Ulises y las sirena
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Ulises y las sirena

Estudios sobre racionalidad e irracionalidad

Jon Elster, Juan José Utrilla, Juan José Utrilla

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Ulises y las sirena

Estudios sobre racionalidad e irracionalidad

Jon Elster, Juan José Utrilla, Juan José Utrilla

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Obra que intenta establecer un límite teórico entre la conducta racional y la conducta irracional, ya no tanto con base en el análisis de un modelo conceptual definido que contraponga ambas ideas, sino que, por el contrario, reconozca la relación estrecha que en los hechos de la vida cotidiana guardan ambos extremos.

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Information

Year
2015
ISBN
9786071625212

II. LA RACIONALIDAD IMPERFECTA: ULISES Y LAS SIRENAS

... Pero atadme con fuertes lazos, de pie y arrimado a la parte inferior del mástil para que me esté allí sin moverme... Y en el caso de que os ruegue o mande que me soltéis, atadme con más lazos todavía.
Odisea
1. INTRODUCCIÓN
Ulises no era por completo racional, pues un ser racional no habría tenido que apelar a este recurso; tampoco era, sencillamente, el pasivo e irracional vehículo de sus cambiantes caprichos y deseos, pues era capaz de alcanzar por medios indirectos el mismo fin que una persona racional habría podido alcanzar de manera directa. Su situación —ser débil, y saberlo— señala la necesidad de una teoría de la racionalidad imperfecta que casi ha sido olvidada por filósofos y científicos sociales. La obra seminal de R. H. Strotz1 y de George Ainslie2 ha echado los fundamentos empíricos y conceptuales en que habrá que edificar toda obra posterior. En este ensayo intento dar un primer paso hacia una síntesis. También me esfuerzo por ensanchar la propia base empírica y conceptual, añadiendo algunos ejemplos de campos no considerados en su obra. Strotz trata, principalmente, ejemplos tomados de la teoría de la conducta del consumidor, mientras que Ainslie se basa principalmente en descubrimientos de la psicología experimental. Su obra es resumida y analizada en las secciones 5 y 7, respectivamente, del presente capítulo; también la obra de Ainslie se analiza en las secciones 2 y 9. En la sección 6 el lector encontrará un estudio de las preferencias endógenamente cambiantes, problema íntimamente relacionado con las cuestiones de consistencia dinámica planteadas por Strotz. En las secciones 3 y 4, las críticas de la racionalidad ofrecidas por Pascal y Descartes son presentadas y contrastadas. En la sección 8 el análisis se extiende de la conducta individual a la conducta de grupo; las sociedades, así como los individuos, han encontrado útil atarse ellas mismas por medio de constituciones. El problema de atarse a sí mismo es pertinente a muchos problemas de la filosofía de la mente (¿quién ata a quién?). Y de psicología moral (¿quién tiene el derecho de atar a quién?). Estas preguntas corren por todo nuestro ensayo.
La tesis general que estamos defendiendo es que atarse a sí mismo es un modo privilegiado de resolver el problema de la flaqueza de voluntad; la principal técnica para lograr la racionalidad por medios indirectos. Sin embargo, hay otro camino que se puede tomar. Este otro enfoque consiste, aproximadamente, en una redisposición del espacio interno de la persona, sin ningún mecanismo causal establecido en el mundo exterior. Aquí exploramos tres variedades de este enfoque, y las contrastamos con el método escogido por Ulises: la idea de Ainslie de las apuestas privadas indirectas, la idea de Strotz y Pollak de planeación consistente, y la noción de Charles Taulor, de la responsabilidad para sí mismo. Creo yo que la estrategia de Ulises está íntimamente relacionada con el enfoque aristotélico de la psicología, mientras que las otras nociones tienen estrechos vínculos con la filosofía existencialista. No negaré que puede lograrse cierto grado de control de sí mismo simplemente ayudándose a sí mismo, pero, como argüiré más adelante, se logran resultados más duraderos actuando sobre el medio circundante.
2. HACIA UNA DEFINICIÓN
Comenzaré dando algunos ejemplos de personas que se ataron a sí mismas, o que se comprometieron previamente, como también diré, como variación estilística. Para dejar de fumar, es práctica común fijar alguna maquinaria causal que añada fuerza a nuestra resolución interna: hablar a nuestros amigos de nuestra intención, para provocar sus comentarios sarcásticos si reincidimos; irnos a pasear a la montaña, para no tener cigarrillos a nuestro alcance; atravesar la calle cuando vemos una tabaquería, para no encontrarnos a la vista de cigarrillos; tomar duchas frías para fortalecer nuestra fuerza de voluntad; someternos a hipnosis, para provocar una aversión al tabaco; hacernos creer a nosotros mismos que más cigarrillos significan la muerte cierta dentro de cinco años.
Dejar de fumar es problema relativamente sencillo, por varias razones. En primer lugar, el éxito temporal implica a menudo el éxito permanente, en el sentido de que la abstención durante un periodo prolongado reduce el afán de fumar. En segundo lugar, la adicción a la nicotina es un rasgo bastante aislado del individuo, con pocos efectos de “derrame” sobre otros rasgos del carácter. La obesidad —problema central en la bibliografía del autocontrol de la conducta—3 difiere en ambos aspectos. Ser gordo es un rasgo de carácter (no sólo un rasgo físico), que también participa en muchos otros rasgos; el deseo de cambiar es un deseo de convertirse en una persona diferente. También la tentación de reincidir se reduce mucho más lentamente que en el caso de la nicotina. En un estudio reciente,4 las técnicas para el autocontrol del peso fueron divididas en dos categorías principales: las técnicas de control de estímulo antecedente, autoaplicadas, y el control de refuerzo, autoiniciado. Dentro de cada una se distinguen otras tres subcategorías, una de las cuales se refiere a la manipulación del medio circundante. Según otro estudio5 este parece ser, en realidad, el método más eficiente.
Las personas con enfermedad mental periódicamente recurrente pueden atarse a sí mismas de antemano (pero rara vez lo hacen) dando instrucciones de que cuando ocurra el siguiente episodio, las instrucciones que para entonces se habrán dado (negarse a ser hospitalizado u órdenes extravagantes) no sean obedecidas. La Ley de protección de la salud física de Noruega6 tiene el rasgo exclusivo de que una persona puede buscar, voluntariamente, admisión irreversible en un hospital para enfermos mentales. Para ser precisos, el director de medicina podrá plantear la condición, para su admisión, de que al paciente no le sea permitido salir en tres semanas a partir de la fecha de admisión, aun si desea hacerlo.
La espontaneidad de los músicos de jazz es un fenómeno frecuentemente citado, y que en algunos casos cuenta con buenos testigos. Algunos toman precauciones contra su tendencia a gastar inmediatamente todo dinero que cae en sus manos; otros no lo hacen. En la primera categoría se encontraba Johnny Hodges, quien durante toda su carrera con la banda de Ellington insistió en que se le pagara día por día.7 En la última categoría estuvo Charlie Parker: “Hombre que vivía de un momento a otro. Hombre que vivía por el principio del placer, la música, el alimento, el sexo, la droga, las sensaciones, su personalidad detenida a un nivel infantil”.8 Esta diferencia entre los dos saxofonistas es fácilmente detectable en su modo de tocar.
Los lectores de Lucien Leuwen recordarán el momento en que Madame de Chasteller reconoce su amor a Lucien y, temiendo lo que pueda moverle a hacer, se ata a sí mismo, escogiendo un compañero que ciertamente no le permitirá la menor indiscreción: “Cet être si méchant me répondra de moi-même”.9 Podemos hacer aquí una pausa para observar las sutilezas que casi siempre surgen en estos casos. Madame de Chasteller también aduce otro motivo para elegir un compañero: el deseo de castigarse a sí misma por sus pasadas indiscreciones. “Et la sévérité de cette punition tranquillisa sa conscience: madame de Chasteller se pardonna presque l’entrevue si légèrement accordée à Leuwen.”10 El castigo de sí mismo puede ser en realidad una técnica de control de sí mismo,11 pero en este caso sería redundante, porque el castigo también tiene el efecto de hacer físicamente imposible la conducta en cuestión. Si Madame de Chasteller se hubiese castigado por otros medios, como darse azotes, podríamos atribuirle el prudencial motivo de despertar un proceso de aprendizaje operante, aunque difícil habría sido no sospechar que intervenía también algún componente neurótico. En cambio, con la “estrategia del compañero”, la prudencia ha conducido a la técnica más sencilla de reducir el número de opciones disponibles, y luego, el motivo para el castigo sólo puede ser neurótico o moral.
Dados estos primeros ejemplos —daremos muchos más— podemos pasar a una definición tentativa de lo que es atarse a sí mismo. Las normas planteadas más adelante bien pueden resultar innecesarias o insuficientes para un planteamiento preciso de nuestras nociones intuitivas del compromiso previo, pero tendrán que bastar como primera aproximación. Un obvio requerimiento es que
i) Atarse a sí mismo es llevar a cabo cierta decisión en el tiempo t1 para aumentar la probabilidad de llevar a cabo otra decisión en el tiempo t2.12
Aquí, el punto fundamental es que el cambio esperado de la probabilidad de la acción ulterior deberá ser el motivo de la primera; no un efecto inesperado, ni un efecto predecible, pero recibido sin desagrado. La necesidad de excluir este último caso puede verse considerando el siguiente experimento mental. Si Madame de Chasteller hubiese escogido su compañero para castigarse a sí misma; si, además, el efecto atador de tal elección fuese predecible y aceptable para ella; y si, finalmente, ella no hubiese escogido a esta desagradable persona de no haber cometido sus anteriores indiscreciones, aun suponiendo que pudiera predecir las posteriores, entonces esta primera norma no quedaría satisfecha y no nos encontraríamos ante un caso de atarse a sí mismo. Si la actitud psicológica que acabamos de describir parece inverosímil, yo sólo podré responder que una actitud semejante parece subyacer a la negativa de muchas personas a dedicarse a una conducta complicada y estratégica dirigida contra ellas mismas. Es decir, para algunas personas, el deseo de dejar de fumar puede ser más débil que su deseo de no ser (o llegar a ser) el tipo de persona que lograría el estado de no fumadora atándose a sí misma. Semejante persona se dedicaría a alguna actividad, sabiendo bien que conduciría al estado de no fumadora, que desea; pero la condición para tal actividad puede ser la existencia de algún otro fin que es facilitado por ello y que, en sí mismo, sería motivo suficiente para buscarlo.
Podemos observar que éste no es el problema de que algunos resultados (deseados) puedan ser imposibles de alcanzar, salvo como subproductos de actividades emprendidas con otros fines. La persona que se propone obtener placer o convertirse en persona culta habitualmente se verá frustrada, a menos que, en cierto punto, los propios medios se conviertan en fines. (Cf. también la sección 9 para otros comentarios sobre “desear lo que no puede desearse”.) Tampoco es cuestión de un análisis de costos-beneficios en el estrecho sentido de que los cálculos y deliberaciones necesarios requerirán más tiempo y energía de los que se ahorraría en caso de triunfar la estrategia. Antes bien, la cuestión es de cálculo de costos-beneficios en un sentido mucho más lato: aun si las deliberaciones logran modificar la conducta o el carácter de la manera deseada, la actividad misma de deliberar puede modificar el carácter, para empeorar, y en formas consideradas aun más importantes, mediante un efecto funesto sobre la espontaneidad. Es posible volverse adicto a la fuerza de voluntad, y puede ser tan racional tomar medidas contra esta adicción como de cualquier otra. Como lo observa Thomas Nagel en un contexto un tanto diferente, “espontaneidad e inmediatez tienen un valor en sí mismas”13 y por ello requieren una protección prudencial. Su argumento es que un exceso de espontaneidad puede reducir, hoy, las posibilidades de una conducta espontánea, más adelante; mi argumento es, antes bien, que una estrategia para reducir las consecuencias indeseables de la espontaneidad también puede reducir la cantidad general de espontaneidad en mi conducta.
La condición (i) permite también métodos complejos y jerárquicos, que incluyen tres o más decisiones. Por ejemplo, si la pauta de episodios de depresión maniaca, fuese de depresión sucedida por exaltación (en realidad, la pauta usual es la opuesta), entonces podemos suponer el caso siguiente. En el tiempo t1 la persona, encontrándose en el resultado “normal” o “básico”, da la orden de que no se obedezcan las instrucciones que emitirá en t2, durante la fase depresiva, con el fin de que las que dará en t3, durante la fase maniaca, no sean obedecidas. Esto presupone que su opinión bien considerada es que una persona en la fase maniaca no necesariamente es irresponsable, o que tratarse a sí mismo como irresponsable agravará las...

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