1. Despierta
Sólo un par de semanas después, Francisco le enviaba a Ángel María un mail con el primer capítulo. En el mensaje del correo venía una explicación sobre lo que le había motivado a arrancar el libro con ese capítulo y el porqué de ese título.
No voy a extenderme en aclaraciones y voy a preservar la intimidad de ambos, pero sí puedo decir que el mensaje de Francisco fue casi tan inspirador como el propio capítulo, con el que sin duda, despertará tu interés, tu consciencia y tus ganas de seguir leyendo.
Parte de un todo
Todos nos hemos preguntado alguna vez quién creó el universo o cómo fue creado. Sin embargo, hay una pregunta que para mí es incluso más relevante: ¿por qué existe el universo?
Nadie sabe la respuesta a esta pregunta, pero lo que sí sabemos es que cada uno de nosotros es un trocito de universo. Somos parte de un todo. Un todo que se inició hace más de trece mil millones de años con el big bang, un todo que se expande empujando sus propios límites, un todo que evoluciona generando elementos cada vez más complejos, con más propiedades e, incluso, conscientes de que existen; como nosotros mismos. Por lo tanto, quizás, la pregunta que tengamos que hacernos es: ¿por qué existimos cada uno de nosotros?
De un modo u otro, todos contribuimos a la propia evolución del universo en general, y de nuestro entorno en particular. Por ejemplo, hace unos doscientos años existió un trocito de universo llamado Thomas Edison que inventó la bombilla y, gracias a él, hoy en día, todos nosotros podemos hacer vida normal una vez que llega la noche, alumbrando habitaciones, carreteras o incluso cualquier lugar al que vayamos con una linterna.
Todos nosotros, sin excepción, estamos aquí por alguna razón, todos estamos aquí para evolucionar el mundo en el que vivimos, para dejar huella, para trascender nuestra vida y alumbrar la vida de las personas que nos rodean y las de las generaciones posteriores, de un modo u otro.
Todos tenemos un propósito en el universo, como parte de este. Ya sea un propósito revolucionario, como el caso de Edison, o un propósito más cotidiano, como el caso de una persona que ama los animales y que dedica parte de su tiempo a cuidar perritos abandonados en un albergue canino. Todos los propósitos son importantes y necesarios.
El propósito no es algo que habla de nosotros o de quién queremos ser, sino que habla de qué huella queremos dejar en el universo, de cómo de diferente debería ser el mundo una vez ya no existamos en el mismo. Posiblemente estemos en el momento histórico en el que más personas y organizaciones son conscientes de su propósito y están dedicados a hacerlo realidad. ¿A qué se debe esto?
Necesidades básicas
A medida que vamos satisfaciendo nuestras necesidades básicas o evolucionando como individuos u organizaciones, vamos desarrollando el interés de contribuir a nuestro entorno. La Pirámide de Maslow describe este fenómeno muy bien y para ello define cinco niveles de necesidades:
• Tener la salud necesaria para vivir adecuadamente.
• Contar con los recursos que nos den seguridad para vivir.
• Establecer y mantener las relaciones sociales (pareja, familia, amistad, etc.) que nos permitan vivir con sentimiento de amor y pertenencia.
• Tener el amor propio y la autoestima necesarios para querernos a nosotros mismos.
• Y por último, desarrollar el sentimiento de autorrealización mediante el desarrollo de actividades que nos hagan sentir que nuestra vida tiene sentido.
Las sociedades modernas, en general, han ido evolucionando de una forma que han permitido a la mayor parte de las personas tener las necesidades más básicas atendidas y centrarse en la autorrealización, que está directamente relacionada con el propósito. Hagamos una rápida e incompleta (pero suficiente) revisión de la historia de la humanidad para verlo con más claridad.
En la Prehistoria, el reto principal de los seres humanos era permanecer vivos, ya que por entonces no existía el conocimiento medicinal ni los avances tecnológicos que existen ahora para sanar enfermedades. Podemos decir que aquellos humanos vivieron la era de la supervivencia. En aquel momento, el más fuerte era capaz de conseguir los alimentos necesarios para sobrevivir y una pareja para reproducirse; en la mayoría de los casos, el único sentimiento de autorrealización posible era tener descendencia.
En la Europa medieval, la posición social determinaba totalmente el destino de cada individuo. Si teníamos la suerte de nacer en una familia real, nuestra vida, con todas las necesidades básicas cubiertas, sería cómoda (¡siempre que un hermano celoso no quisiera envenenarte para subir al trono!). Si nacíamos como un campesino, deberíamos servir al dueño feudal para poder obtener así el sustento necesario para vivir. Los matrimonios se realizaban por conveniencia y soñar con el amor verdadero era un lujo alcanzable para muy pocos. Aquella fue la era de las castas, en la que, dependiendo de la familia y el entorno en el que naciera una persona, su vida estaba prácticamente predeterminada.
En la época moderna, con las necesidades básicas atendidas de algún modo, en la mayor parte de las culturas las personas tienen la suerte de gozar de la libertad y de la fortuna de buscar y desarrollar la faceta social y amorosa del modo en el que cada individuo desee. Además, la faceta profesional y económica de cada persona no viene predeterminada por una posición social de nacimiento, sino que está directamente relacionada con las decisiones y los planes que cada persona lleve a cabo. Si en la Prehistoria el nivel de fortaleza física determinaba el destino de cada individuo, en la época moderna el nivel de inteligencia (racional y emocional) ha sido el factor decisivo para alcanzar el éxito y la felicidad. Pasamos a la era de la meritocracia, en la que cada individuo tiene más o menos posibilidades según el resultado de sus propias acciones.
Si miramos atrás, podemos observar que no solo poco a poco se han ido atendiendo las distintas necesidades, según la Pirámide de Maslow, sino que las cualidades que han determinado el éxito de los individuos o de las organizaciones han ido evolucionando en esta dirección del mismo modo. En la Prehistoria lo más importante era la fuerza física. En el periodo medieval, la posición social de partida era determinante en los recursos a los que podía acceder cada individuo y, en definitiva, a su destino en la vida. Y en la época moderna, sobre todo en ciertas sociedades (todavía no en todas), los individuos cuentan con un apoyo de base que les permite acceder a una educación y recursos básicos que serán capaces de explotar de un modo más o menos eficiente, dependiendo de su inteligencia, de las decisiones y acciones que realicen en su vida.
Tecnologías exponenciales
Sin embargo, todo esto está volviendo a cambiar debido al vertiginoso avance tecnológico. Estamos en uno de los momentos más extraordinarios de la historia de la humanidad, con la aparición de nuevas tecnologías como Inteligencia Artificial, Impresión 3D, Drones, Nanotecnología e, incluso, Genética. Con frecuencia, a todas estas tecnologías se las denomina «tecnologías exponenciales» debido a que su rendimiento se duplica cada año o dos años, lo que nos da un crecimiento exponencial (1, 2, 4, 8, 16, 32, 64, 128, etc.).
Pongamos un ejemplo, para que se entienda la relevancia de esto. Una persona media avanza un metro por cada paso que da, por lo tanto, si damos 30 pasos de avance lineal (cada uno de un metro) avanzaremos 30 metros. Fácil. Sin embargo, imaginemos por un momento que cada paso que diéramos fuera exponencial (tal y como la tecnología avanza), por lo tanto, el primer paso sería de 1 metro, el segundo paso de 2 metros, el tercer paso de 4 metros, el cuarto paso de 8 metros, el quinto paso de 16 metros; y así sucesivamente. El resultado final de dar 30 pasos de manera exponencial sería de más de mil millones de metros (en concreto 1.073.741.824 metros), lo que significa más de 84 vueltas a nuestro planeta Tierra.
Volviendo al concepto de tecnología exponencial, este tipo de crecimiento tiene un efecto muy relevante en el avance tecnológico. Por ejemplo, la potencia de los computadores ha crecido de manera exponencial desde sus inicios (esto se debe a la llamada Ley de Moore) y gracias a esto, hoy en día tenemos dispositivos basados en la computación, como nuestros propios dispositivos móviles, con una potencia de cálculo millones de veces mayor que el computador que llevó al Apolo XIII a la luna hace más de 50 años.
Otro ejemplo muy relevante en el desarrollo exponencial de la tecnología es la energía solar. Durante los últimos años, la eficiencia con la que las placas solares recogen la energía del sol también ha evolucionado exponencialmente. Es por ello por lo que se espera que en pocos años la energía sea totalmente gratuita y de acceso libre para todas las personas.
Además de estos ejemplos, cualquier otra tecnología que podamos imaginar está afectada por este efecto de desarrollo exponencial: Inteligencia Artificial (pronto tendremos sistemas tan o más inteligentes que cualquier ser humano), Impresión en 3D (pronto podremos imprimir en casa objetos de uso cotidiano), Genética (el coste de lectura del primer genoma humano completo superó los 10 mil millones de dólares, hoy se puede realizar en pocos minutos por menos de mil dólares).
¿Cómo nos afectarán todas estas tecnologías en el futuro, o mejor dicho, desde ya?
Algunos ejemplos de tecnol...