Elisa y Marcela
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Elisa y Marcela

Amigas y amantes

Narciso de Gabriel

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Elisa y Marcela

Amigas y amantes

Narciso de Gabriel

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Elisa Sánchez Loriga, convertida en Mario, y Marcela Gracia Ibeas se casaron en la iglesia de San Jorge de la ciudad de A Coruña el 8 de junio de 1901. Una vez descubierto el "matrimonio sin hombre", las autoridades iniciaron una persecución que las obligó a buscar refugio en Portugal primero y posteriormente en Argentina.En este libro se reconstruye su historia, se analiza el proceso al que fueron sometidas, se considera la repercusión pública del singular matrimonio y se ofrecen algunas claves para iluminar sus vidas, unidas por la amistad y el amor. En el epílogo se relatan las noticias que sobre ellas nos han llegado desde 2008.

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Information

Year
2019
ISBN
9788471129239
LA HISTORIA
Elisa/Mario y Marcela en el Aljube de Oporto
Elisa/Mario y Marcela en el Aljube de Oporto
Si me prestan atención
les explicaré una historia
que ha pasado en la Coruña
y ha de quedar en memoria.
(Romance “Boda sin hombre”).
María Elisa Carmen Sánchez Loriga nació en A Coruña a las siete de la mañana del 8 de septiembre de 1862. Era hija legítima del matrimonio formado por Manuel Sánchez y María Loriga, naturales de Santiago de Compostela y vecinos de A Coruña. El bautizo tuvo lugar al día siguiente en la iglesia parroquial de San Jorge, actuando como padrino Antonio Boquete y como madrina María Pin. A esta iglesia volvería Elisa, ya por su propio pie, en otras dos ocasiones igualmente solemnes, como tendremos ocasión de comprobar.
Marcela Gracia Ibeas, por su parte, fue bautizada en la iglesia de Santa Águeda, en la ciudad de Burgos, el 27 de junio de 1867. Era hija de Manuel Gracia y Marcela Ibeas y había ingresado en el hospicio el día anterior. Tuvo como madrina a Marta Santa María, natural de la ciudad y residente en el hospicio, y fue encomendada a San José y a Santa Águeda. No sería reconocida legalmente sino diez años más tarde, el 2 de mayo de 1877, cuando sus padres se casaron en A Coruña.
La historia de ambas, hasta donde nos ha sido posible reconstruirla, discurrió en tres escenarios: entre A Coruña y Dumbría, en la ciudad portuguesa de Oporto y en Buenos Aires.
ENTRE A CORUÑA Y DUMBRÍA
Desconocemos la trayectoria de Elisa y Marcela durante su infancia y su primera juventud. Posiblemente estudiaron en alguna de las escuelas públicas de la ciudad herculina. Parece, no obstante, que Marcela residió durante algún tiempo en Lugo y posteriormente en Monforte de Lemos, pues su padre estuvo destinado como militar en estas dos localidades antes de retornar a A Coruña1.
Andando el tiempo, al ver que Marcela lucía una imagen de la Virgen del Pilar, un periodista del diario portugués O Norte le preguntará si había sido educada en un colegio religioso, a lo que esta responderá que sí, “como casi todas las mujeres en España, que en su adolescencia son arrancadas del cariño de sus madres para la catequesis de los frailes”. En su caso esta falta de cariño era anterior, pues había vivido privada de él durante los diez años que, suponemos, debió de pasar en el hospicio antes de ser legitimada. En este tipo de instituciones, con una elevadísima tasa de mortalidad, niños y niñas libraban una dura lucha simplemente para sobrevivir 2. Lo que no sabemos es si después de su paso por el hospicio, que sin duda dejaría una huella duradera en su personalidad, tuvo alguna otra experiencia educativa en un colegio religioso.
En todo caso, después de cursar la enseñanza primaria, Elisa y Marcela decidieron matricularse en la Escuela Normal de A Coruña —tal era entonces el nombre que recibían los centros encargados de la formación de maestros y maestras—. Los estudios de magisterio tenían tres modalidades, denominadas elemental, superior y normal, cuya duración era de dos, tres y cuatro cursos, respectivamente, aunque la última de ellas, creada para las mujeres en 1882, solo se impartía en la Escuela Normal Central de Maestras de Madrid. En Galicia había en esa época tres escuelas normales femeninas, de las que una, con mucho la más concurrida —en el curso 1884-1885 había matriculadas 205 alumnas—, estaba situada en la plaza de María Pita de A Coruña. Había sido inaugurada como escuela normal de maestros en 1845, clausurada cuatro años más tarde —al igual que las de otras provincias— y abierta de nuevo en 1865, ya como escuela femenina.
Matricularse en una escuela de magisterio era la principal y casi única opción que se ofrecía a las mujeres para cursar estudios, dado que estuvieron prácticamente excluidas de la enseñanza secundaria y superior hasta bien entrado el siglo XX. En el conjunto de España, las mujeres representaban el 0,13% de la matrícula de los institutos en el curso 1900-1901 y el 8,40% en el 1919-1920, cifras que en la universidad se reducían al 0,05% y 1,60%, respectivamente. Hasta 1910 necesitaban una autorización específica de la administración escolar para incorporarse a este tipo de estudios 3. Es por ello que algunas se inscribían en las escuelas normales con el único afán de mejorar su formación cultural, aunque muchas otras lo hacían con el propósito de acceder al ejercicio de la profesión.
En su incorporación al magisterio, las mujeres se beneficiaron de los argumentos que les suministraba la propia sociedad patriarcal. Esta entendía que su principal función consistía en criar y educar a los hijos, e incluso consideraba la maternidad como un oficio a tiempo completo, por lo menos para determinados segmentos sociales, ya que las proletarias se veían obligadas a amamantar a sus niños en las fábricas. De modo que la profesión de maestra se percibía como una extensión de la natural función educadora que se les atribuía. Gregorio Marañón expresó tan bien esta convicción que no quiero privar a las lectoras y los lectores de sus palabras:
La enseñanza primera de los propios hijos hemos dicho ya que debe ser considerada como un deber para cada madre: tan estricto deber como el dirigir su sustento en los primeros años infantiles. Antes citábamos la opinión de Pestalozzi, un pedagogo clásico. Gómez Ocaña recoge esta misma idea, que en realidad es universal en la pedagogía, de labios del venerable Padre Manjón. [...] La perfección se lograría, pues, si toda madre, del mismo modo que debiera criar a sus hijos, los pudiese iniciar personalmente en la educación. Pero hay muchas madres que no tienen aptitud o tiempo para ello, y hay también muchos niños que no tienen madre. Y para unos y otros serán tanto más provechosas las horas de la escuela, cuanto más se parezca a la madre quien les enseñe, aun con detrimento de la sabiduría académica. Goethe decía —¡y con qué profunda verdad!— que “solo aprendemos de aquel a quien amamos”; y esta frase nos enseña todo el valor pedagógico de la madre y, en su defecto, de la maestra, más que sabia, maternal 4.
La oferta escolar de A Coruña, cuyo municipio sumaba 37.251 habitantes en 1887, la conformaban la Normal, el Instituto —donde también se impartían estudios de comercio—, la Escuela de Bellas Artes, diversas academias y colegios particulares, varias escuelas primarias públicas y privadas y un gran número de escuelas de párvulos, necesarias para atender a la prole de las trabajadoras de la fábrica de tabacos. Si atendemos a la distribución de las tasas de alfabetización en 1900, el reducido espacio urbano coruñés estaba sometido a una profunda segmentación social: mientras en las calles Real, Olmos y A Mariña sabía leer y escribir el 67% de la población, en O Peruleiro, San Roque de Fóra y Nelle esta cifra descendía hasta el 20%.
Amistades peligrosas
Elisa se formó como maestra elemental durante los cursos 1877-1878 y 1878-1879. En el primero superó las materias de Doctrina Cristiana e Historia Sagrada, Teoría y Práctica de la Lectura, Teoría y Práctica de la Escritura, Gramática Castellana y Aritmética, y en el segundo, Labores, Métodos de Enseñanza y Geografía e Historia. En todas ellas obtuvo un aprobado, excepto en Teoría y Práctica de la Escritura y Métodos de Enseñanza, en las que fue calificada como buena. Tuvo que realizar además, como era preceptivo, las prácticas escolares. Se trataba, como puede apreciarse, de un plan de estudios sumamente restringido, tanto en materia cultural como pedagógica.
En septiembre de 1879, el mismo año en que concluyó la carrera, solicitó tomar parte en los exámenes de reválida para la obtención del título, que constaban de un ejercicio escrito, otro oral y una práctica de labores; en todos ellos obtuvo la calificación de aprobada. Hasta octubre de 1888 no abonará los derechos del título, que le será expedido el 16 de enero de 1889.
Marcela, en cambio, optó por hacerse maestra superior, lo que suponía cursar tres años de estudios, que realizó entre 1884 y 1887. En el primero se inscribió en Doctrina Cristiana (notable), Práctica de la Lectura (notable), Práctica de la Escritura (buena), Elementos de Gramática Castellana (notable), Elementos de Aritmética (buena), Labores de Punto y Costura (sobresaliente), Geografía (buena) y Dibujo Aplicado a las Labores y Nociones de Geometría (notable); en el segundo cursó Historia Sagrada (notable), Teoría y Práctica de la Lectura (notable), Teoría y Práctica de la Escritura (buena), continuación de Gramática (notable), continuación de Aritmética (buena), Principios de Educación (aprobada), Historia de España (notable) y continuación de Labores (sobresaliente), y en el tercero se matriculó en ampliación de Doctrina Cristiana e Historia Sagrada (buena), Lectura Expresiva (notable), Ejercicios Caligráficos y Redacción de Documentos (buena), ampliación de Gramática (notable), ampliación de Aritmética (buena), Higiene y Economía Doméstica (notable), ampliación de Pedagogía (buena) y Labores de Primor y Adorno (sobresaliente). En cada uno de los tres cursos hizo prácticas en la escuela primaria aneja a la Normal.
Este plan de estudios era sustancialmente más amplio que el cursado por Elisa, como consecuencia de la importante reforma de las escuelas normales provinciales realizada en 1881. El aprovechamiento de Marcela también parece haber sido superior, según se desprende de las calificacion...

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