Diccionario Foucault
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Diccionario Foucault

Temas, conceptos y autores

Edgardo Castro

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Diccionario Foucault

Temas, conceptos y autores

Edgardo Castro

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La influencia del pensamiento de Michel Foucault no ha dejado de fortalecerse en los últimos años. Y no sólo porque ya han aparecido todos los cursos que dictó en el Collège de France, el esperadísimo tomo cuarto de la Histoire de la sexualité (Les Aveux de la chair) y una edición de sus obras en la célebre Bibliothèque de la Pléiade. También porque este material ha extendido el horizonte interpretativo de sus ideas.Esta nueva edición del Diccionario Foucault –publicado originalmente en 2004 y actualizado en 2011– puede considerarse definitiva, ya que incorpora todos los escritos aparecidos hasta el momento. Los artículos que componen el vocabulario explican el uso de los principales conceptos foucaultianos (como episteme, locura, ciencias humanas, disciplina, gubernamentalidad, razón de Estado, sexualidad, carne o biopolítica, por citar sólo unos pocos), destacando los sentidos más relevantes, describiendo las discontinuidades o rupturas en el interior de la obra de Foucault, y también incorporan referencias a los filósofos o intelectuales, tanto de la Antigüedad clásica como de la época moderna, que es útil situar en relación con su pensamiento. Conocedor de la reticencia de Foucault a elaborar teorías acabadas, Edgardo Castro recurre a la simpleza y la finitud alfabéticas para exponer una obra fundamental, sin limar sus aristas o neutralizar su complejidad.Sintético y exhaustivo a la vez, al multiplicar los puntos de acceso al "corpus Foucault" y sus posibles recorridos, este libro imagina un lector que sea sobre todo un usuario. A él le ofrece un balance conceptual preciso, claro y ordenador. Una suerte de archivo abierto y sistemático a la vez, y una formidable caja de herramientas para abordar a un autor central de nuestra contemporaneidad.

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A PRIORI HISTÓRICO / a priori historique
Foucault se sirve de la expresión “a priori histórico” para hablar del objeto de la arqueología en Les Mots et les choses y en L’Archéologie du savoir. En la primera de estas obras, el a priori histórico es el fondo sobre el cual “han podido aparecer las ideas, constituirse las ciencias, reflexionarse las experiencias en la filosofía, formarse las racionalidades”, y también deshacerse y desaparecer (MC, 13). En L’Archéologie du savoir, se nos ofrecen mayores precisiones al respecto. El apartado V del capítulo III se titula, precisamente, “L’a priori historique et l’archive”. La positividad de un discurso, sostiene Foucault, desempeña la función de un a priori histórico (AS, 167). Desde esta perspectiva, el a priori histórico se presenta como el conjunto de aquellas condiciones que hacen posible en la historia, es decir, en una determinada época, las formaciones discursivas (por ejemplo, las ciencias humanas). Véase: POSITIVIDAD. • Si bien en las dos obras mencionadas la noción de a priori histórico alcanza una conceptualización propiamente foucaultiana, el uso de la expresión se remonta a los primeros trabajos de nuestro autor. En efecto, en 1957, en “La recherche scientifique et la psychologie”, Foucault habla de “uno de los a priori históricos de la psicología, en su forma actual” (DE1, 138). En este caso, se refiere a las diferentes formas de exclusión que atraviesan el campo de la psicología; por ejemplo, ser científica o no. • Además de la expresión “a priori histórico”, Foucault se sirve de otras similares, como “a priori concreto” (HF, 176; MMPS, 101; NC, XI) y “a priori conceptual e histórico” (DE1, 155), que remiten a las condiciones que han hecho posible en un determinado momento la aparición de la psicopatología y de la medicina clínica. • El a priori formal y el histórico no son ni del mismo nivel ni de la misma naturaleza (AS, 168-169). El a priori histórico, en efecto, no concierne a las condiciones lógicas de formación de los juicios (como las categorías kantianas del entendimiento), sino al conjunto de condiciones que hacen posible la aparición y la transformación de las formaciones discursivas, es decir, a la regularidad según la cual, en un determinado período, se constituyen los sujetos de los enunciados, sus objetos o las modalidades enunciativas. Véase: FORMACIÓN DISCURSIVA. • En relación con el deseo, encontramos también en Foucault la expresión “trascendental histórico” (SV, 293). El deseo es, precisamente, el trascendental histórico de la historia de la sexualidad.
ABSOLUTISMO / absolutisme
Con “absolutismo”, Foucault se refiere sobre todo a la forma de organización del poder del rey y de la burguesía en Francia durante los siglos XVII y XVIII, caracterizada por el ejercicio administrativamente centralizado y personal de un poder que se adquiere por herencia. Según una expresión de Foucault en el curso Théories et institutions pénales, el absolutismo ha sido definido a partir del “rey loco”, en referencia a Carlos VI (ThIP, 174). • En el contexto del análisis de las formas modernas del poder, Foucault se ocupa repetidas veces de la monarquía absoluta: en relación con la locura, las formas del suplicio, las funciones del aparato policial del Estado, la aparición del Estado gubernamentalizado y la formación del discurso histórico de la guerra de razas. Sobre todo a partir de Surveiller et punir, Foucault se interesa en mostrar cómo el ejercicio absoluto del poder monárquico funcionaba en complicidad con otras formas de poder, que tenían su propia especificidad, y cómo, además, se transformó de a poco para dar lugar al Estado gubernamentalizado. El paso del hospital general al asilo psiquiátrico y del suplicio a la disciplina, entre otros, marcan esta transformación.
CREACIÓN DEL HOSPITAL GENERAL. La fundación del Hospital General de París data de 1656. A primera vista, se trata de una reorganización por la que se unifica la administración de varias instituciones ya existentes, entre las que se encuentran la Salpêtrière y el Bicêtre, que desde entonces se destinarán a recibir, alojar y alimentar a los pobres de París. Al director general, cargo de carácter vitalicio, se le confiere el poder de autoridad, administración, comercio, policía, jurisdicción, corrección y castigo sobre todos los pobres de la ciudad, se encuentren dentro o fuera de los edificios destinados al hospital. Sin vínculo con ninguna idea médica, entre la justicia y la policía, aparece así, según Foucault, el tercer orden de la represión. La nueva institución pronto se extenderá por todo el reino hasta convertirse, más allá de sus fronteras, en un fenómeno europeo. Sin embargo, en Francia, la constitución de la monarquía absoluta y el renacimiento católico en la época de la Contrarreforma le darán un carácter particular, de complicidad y competencia entre el poder secular y el de la iglesia (HF, 77). Véase: LOCURA.
DERECHO DE CASTIGAR. Hasta el siglo XVIII, el suplicio, como castigo, no funcionaba a modo de reparación moral sino como ceremonia política. El delito era considerado una ofensa y un desafío a la soberanía del rey, al cuerpo del rey. El carácter aterrador y excesivo del suplicio, como en la ejecución de Damiens que Foucault describe al comienzo de Surveiller et punir, tenía por finalidad reconstruir la soberanía desafiada. Era un espectáculo que, en su exceso, quería mostrar la supremacía del monarca y, así, lograr que fuese reconocida por sus súbditos (DE2, 726). Una venganza a la vez personal y pública. En este sentido, el derecho de castigar que tiene el monarca puede ser considerado como una prolongación del derecho de espada, derecho de vida y de muerte inherente a la soberanía (SP, 52). Al referirse a la teoría política que ubica al rey por encima de las leyes del reino, Foucault observa que, en la época del absolutismo, algunos autores afirman que cuando el rey castiga lo hace según la equidad y no según la justicia. Como Dios, que inspira sus acciones, la función del rey es hacer felices a los buenos y castigar a los malos. Y en esto consiste la equidad que es más justa que la justicia de los parlamentos. De este modo, en la concepción absolutista, el rey no se sitúa por encima de la ley porque su voluntad sea la ley, como se pensaba de los emperadores romanos, sino porque sus acciones están dirigidas por Dios en orden a la equidad (ThIP, 174).
POLICÍA. Entre las transformaciones de las prácticas disciplinarias durante la Época Clásica, Foucault señala la estatización de los mecanismos disciplinarios. Mientras que en Inglaterra, durante la misma época, grupos privados de inspiración religiosa aseguraban el control social, en Francia, en cambio, la policía asumía, en general, la función disciplinaria. Sin embargo, a pesar de que la organización centralizada del aparato policial puede ser vista como una expresión del absolutismo monárquico, la función de policía es correlativa del cuerpo social y debe llegar hasta sus límites extremos, hasta los mínimos detalles. En este sentido, el objeto de la policía no es el Estado o el reino como cuerpo visible del monarca, sino “todo lo que sucede”, “las cosas de cada instante” (SP, 215). Véase: POLICÍA
SABER GUBERNAMENTAL. ESTADO GUBERNAMENTALIZADO. El siglo XIX marca el fin del absolutismo y, con él, de su forma de ejercer el poder. El ejercicio del poder comienza a requerir la intervención de cierto saber acerca de la acción de gobernar que engloba el conocimiento de los procesos económicos, sociales y demográficos. Durante la primera mitad del siglo XIX, este saber se estructuró a través del dominio de la economía. Pero los efectos de la reorganización de la economía sobre la vida de las personas hicieron necesario otro tipo de disciplinas a fin de corregir las distorsiones y adaptar a los individuos a las nuevas formas del desarrollo económico (la medicina, la psiquiatría, la psicología). De este modo, el poder político adquiere una forma terapéutica (DE2, 433-434).
ORDEN DEL REY (LETTRE DE CACHET). Aun cuando la utilización de las lettres de cachet (una carta del rey, con su sello, que contiene una orden de detención) haya sido una práctica circunscripta a un período de tiempo acotado, no por ello resulta insignificante desde el punto de vista de la historia del poder. De acuerdo con Foucault, esta práctica no debe ser vista como la irrupción de la arbitrariedad del poder real en la vida cotidiana. Se articula, más bien, según circuitos complejos y un juego combinado de solicitudes y respuestas. Todos podían servirse de ellas según sus intereses. Por ello, es posible concebirlas como una forma de distribución de la soberanía absoluta (DE3, 247).
DISCURSO HISTÓRICO. Podemos considerar el curso “Il faut défendre la société” como una genealogía del discurso histórico moderno. Foucault opone lo que denomina la “historia jupiteriana” al discurso de la “guerra de razas”. La primera, tal como se la practicaba durante el Imperio romano y también en la Edad Media, era concebida como un ritual de fortalecimiento de la soberanía. Por un lado, al contar la historia de los reyes, de los poderosos y de sus victorias, liga jurídicamente a los hombres con el poder mediante la continuidad de la ley; por otro lado, al narrar ejemplos y proezas, fascina y atrae. Doble función de la historia jupiteriana: relato del derecho del poder e intensificación de su gloria; discurso del Estado sobre el Estado, del poder sobre el poder. En relación con la historia jupiteriana, el discurso de la guerra de razas puede pensarse como una contrahistoria: rompe la unidad de la soberanía y, sobre todo, oscurece su gloria. La historia de los soberanos ya no incluye la de los súbditos; la historia de unos no es la de los otros. Los relatos de proezas y hazañas ya no son sino la narración, por parte de quienes han vencido, de las luchas de dominación, de conquista, de opresión. Aparece, entonces, un nuevo sujeto de la historia: la nación, la raza (IDS, 60-63, 116-117). Esta nueva forma de la historia ha sido utilizada tanto por los defensores del absolutismo como por sus opositores. Por ejemplo, en Inglaterra, por Jacobo I y por los parlamentarios que se le oponían (IDS, 88-89). En Francia, con Henri de Boulainvilliers, y como parte de la reacción nobiliaria, el discurso de la guerra de razas tuvo como objetivo desarticular el relato que ligaba la administración con el absolutismo, es decir, el orden jurídico y el económico-administrativo. Para expresarlo de otro modo, a través de este discurso la nobleza trató de separar la voluntad absoluta del soberano y la completa docilidad de la administración. Como en Inglaterra, el discurso de la guerra de razas ha sido utilizado en Francia por las posiciones políticas de los más diversos signos. El absolutismo, por su parte, también se adueñó de él (IDS, 118-119).
ABSTINENCIA / abstinence
Sería fácil mostrar, según Foucault, que la historia de la sexualidad no puede ser dividida en una etapa de permisión y otra de restricciones, una que no imponía límites y otra que promovía la abstinencia, y que corresponderían al paganismo y al cristianismo respectivamente. El primer gran texto cristiano dedicado a la práctica sexual (el capítulo X del libro II de El pedagogo, de Clemente de Alejandría) se apoya no sólo en la Escritura, sino en preceptos, disposiciones y ejemplos tomados directamente de la filosofía antigua. Aunque con valores y ubicaciones diferentes, tanto en el paganismo como en el cristianismo, la problematización del placer sexual y, por consiguiente, de la abstinencia, ha sido una parte fundamental de la ascesis del individuo. • Esta continuidad entre los modelos morales del paganismo y del cristianismo, insiste Foucault, es de todos modos parcial. Entre ellos hay diferencias notables. Así, por ejemplo, en el cristianismo nos encontramos con una mayor valorización de la virginidad, pero, al mismo tiempo, con una concepción de la sexualidad en el marco del matrimonio menos restrictiva que en el estoicismo (SV, 251). • La Antigüedad clásica honró las figuras de los héroes virtuosos, como Apolonio de Tiana, quien realizó votos de castidad y pasó su vida sin mantener relaciones sexuales. Pero, más allá de este caso extremo, la abstinencia como ascesis aparece vinculada con dos temas centrales de la ética antigua: el dominio del invididuo sobre sí y el conocimiento de sí mismo. Aquí nos encontramos, por ejemplo, con las figuras de Agesilao en Jenofonte y de Sócrates en Platón (HS2, 26-27). • En los epicúreos, el ejercicio de la abstinencia servía para marcar el umbral a partir del cual la privación se convertía en sufrimiento; para los estoicos, por su parte, consistía en una preparación para eventuales privaciones (HS3, 75-76). • En el marco general de la evolución de la ascesis en la Antigüedad, la relación entre abstinencia y conocimiento de sí tiende a ocupar el primer lugar, por encima de la relación entre ascesis y gobierno de sí mismo (HS3, 85). • Para Foucault, la recomendación de la virginidad en los primeros siglos del cristianismo no consiste en una extensión de las prácticas filosóficas de la abstención. Por un lado, el cristianismo le otorgó una nueva significación a la continencia sexual, como la promesa de otro mundo, y nuevos instrumentos, como el examen del deseo y su verbalización. Por otro, luchó contra el encratismo, la tendencia interna que quería imponer a todos la exigencia de la castidad. Por ello, en la formación de la experiencia cristiana de la carne, la práctica de la virginidad constituye una práctica específica (HS4, 151-153) a la que Foucault dedica toda la segunda parte de Les Aveux de la chair (HS4, 147-245), el tomo cuarto de la Histoire de la sexualité. Véase: CARNE.
ACONTECIMIENTO / événement
Foucault se sirve del concepto de acontecimiento para caracterizar la modalidad de análisis histórico de la arqueología y también su concepción general de la actividad filosófica: la arqueología es una descripción de los discursos como acontecimientos, y la tarea de la filosofía consiste en diagnosticar lo que acontece, la actualidad. Como observa en L’Ordre du discours respecto del acontecimiento, se trata de una categoría paradójica, que plantea problemas “temibles” y que fue “raramente tomada en consideración por los filósofos” (OD, 59). El término “acontecimiento” tiene varios sentidos en su obra: acontecimiento arqueológico, acontecimiento discursivo, acontecimiento como relaciones de fuerza, como actividad de “acontecimentalizar”, como sentido de la Aufklärung europea, como forma de subjetivación en la práctica de la parresia. Todos estos sentidos, a pesar de su diversidad, están conectados y sus relaciones permiten describir a grandes rasgos el recorrido filosófico de Foucault.
ACONTECIMIENTO ARQUEOLÓGICO, ACONTECIMIENTO DISCURSIVO. En un primer acercamiento, se pueden distinguir dos sentidos generales del término “acontecimiento” en Foucault: acontecimiento arqueológico y acontecimiento discursivo. Según el primero, la mutación de una episteme a otra es pensada como el acontecimiento que establece un nuevo orden en el campo del saber (MC, 229-230). De él, sólo es posible advertir los signos, los efectos (la aparición del hombre como acontecimiento epistémico, por ejemplo), su disposición manifiesta (MC, 318). En el segundo sentido, los enunciados como acontecimientos, como objetos de descripción de la arqueología, son precisamente los efectos regulares en el plano del discurso de la ruptura que establece un acontecimiento arqueológico (AS, 40). De este modo, Foucault opone el análisis discursivo en términos de acontecimiento a los análisis que abordan los discursos desde el punto de vista de la lengua o del sentido, de la estructura o del sujeto. La descripción en términos de acontecimiento toma en consideración, en lugar de las condiciones gramaticales o de significación, las condiciones de existencia que determinan la materialidad propia del enunciado (AS, 40-41, 137-138). • Acerca de la relación entre acontecimiento arqueológico y acontecimiento discursivo, entre apari...

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