Ritmo y rumbo de la salud en México
eBook - ePub

Ritmo y rumbo de la salud en México

Conversaciones con los secretarios de Salud 1982-2018

Germán Fajardo Dolci

Share book
  1. 189 pages
  2. Spanish
  3. ePUB (mobile friendly)
  4. Available on iOS & Android
eBook - ePub

Ritmo y rumbo de la salud en México

Conversaciones con los secretarios de Salud 1982-2018

Germán Fajardo Dolci

Book details
Book preview
Table of contents
Citations

About This Book

El presente volmen se conforma por una serie de entrevistas a nueve de los secretarios de Salud de México entre 1982 y 2017: Guillermo Soberón, Juan Ramón de la Fuente, José Antonio González Fernández, Julio Frenk, José Ángel Córdova, Salomón Chertorivski, Mercedes Juan y José Narro, además de una entrevista con Jaime Sepúlveda Amor a nombre de Jesús Kumate. A través de ellas, Germán Fajardo analiza el rumbo del sistema de salud mexicano a lo largo de más de tres décadas: el paso de un sistema de seguridad social a uno de protección social, de carácter más universal. La obra se complementa con una introducción histórica, escrita por Carlos Viesca, que va desde la fundación de la Secretaría de Salud en 1943 y hasta 1982.

Frequently asked questions

How do I cancel my subscription?
Simply head over to the account section in settings and click on “Cancel Subscription” - it’s as simple as that. After you cancel, your membership will stay active for the remainder of the time you’ve paid for. Learn more here.
Can/how do I download books?
At the moment all of our mobile-responsive ePub books are available to download via the app. Most of our PDFs are also available to download and we're working on making the final remaining ones downloadable now. Learn more here.
What is the difference between the pricing plans?
Both plans give you full access to the library and all of Perlego’s features. The only differences are the price and subscription period: With the annual plan you’ll save around 30% compared to 12 months on the monthly plan.
What is Perlego?
We are an online textbook subscription service, where you can get access to an entire online library for less than the price of a single book per month. With over 1 million books across 1000+ topics, we’ve got you covered! Learn more here.
Do you support text-to-speech?
Look out for the read-aloud symbol on your next book to see if you can listen to it. The read-aloud tool reads text aloud for you, highlighting the text as it is being read. You can pause it, speed it up and slow it down. Learn more here.
Is Ritmo y rumbo de la salud en México an online PDF/ePUB?
Yes, you can access Ritmo y rumbo de la salud en México by Germán Fajardo Dolci in PDF and/or ePUB format, as well as other popular books in Médecine & Politique de santé. We have over one million books available in our catalogue for you to explore.

Information

Year
2018
ISBN
9786071657220

ENTREVISTA CON EL DOCTOR
GUILLERMO SOBERÓN ACEVEDO

SECRETARIO DE SALUD
1º DE DICIEMBRE DE 1982 A 30 DE NOVIEMBRE DE 1988

Doctor Guillermo Soberón y doctor Germán Fajardo, Auditorio Alberto Guevara Rojas, Facultad de Medicina, UNAM, 11 de octubre de 2016.
GERMÁN FAJARDO: Es un gusto y un honor estar en este Auditorio Alberto Guevara Rojas, recibiendo a uno de los hombres más destacados de la medicina mexicana y uno de los más importantes para esta Universidad Nacional Autónoma de México. Su trayectoria, doctor Soberón, es impresionante, no sólo por lo que ha logrado en lo personal, dirigiendo tantas y tan notables instituciones, sino por lo que ha hecho por nuestro país.
A mí, particularmente, me gustaría que habláramos de los Pumas, pero desde luego que éste no es el momento para hablar del periodo en que usted estuvo al frente del equipo. En cambio, me gustaría volver en el tiempo, al año 1981 en que termina usted su gestión como rector de esta Universidad, su casa, después de ocho años de gran éxito. Como usted lo ha comentado en varias ocasiones y está plasmado en el libro que publicó recientemente, El médico, el rector (México: FCE, 2016), la idea era irse a la Universidad de Wisconsin, en la que se había doctorado en Bioquímica, para ponerse al día y retomar sus quehaceres de investigación. Un año o dos, dependiendo de cómo evolucionaran las cosas. En ese contexto, el entonces presidente de la República, José López Portillo, lo invitó a encabezar una instancia del gobierno federal que hasta entonces no existía, la Coordinación de los Servicios de Salud de la Presidencia de la República. ¿Qué pasó en ese momento? ¿Cuáles eran los objetivos de esa Coordinación?
GUILLERMO SOBERÓN: Ya estaba yo en Wisconsin cuando me llamó el entonces secretario de Programación y Presupuesto, Miguel de la Madrid, para decirme que el presidente López Portillo tenía interés de hablar conmigo. Le dije: “Mire, pues yo encantado voy, pero ahorita no me puedo mover porque estoy aquí dando un curso y no tengo quién me eche el hombro para que dé las clases que yo no pueda dar por mi ausencia. Hasta que no termine el curso yo no me puedo ausentar”. “¿Y cuándo termina?” “Pues dentro de un mes.” “No, hombre —me dijo—, es mucho tiempo. El presidente tiene mucho interés.” “Pues sí —le dije— él tiene mucho interés, pero yo tengo mucho compromiso, así que no puedo.” “Déjeme comentarle al presidente y le vuelvo a llamar.” Todo esto por teléfono, claro, y luego me volvió a hablar y me dijo: “Dice el presidente que está bien, que lo esperamos dentro de un mes”. “Bueno —le dije—, pues yo estoy a sus órdenes.” Le dije que yo podía llegar a México tal día y él me dijo: “Nada más le pido, por favor, que del aeropuerto se venga directo a mi oficina porque primero quiero platicarle un poco de la motivación que tiene el presidente para platicar con usted”.
Y así lo hicimos. De la Madrid me explicó que el problema que tenían era que existían dos programas de extensión de cobertura, ciertamente muy ambiciosos: uno que se llamó originalmente IMSS-Coplamar. El IMSS lo adoptó, cuestión que sorprendió a muchos porque realmente era una heterodoxia, ya que la institución fue diseñada para el cuidado de los derechohabientes que tienen una protección de su salud originada por una relación laboral y no tenía por qué ocuparse de la llamada población abierta. La otra parte de la fórmula, la instancia que lo aplicaría, Coplamar, era una comercializadora amplia que distribuía muchos productos al interior del país, para beneficio de las clases que menos tienen.
Casi simultáneamente se inició el otro programa, que se llamó “La precaria salud de las Grandes Urbes”, para ser aplicado en las bolsas de pobreza que existían en las ciudades grandes de México, empezando por la capital pero incluyendo también Monterrey y Guadalajara, además de León, que ya estaba calificando para estar entre los pesos completos desde el punto de vista demográfico. La administración de este programa se le dio a la Secretaría de Salubridad y Asistencia, como todavía se llamaba entonces.
El problema era que los dos programas tenían el mismo objetivo, la extensión de cobertura, y sin embargo no se veían uno al otro. Se antojaba que tendrían muchos puntos de contacto, pero la verdad es que no contaban con la agilidad para coordinarse y los dos tenían requerimientos de fondos cuantiosos para los que el secretario de Programación y Presupuesto no encontraba suficiente justificación. No le daban la información que les pedía y, en fin, existía incertidumbre desde este punto de vista.
Me platicaron, porque eso sucedió antes de que yo llegara a México, que el presidente había dicho: “Miren, esto nos está pasando porque no conocemos lo suficiente los servicios de salud de México y mientras no tengamos esa información nuestras decisiones van a ser inciertas. Tenemos que enterarnos de qué es lo que estamos manejando y qué es lo que hay de una y otra institución”. Ése era el panorama y cuando ya pude platicar con López Portillo, me agradeció que me interesara en el asunto y me invitó a que me ocupara del problema.
Y sí me interesaba, porque ya desde mis últimos años de rector, cuando me asaltaba la inquietud de qué iba a hacer después, lo que más me interesaba era que mi trabajo tuviera una proyección social. Lo que yo hacía hasta entonces era investigación básica en el área de la bioquímica o de la biología molecular, y cuando esto se me presentó me dije: “Bueno, después de todo soy médico”. Además, como rector había tenido ya la ocasión de impulsar algunos programas de salud, fundamentalmente con Pepe Laguna, cuando él era director de la Facultad de Medicina. Entonces comprendí que con la invitación del presidente iba a encontrar esa proyección social, porque no hay nada como la salud para que se llene uno de implicaciones sociales. Por eso me interesó. Desde luego, me pidieron que hiciera un planteamiento de cómo abordaría el problema.
GF: Era una época de bonanza para el país. Había dinero, el petróleo estaba a la alza, se esperaba un buen progreso.
GS: Es cierto. Las expectativas eran o que ya éramos ricos o que estábamos en camino de serlo.
Siendo rector, una vez el propio presidente López Portillo me pidió que lo fuera a ver porque quería platicar conmigo. Ahí me explicó que los hallazgos petroleros significaban una bonanza y que no nos debería pasar lo que a los venezolanos, que les llegó tanto dinero que no supieron cómo gastarlo y se terminó yendo a las manos de unos pocos. “Yo busco que haya aplicaciones sociales —me dijo— y cuando usted deje de ser rector yo quiero que me diga qué cosa quiere que yo le patrocine para su trabajo de investigación, pero que tenga proyección social.” Me dio un donativo pequeño que ejercí mientras estaba en Wisconsin, porque yo venía a México, tenía un pequeño grupo y nos entreteníamos buscando cuestiones sociales.
De modo que le dije a López Portillo: “Bueno, pues déjeme pensarlo. ¿Cuánto tiempo tengo?” “No —me dijo—, ya no tiene tiempo. Esto lo necesito pronto, porque tenemos que tomar decisiones y no quiero equivocarme. Tómese el tiempo que requiera, pero para hacer un programa. Y pronto. Dígame cuál es su primera aproximación porque ésa nos va a servir.” Le dije: “Mire, lo primero que necesito es tener información y eso implica ir a las fuentes, que son las instituciones involucradas en estos programas que a ustedes les preocupan. Eso no va a ser fácil. Tendré que obtener mucha de la información de manera directa, es decir que habrá que hacer estudios de campo, además de que quiero hacer estudios de los problemas específicos que seguramente se están dando como consecuencia de todo esto —quiero saber qué tanta descomposición ha habido, etcétera— y otros estudios que me van a hacer falta para saber hacia dónde podemos dirigirnos y con qué recursos vamos a contar”. “¿Y cuánto tiempo necesita para eso?”, me preguntó. Le dije: “Seis meses”. “No, hombre, no, el gobierno se mueve con otro ritmo”. “Sí —le dije—, y también se equivoca con otro ritmo. Hay que tener la información.” “Bueno, está bien, tómese su tiempo —me dijo al fin—, pero cuando tenga algo, me viene a ver y platicamos. Yo tengo aquí la puerta abierta para usted.”
Organicé un grupo de unas 20 personas en la parte profesional y otras 10 para las partes administrativas y de apoyo, y nos pusimos a trabajar. Cuando estuvimos listos —y esto, efectivamente, nos llevó casi los seis meses que yo había pedido— le formulamos al presidente una serie de acciones. Aprobó nuestra propuesta y eso nos echó a caminar.
Luego sucedió lo siguiente: Miguel de la Madrid fue designado precandidato presidencial por su partido, el PRI, el 25 de septiembre de 1981. Por meses se había estado especulando acerca de quién iba a ser el “tapado” y ya acercándose esa fecha la revista Impacto publicó un editorial que decía: “El bueno es De la Madrid”. La cosa es que venía una foto mía, pequeñita, y el editorial decía: “De la Madrid tiene todo para ser el candidato del PRI y hay muchos datos que lo indican. Pero lo que tiene mucho valor es que él fue quien se comunicó con Soberón para que lo trajeran a México a emprender un programa ambicioso, de mucho interés diagnóstico, y tiene que ser para que se aplique en el próximo gobierno porque éste ya va de salida”. Dos o tres días después Miguel de la Madrid fue destapado. La siguiente semana el editorial de Impacto llevaba el título: “Se los dijimos”, y ahí estaba otra vez mi retrato.
GF: Fue una de las pocas ocasiones, si no es que la única, en que quien iba a ser el próximo secretario tuvo un periodo largo, de un año y medio, para pensar, junto con un grupo de mexicanos talentosos, acerca de las tareas que iba a realizar. No sólo para hacer un diagnóstico, sino también para proponer tratamientos, y eso creo que fue clave para el éxito del sistema. De cualquier modo, cuando Miguel de la Madrid ya era presidente electo, a pesar de la importancia de lo que usted le había presentado, ¿tenía dudas de hacia dónde iría su decisión en términos del nombramiento de secretario de, todavía, Salubridad y Asistencia?
GS: Sí, sí tuve dudas, cómo no. Tenía una gran incertidumbre. En primer lugar, porque ya existían síntomas de que el dinero que íbamos a tener era un espejismo que se estaba esfumando. Hay que recordar que hacia el final de ese sexenio hubo varias devaluaciones.
Para mí fue ciertamente importante que el licenciado De la Madrid fuera el candidato y que yo hubiese tenido la suerte de poderlo ver con bastante frecuencia. Le gustaba platicar de cómo iban nuestros estudios y siempre mostró mucho interés, porque a fin de cuentas ya era quien iba a tomar decisiones. Primero le presentamos nuestra propuesta a López Portillo, el 8 de octubre de 1982, es decir, a pocas semanas del fin de sexenio. Le pregunté si quería que invitara a los titulares de las instituciones grandes de salud que estaban siendo afectadas con la propuesta. “No —me dijo—, ya no. Qué van a decir, si ya nos vamos todos. No tiene caso, lo único que van a hacer es estorbarnos. Mejor yo quiero que venga solamente Ramón Aguirre —que había sustituido a De la Madrid en la Secretaría de Programación y Presupuesto—, porque esto que presenten quiero ver cómo suena desde el punto de vista económico.” Y así se hizo, nada más estuvimos el presidente López Portillo, Ramón Aguirre y las personas que me acompañaban a mí. Terminando la presentación, me dijo: “Ya lo vimos y, por mí, estoy de acuerdo”. Cuando Ramón Aguirre quiso hacer un comentario, lo interrumpió y le dijo: “Mire, ya no meta ruido, yo ya estoy tranquilo, sé que esto es viable y me gusta el enfoque, creo que está a nuestro alcance y por ahí se puede empezar. Pero nada de que va a llevárselo a sus analistas porque ya no tengo tiempo de hacer el proyecto y de andarlo pensando. Ya nos estamos yendo, así que hable ahora o ya no”. Y Aguirre ya no dijo nada.
De la Madrid me pidió que después de la presentación lo visitara en su casa de campaña, ahí en Santa Catarina, en Coyoacán. Era una casa grande y tenía una especie de bungalow donde estaba su oficina. Era un sitio agradable. Y entonces me dijo: “Mire, desde este momento lo invito a que colabore conmigo, nada más que no le puedo decir en qué porque estoy moviendo mis fichas y no sé qué vaya a resultar. Pero además le digo que usted va a ser de los últimos que lo va a saber”. Le dije: “No, pues muchas gracias, señor presidente”. “No me dé las gracias —me dijo—, primero vea lo que le voy a ofrecer. Pero no ahorita, hasta que platiquemos ya en serio. Lo que necesito saber por lo pronto es que cuento con su colaboración”. El dicho que prevalecía entonces era aquello de que “el que se mueve no sale en la foto”, atribuido a don Fidel Velázquez, así que no lo platiqué con nadie. Solamente llegué con mi esposa y le dije: “Oye, me hicieron esta oferta”.
Nos citaron en la última semana de noviembre para darnos a conocer la composición del nuevo gabinete, pero en el ínterin sucedió una cosa: don Jesús Reyes Heroles, que había sido secretario de Gobernación con López Portillo y renunció a medio sexenio, era también muy amigo y maestro de Miguel de la Madrid, que lo jaló para que lo ayudara en su campaña. Los periódicos especulaban de que don Jesús se iba no a Gobernación, sino a Educación. Después que no, que por fin sí iba a ir a Gobernación, para terminar las cosas que había dejado pendientes en la primera oportunidad, y empezaron a especular de que si ése era el caso entonces quién iba a ir a Educación. Como yo...

Table of contents