Gaudí esencial
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Daniel Giralt-Miracle

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Gaudí esencial

Daniel Giralt-Miracle

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La obra de Antoni Gaudí nos sigue fascinando hoy tanto como fascinó a Eusebi Güell, que en la exposición de París de 1878 quiso contactar con el autor desconocido de una vitrina para exponer guantes al que acabaría encargando hasta cinco significativos proyectos arquitectónicos. Basta pensar en cómo la Sagrada Família, su última y principal obra, sigue admirando hoy tanto o más que a principios del siglo XX, cuando a penas despuntaban sus primeras cuatro torres. Pero el rastro de su genio en Barcelona, Catalunya y España, e incluso sus proyectos no realizados, como el rascacielos para Manhattan, es mucho más amplio y lleno de matices de lo que suele pensarse. Desde el Capricho de Comillas hasta las escuelas de la Sagrada Família, cada edificio, cada columna, cada mueble, cada reja nos remite a la creatividad de una mente privilegiada para la arquitectura y el diseño.Daniel Giralt-Miracle sintetiza en este libro de ágil lectura lo esencial de su vida, su época, su ideología y sus métodos, al mismo tiempo que resume lo más valioso de cada obra, con el énfasis preciso en los aspectos que lo colocan en lo más alto del canon mundial.Algo que no siempre ha sido así. En efecto, del mismo modo que la obra de Gaudí todavía es un work in progress (probablemente no veremos la Sagrada Família en todo su esplendor hasta el 2026, en el centenario de su muerte), su valoración ha ido evolucionando a lo largo del tiempo hasta el día de hoy, cuando el genial trabajo del arquitecto en geometría reglada se explica mejor que nunca con el diseño informático. Este libro resume dicha evolución y actualiza lo que creíamos saber de Gaudí y lo que se ha descubierto en los últimos años, en una obra imprescindible para quien desee introducirse en el arquitecto o poner al día sus conocimientos.Con magníficas fotos e infográficos.

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Information

Year
2015
ISBN
9788496642942

Capítulo 1

Antoni Gaudí y su época

El contexto histórico

El período histórico comprendido entre los últimos años del siglo XIX y los primeros del siglo XX, en España, y en Catalunya en concreto, fue de fuertes cambios y conmociones. El país se vio transformado por la revolución industrial y por la progresiva emigración de los habitantes de las zonas rurales hacia las ciudades. A consecuencia de ello, apareció una burguesía urbana emprendedora y una clase obrera inquieta supeditada a las coyunturas económicas de cada momento. Todo ello hizo que Barcelona se convirtiera en un gran núcleo urbano productor y político que, al superar los dos cientos mil habitantes, tuvo que romper las murallas históricas, lo que hizo en 1859 con la subsiguiente creación del Eixample, de acuerdo con el proyecto del ingeniero Ildefons Cerdà, que permitiría la expansión regular y homogénea de la ciudad. Sin embargo, el acontecimiento que daría nuevos bríos a Catalunya sería la Exposición Universal de 1888 que más allá de los grandes avances que aportó en el campo técnico y empresarial también conllevó la electrificación del país, originando una etapa de prosperidad que hizo que Catalunya fuera conocida como la fábrica de España. Además, el proceso de industrialización comportó grandes cambios en la estructura social que supusieron el enfrentamiento o el pacto entre los trabajadores y los fabricantes, es decir, entre el proletariado y la burguesía, que, progresivamente optó por el catalanismo político que sería el impulsor de los grandes proyectos culturales, favorecidos por la repatriación de los capitales procedentes de Cuba y Filipinas, particularmente a causa de la pérdida de las colonias ultramarinas en 1898.
Por todo ello, en los primeros años del siglo XX la situación social se hizo más tensa y en 1902, y como resultado de una gran crisis de producción y comercial y el consecuente cierre de muchas fábricas, se desataron una huelga general de la población obrera y, pocos años después, en julio de 1909, y derivada de la protesta contra el embarque de tropas destinadas a combatir en Marruecos, una de las revueltas sociales más serias vividas por la ciudad: la Setmana Tràgica. En 1911 se constituyó en Barcelona la CNT, que se convertiría en el sindicato anarquista más activo y revolucionario, y el mismo año la burguesía, especialmente la textil, se reunió alrededor de sus gremios creando una potente estructura económica y social. Esta prosperidad fue la que permitió una importante acción de mecenazgo que se hizo evidente en la arquitectura, tanto la civil como la industrial y la religiosa, y que a la vez fomentó las artes y los oficios. La neutralidad española en la guerra de 1914 favoreció la fabricación de artículos en general y de algodón en particular, gracias a la cual Catalunya vivió varios años de intensa actividad económica que acabó con el fin de la Primera Guerra Mundial, que comportó un nuevo período de inestabilidad y enfrentamientos entre la clase obrera y la burguesía que desembocaron en 1923 en el golpe de Estado del general Primo de Rivera, quien, con el consentimiento del rey Alfonso XIII, estableció una dictadura.
Estos, pues, fueron unos tiempos dinámicos y conflictivos, cargados de entusiasmo y de tensiones entre el pasado y el futuro, de confrontación de las ideas de progreso y las corrientes conservadoras, de cambio de modelos sociales y de nacimiento de las grandes instituciones y entidades que configurarían el país en las próximas décadas. Nos referimos a la Associació Protectora de l’Ensenyança Catalana, la Lliga Espiritual de la Mare de Déu de Montserrat, el Orfeó Català, el Fútbol Club Barcelona, l’Escola Moderna de Ferrer i Guàrdia, el Ateneu Enciclopèdic Popular, los Estudis Universitaris Catalans y a una serie de diarios y revistas que definirían en sus páginas el catalanismo del siglo XX, una corriente que comenzó con la renaixença del siglo XIX y que encontró en el modernismo y el noucentisme su culminación.
Este conjunto de circunstancias marcaron la carrera y los grandes proyectos de Gaudí, puesto que, aunque en ningún momento renunció a seguir construyendo, pasó por ciclos de manifiesta euforia, que alternó con otros de profunda depresión, que le obligaron a periodos de convalecencia.

Aproximación biográfica a Antoni Gaudí

Gaudí nació el 25 de junio de 1852. Para unos lo hizo en Reus, población de donde era originaria su madre, Antònia Cornet i Bertrán, y para otros, en Riudoms, de donde procedía su padre, Francesc Gaudí i Serra. Sobre este punto ha habido mucha discusión, y últimamente han aparecido nuevos documentos oficiales que certifican el nacimiento físico de Gaudí en Reus, aunque también existen escritos que avalan que 24 horas después de nacer fue bautizado en la iglesia prioral de Sant Pere de Reus traído desde Riudoms. Sea como sea, los cuatro kilómetros que separan ambas poblaciones no deben ser motivo de disputa ya que lo que marcó la cosmovisión de Gaudí no fue un determinado pueblo o ciudad, sino esta zona de Catalunya. Otro factor que incidió en la manera de hacer de Gaudí es que tanto su padre como sus dos abuelos, Francesc Gaudí y Antoni Cornet, e incluso un bisabuelo, tenían el oficio de calderero, profesión en la que se inició un joven Gaudí y que ejerció en él una influencia decisiva, porque le ayudó a dominar las manualidades y a controlar los materiales y porque estimuló su capacidad de comprender el espacio y todo lo relacionado con los volúmenes, cóncavos y convexos, lo que le permitía pasar con una extraordinaria facilidad de las dos a las tres dimensiones. Él mismo afirmaba que “Yo tengo esta cualidad de ver el espacio, porque soy hijo, nieto y bisnieto de caldereros. Mi padre era calderero; el abuelo, también; el bisabuelo, también; en casa de mi madre también eran caldereros; su abuelo era tonelero (que es lo mismo que calderero); un abuelo materno era marinero, que también son gente de espacio y situación. Todas estas generaciones de gente de espacio dan una preparación. El calderero es un hombre que de una planta plana tiene que hacer un volumen. Antes de empezar la tarea tiene que haber visto el espacio. (...) Los caldereros abrazan las tres [dimensiones], y eso crea, inconscientemente, un dominio del espacio que no todo el mundo posee”. Es interesante constatar que Gaudí no se sentía miembro de una clase privilegiada, sino que su mentalidad, como su procedencia, estaba claramente vinculada al mundo menestral, por lo que su ética, su autodisciplina, su esfuerzo y su concepción del trabajo eran los propios de este grupo social.
La primera enseñanza la recibió Gaudí en Reus. Primero en una escuela elemental, dirigida por el maestro Berenguer, y entre 1863 y 1868 en el colegio de los escolapios, donde cursó el bachillerato y donde recibió la formación humanística y religiosa de cariz tradicional que le acompañaría toda su vida. En esta escuela destacó en las asignaturas de geometría y aritmética, colaboró en la revista escolar manuscrita El arlequín, donde aparecieron sus primeros dibujos realizados al boj, y también hizo los decorados para una función teatral, lo que ya pone de manifiesto unas tempranas aptitudes plásticas. En 1869 se trasladó a Barcelona para iniciar en el Instituto de Enseñanza Media el ciclo preparatorio de arquitectura con el que podría acceder en 1873 a la facultad de Ciencias de la Universitat de Barcelona, donde siguió los cursos básicos necesarios para ingresar en la Escola Provincial d’Arquitectura de Barcelona, recién fundada en aquellos años y que pedagógicamente se inspiraba en el modelo francés de la École Polytechnique, que prestaba especial atención a las ciencias aplicadas a la construcción, a las tecnologías y al conocimiento histórico y estético de los lenguajes arquitectónicos.
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ARCHIVO DE LA VANGUARDIA (ALVG) / MARCEL·LA AGUILÓ
El Mas de la Calderera de Riudoms, la casa familiar donde Gaudí pasó largos periodos en su infancia
Entre los diversos profesores que Gaudí tuvo en la universidad, debemos destacar, por la incidencia que tuvieron en su carrera, a Elies Rogent i Amat, un arquitecto de vocación historicista que ejercía de director de la escuela; Francisco de Paula del Villar, profesor de composición y teoría del arte, con el que más tarde colaboró; Joan Torras, experto en la aplicación de los metales en arquitectura; August Font, ecléctico y tradicionalista; Antoni Rovira i Rabassa, quien le inició en la geometría descriptiva y la estereotomía, que desarrollaría ampliamente a lo largo de su carrera; y una figura muy notable en la historia de la arquitectura catalana, Lluís Domènech i Montaner, quien le informó de las principales corrientes arquitectónicas centroeuropeas.
El expediente académico de Gaudí que se conserva en la Escola d’Arquitectura demuestra que fue un estudiante irregular y que tuvo que repetir muchas asignaturas pero que en las relacionadas con el dibujo, las matemáticas y los proyectos destacó con notas brillantes. Afortunadamente se conservan en los archivos de la Escola d’Arquitectura dibujos de proyectos realizados durante su carrera como los correspondientes a un embarcador (1876), a una fuente para la plaza Catalunya (1877) y al proyecto final de carrera consistente en un paraninfo para la universidad central de Barcelona, que le valió la cualificación mínima de “aprobado por mayoría”. A pesar de la irregularidad de su currículum académico, los profesores supieron descubrir su talento y su profunda vocación arquitectónica, que le llevaron a trabajar, durante sus estudios, como delineante o como asistente en diversos despachos, como el del reputado maestro de obras Josep Fontserè, a quien ayudó en el proyecto de la cascada monumental del parque de la Ciutadella de Barcelona y en la verja que circunda este mismo parque, así como en el depósito regulador de las aguas, el Museu de Ciències Naturals y el mercado del Born. También trabajó con los arquitectos Leandre Serrallach y Francisco de Paula del Villar Lozano, en el camarín de la basílica de Montserrat, y con Joan Martorell i Montells.
Todos estas colaboraciones y los diseños que realizó de un altar para la iglesia de Masnou, los mostradores de la farmacia Vilardell o algunos muebles y los distintos proyectos que efectuó para la Cooperativa Obrera La Mataronense, hicieron que incluso antes de recibir el 15 de marzo de 1878 el título oficial de arquitecto todo el mundo le reconociera como tal. Sin embargo sólo a partir de este momento dibujó litográficamente su tarjeta profesional con domicilio en la calle del Call, en pleno centro neurálgico de la Barcelona histórica. Fue pues en ese despacho donde empezó la trayectoria de quien hoy ya nadie duda en calificar de arquitecto vocacional, puesto que se dedicó a su profesión de lleno, y sin interrupciones, durante 48 años, desde que obtuvo el título hasta tres días antes de su muerte a consecuencia de un accidente de tráfico, acaecido en 1926, cuando contaba con 74 años. Tampoco se cuestiona que Gaudí fue un arquitecto en el sentido más amplio de la palabra: creador de originales espacios y de insólitos volúmenes, diseñador de muebles, urbanista, e inventor de unas formas que rompieron los esquemas de la arquitectura tradicional para abrir nuevos horizontes en al ámbito del arte y la construcción.
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ALVG
Gaudí a los 36 años, en una image procedente del carnet de acceso a la Exposició Universal de 1888
Pero antes de llegar a este punto han tenido que pasar muchos años. Primero, y ya con el título de arquitecto en el bolsillo, Gaudí amplió sus conocimientos, particularmente los relacionados con las artes y los oficios, porque daba suma importancia a los elementos decorativos y sabía conseguir, mediante la madera, el hierro, la cerámica, los vidrios y la aplicación del yeso, auténticos prodigios ornamentales que incardinaba directamente a su arquitectura llegando a formar parte de la misma. Su ya demostrada habilidad y su dominio de los procesos manuales le llevaron a colaborar con dos artesanos que había conocido trabajando con Fontserè en las obras decorativas del parque de la Ciutadella: el escultor y modelista Llorenç Matamala y Eudald Puntí, uno de los más grandes especialistas en lo que se denominaba artes e industrias artísticas, que incluían el hierro, la madera y el vidrio. Fue precisamente en su taller donde se realizó la original mesa de trabajo en madera y aplicaciones de metal que diseñó para su despacho y donde parece ser que conoció al que sería su gran mecenas, Eusebi Güell. Este había descubierto antes en el pabellón de España de la Exposición Universal de París de 1878 la vitrina de la guantería Comella, que había diseñado Gaudí y se había realizado también en el taller de Puntí.
El mismo 1878 el Ayuntamiento de Barcelona encomendó a Gaudí que proyectara dos modelos de farolas para la iluminación de la ciudad. El modelo de seis brazos del que se realizaron dos ejemplares se situó en la plaza Reial y el de tres brazos se emplazó en el Pla de Palau, donde aún permanecen. A partir de este momento, su nombre se fue dando a conocer y recibió dos relevantes encargos: un kiosco destinado a la venta de flores y servicios públicos, que proyectó en hierro, mármol y vidrio y que no llegó a realizarse, y el diseño de los muebles para la capilla-panteón que Antonio López López, el primer marqués de Comillas, había hecho construir en Sobrellano (Santander). A estos encargos, siguieron otros un poco más importantes como la decoración de la farmacia Gibert, emplazada en la plaza Catalunya esquina Fontanella, para la que diseñó el rótulo, las vitrinas, el mostrador de marquetería y un banco de madera, obras realizadas en 1879 y lamentablemente desaparecidas con la farmacia.
A consecuencia de su relación con el mundo eclesiástico, que prosperaba, también le confiaron la decoración de iglesias como la de Jesús-Maria en el pueblo de Sant Andreu del Palomar –que actualmente forma parte de Barcelona–, donde en 1879 elaboró un interesante mosaico romano, semejante al que más tarde aplicaría en la cripta del templo de la Sagrada Família, o la realización de un proyecto para la capilla del Santísimo Sacramento de la parroquia de Sant Fèlix de Alella, que no se ejecutó, aunque se ha conservado el dibujo original de Gaudí.
Pero fue en 1883 cuando recibió el primer encargo para realizar un proyecto arquitectónico en la ciudad de Barcelona: la casa Vicens, al que seguirían una serie de edificios importantes como los pabellones de la finca Güell, el fastuoso Palau Güell, el colegio de las Teresianas, la casa Calvet, el Park Güell, la torre de Bellesguard, la casa Batlló y la Pedrera, en Barcelona, además de su obra más experimental: la iglesia de la colonia Güell en Santa Coloma de Cervelló, y la nave de blanqueo de la Cooperativa Obrera Mataronense, el Capricho de Comillas (Santander), el palacio episcopal de Astorga (León), la casa de los Botines de León y las bodegas Güell en el Garraf, hasta que en 1914 decidió dedicarse por completo a la Sagrada Família.
A grandes rasgos suele diferenciarse en la trayectoria arquitectónica de Gaudí dos etapas. La primera se caracteriza, aunque de manera vacilante, por l...

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