Barthes
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Barthes

Jonathan Culler, Pablo Rosenblueth, Francisco Cerón, Pablo Rosenblueth, Francisco Cerón

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Jonathan Culler, Pablo Rosenblueth, Francisco Cerón, Pablo Rosenblueth, Francisco Cerón

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Biografía del gran hombre de letras que fue Roland Barthes, además de presentar sus facetas múltiples de historiador de la literatura, mitologista, crítico, polemista, semiólogo, estructuralista, hedonista, intelectual comprometido y maestro ejemplar.

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Information

XI. BARTHES DESPUÉS DE BARTHES

¿QUÉ HA pasado con Barthes desde su muerte? Ha habido al menos tres eventos relevantes. En 1987 François Wahl, quien había asumido el papel de albacea literario de Barthes, publicó bajo el nombre de este último un pequeño libro titulado Incidents. El volumen consiste en dos textos muy cortos y dos un poco más largos que, asegura Wahl, dan cuenta del esfuerzo realizado por la escritura para comprender lo inmediato (“se saisir de l’immediat”) (pp. 7 / 21). La decisión de Wahl de publicar este libro ocasionó una gran controversia, pues los dos textos más largos, “Incidents” y “Soirées de Paris”, dan cuenta de aquello que Barthes prefirió no expresar, ni siquiera en sus textos más autobiográficos: su homosexualidad. “Incidents” ofrece imágenes —la mayoría solamente en un par de oraciones— de encuentros ocurridos en Marruecos entre 1968 y 1969, en los que jóvenes árabes ocupan un lugar destacado. Ligeramente influenciado por el diario de André Gide, que narraba encuentros homosexuales en el norte de África, el texto de Barthes evita la narración y, más que describir, presupone encuentros en lacónicas frases ingeniosas: “Abder […] quiere una toalla limpia que, por temor religioso a la mancha, hay que dejar allí, aparte, para purificarse después del amor” (Incidents, pp. 25 / 40). Barthes par Barthes describía el proyecto de un libro titulado “Incidents (minitextos, frases ingeniosas, haikus, anotaciones, juegos de palabras, todo lo que caiga, como una hoja)” (pp. 154 / 164), con el cual este texto, sin duda, guarda relación. Pero precisamente a raíz de que Incidents carece de eventos, juegos de palabras o notaciones con una semejanza formal al haiku, la atención es atraída hacia las situaciones sexuales que podrían encontrarse detrás de sus escuetas observaciones.
Mayor interés y consternación provocó el diario que Wahl tituló “Soirées de Paris”, pero que Barthes llama “Vaines soirées” [Noches inútiles]. Estas páginas que datan del verano anterior a la muerte de Barthes narran noches parisienses en las que casi no pasa nada: cena con sus amigos, sale a buscar una película, pasa el rato en cafés, indeciso persigue a hombres jóvenes o bien encuentra molestas sus insinuaciones, deseando que lo dejaran solo para poder leer en paz su periódico. Barthes ya había reflexionado previamente sobre la forma del diario en un ensayo titulado “Deliberation”: ¿debería llevar un diario con miras a publicarlo? Y repasa las desventajas: el diario no tiene una “misión”, no es indispensable, obliga al escritor a adoptar poses, y en su trivialidad, superfluidad y artificialidad abre incesantemente la pregunta cómica: “¿soy yo?”1 Sin embargo, al parecer tales desventajas atrajeron a Barthes hacia el diario. La notación de los no-eventos se vuelve una forma de escritura “casi imposible”, llamativa en cuanto a lo que rechaza: significado, continuidad, trama y arquitectura.
No obstante, en la práctica, “Soirées de Paris” cautiva a través del ocultamiento parcial (detrás de las iniciales) de los amigos que más tarde se molestaron al descubrir que Barthes calificaba las noches que había pasado con ellos como “vacías”. Seduce sobre todo porque admite su falta de rumbo. El patético espectáculo del famoso intelectual aburrido con sus noches parisinas y buscando tímidamente compañeros sexuales termina en una nota sombría:
Me invadió una como desesperación, tenía ganas de llorar. Me pareció evidente que iba a tener que renunciar a los chicos, porque no existe ningún deseo de ellos hacia mí, y porque yo soy demasiado escrupuloso, o demasiado torpe, para imponer el mío; creo que éste es un hecho indiscutible, avalado por todas mis tentativas de flirt, que mi vida es triste, que, bien mirado, me aburro, y que es necesario que expulse este interés, o esta esperanza, de mi vida […] No me van a quedar más que los chaperos. (Pero, ¿qué haré, entonces, durante mis correrías? No ceso de mirar a los chicos, deseando inmediatamente, en ellos, el estar enamorado de ellos. ¿Cuál va a ser para mí el espectáculo del mundo?) He tocado un poco el piano para O., a petición suya, a sabiendas de que acababa de renunciar a él para siempre; tiene bonitos ojos y una expresión dulce, suavizada por los cabellos largos: he aquí un ser delicado pero inaccesible y enigmático, tierno y distante a la vez. Luego le he dicho que se fuera, con la excusa del trabajo, y la convicción de que habíamos terminado, y de que, con él, algo más había terminado: el amor de un muchacho (pp. 115-116 / 129-130).
Así es como concluye el libro: no con “no más chicos”, sino sin posibilidad alguna de amar a o del amor de algún chico.
Si se pensaba que François Wahl había tomado una decisión equivocada al publicar estos textos, que afectaban la imagen de Barthes, en otros aspectos fue menos comunicativo: no consintió a Louis-Jean Calvet, autor de una biografía muy interesante, citar la extensa correspondencia de Barthes, y no permitió la publicación de las conferencias de Barthes en el Collège de France, a pesar de que habían sido completamente transcritas y ampliamente concurridas. Cuando en 1991 Laurent Dispot publicó en el diario La Règle du jeu extractos de sus cursos, el diario fue demandado por los herederos, resueltos a proteger los derechos del autor que había declarado la muerte del autor, en un acto que provocó una efusión de apoyo hacia el diario acusado por parte de los intelectuales parisinos, incluidos Philippe Sollers y Julia Kristeva.2
Para quienes no pudieron asistir a aquellas conferencias resulta especialmente frustrante pensar que aquellos textos sobre temas que Barthes no abordó en sus publicaciones estén siendo retenidos. Una serie de conferencias, “Cómo vivir juntos: simulaciones novelísticas de algunos espacios de la vida diaria” (1977), profundiza en las representaciones novelísticas de espacios de la vida cotidiana y de las convenciones para la organización de la vida, desde el refugio de Robinson Crusoe hasta el hotel de La montaña mágica y el edificio de departamentos de Zola. Otra serie trataba “lo Neutro” (1978) —lo neutro o neutral, la neutralización, trascendencia o evasión de oposiciones binarias— que había sido objeto de breves reflexiones en Barthes par Barthes. Tanto la tercera como la cuarta series se enfocaban en la “Preparación de la novela”: “De la vida a la obra” (1978-1979) y “La obra como voluntad” (1979-1980), y analizaban la creación literaria desde la perspectiva del escritor en vez de la del lector.3 El primer año de su curso se concentró en el haiku como una forma de notación de efecto menor; el segundo, en el deseo de escribir y en los rituales a los que puede inducir la escritura, incluidas las reflexiones sobre la habitación con paredes de corcho de Proust, la bata de Balzac y su consumo desmedido café —particularmente sazonadas viniendo de la pluma de quien previamente había declarado que la muerte del autor era el costo del nacimiento del lector—, como el medio a través del cual uno puede comprender el funcionamiento de la literatura. Se esperaría que con el tiempo Wahl publicara estos textos, en un intento por estimular el continuo interés en Barthes, tal como ha ocurrido con la publicación gradual, todavía parcial, de los seminarios de Lacan.4
¿En qué se ha convertido Barthes a veinte años de su muerte? La respuesta más sencilla es que se ha convertido en un escritor. El tercer evento editorial fue la publicación, por parte de la que fue su editorial por mucho tiempo —Editions du Seuil—, de las Oeuvres complètes en tres enormes volúmenes de más de mil páginas cada uno. El principal efecto de esta edición fue el de sumergir los libros individuales con los que Barthes forjó su reputación en un mar de otros escritos: ensayos, prefacios, respuestas a entrevistas, conferencias y resúmenes de conferencias y muchas piezas periodísticas breves. Los tres volúmenes presentan una producción continua y centran la atención en el pensador, el hombre de letras, pero sobre todo en el escritor que es su fuente en común. Estos volúmenes también insinúan que a Barthes le atraían los estímulos de las tareas específicas. Aunque le costaba trabajo decir que no, y aparentemente siempre se quejaba de las numerosas tareas a su cargo, las solicitudes y las asignaciones lo incitaban a decir cosas interesantes sobre determinados temas y lo guiaban a una producción fina, elegante y resistente a la opinión generalizada, la doxa.
Las Oeuvres completes refuerzan la imagen de Barthes como escritor al unir las piezas que habían estado dispersas en todo tipo de publicaciones, en Francia y en el extranjero: Le Monde, L’Almanacco Bompiani, Ça, Photo, Art Press, Playboy, Zoom, Nuova Reviste Musicale Italiana, Vogue-Homme, sin mencionar los numerosos catálogos de museos y exposiciones. Al escribir sobre artes visuales, música y literatura contemporánea, Barthes hace gala de intereses culturales muy amplios; no obstante, nunca escribió reseñas negativas; no funge como árbitro cultural. De hecho es el hombre menos polémico, aunque admite que él mismo genera controversia en los demás (verse obligado a entrar en polémica por el ataque de Picard a Sur Racine le había causado un enorme descontento). Dado que ni el proyecto más amplio —ni siquiera aquel de árbitro cultural— podía abarcarlos, esos textos se convirtieron en la obra de un escritor.
Si tuviera que nombrarse el proyecto, podría decirse que es antropología de la vida contemporánea. A Barthes le interesan todo tipo de prácticas y de creaciones culturales, como desde muy temprano habían manifestado en sus artículos para Mythologies, que datan de la décad...

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