El tercer sexo
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El tercer sexo

Lo que Platón me contó en su lecho de muerte

Joumana Haddad, Sara Cantú

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El tercer sexo

Lo que Platón me contó en su lecho de muerte

Joumana Haddad, Sara Cantú

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Una lucha feroz contra la camisa de fuerza impuesta a las mujeres por el patriarcado y las religionesValiente, lúcida y sincera, Joumana Haddad aborda en El tercer sexo su obra más ambiciosa: un ensayo en el que apuesta por deconstruir la sociedad actual, asentada en valores y medidas artificiales como el dinero, la raza o el género, para reconstruirla a partir de aquello que es inherente al ser humano y que nos hace auténticos: nuestra humanidad. "Es sólo nuestra humanidad, es decir, nuestro 'núcleo' lo que hace que la comparación (e incluso la discriminación, me atrevería a decir) entre nosotros sea aceptable, en lugar de adoptar nuestras 'cortezas' como base para la evaluación. Con mucho gusto aceptaría vivir en un mundo en donde dijéramos: 'Esta persona es más humana que esa persona', pero no en uno en donde decimos: 'Esta persona es más blanca que esa persona'".

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Information

Year
2020
ISBN
9788412195804

El viaje del pensador

(El inquisitivo; el lúcido; el introspectivo)

Mentis: (latín) Mente, pensamiento, intelecto.
La mejor manera de evitar que un prisionero escape es asegurarse de que nunca sepa que está en prisión.
FIÓDOR DOSTOYEVSKI

La historia

Su nombre era Wafa

Sin embargo los dioses de marfil,
Y los dioses de ébano,
Y los dioses de jade y diamantes,
Son sólo tontas marionetas de los dioses
Que la gente ha creado.-
LANGSTON HUGHES
Al principio yo era una comida congelada.
Tenía todos los ingredientes básicos ya incluidos en el paquete que llevaba mi nombre. Sólo faltaba calentarme en un horno de microondas –el útero de mi madre (me disculpo por la sórdida pero tentadora metáfora)– para que estuviera lista para el consumo.
No estoy hablando de genes, sino de lo que se conoce como «identidad» y «herencia»:
1. Raza: Árabe.
Significado específico: Miembro de un pueblo semítico, originario de la Península Arábiga y territorios vecinos, que habita gran parte del Oriente Medio y África del Norte.
Significado general: No occidental. Es decir, subdesarrollado. No moderno. No tiene la mente abierta. No se puede pensar en nada positivo (Ah, y camellos, ¡por supuesto!).
2. Nacionalidad: Libanesa.
Significado específico: Ciudadano del Líbano, un país en Asia Occidental, en la cuenca del Mediterráneo oriental; hogar histórico de los fenicios.
Significado general: Guerra civil. Buenos comerciantes. Guerra civil. Mala memoria. Guerra civil. Volatilidad. Guerra civil. Corrupción. Guerra civil. Mujeres hermosas. Guerra civil. Comida deliciosa. Guerra civil. Fiesta como si no hubiera mañana. Y guerra civil.
3. Religión: Católica.
Significado específico: Miembro de la Iglesia católica; cristiano; trinitario; dirigida por el Obispo de Roma, también conocido como el Papa.
Significado general (entre otras cosas): Mi Dios (que es el Único y Verdadero Dios entre los miles de otros dioses en los que cree la gente en la tierra; ¿qué tan afortunada puede ser una persona?) tuvo un hijo con una linda mujer virgen llamada María, sin tener relaciones sexuales. La mujer es una costilla del hombre. Alguien siempre me está mirando, incluso cuando estoy en el baño. Y si un bebé muere antes de ser bautizado, podría arder en el infierno.
4. Género: Femenino.
Significado específico: miembro de un sexo que puede producir óvulos y dar a luz; tiene dos cromosomas X.
Significado general: Emocional. Débil. Sumisa. Irracional. Ingenua. Obsesionada con casarse. Máquina de bebés. Diosa de la cocina.
Y tetas.
Fue así como comencé mi viaje en la vida: con ésta, y otra información y sus respectivos clichés inferidos, escrita entre líneas en mi certificado de nacimiento. No es la mejor suerte que uno podría desear. No decidí, ni moldeé, ni elegí conscientemente a ninguno de ellos. No necesité hacer nada para ganarlos. Eran mis componentes obligatorios. Mi «equipaje».
Yo era una consecuencia, no una persona. Todavía no.
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En la década de los ochenta, había una chica en mi tropa de Niñas Exploradoras: se llamaba Wafa y era «diferente».
Wafa también tenía equipaje. Su componente principal era el término «musulmana» y la volvía demasiado conspicua en el suburbio oriental de Beirut donde crecí.
Una niña de once años no quiere llamar la atención, especialmente no por ser musulmana en un barrio cristiano. No es como si Wafa usara un hiyab o algo parecido: su apariencia exterior era totalmente similar a la nuestra. Pero sabíamos que no era como nosotras. Sabíamos que no era «una de las nuestras». Susurrábamos, «Es una musulmana», como si significara: «Es una asesina en serie» o «Su padre es nudista». Creo que ni siquiera sabíamos lo que era un musulmán, a excepción de «No cristiano», y, por lo tanto, «Enemigo».
A Wafa le caía bien. Ella me lo dijo. Un día incluso llegó a preguntarme: «¿Quieres ser mi amiga?». Pero a mí no me caía bien Wafa. Para ser más precisos, a Rita, nuestra líder, que era hija de un prominente miembro de la Falange (una organización paramilitar cristiana), no le caía bien. Así que a mí tampoco me caía bien. Automáticamente. No necesitaba pensar por mí misma: Rita lo hacía por mí y yo simplemente la seguía.
No importaba quién era Wafa bajo su etiqueta de musulmana. No importaba que fuera amable, sociable y servicial. No importaba que fuera una gran niña exploradora. No importaba que siempre llegara a nuestras reuniones con unas deliciosas galletas que su madre nos había preparado: su madre era musulmana, por lo que las galletas también eran musulmanas. Nos las comíamos desvergonzadamente, pero sin un agradecimiento, un gesto de gratitud o una mirada amistosa. Ignorábamos a Wafa y dejábamos que se sentara sola, en un rincón de la habitación, como si estuviera apestada. Hoy sigue sorprendiéndome lo crueles que pueden ser los niños.
Hasta que un día, Wafa dejó de asistir a nuestras reuniones los sábados por la mañana. Echábamos de menos las galletas, pero Rita estaba convencida de que se trataba de una victoria colectiva «del bien sobre el mal». Así que nos convencimos de ello también. Automáticamente. No necesitábamos pensar por nosotras mismas: nuestra líder lo hacía por nosotras y nosotras simplemente la seguíamos.
Las grandes guerras nunca suceden sin las pequeñas guerras. Y son igualmente desagradables.
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La imagen poética del recién nacido representado como una «página en blanco» es incorrecta. Desde el inicio, todos venimos con equipaje; y es bastante pesado. Esa primera página está lejos de estar en blanco: tiene el nombre y lo que simboliza; la familia y su pasado; la clase social y sus etiquetas; el país y su historia; las creencias religiosas de la comunidad y su carga; las convicciones políticas de los padres y sus consecuencias, etc. Muchos no se molestan en desempacar: es un desastre y requiere mucho tantear y ordenar. Así que continúan con sus vidas siendo lo que meras coincidencias decidieron que debían ser. Se las «apañan con lo que tienen».
Yo también lo hice durante algún tiempo, hasta que la maleta se volvió demasiado pesada y demasiado incómoda para que la arrastrara.
No comencé a usar mis facultades de razonamiento y discernimiento de la noche a la mañana. No es como si me levantara un día y decidiera: «De ahora en adelante pensaré por mí misma. Cuestionaré cada cosa, en cualquier lugar, en cualquier momento; para después decidir lo que quiero o no quiero ser/hacer».
Tomó mucho tiempo; mucha maduración; muchas grandes obras de literatura y escritores formidables; mucha oposición y alienación también. Pero sobre todo, muchos terribles errores: juzgar a los demás en base a sus etiquetas; creer a ciegas en lugar de razonar; seguir en lugar de elegir; acordar en lugar de investigar; respaldar en lugar de construir; querer pertenecer a la multitud a cualquier costo, en lugar de atreverme a diferir corriendo el riesgo de ser excluida; pasar dos horas recitando el rosario antes de un examen de matemáticas en lugar de estudiar; odiar a alguien que mi madre odiaba; hacer cosas sólo porque una amiga las hacía, o un ser querido las admiraría; desechar a toda prisa en lugar de aceptar lo que es o quien es diferente; instintos en lugar de lógica; reflejos en lugar de acciones; impulsos en lugar de conciencia; venta al por mayor en lugar de venta al por menor, y así sucesivamente.
Casi todo en nuestra educación y nuestro mundo nos desalienta a pensar. ¿Piensan los terroristas «leales» antes de cometer horribles masacres en aras de una supuesta defensa de su dios? ¿Piensan los electores «leales» antes de votar por un líder político corrupto? ¿Piensan los empleados «leales» antes de vender un artículo de comida caduco o un producto defectuoso al público ignorante? ¿Piensan los hijos e hijas (adultos) «leales» antes de perpetuar las enemistades que sus padres comenzaron o de adoptar las tradiciones obsoletas que éstos consideran «sagradas»?
Se cometen tantos delitos diariamente en nombre de la «lealtad», la «devoción» y la...

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