del mercado laboral) para poder trabajar y conseguir lo que necesitan para seguir viviendo y criar a sus hijos. En este sentido, lo importante es lo extraño, lo “antinatural”, lo históricamente anómalo y específico de tal realidad.
Jaeggi: Así es, y esto nos lleva al segundo punto: el capitalismo depende de la existencia de mercados laborales libres. Las sociedades capitalistas, tal como las conocemos, han tendido a abolir el trabajo no libre como el de las sociedades feudales. Institucionalizan el trabajo libre partiendo del supuesto de que los trabajadores son libres e iguales. Esta es, al menos, la versión oficial, una versión, sin embargo, a la que en la realidad contradice la coexistencia del capitalismo con la esclavitud en el Nuevo Mundo durante más de dos siglos. Sin embargo, dejando esto aparte, la fuerza de trabajo de los “trabajadores libres” es tratada como un bien que una parte de un contrato legal (el obrero) posee y vende a la otra parte (el empleador-capitalista).
Desde una perspectiva histórica, es un cambio gigantesco con enormes implicaciones, un cambio que altera la vida cotidiana y la estructura económica de las sociedades implicadas. Incluso si adoptamos una visión reduccionista y no consideramos que las sociedades estén divididas entre la base económica y la superestructura ideológica, podemos afirmar que su forma cambia en conjunto una vez que está establecida. Además, dado que el mercado laboral libre es constitutivo del capitalismo, los ideales normativos de libertad e igualdad encuentran su sitio en una auténtica institución. No son un simple decorado: en cierta medida están realmente objetivizados y presentes. El mercado laboral capitalista no funcionaría sin contratantes legalmente libres e independientes. Así es aunque al mismo tiempo esos ideales se corrompan por igual, dentro y a través del mercado del trabajo. Lo cual nos lleva al hecho que Marx señalaba con tanta viveza: en el capitalismo el trabajo es libre en doble sentido2. El obrero es libre para trabajar pero también “libre para pasar hambre” si no participa en el contrato laboral.
Fraser: Exactamente. Los considerados “obreros” son libres, en primer lugar, en el sentido de estatus legal. No son esclavos ni siervos ni están sometidos de cualquier otro modo a un determinado amo. Pueden moverse y participar en el contrato de trabajo. Pero los “obreros” también son libres en un segundo sentido. Son libres, o se libran, como acabamos de decir, del acceso a los med...

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