La pedagogía Montessori
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La pedagogía Montessori

Una introducción al método que revolucionó la enseñanza

Charlotte Poussin, Margarita Polo

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La pedagogía Montessori

Una introducción al método que revolucionó la enseñanza

Charlotte Poussin, Margarita Polo

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Imaginen una escuela en la que niñas y niños son protagonistas de su propio aprendizaje. En la que los docentes, atentos a las etapas del desarrollo de la infancia, los guían en la construcción de su autonomía. Una en la que chicos y chicas aprenden a reconocer sus dificultades y, lejos de frustrarse, eligen trabajar en ellas destinando el tiempo necesario. Piensen en una escuela que busque compensar las desigualdades y logre llevar al éxito académico a los más desfavorecidos. Una escuela cuyo objetivo principal sea brindarles herramientas para vivir en un mundo cambiante.A comienzos del siglo XX, Maria Montessori soñó, creó y llevó adelante esta escuela del futuro. Proyecto de inspiración humanista y fruto de años de investigación, su pedagogía experimental se convirtió en un método riguroso que revolucionó las formas de enseñar y se extendió por el mundo, multiplicado en escuelas e iniciativas educativas para todos los niveles.Charlotte Poussin, educadora Montessori y referente internacional, recorre en este libro destinado a padres y educadores la historia de esta pionera y los pilares de una pedagogía cuyos aciertos fundamentales son confirmados hoy por los estudios científicos de la psicología del desarrollo y las neurociencias.

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Information

Year
2019
ISBN
9789876299664
1. La filosofía de Maria Montessori en su contexto
I. Maria Montessori, una mujer decididamente moderna en un contexto pedagógico nuevo
Una mujer de avanzada para su época
La italiana Maria Montessori (1870-1952) fue una de las primeras mujeres médicas de Europa. Obtuvo su título a fuerza de tenacidad. En efecto, en esa época, era inconcebible que una mujer cursara ese tipo de estudios. En un primer momento, debió enfrentar la oposición de gran parte de su entorno, incluido su padre, quien más tarde se enorgullecería por los logros de su hija.
Maria nació el 31 de agosto de 1870 en la localidad de Chiaravalle, en la provincia de Ancona (Italia), donde tuvo una infancia apacible. Era la única hija de una pareja bastante austera pero atenta, dividida entre la inclinación por la tradición y la tentación de lo nuevo. Su padre fue militar antes de seguir una honorable carrera de funcionario. Al final de su vida, incluso fue condecorado. Su madre, proveniente de una familia de investigadores, fue una mujer instruida. La familia se trasladó a Roma cuando la pequeña tenía 5 años.
En el año de su nacimiento, Roma pasó a ser capital del reino de Italia, proclamado en 1861 e integrado por varios ducados. El joven reino apenas lograba liberarse de la tutela de austríacos, prusianos y franceses. La población era bastante pobre, en su mayoría analfabeta, y muy pocos niños asistían a las escasas escuelas disponibles, que estaban retrasadas en comparación con las de los países vecinos. En esa Italia en plena transformación, a la joven Maria le agradaba aprender, sobre todo materias científicas, lo que la llevó a una escuela de varones.
Después de graduarse en medicina, en 1896, cursa estudios en neurología, ciencias naturales, sociología, psicología experimental, psiquiatría, filosofía y antropología de la pedagogía. Se apasiona y se aboca a varios temas. Cristiana, militante y comprometida con la causa de las mujeres, los niños y los más desfavorecidos, es decididamente progresista. Durante dos años, al iniciar su vida profesional, cumple dos misiones: por un lado, ejerce en un gabinete privado, donde recibe a una clientela modesta, y, por otro, es profesora de Antropología pedagógica en la universidad de Roma. Luego, trabaja dos años en la clínica psiquiátrica de la misma universidad con niños “de mente simple”, cuyas condiciones se propone mejorar. Escribe una tesis de doctorado en psiquiatría sobre los niños “retrasados”. Participa de manera activa en la creación de una escuela magistral ortofrénica (la ortofrenia es el arte de desarrollar las cualidades intelectuales) en Roma e imparte numerosas conferencias por toda Italia. Ese instituto médico-pedagógico tiene el objetivo de instruir a niños con un retraso mental. Maria Montessori trabaja junto con el ministro de Educación nacional, que preside el instituto, y llega a ser la directora. Forma a maestros para que trabajen con niños “deficientes”, con problemas cognitivos y mentales. Pasa mucho tiempo con ellos, lucha por su dignidad y considera que necesitan una ayuda más pedagógica que médica, lo que en ese entonces era totalmente nuevo.
Se inspira en varios médicos: en el francoportugués Jacob Rodrigues Pereira (1715-1780), cercano a Denis Diderot y Jean-Jacques Rousseau, que hizo mucho por la desmutización de los sordomudos a partir de la enseñanza temprana de la lectura; también en el neurólogo alienista Desiré Bourneville (1840-1909), que institucionalizó los centros médico-pedagógicos en Francia y se esforzó por que se reconociera la necesidad de educar a los niños con discapacidad.
Para esos niños, Maria Montessori diseña un material pedagógico inspirado en el de médicos y pedagogos franceses: Jean Itard (1774-1838), médico investigador en el instituto de sordomudos que se volvió célebre por su investigación sobre Victor, el niño salvaje de Aveyron, a quien intentó “civilizar” educándolo por los sentidos; Édouard Séguin (1812-1880), alumno de Itard, quien desarrolló un método educativo fisiológico que utiliza material didáctico para refinar las percepciones sensoriales de los pacientes. Montessori retoma esos estandartes con pasión; traduce y copia a mano los trabajos de Séguin, de donde toma actividades pedagógicas para proponer a sus alumnos. Utiliza y también adapta algunos de los “dones” de Friedrich Fröbel (1782-1852), material pedagógico desarrollado por el creador de los primeros jardines de infantes (Kindergärten) en Alemania, que reflexionó mucho sobre el despertar de la creatividad infantil a través del juego. Maria Montessori se aboca a una observación rigurosa de los niños que manipulan ese material. Lo adapta permanentemente para volverlo más eficaz, siempre con una mirada científica y en el intento de poner a prueba sus intuiciones. Los avances espectaculares que confirma en los niños deficientes que tenía a su cuidado son una revelación: además de realizarse e integrarse, logran buenos resultados en los exámenes del final de la escuela primaria. De allí en más, se propondrá comprender qué obstaculiza el desarrollo de los niños sin discapacidad.
En 1907, el Instituto Romano de Bienes Inmuebles que busca recuperar el barrio pobre de San Lorenzo, cerca de la estación ferroviaria central de Roma, le propone hacerse cargo de los niños desfavorecidos de esa comunidad mientras sus padres obreros están en el trabajo. Acepta con entusiasmo y, en Via dei Marsi, en una amplia sala en planta baja con un gran espacio exterior, comienza a recibir todos los días, junto con la hija del cuidador del inmueble, a unos cincuenta niños de entre 3 y 6 años. Destina especial cuidado al lugar donde los recibe y utiliza muebles livianos y sencillos, así como objetos útiles para las tareas cotidianas, todo adaptado al tamaño de ellos. Les presenta a cada cual por separado el material pedagógico que había preparado con anterioridad para los niños deficientes. Luego, niños y niñas lo manipulan como quieren. Maria lo modifica en función de lo que deduce de sus manipulaciones. En efecto, con una actitud de investigación científica, observa que los jóvenes “exploradores” evolucionan con libertad en un entorno ordenado.
Una mañana llega tarde y se encuentra con que los niños han tomado por su cuenta el material de uno de los armarios que había quedado abierto. Desde entonces, dispone todo el material en estantes, para que se sirvan a su gusto. Los niños practican ejercicios elegidos espontáneamente y los repiten sin descanso; buscan más la actividad por sí misma que por su finalidad. Así, adquieren una capacidad de concentración cada vez más intensa. Con la misma intención, Montessori retira poco a poco los juguetes de la sala y comprueba que los niños los dejan de lado por completo y prefieren el material didáctico de autocorrección. Asimismo, les propone actividades manuales, gimnasia, música y jardinería.
Al seguir lo que los niños le indican respecto de sus necesidades, paulatinamente la educadora teoriza lo que luego será la pedagogía Montessori. Los niños necesitan orden y libertad para elegir sus actividades espontáneas, así como para la duración y la frecuencia de estas; tienen derecho a desplazarse y a expresarse en la medida en que no molesten a los demás integrantes de la comunidad educativa. Necesitan un entorno rico en actividades construidas que tengan un objetivo. En ese contexto, que conjuga libertad y marco estructurante, ella comprueba que los niños logran rápidos y sólidos avances en su aprendizaje y en su comportamiento. Desarrollan la capacidad de trabajo y el apetito de descubrimiento. Dejan de estar ociosos e inquietos, para volverse alegres, autónomos y disciplinados. A una edad muy temprana, aprenden a leer, escribir y contar, sin haber asistido a ningún curso colectivo.
Este fenómeno anima su fe en el ser humano. Está convencida de que la educación es fuente de progreso para la humanidad. Nace así la primera escuela Montessori, llamada Casa dei Bambini [Casa de los Niños], donde se elabora una pedagogía científica, basada en la observación, la investigación y la adaptación permanente de las herramientas y las prácticas. En 1908 se abre otra escuela en Milán, que se confía a Anna Maria Maccheroni. La relación con los padres también forma parte integral de este enfoque: es frecuente y cordial. En esas primeras escuelas, Maria Montessori dice que las niñas y los niños le han susurrado “el secreto de la infancia”, frase que será título de uno de sus libros. Ese secreto se resume así: “¡Ayúdame a valerme por mí mismo!”.
La notoriedad de este enfoque se expande con rapidez en todo el mundo. Maria Montessori se dedica, a partir de entonces, a escribir libros para presentar su visión, que serán traducidos en varios idiomas. Además, brinda conferencias y, a partir de 1909, prepara cursos de formación para transmitir su enfoque de manera rigurosa. Esos cursos adquieren carácter internacional a partir de 1913, con el patronazgo de la reina Margarita de Italia. Maria invita a los educadores a transformarse, a reeducarse en la percepción de los niños como personas de pleno derecho a quienes hay que acompañar, y no como a adultos en miniatura a los que habría que moldear y llenar de conocimientos.
Muy pronto se multiplican las escuelas Montessori,[7] al ritmo de los viajes y las estadías de Maria en Europa y en los Estados Unidos. A partir de entonces vive con su hijo Mario, quien había pasado su infancia en el campo, y luego en un pensionado. Él había nacido de un amor no oficial con el investigador y médico Giusseppe Montesano, con quien Montessori trabajó luego de obtener su diploma de medicina y con quien publicó varios artículos científicos sobre las causas de la delincuencia vinculada a una carencia de atención durante la infancia.[8] La médica se vuelve tan famosa como su pedagogía.
Sin entrar en mayores detalles sobre su vida,[9] señalemos algunos elementos importantes como, en 1914, su viaje a los Estados Unidos, donde es recibida como una gran personalidad en ocasión de una serie de conferencias para públicos que a veces superan las cinco mil personas. En esa oportunidad, se establece una asociación Montessori en los Estados Unidos, presidida por Alexander Graham Bell,[10] el inventor del teléfono, de la que formó parte durante un breve lapso la hija del presidente, Margaret Wilson. En 1915, Maria Montessori visita por segunda vez ese país, cuando se lleva a cabo la Exposición Universal de San Francisco. Allí, durante tres meses, se instala un aula Montessori con paredes de vidrio, bajo la dirección de Helen Parkhurst, para que los visitantes puedan observar lo que ocurre en su interior. En esta ocasión Maria ha viajado con su hijo, quien decide quedarse y contrae matrimonio con una estadounidense.
Se abren escuelas en Canadá y en Rusia, en particular para la familia imperial, en China y en Japón; por supuesto, también en Europa, especialmente en España, ya que Maria Montessori se instala en Barcelona en 1916. En 1918, su hijo junto con su esposa y sus cuatro hijos se reúnen con ella y Mario comienza a ser su principal colaborador. Los viajes y las conferencias no impiden que Maria trabaje sin descanso. Extiende sus investigaciones a los recién nacidos y a los adolescentes, y la educación por la paz se convierte en su pasión. Su notoriedad sigue creciendo. Es recibida por la corte de Inglaterra en 1927.
Un enfoque educativo que se inscribe en un contexto revolucionario de pedagogía nueva
Los precursores de las nuevas pedagogías
A fines del siglo XIX, hace muy poco tiempo que la escuela es obligatoria y rara vez es gratuita. La escolarización se desarrolla a comienzos del siglo XX, con la generalización del ciclo preescolar y la prolongación de la escolaridad obligatoria. Cobra auge una corriente de educación nueva, cuyo principio es la participación activa de los niños en el aprendizaje, de allí que se la llame “pedagogía activa”. Este movimiento pedagógico internacional se inspira en humanistas del Renacimiento, como Erasmo de Róterdam, que consideraba que la naturaleza necesitaba la intervención de la educación para que los seres humanos, creados para el bien, se apliquen y ejerciten en él para ser libres y pacíficos.
Michel de Montaigne (1533-1592) –que encarna la crítica a una educación tradicionalmente orientada a la acumulación de vastos conocimientos cuya utilidad no examina– es el precursor de una educación más moderna orientada hacia el desarrollo de las facultades del niño. Ya no se trata de inculcar el saber de manera coercitiva mediante castigo e intimidación. Preconiza el goce del aprender y afirma que todo aprendizaje debe efectuarse a través de la reflexión y el cuestionamiento. Su objetivo no es nada más ni nada menos que el dominio de la libertad, e insiste en que el maestro debe ser sensato, antes que sabio, y que su misión principal es adaptar su enseñanza a los niños, apoyándose en su curiosidad. Montaigne afirma que es importante que el niño se desarrolle y declara que es mejor “una mente bien formada” que “una mente bien llena”. Sostiene también que saber de memoria no es saber y, en sus Ensayos, escribe que “el niño no es una botella que hay que llenar, sino un fuego que es preciso encender”.
Maria Montessori retomará esta idea e insistirá sobre la espontaneidad del potencial del niño en su famosa fórmula: “El niño no es una botella que hay que llenar, sino una fuente para dejar brotar”. Para ella, la educación debe permitir que surja un potencial endógeno y no llenar un receptáculo de conocimientos. La educación es un acompañamiento liberador y no un adiestramiento que sojuzga. Según esa lógica, el niño es el padre del hombre.
El checoslovaco Juan Amos Comenio (1592-1670), uno de los fundadores de la pedagogía moderna, afirma que es preciso adaptarse al deseo y a las capacidades de cada niño para enseñarle, antes que nada, a pensar. Considera que todos merecen recibir educación y que toda la educación de los niños pasa por los sentidos. En el transcurso de la segunda mitad del siglo XVIII, algunas personas cultivadas tienen cada vez más una mirada diferente sobre los niños. Ya no los consideran como un adultos en miniatura, sino como seres con necesidades y derechos específicos. El modelo que François Rabelais (1494-1553) describe por medio de su personaje Pantagruel, que da recomendaciones para la educación de su hijo Gargantúa al que desea un “abismo de ciencia”, es cuestionado por completo.
Jean-Jacques Rousseau (1712-1778), cuya obra propugna la libertad y la autonomía, defiende los derechos de los niños. En 1762, con su Emilio o De la Educación, sienta, sin saberlo, las bases de la pedagogía moderna, al afirmar que la educación carece de sentido si no resulta de una reflexión sobre el destino de la humanidad. Considera que todo niño lleva en sí la naturaleza misma del hombre y que, contrariamente al animal que viene al mundo dotado de instintos, el cachorro humano nace incompleto desde el punto de vista fisiológico. Debe entonces construirse a sí mismo. Tiene la libertad de mejorarse y elevar, junto con él, a toda la humanidad. Rousseau describe al niño como un ser sensible que atraviesa etapas de desarrollo que le son propias y en cuyo transcurso va conquistando, de modo sucesivo, su propia persona (tanto en lo físico como en lo psíquico), las cosas que lo rodean (aprende a dominarlas) y, por último, sus relaciones con los demás. Afirma también que la experiencia vale tanto, si no más, que las lecciones. Según Rousseau, la naturaleza humana, que está en búsqueda de orden y de justicia, es buena, pero la educación puede ser perjudicial para su desarrollo si, por no dedicarle tiempo, no respeta la personalidad del niño.
Entre las figuras de la pedagogía nueva, sin duda, Maria Montessori es quien más influencia recibió de de Rousseau. Retomó de él la idea de que el mundo está pensado sobre todo para los adultos, que no tienen suficientemente en cuenta a los niños y les impiden alcanzar con rapidez sus funciones superiores.
El ...

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