Corrientes pedagógicas contemporáneas
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Corrientes pedagógicas contemporáneas

Juan Carlos Pablo Ballesteros, María Graciela Mancini, María Graciela Mancini

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Corrientes pedagógicas contemporáneas

Juan Carlos Pablo Ballesteros, María Graciela Mancini, María Graciela Mancini

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El autor utiliza intencionalmente el término Corrientes pedagógicas en lugar de teorías, para evitar al lector precisiones epistemológicas que seguramente preferirá pasar por alto. Al fin y al cabo, de lo que se trata es de mostrar, apoyado en las fuentes directas de los autores analizados, las ideas que han tenido más influencia en el saber sobre la educación en la época contemporánea. Esta influencia no se enmarca necesariamente en una ubicación temporal.Así el pragmatismo de John Dewey, después de algunos años de olvido, ha vuelto a actualizarse en numerosas reediciones de sus obras y trabajos sobre su pensamiento educativo, entre ellos no pocas tesis doctorales. Algo similar ocurre con los escritos sobre educación de Antonio Gramsci. A los que gustan repetir sin demasiada crítica lo que suponen es el dogma marxista sobre la educación deberían leer al comunista sardo para ver cómo el marxismo ha tenido pensadores profundos que no se han apartado de las grandes líneas del pensamiento educativo clásico, sin caer en apologías políticas del momento.La ciencia de la educación, es decir, la pedagogía, durante el siglo XX recibió aportes y críticas desde todo el ámbito de las humanidades y las ciencias sociales. Filosofía del lenguaje, psicoanálisis, conductismo, pragmatismo, culturalismo, marxismo, realismo filosófico actualizado, son corrientes que han tenido grandes pensadores interesados en la educación. El autor no oculta sus preferencias, pero como es un entusiasta adherente del espíritu que dio origen a la Universidad, considera que estas concepciones deben ser confrontadas, apoyándose siempre en las fuentes directas, para considerar sin prejuicios (en la medida en que esto es posible) la verdad que cada una contiene.

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Capítulo III
Ideología y educación
Educación y revolución en el pensamiento de Antonio Gramsci
La pedagogía contemporánea se distingue por el gran número de reduccionismos que en las últimas décadas le han dado una buena parte de su contenido. Uno de los más extendidos es el de reducir la educación a su función social o a su identificación con la política. En este caso se incluyen las pedagogías de origen marxista, algunas de las cuales han cobrado enorme difusión en los más diversos contextos educacionales. El fundamento de la pedagogía marxista está dado por la concepción materialista del mundo y de la historia, tal como la explicitaron Carlos Marx y Federico Engels en sus orígenes, y como posteriormente la interpretó Vladimir Illich Ulianov (Lenin).
Según una conocida expresión de Lenin (Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo) esta concepción se estructuró sobre la consideración crítica de la economía clásica, el socialismo utópico y la ideología alemana. En su explicitación pedagógica influyó decididamente este último aspecto, sobre todo a través de la interpretación hegeliana de la dialéctica, que Marx criticó con especial énfasis. La pedagogía socialista, tal como la entiende Marx, reposa sobre el supuesto de que el hombre puede ser educado por el reflejo de la realidad de una manera ilimitada. Así, el «hombre nuevo» es el resultado de la confluencia del progreso de la materia y el desarrollo del hombre. La sociedad nueva se instaurará ineludiblemente, afirma Marx, como una consecuencia necesaria del cambio de base material o real, cambio que se opera fundamentalmente gracias a la lucha de clases. Marx realiza una buena síntesis de esto en el prólogo de su Contribución a la Critica de la Economía Política.
Lenin introduce una tesis voluntarista a este esquema cuando hace resaltar la acción externa de los intelectuales y reconoce en su obra ¿Qué hacer?, escrita a fines de 1901 y principios de 1902, que la doctrina del socialismo ha surgido de teorías filosóficas, históricas y económicas elaboradas por representantes instruidos de las clases poseedoras, esto es, por los intelectuales. Por su posición social, afirma, también los fundadores del socialismo contemporáneo, Marx y Engels, pertenecían a la intelectualidad burguesa. Lenin advierte que la educación puede ser un arma política de gran eficacia, pero esto implica apartarse ya, en un aspecto importante, del determinismo economicista de Marx. Así en su discurso pronunciado en la conferencia de toda Rusia de las comisiones de educación política de los departamentos de instrucción pública provinciales y distritales, el 5 de noviembre de 1920, sostiene que la tarea fundamental para los trabajadores de la educación y para el partido comunista debe ser ayudar a la enseñanza y educación de las masas trabajadoras para que superen las costumbres y hábitos que han heredado del antiguo régimen. El genio de Lenin lo lleva a reconocer en el mismo discurso que la tarea ideológica es más profunda y poderosa que la militar y la política para vencer la resistencia de los capitalistas.
Producida la revolución de Octubre en Rusia, el comunismo encontró en Makarenko a su primer pedagogo. De la teoría de la revolución del marxismo leninismo se desprende la necesidad de conducir las masas desde arriba y de la educación de la conciencia por la propaganda. De estos principios políticos se dedujeron los de la pedagogía. Antón S. Makarenko (1888–1959) fue seguramente quien elaboró la nueva teoría educativa marxista, buscando la construcción del «hombre nuevo» que responda a los requerimientos de la colectividad a través del trabajo.
Para Makarenko el hombre es objetivo de la educación, no sujeto. Sus «hombres nuevos» no son sino funcionarios de la ideología, que renuncian a su autonomía para volverse dependientes de lo colectivo. Por eso cuando se suicida un alumno en la colonia Gorki, Makarenko piensa en primer lugar en la caída de la producción, tal como lo relata su Poema Pedagógico. El hombre sólo tiene significado en la medida en que está al servicio de la colectividad y sus necesidades vitales. La «fragua de hombre nuevo» será la comuna dividida en colectivos, y sólo allí podrá operarse la ascensión del hombre a las normas objetivas y subjetivas del colectivismo por el trabajo. Esta concepción de la educación y la disciplina de Makarenko será luego calificada por algunos de «estalinista».
Quien sistematizó la pedagogía del llamado «Realismo Social Soviético» fue A. G. Kovaliov. Para éste los principios de la educación comunista se deducen de los vínculos de la educación con la vida, con la práctica de la educación comunista y por el trabajo. Postula como objetivo de la pedagogía soviética la correspondencia de los objetivos de la educación comunista con las necesidades internas del desarrollo de la personalidad humana. El trabajo, afirma, no es únicamente la fuente de los valores materiales y espirituales, sino también como lo expresa Marx, la primera condición de la vida humana.
Estos pedagogos rusos, sin embargo, no llevaron el pensamiento de Lenin hasta sus últimas consecuencias, influenciados seguramente por la rigidez con que los censores soviéticos han considerado los aspectos ideológicos. Las ideas de Lenin sobre el papel de la educación de la conciencia revolucionaria de las masas proletarias fueron desarrolladas de una manera muy original por Antonio Gramsci, quien comprendió el valor del espíritu humano de la lucha revolucionaria. En sus Cuadernos de la Cárcel escribe Gramsci que la humanidad no ha tomado conciencia de su valor por la presión brutal de la necesidad fisiológica, sino gracias a la reflexión inteligente, primero de algunos hombres y después de toda una clase. Esto significa, afirma, que toda revolución ha sido precedida por un intenso trabajo de crítica y de penetración cultural. Entiendo que en Gramsci aparece una concepción que, si bien se apoya en algunas afirmaciones del marxismo originario, es novedosa en su insistencia en que se debe transformar la superestructura ideológica de la sociedad y no esperar el cambio de la infraestructura económica, tal como sostenía Marx. La afirmación de Marx de que el hombre puede ser educado y formado por medio del reflejo de la realidad queda como un mero postulado ideológico.
Antonio Gramsci nació en Cerdeña en enero de 1891, en el seno de una familia pequeño burguesa.67 Su padre, Cicilio Gramsci, era bachiller y había estudiado derecho durante dos años. Se desempeñó como empleado del Registro Civil y su situación económica podía considerarse, a pesar de su precariedad, como afortunada en la economía de subsistencia que caracterizaba entonces a muchas zonas de Italia. Como resultado de la derrota de su partido en las elecciones de 1897 fue perseguido políticamente, y algunas irregularidades administrativas en su trabajo parecen haber dado la oportunidad a sus enemigos para llevarlo a la cárcel por varios años, acusado de desfalco y falsedad de documentos públicos. Antonio Gramsci tenía entonces sólo siete años y las privaciones económicas que tuvo que afrontar con su madre y sus seis hermanos lo marcaron para siempre. Su físico era débil y algo deforme (era jorobado), pero su inteligencia era poderosa y pronto evidenció sus condiciones intelectuales.
Desde 1908 estudió en el colegio Dettori de Cagliari, siempre en medio de grandes privaciones. Como tantos jóvenes sin recursos aspiró a una beca en la Universidad de Turín. Consiguió en los exámenes de ingreso una ubicación bastante buena y fue admitido con otro becario, también sardo, que se distinguiría con él en la política italiana y que sería años más tarde beneficiado con su encarcelamiento: Palmiro Togliatti. Inició Gramsci sus estudios universitarios en la Facultad de Filosofía y Letras de Turín en 1911, donde estudió lingüística y filología. Frecuentó las clases de lingüística de Matteo Bartoli y las de filosofía de Aníbal Pastore. Posiblemente ya en esta época comienza a ser influenciado por las ideas de Antonio Labriola, el primer propagandista italiano de las ideas marxistas, quien propiciaba una adecuación del internacionalismo de Marx a la realidad histórica de Italia (justificó teóricamente la expansión colonial en general y las aspiraciones expansionistas de Italia afirmando que los socialistas no debían ir en contra de los intereses nacionales de su país).68
Lo exiguo del monto de la beca obtenida lo sometió nuevamente a una vida realmente miserable, de debilidad física y crisis nerviosas que logró superar gracias a su gran voluntad. Estas privaciones, su defecto físico, su afectividad malograda (se casó en Rusia y tuvo dos hijos a los que prácticamente no conoció) son aspectos de la vida del comunista sardo que deben ser tenidos en cuenta, pues, como escribe Calderón Bouchet, «Es difícil hacerse una idea completa de Gramsci sin recordar un momento toda su desventura».69
Al mismo tiempo que transcurre su vida universitaria se va formando su mentalidad revolucionaria. Desde fines del siglo pasado Italia había comenzado a industrializarse. Milán se había convertido en un gran centro industrial y financiero y Turín, donde en 1899 comenzó a funcionar la fábrica de automóviles Fiat, se había constituido en el centro del proletariado italiano. En 1914 Gramsci se adhirió al Partido Socialista, pero la guerra dividió al socialismo en dos fracciones antagónicas: el fascismo y el partido Comunista Italiano, que quedó formalmente creado, como escisión del Partido Socialista Italiano, en 1921.
La labor periodística de Gramsci (había escrito su primer trabajo político en 1914),70 a la que algunos consideran un serio intento de reforma intelectual y moral, y sobre todo su consideración de los «consejos de fábrica» desarrollados en Turín llegaron a oídos de Zinoviev, quien informó a Lenin. En junio de 1922 llegó a Moscú, donde conoció a Lenin, Trotski, Stalin, Bujarin (cuyo pensamiento criticará más adelante extensamente), Kamenev y otros. Bajo la dirección de Zinoviev comenzó a trabajar en la Internacional Comunista, para lo cual se trasladó a Viena en 1923. En mayo de 1924 debe volver a Italia, dirigiéndose a Roma para ocupar su banca de diputado para la que había sido elegido en abril ...

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