El otro poder
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El otro poder

Consejos para utilizar mejor el mensaje escrito

Elena G. de White

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El otro poder

Consejos para utilizar mejor el mensaje escrito

Elena G. de White

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Como una fuente de inspiración y orientación para los redactores, escritores y editores, esta compilación reúne las instrucciones dadas por Elena de White sobre estos oficios específicos a lo largo de su ministerio, las cuales fueron extraídas tanto de fuentes ya publicadas como de sus manuscritos y cartas. Los consejos (en su momento, un reservorio de orientación) incluídos en esta obra no tienen el propósito de condenar ni de criticar, sino el de precavernos contra la repetición de los mismos errores. Que tales principios, los cuales nunca cambian, contribuyan a un ministerio veraz y más efectivo de la palabra escrita.

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Capítulo 1

El gran objetivo de nuestras publicaciones

Un mensaje decisivo.—El poder y la eficiencia de nuestra obra dependen mayormente del carácter de las publicaciones que salgan de nuestras prensas. Por lo tanto, debe ejercerse gran cuidado en la selección y preparación del material que ha de ir al mundo. Se necesita la mayor precaución y discriminación. Debe­mos dedicar nuestras energías a la publicación de impresos de la calidad más pura y del carácter más elevado. Nuestras publicacio­nes periódicas deben salir tan cargadas de la verdad que posean un interés vital y espiritual para la gente.
Dios ha puesto en nuestras manos un estandarte sobre el cual está escrito: “Aquí está la paciencia de los santos; aquí están los que guardan los mandamientos de Dios, y la fe de Jesús” (Apoc. 14:12). Este es un mensaje distinto y especial, un mensaje que debe ser dado en forma certera. Debe apartar a la gente de las cisternas resquebra­jadas que no contienen agua, y llevarla a la inagotable Fuente del agua de vida.
Nuestras publicaciones tienen que realizar una obra muy sagrada y presentar en forma clara, sencilla y llana la base espiritual de nues­tra fe. Por doquier la gente hace sus decisiones; todos están tomando posiciones, o bajo el estandarte de la verdad y la justicia, o bajo el estandarte de las potencias apóstatas que contienden por la supre­macía. En este tiempo se ha de dar al mundo el mensaje de Dios con tanto énfasis y poder que la gente se vea frente a frente con la verdad y decida con su mente y su corazón. Debe ser inducida a ver la su­perioridad de la verdad sobre los múltiples errores que procuran atraer su atención y suplantar, si fuese posible, la Palabra de Dios para este tiempo solemne.
El gran objetivo de nuestras publicaciones es ensalzar a Dios, llamar la atención de los hombres a las verdades vivas de su Palabra. Dios no nos invita a enarbolar nuestro propio estandarte ni el estan­darte de este mundo, sino el de la verdad.
Únicamente si hacemos esto podrá acompañarnos su mano pros­peradora. Consideremos el trato de Dios con sus hijos en lo pasado. Notemos cómo, mientras llevaban su estandarte, él los exaltó delante de sus enemigos. Pero cuando, dominados por la exaltación propia, dejaron de obedecer y ensalzaron un poder y un principio que eran opuestos a Dios, él los dejó acarrear sobre sí mismos desastre y derrota...
Los redactores de nuestras revistas, los maestros de nuestras es­cuelas, los presidentes de nuestras asociaciones, todos necesitan beber de los raudales puros del río del agua de la vida. Todos necesitan comprender más plenamente las palabras dirigidas por nuestro Señor a la mujer samaritana: “Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva... Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (Juan 4:10-14)...
Carácter de lo que se ha de publicar.—Dedíquense nuestras revistas a la publicación de material vivo y serio. Rebose cada artí­culo de pensamientos prácticos, elevadores y ennoblecedores, pen­samientos que darán al lector ayuda, luz y fuerza. Debe honrarse como nunca antes la religión y la santidad en la familia. Si hay un pueblo que necesita andar ante Dios como Enoc es el pueblo adven­tista del séptimo día de hoy, que debe demostrar su sinceridad por sus palabras puras, limpias y llenas de simpatía, ternura y amor.
Hay momentos cuando son necesarias las palabras de reprensión y reproche. A quienes han salido del camino recto debe despertárse­los para que vean el peligro. Debe dárseles un mensaje que los saque del letargo que encadena sus sentidos. Debe producirse una renova­ción moral, de lo contrario las personas perecerán en sus pecados. Déjese penetrar hasta el corazón el mensaje de la verdad, como una aguda espada de dos filos. Háganse llamamientos que despierten a los negligentes y hagan volver a Dios a los espíritus extraviados en la insensatez.
Debe atraerse poderosamente la atención de la gente. Nuestro mensaje es sabor de vida para vida o de muerte para muerte. Están en la balanza los destinos de los seres humanos. Hay multitudes en el valle de la decisión. Debe oírse una voz que clame: “Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él” (1 Rey. 18:21)...
Presenten el mensaje para esta hora.—Enseñen, escriban y publiquen más acerca de las cosas que se han de cumplir ahora y que conciernen al bienestar eterno de las personas. Den alimento a su tiempo a ancianos y jóvenes, a santos y pecadores. Preséntese sin dilación todo lo que pueda decirse para despertar a la iglesia de su somnolencia. No se pierda tiempo en las cosas que no son esenciales y que no tienen relación con las necesidades actuales de la gente...
Dedíquese más tiempo a la publicación y circulación de los libros que contienen la verdad presente. Llámese la atención tanto hacia los libros que se espacian en la fe práctica y la piedad como a los que tratan la palabra profética. Se ha de educar a la gente para que lea la segura palabra profética a la luz de los oráculos divinos. Esta necesita saber que se están cumpliendo las señales de los tiempos.
Sólo Dios puede dar éxito tanto en la preparación como en la circulación de nuestras publicaciones.—JT 3:151-158 (1902).
Una obra definida y de largo alcance.—El mensaje de adver­tencia para este tiempo no se presenta con fervor en el gran mundo de los negocios. Día tras día los centros comerciales se llenan con hombres y mujeres que necesitan la verdad para este tiempo, pero que no obtienen conocimiento salvador de sus principios preciosos porque no se hacen esfuerzos fervientes y perseverantes para alcanzar a esta clase de personas donde se encuentran.
Los libros y las revistas que salen de nuestras prensas tienen una obra definida y de largo alcance que hacer. Estas páginas no han de repetir y discutir los errores que se presentan constantemente para desviar las mentes de lo que constituye la verdad. Que los artículos acerca de las verdades de Dios instruyan con claridad respecto de las verdades salvadoras para este tiempo, advirtiendo de la proximidad de los juicios de Dios y del fin de todas las cosas.
A medida que la obra avanza, nuestras publicaciones en todos los idiomas deben aumentar su circulación. Nuestras prensas están tra­bajando ahora en muchos países, y presentan la verdad en francés, danés, alemán y otras lenguas extranjeras. Prevalezca un espíritu de armonía y unidad a medida que la obra avanza; no tenemos tiempo para las disputas y las luchas. En toda región la verdad debe avanzar como una lámpara que arde, para que toda mente dotada de razón tenga el privilegio de escuchar la verdad para este tiempo.—Ms 61, 1909.
Estímulo e instrucción en los comienzos.—En julio de 1853 vi que no era correcto que la revista, reconocida y aprobada por Dios, saliera con tan poca frecuencia.1 La causa, en el tiempo en que vivimos, exige un periódico semanal, así como la publicación de muchos más folletos para exponer los errores que se multiplican en este tiempo; pero la obra queda estorbada por falta de recursos. Vi que la verdad debe avanzar y que no debemos ser temerosos. Es preferible que los folletos y periódicos lleguen a tres personas que no los necesiten antes que privar de ellos a una persona que los aprecia­ría y podría beneficiarse con ellos. Vi que las señales de los últimos días deben destacarse claramente, pues las manifestaciones de Sata­nás van en aumento. Las publicaciones de Satanás y de sus agentes van creciendo; su poder también crece, y lo que hagamos para pre­sentar la verdad a otros debe ser hecho prestamente.
Se me mostró que una vez publicada la verdad, subsistirá, porque es la verdad para los últimos días; vivirá y en el futuro será menos lo que se necesitará decir al respecto. No es necesario poner innumera­bles palabras en el papel para justificar una verdad que habla por sí misma y resplandece en su claridad. La verdad es directa, clara, sencilla, y se destaca audazmente en su propia defensa. No sucede así con el error. Este es tan tortuoso que necesita una multitud de palabras para ser explicado. Vi que toda la luz que se había recibido en algunos lugares provenía de la revista, y que por ella ciertas per­sonas habían aceptado la verdad. Luego, éstas habían hablado de esa verdad a otros, y por causa de ese mensajero silencioso había muchos creyentes en varios lugares. El mensaje era su único predicador. Por falta de recursos, la causa de la verdad no debe ser estorbada en su marcha hacia adelante.—PE 95, 96 (1853).

1 Hasta entonces The Review and Herald [Revista y Heraldo, nuestra actual Revista Adventista, en inglés] se había publicado con bastante irre­gularidad y salía quincenalmente.

Capítulo 2

Los artículos para nuestras revistas

Prácticos, elevadores y útiles.—No deberíamos publicar en nuestras revistas un indiscriminado tipo de artículos. Histo­rias ordinarias y sin valor no tienen lugar en ellos. Hay artículos de romance y ficción que contienen semillas que no llevarán bue­nos frutos. Yo les diría a nuestros redactores: Sean cuidadosos en la selección del material que irá al mundo. Muestren agudo dis­cernimiento y la mayor precaución. Sean cuidadosos a fin de que The Review and Herald y The Signs of the Times se mantengan li­bres de material sin valor. En lo que ya ha sido impreso puede encontrarse material precioso para nuestros periódicos.
Espero que Dios santifique las facultades de percepción de nues­tros redactores. Leí un artículo en Signs hace pocas semanas [fines del siglo XIX] que podría haber estado muy bien en una revista de historietas, pero para un periódico como Signs era sólo paja, madera y hojarasca. Me dolía el corazón al leerlo. Si había algún germen de verdad en la semilla esparcida, no pude encontrarlo. No creo que el artículo podría en modo alguno ayudar a los lectores.
El gusto de algunos de los que escriben para nuestras revistas necesita ser educado y refinado. Los redactores de The Review and Herald y de The Signs of the Times deberían rehusarse a llenar las columnas de estas revistas con artículos elaborados por mentes que se revelan en sus producciones. Los artículos que de alguna manera sean groseros deberían ser rechazados como indignos, productos de quienes no conocen la comunión con Dios, pura, elevada y santifi­cada. No permitan que encuentre lugar en nuestras revistas ninguna presentación áspera y tosca. Los artículos que irán a millares de lectores deberían mostrar la pureza, elevación y santificación de al­ma, cuerpo y espíritu del autor. La pluma debería ser usada como un medio para sembrar para vida eterna. Esto es un “Así dice el Señor”.
Los artículos que se publican en nuestros periódicos deberían contener alimento puro, completamente limpio de paja. Vivimos en un tiempo muy solemne. Soliciten nuestros redactores artículos que ofrezcan experiencias vivas. Consideren los ministros que es parte de su tarea enviar artículos breves con su experiencia para nuestras publicaciones periódicas. Será alimento para los que trabajan en lugares aislados, en países extranjeros y en las islas del mar, y oír así de los amigos con quienes han estado asociados. Estas experiencias pueden ser para los lectores como un ágape, por cuanto los escritores han estado comiendo del pan que desciende del cielo.
No necesitamos romances, porque en la vida diaria nos encon­tramos con experiencias reales que, si se las presentara en forma de artículos breves y con palabras sencillas, ayudarían a muchos. Prue­ben hacer esto los ministros. Queremos la verdad, la verdad sólida de hombres, mujeres y jóvenes firmes y consagrados. Ustedes que aman a Dios, cuyas mentes están aprovisionadas con preciosos tro­zos de experiencia, y con las vivientes realidades de la vida eterna, enciendan la llama del amor y la luz en los corazones del pueblo de Dios. Ayúdenlos a sobrellevar los problemas de la vida.
Una pluma controlada por el Espíritu Santo.—La palabra y la pluma han de estar bajo el control del Espíritu Santo. Si no sucede así con los escritores de nuestras publicaciones, sería mejor que deja­ran la pluma a un lado y se ocuparan en otro tipo de trabajo. Dios nos llama al monte para hablar con él y, cuando por fe contemple­mos al Invisible, nuestras palabras no serán descuidadas ni comunes. El espacio de nuestras revistas es demasiado precioso para ser llenado con artículos que no sean los mejores. Llénenlos con temas cargados de intereses eternos. No pongan la zaranda muy alta para la mente de la gente común. Que los artículos sean escritos con una sencillez como la de Cristo, libres de paja y hojarasca, que se consumirán por inservibles. Dios requiere plumas consagradas. Los artículos publi­cados en nuestros periódicos deberían estar llenos de pensamientos prácticos, elevadores y ennoblecedores, que ayuden, enseñen y for­talezcan la mente de quien los lea. Dios ayude a nuestros redactores a escoger sabiamente...—Ms 80, 1899.
Artículos espirituales versus noticias actuales.—No es la tarea de ninguno de los mayordomos de Dios exaltar a ningún ser huma­no, vivo o muerto. Dios no nos ha pedido que proclamemos ese mensaje. Todos los que por la pluma o por la voz se presentan delan­te del público deben haberse desprovisto de toda inclinación a alabar a cualquier ser humano; porque al hacerlo están completamente fuera de sus límites. Al expresar esos sentimientos, que fluyen tan fácilmente de las plumas y los labios humanos, se pierde tiempo que es ahora tan precioso, y que debería ser usado para discursos apro­piados, después de mucha oración a Dios y conversación con Jesu­cristo. Cada palabra debe ser sazonada con gracia, y revelar así que ustedes han estado en comunión con Dios y están imbuidos de su Espíritu.
También se presentan en nuestras publicaciones selecciones que pueden encontrarse en otras revistas y libros, y que no necesitan repetirse. Cuesta dinero presentar estos temas que no tienen relación con los tiempos o los intereses espirituales de nuestra gente. Los largos informes de la guerra se pueden leer en cualquier diario. No es la tarea del dueño de casa, a quien Dios ha escogido, presentar delante de la gente temas que pueden encontrarse en las publicacio­nes del mundo, y cuanto menos aparezcan estas cosas en nuestras revistas religiosas, y más espacio se dé al material que es alimento espiritual —en forma de experiencias vividas, de estudios bíblicos, de apelaciones sencillas, directas y fervorosas—, tanto mejor será para el bien espiritual y el progreso de la obra.—Ms 95, 1898.
Exalten a Cristo.—En nuestras publicaciones no hemos de exal­tar la obra y el carácter de los hombres de influencia, manteniendo constantemente a los seres humanos delante de la gente. Pueden elevar a Cristo nuestro Salvador tanto como quieran. “Nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria [de carácter en ca­rácter] en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” [2 Cor. 3:18]. Los que aman y sirven a Dios han de ser la luz del mundo, que brillan en medio de la oscuridad moral.—FCE 480 (1899).
No exalten a los hombres.—El Señor no ha puesto sobre nadie la carga de elevar, alabar y exaltar a hombres y mujeres, aun cuando su obra haya sido la de dirigir la atención de la gente a las cosas de mayor importancia, aquellas que conciernen a la salvación del ser. ¿Dedicaremos nuestro tiempo y espacio a glorificar a quienes han levantado falsos temas de discusión? El Señor ha dado a cada hombre su obra, y a quienes ha puesto en lugares de responsabilidad, sea para escribir o para hablar, les dice: “Tu obra es predicar la Palabra”.
La tarea de presentar a la gente las cosas comunes que ocurren a nuestro alrededor o las noticias del día, no es la obra de la verdad presente. Nuestra misión es llenar cada página de material escrito con alimento espiritual. “¿Qué tiene que ver la paja con el trigo?” [Jer. 23:28]. Todas estas cosas comunes son muy baratas, y a menu­do son alimento rancio para quienes están hambrientos de maná celestial.—Ms 95, 1898.
No en la forma de un romance.—Estamos viviendo en un pe­ríodo importante de la historia de este mundo. Debe hacerse una gran obra en poco tiempo. Siento una abrumadora sensación por la condición de nuestro mundo...
Nuestro mundo está en tiempo de recoger las más nefastas con­secuencias. Vemos la necesidad de comprender la instrucción dada en la Escritura. La vida religiosa no ha de ser representada desde el púlpito o en nuestros periódicos como un romance. Me duele el alma ver la verdad más importante presentada a nuestra gente en la forma de un romance en las publicaciones que salen de nuestras prensas. Sean los artículos de nuestras revistas para esta hora, cuan­do los intereses de las personas es...

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