Mito y archivo
eBook - ePub

Mito y archivo

Una teoría de la narrativa latinoamericana

Roberto González Echevarría

Share book
  1. 291 pages
  2. Spanish
  3. ePUB (mobile friendly)
  4. Available on iOS & Android
eBook - ePub

Mito y archivo

Una teoría de la narrativa latinoamericana

Roberto González Echevarría

Book details
Book preview
Table of contents
Citations

About This Book

El autor combina el ensayo con la comprobación científica, y aporta ejemplos irrefutables de su tesis: las relaciones que la narrativa establece con otros discursos no literarios son a veces mucho más productivas y determinantes que las que mantiene con su propia tradición u otras formas de literatura. Así, por ejemplo, demuestra las relaciones de varios escritores con el poder y sus notables influencias estilísticas.

Frequently asked questions

How do I cancel my subscription?
Simply head over to the account section in settings and click on “Cancel Subscription” - it’s as simple as that. After you cancel, your membership will stay active for the remainder of the time you’ve paid for. Learn more here.
Can/how do I download books?
At the moment all of our mobile-responsive ePub books are available to download via the app. Most of our PDFs are also available to download and we're working on making the final remaining ones downloadable now. Learn more here.
What is the difference between the pricing plans?
Both plans give you full access to the library and all of Perlego’s features. The only differences are the price and subscription period: With the annual plan you’ll save around 30% compared to 12 months on the monthly plan.
What is Perlego?
We are an online textbook subscription service, where you can get access to an entire online library for less than the price of a single book per month. With over 1 million books across 1000+ topics, we’ve got you covered! Learn more here.
Do you support text-to-speech?
Look out for the read-aloud symbol on your next book to see if you can listen to it. The read-aloud tool reads text aloud for you, highlighting the text as it is being read. You can pause it, speed it up and slow it down. Learn more here.
Is Mito y archivo an online PDF/ePUB?
Yes, you can access Mito y archivo by Roberto González Echevarría in PDF and/or ePUB format, as well as other popular books in Literatura & Historia y teoría de la crítica literaria. We have over one million books available in our catalogue for you to explore.

II. La ley de la letra:
Los Comentarios de Garcilaso

¡Bueno es que quiera darme vuestra merced a entender que, todo aquello que estos buenos libros dicen, sea disparates y mentiras, estando impreso con licencia de los señores del Consejo Real! ¡Como si ellos fueran gente que habían de dejar imprimir tanta mentira junta…!
Miguel de Cervantes, Don Quijote, I, XXXII[1]

1

De ningún acontecimiento anterior, y de pocos después de él, se ha escrito tanto como del descubrimiento y conquista de América. Es un lugar común decir que América fue “descubierta” por la imprenta, que permitió que la noticia se extendiera por todo el mundo occidental. La carta de Colón a Luis de Santángel, escrita en 1493, se imprimió y distribuyó rápidamente traducida al latín, así como en versiones en lenguas vernáculas. Poco después, en 1500, Pedro Mártir de Anglería ya había escrito su primer conjunto de “décadas”, en las que intentaba incorporar la hazaña de Colón a la historia.[2] Otros historiadores destacados, con o sin la aprobación oficial de la Corona, empezaron a escribir la historia de América: Gonzalo Fernández de Oviedo, Francisco López de Gómara, Bartolomé de las Casas, Francisco de Herrera y Tordesillas, José de Acosta, entre muchos otros. Por supuesto, escribir la historia de América no era tarea ordinaria. El descubrimiento y la conquista pusieron a prueba las ideas y competencia de estos historiadores hasta el límite. ¿Cómo puede relatarse una nueva historia en una lengua lastrada de viejas historias? ¿Cómo afectó el conocimiento de algo tan nuevo la idea de historia que se tenía entonces? ¿Cómo encajaba América en el esquema de la historia sagrada y secular? ¿Dónde estaba América en las Sagradas Escrituras, dónde en la tradición clásica? ¿Por qué los padres de la Iglesia no habían escrito sobre esta tierra pletórica de gente cuyo origen era difícil determinar?
En la Edad Media y en el Renacimiento, escribir no se concebía como una acción mediante la cual una conciencia desnuda, enfrentada a un fenómeno empírico o espiritual nuevo, expresa su reacción ex nihilo. En aquel entonces, escribir era una tarea que se realizaba conforme a un sistema de reglas y fórmulas estrictas que comprendía lo que a grandes rasgos podría llamarse retórica. Por lo tanto, escribir la historia de América tenía que pasar por esa red de reglas, que tenía conexiones con sistemas más amplios que regulaban la actividad social. El narrador-protagonista de Los pasos perdidos deseaba despojarse de todas las mediaciones previas en el claro de Santa Mónica. Aun los renegados más recalcitrantes del siglo XVI —Lope de Aguirre, por ejemplo— sentían que para escribir tenían que ceñirse al conjunto de normas de redacción prescritas. La subversiva carta de Lope de Aguirre a Felipe II, uno de los textos más extravagantes del periodo, no dejaba de ser una carta escrita y enviada al Emperador de acuerdo con las reglas del Imperio, una de las cuales concedía a todos los súbditos el derecho a comunicarse directamente con el rey, pasando por encima de la burocracia del Estado. La carta de Aguirre, como la carta que el pícaro escribe en Lazarillo de Tormes, es un acto de desafío, así como de acatamiento. Felipe Guaman Poma de Ayala escribió su historia del Nuevo Mundo, en particular del Perú, desde la perspectiva de una víctima indignada, para denunciar al conquistador. Su dominio del español era precario (tal vez por insolencia); sin embargo, Guaman Poma cumplía, en ocasiones excesivamente, con las normas retóricas de la época, como en sus numerosos prólogos. Cuando se descubrió y conquistó América, escribir era una labor sujeta a una estricta regulación a través de la cual el individuo patentizaba su pertenencia a un estado. Las embrolladas meditaciones de Justina al escribir, al inicio de la novela picaresca que lleva su nombre (La pícara Justina, 1605), constituyen el ejemplo más notable de este fenómeno.
Uno de los axiomas sobre Garcilaso de la Vega, el Inca, es que sabía escribir bien. No importa lo que pensemos de los Comentarios reales de los Incas, el hecho es que, aplicando cualquier criterio —ya sea de su época o de la nuestra—, Garcilaso era realmente un gran estilista.[3] Tenía el don de saber usar siempre la palabra exacta, sus periodos tienen una cadencia medida, un ritmo interno que lleva a una resolución lógica y, las más de las veces, con un elegante toque de ironía. Sólo Cervantes, contemporáneo de Garcilaso, con quien compartía un humanismo crepuscular, era mejor prosista en español a finales del siglo XVI y principios del XVII. ¿Por qué escribía tan bien Garcilaso? ¿Por qué este mestizo hijo de un conquistador español y una noble inca se empeñó en producir una prosa tan pulida al escribir su vasta historia del Nuevo Mundo? Garcilaso, como recordaremos, no sólo escribió la historia del Perú prehispánico, sino lo que equivale a toda una historia de América, desde los tiempos preincaicos hasta alrededor de 1580, cuando fue derrotado el último inca rebelde. Este vasto periodo abarcaba una serie muy variada de temas: desde la sucesión de los emperadores incas, a quienes veía con una deferencia que en el Renacimiento solía reservarse para sus contrapartidas romanas, hasta la vida cotidiana de los conquistadores españoles en Perú; desde nobles en pugna por el poder político, hasta la gentuza que se precipitaba al Nuevo Mundo en busca de fortuna y ascenso social. Los Comentarios y la Historia general del Perú también incluían la interesante autobiografía del propio Garcilaso, atravesada por el drama de la participación de su padre en la conquista y el gobierno de Perú, y la tragedia de la vida de su madre; la negativa de su padre de hacerla su legítima esposa, la derrota del pueblo de su madre; y, lo que fue aún más penoso, el despojo de la familia de ésta, que era la del último gobernante inca.[4] ¿Qué sostuvo el elevado estilo de Garcilaso a lo largo de una empresa historiográfica tan amplia y variada? ¿Por qué y en qué circunstancias aprendió a escribir tan correctamente este mestizo ilegítimo? La respuesta a esta pregunta me permitirá postular y describir la primera mediación con la que se narró el relato de América Latina, así como especular sobre la relación entre la escritura de la historia del Nuevo Mundo y el surgimiento paralelo de la picaresca, es decir, de la novela.
En el siglo XVI, escribir estaba subordinado a la ley. Uno de los cambios más significativos en España, cuando se unificó la península y se convirtió en el centro del Imperio, fue el sistema jurídico, que redefinió la relación entre el individuo y el Estado, y mantenía un estricto control de la escritura. La narrativa, tanto novelesca como histórica, se derivó de las formas y regulaciones de la escritura jurídica. La escritura jurídica era la forma predominante de discurso en el Siglo de Oro español. Se infiltraba en la escritura de la historia, sostenía la idea del Imperio y fue instrumental en la creación de la picaresca. La manera de escribir del Inca, y la razón por la que él y otros cronistas escribieron, tiene mucho que ver con el desarrollo de la retórica notarial que resultó de la evolución y expansión del Estado español. Escribir era una manera de conseguir la libertad, la legitimación. El pícaro, el cronista y, en cierto sentido, todo el Nuevo Mundo, buscaban obtener la concesión de derechos y una validación de su existencia escribiendo sus relatos.
En la época en que Garcilaso escribió su obra maestra, numerosos historiadores, exploradores y descubridores habían contado y vuelto a contar la historia de América, de modo que lo que el Inca emprendió fue, necesariamente, una tarea revisionista. Sin embargo, aunque tal vez ya se había perdido la novedad del relato que Garcilaso contaba, no ocurría lo mismo con su perspectiva como escritor. Al escribir desde su punto de vista dual de indio y europeo, Garcilaso ofrecía una narración dramática de la historia de América que no sólo contaba el relato, sino que también reflexionaba sobre la manera de contarlo. Esta cualidad es de suma importancia para entender cómo la historia de América Latina se volvió un relato que podía contarse, cómo pudo agregarse a la historia de Occidente según se conocía entonces y cómo un individuo con raíces en el Nuevo Mundo podía contar su propia historia. Garcilaso produjo sus escritos mediante un proceso complejo en el que se ofrecían varias posibilidades retóricas como medio de expresión y competían entre sí por la hegemonía. Este proceso incluye lo mismo la retórica notarial que la historiografía renacentista, los orígenes de la novela picaresca y los del Quijote.

2

La retórica, más que ninguna otra cosa, encarnaba la continuidad de la vieja tradición europea.
C. S. Lewis [5]
América existió como documento legal antes de que fuera materialmente descubierta. En las Capitulaciones de Santa Fe, los Reyes Católicos suscribieron un contrato con Colón, antes de que éste partiera, en el que se señalaban con considerable detalle sus derechos y los de la Corona sobre cualesquiera territorios descubiertos. La bula papal Inter Caetera de 1493 también fue un título legal en el que se declaraba a los reyes españoles propietarios de los nuevos reinos. Francisco I de Francia, quien no estaba nada contento con semejantes concesiones, declaró furioso que le habría gustado ver el testamento en el que Adán legaba esos vastos territorios a España. Las reclamaciones de Colón pronto se volvieron objeto de amargas disputas con la Corona. El Almirante y sus herederos litigaron por muchos años, remitiéndose a las Capitulaciones, y aunque les dieron la razón en cuanto al aspecto honorífico de la demanda, no ocurrió lo mismo con su alegato como propietarios.[6] La Corona pronto se percató de que los descendientes de Colón deseaban adquirir precisamente el tipo de poder que el Estado trataba de arrebatar a la aristocracia castellana.[7] Las demandas de Colón tuvieron tal importancia que incluso la historia oficial del descubrimiento y la conquista resultó afectada. América, que era sólo un documento legal antes de su descubrimiento, al poco tiempo se convirtió en objeto de una dilatada disputa legal. El siglo XVI está marcado no sólo por los interminables casos en los que intervenían los herederos de Colón, sino también por los litigios igualmente interminables en los que estaban implicados Cortés, Pizarro, Cabeza de Vaca y otros conquistadores, por no mencionar los miles de casos que surgieron luego de la promulgación de las Nuevas Leyes (1542), que revocaban en parte el sistema de encomiendas, y las disputas por los derechos de la población nativa.[8] En 1544, un fatigado Hernán Cortés, exasperado por los pleitos que se prolongarían otro siglo después de su muerte, escribió al emperador Carlos V: “más me cuesta defenderme del fiscal de vuestra Magestad que ganar la tierra de mis enemigos”.[9] Los enredos legales de los herederos de Colón dieron origen a la Audiencia de Santo Domingo en 1512, la primera de las que pronto se convertirían en una de las instituciones más importantes del Nuevo Mundo y que a la postre definiría los límites territoriales de muchas de las repúblicas actuales de América Latina.[10] La fundación de la primera Audiencia como resultado de los derechos reclamados por los herederos de Colón es un claro ejemplo de las implicaciones sociales y políticas en el proceso de la conquista del Nuevo Mundo. Obtener riqueza, poder, un título y vasallos era la aspiración de los españoles, para quienes “valer” equivalía a “ser”.[11] El choque con la Corona era inevitable. A los descubridores y conquistadores pronto siguieron los letrados, los abogados que “reconquistaron” los nuevos territorios para la Corona. Regodeándose con el poder del Estado que ellos representaban cortaron las alas de las aspiraciones de los conquistadores. A la acción militar siguió la acción legal. Como señala Malagón Barceló:
El abogado o letrado se encuentra en todo avance de la conquista y la colonización. En el descubrimiento del Pacífico, un escribano acompañaba a Balboa. El escribano que acompañaba a la expedición fundadora asentaba el acto oficial del nacimiento de toda ciudad. En mi opinión, en la historia no hay nada que se asemeje al acto de fundación asentado por el escribano español. Éste señalaba la situación geográfica del nuevo núcleo urbano, el nombre del fundador, cómo se estableció y cómo estaban divididas las tierras, etc. Antes que nada, detallaba la forma en que la picota, anteriormente de poder señorial, adquiría entonces el significado de soberanía real.[12]
El carácter legalista y burocrático de la administración española invadió el Imperio. Haring, en su reconocida historia, llega al extremo de decir que los españoles, “como los romanos […] eran preeminentemente creadores de leyes y edificadores de instituciones. De todos los pueblos colonizadores de la era moderna, los españoles eran los de mentalidad más legalista. En el nuevo imperio no tardaron en instituir un sistema administrativo meticulosamente organizado como pocas veces se había visto en el mundo”.[13] El Nuevo Mundo quedó cubierto de documentos legales que lo cartografiaban y lo unían al Viejo por medio de la lengua escrita. Los generadores de estos documentos eran los letrados y sus asistentes: escribanos, notarios y otros miembros de la burocracia estatal encargados de redactar, copiar y archivar documentos. Como en España, donde formaban una clase que a la larga desplazaría a la aristocracia de las posiciones de poder, en el Nuevo Mundo los letrados mermaron el poder de los conquistadores. El padre de Garcilaso pertenecía a esta última clase y Garcilaso a la de los letrados.[14]
Aunque medieval en muchos aspectos, el nuevo sistema político creado por los españoles era moderno porque los individuos definían su relación con él en términos legales, no genealógicos. En The Spanish Theory of Empire in the Sixteenth Century, J. H. Parry escribe:
El propósito deliberado y consciente de sí que era tan característico del imperialismo de los españoles y cuya ausencia era tan notoria en el de los portugueses, y posteriormente en el de los británicos, reflejaba la inmensa influencia e importancia de la abogacía en España. La España del siglo XVI iba al frente del resto de Europa no sólo en la práctica de la ley y el gobierno, sino también en el campo abstracto de la jurisprudencia. Los juristas españoles, antes de mediados de siglo, elaboraron una teoría de soberanía igualmente distinta del estrecho parentesco de la Edad Media y del absolutismo desenfrenado imaginado por Hobbes y sus seguidores. De hecho, era una teoría de un Estado constitucional, poseía el derecho de legislación y no tenía restricciones en su esfera de acción, pero su ejercicio del poder estaba limitado por leyes creadas por el hombre y por costumbres de sus súbditos.[15]
Si la característica más significativa del nuevo Estado era su naturaleza legalista, su rasgo más visible era la meticulosidad generalizada de su organización y el enmarañamiento del individuo en una compleja trama de relaciones con el poder central. Era un sistema tan minucioso que intentaba regular no sólo a los individuos, sino también sus propios códigos: por ejemplo, creando el cargo de cronista mayor, un individuo nombrado oficialmente para escribir la versión de la historia del Estado. Una característica igualmente destacada del Imperio español, que revela su modernidad, era la organizacion orientada a lo urbano. Lo primero que hizo Cortés al pisar el continente fue fundar la ciudad de Vera Cruz, acto que le permitió comunicarse directamente con la Corona a través de cartas redactadas por el gobierno municipal de la ciudad.[16] El Estado castellano, tal y como se reprodujo en América, era urbano; la ciudadanía de los individuos era cívica, de la ciudad. Celestina y Lazarillo son personajes eminentemente urbanos. El siervo estaba vinculado al señor feudal por “códigos naturales”, o...

Table of contents