Hobbes y Rousseau
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Hobbes y Rousseau

Entre la autocracia y la democracia

José F. Fernández Santillán

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Hobbes y Rousseau

Entre la autocracia y la democracia

José F. Fernández Santillán

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Ensayo en que el autor demuestra las similitudes existentes entre Hobbes y Rousseau a partir del estudio de los sistemas que sirvieron como fundamento para elaborar sus teorías sobre el Estado moderno.

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TERCERA PARTE

COMPARACIÓN ENTRE EL SISTEMA DE HOBBES Y EL SISTEMA DE ROUSSEAU

X. EL ESTADO DE NATURALEZA

NORBERTO BOBBIO observa que los autores iusnaturalistas pueden ser distinguidos tomando como base su consideración sobre el estado de naturaleza, es decir, si sea: 1) histórico o hipotético; 2) pacífico o de guerra; 3) de aislamiento o social.1 Utilizando esta clasificación, podemos decir que para Hobbes el estado de naturaleza es una situación hipotética, de guerra, en la que se dan relaciones interpersonales conflictivas; mientras que para Rousseau se trata de un estado histórico (aunque se trate de una historia hipotética), pacífico y de aislamiento. De tal suerte que entre estas dos caracterizaciones existe una neta oposición.
Se puede entender mejor esta oposición si analizamos el modo en el cual uno y otro entienden el significado del estado de naturaleza dentro de su sistema conceptual. Hobbes quiere demostrar que el estado de naturaleza es una condición recurrente de las relaciones humanas, caracterizada por un conflicto permanente entre los hombres en ausencia de una autoridad constituida. Él no ubica en una sola época o en un solo lugar tal condición, ni cree que pueda haber existido en todas partes al mismo tiempo: “Hobbes no cree, como en cambio lo creerá Rousseau, que el estado de naturaleza universal haya existido por lo menos una vez en el tiempo, al inicio de la historia de la humanidad, o sea, no considera poder identificar el estado de naturaleza con el estado original.”2 En efecto, Rousseau busca ubicar históricamente el verdadero estado de naturaleza en los orígenes de la humanidad y califica la concepción de Hobbes sobre el estado de naturaleza como demasiado “avanzada” en el tiempo respecto al auténtico y “original” estado de naturaleza.
Para Hobbes el estado de naturaleza es un esquema abstracto de relaciones. No le importa tanto darle una precisa colocación en el tiempo como subrayar la condición en la cual se vienen a encontrar los hombres cada vez que predominan las pasiones, los conflictos y la ausencia de autoridad. Hobbes reconoce, como hemos visto, por lo menos tres casos de estado de naturaleza: 1) las relaciones entre los Estados; 2) la guerra civil; 3) las sociedades primitivas. Para Rousseau el estado de naturaleza, ubicado en los orígenes de la humanidad (estado de naturaleza puro), se asemeja más bien a la tercera de estas condiciones. La crítica de Rousseau, no solamente contra Hobbes, sino contra todos los autores iusnaturalistas, es el no haber comprendido que existió una condición todavía anterior a la que ellos consideran como natural. El estado de naturaleza descrito por Hobbes, para Rousseau no es el auténtico,3 es decir, el filósofo inglés no logró remontarse hasta los orígenes: precisamente este error (histórico) subyace en la raíz de la descripción de Hobbes del estado de naturaleza en términos de conflicto. Al respecto, Rousseau escribe: “El error de Hobbes no está en el haber puesto el estado de guerra entre los hombres independientes convertidos en sociables, sino en el haber considerado este estado como natural a la especie, presentándolo como la causa de los vicios de los cuales, en cambio, es el efecto” (Manuscrito de Ginebra, I, II, p. 10). Rousseau acepta que existieron y existen situaciones como la que Hobbes considera estado de guerra, pero lo que rechaza del filósofo de Malmesbury es el no haber logrado descubrir la condición original. Dentro de cierta perspectiva histórica, Rousseau observa que lo que había sido descrito como hombre de naturaleza es en realidad el hombre civil y que el verdadero hombre de naturaleza es radicalmente diferente: “Lo he dicho ya y no podría exagerar al repetirlo, el error de Hobbes y de los filósofos es el confundir el hombre natural con los hombres que tienen ante los ojos, y de transferir en un sistema un ser que puede existir sólo en otro” (Escritos sobre el abad de Saint-Pierre, pp. 371-372). Sobre el mismo tema aparece otro fragmento: “Cuidémonos de confundir al hombre salvaje con los hombres que tenemos ante nuestros ojos” (segundo Discurso, p. 46).
Se puede decir que Rousseau critica a Hobbes en dos puntos fundamentales: la concepción del estado de naturaleza y la imagen de la naturaleza humana. Rousseau considera que el estado de naturaleza de Hobbes contiene elementos propios de la sociedad civil (entendida como civilizada) y por consiguiente presenta una idea fija e inmutable del ser humano. Reconocida esta deficiencia de la construcción filosófica, no sólo de Hobbes sino de todos los iusnaturalistas, el pensador ginebrino se propone descubrir el verdadero semblante del estado de naturaleza y de cómo era en el origen. Para tal efecto actúa bajo dos líneas de investigación que frecuentemente se enlazan y se condicionan recíprocamente: 1) en el plano histórico, para reconstruir el estado de naturaleza puro; 2) en el plano antropológico y psicológico, para determinar la esencia del hombre. Es así como, a diferencia de Hobbes, para quien el estado de naturaleza es una condición de hostilidad permanente en la que actúan hombres pasionales y violentos, Rousseau encuentra un estado de naturaleza originalmente pacífico: en él los hombres no tienen ni siquiera la posibilidad de caer en conflicto, ante todo porque viven en equilibrio con la naturaleza sin depender de los otros y por ende no mantienen relaciones estables con ellos. Los dos sistemas de filosofía política resultan de este modo asimétricos y desfasados. Aun así, ambos reconocen que la primera necesidad es la de mirar por la propia conservación. Para Rousseau: “los deberes del hombre en el estado de naturaleza están siempre subordinados al cuidado de la propia conservación, que es el primero y el más fuerte de todos” (Fragmento sobre el estado de naturaleza, p. 229). De igual manera, para Hobbes es un derecho natural “que cada hombre pueda conservar la propia vida y los miembros, con todo el poder que está a su disposición” (Elements, I, XIV, 6, pp. 111-112). Pero mientras para Hobbes el hombre está obligado a buscar la garantía de la vida y la sobrevivencia en la lucha contra los otros hombres, para Rousseau en el estado de naturaleza puro el hombre vive y sobrevive pacíficamente en contacto con la naturaleza sin relaciones interpersonales; el hombre no tiene necesidad de entrar ni en relación ni en conflicto con sus semejantes para garantizar la propia vida; sus fuerzas están proporcionadas a sus escasas necesidades. Tales necesidades pueden ser satisfechas gracias a la abundancia de recursos que se encuentran en la naturaleza. Refiriéndose al hombre de naturaleza, Rousseau dice: “lo veo bajo una encina, apagándose la sed en el primer arroyo, encontrar su lecho a los pies del mismo árbol que le ha proporcionado su alimento, y de esta suerte satisfacer todas sus necesidades” (segundo Discurso, p. 44).4 En cambio, para Hobbes una de las causas de conflicto es la escasez de los bienes (condición objetiva) que son deseados por muchos al mismo tiempo: “considerando que muchos apetitos de los hombres los empujan a un único y mismo fin y que aquel fin frecuentemente no puede ni ser gozado en común, ni dividido, de ellos vienen que el más fuerte debe gozar de él solo” (Elements, I, XIV, 5, p. 111).
El hombre de naturaleza de Rousseau puede vivir por sí solo y por lo tanto no tiene necesidad de los demás. Es independiente: depende sólo de las cosas y no de los hombres, lo que excluye la raíz misma del antagonismo (Emilio, II, p. 389). Hasta que el hombre puede satisfacer sus necesidades sólo mediante las propias fuerzas, será siempre independiente y podrá vivir aislado; cuando sus fuerzas ya no sean suficientes para satisfacer sus necesidades se volverá débil, dependiente y sociable: “¿De dónde nace la debilidad del hombre?, de la desigualdad que se manifiesta entre su fuerza y sus deseos” (Emilio, III, p. 455). La condición de posibilidad del estado de naturaleza puro reside, en la filosofía política de Rousseau, en la autosuficiencia del hombre,5 en el hecho de que éste no está obligado a instituir relaciones interpersonales permanentes. El hombre de naturaleza de Hobbes es un ser dominado por las pasiones, la más importante de las cuales es la vanagloria, siempre ávido de riquezas y de privilegios. Sus deseos sobrepasan las necesidades físicas, permanentemente asediado por la competencia, por la desconfianza y por el deseo de gloria y, sobre todo, observa Hobbes, por el deseo más fuerte de todos, el poder. Estas características psicológicas aunadas a la igualdad natural, a la escasez de bienes, a la desconfianza y al derecho de todos a todo (Natura dedit omnia omnibus), hacen del estado de naturaleza un estado de guerra. Rousseau observa que ciertamente el hombre de la sociedad civilizada posee estas características, pero no así el hombre de naturaleza, el cual no conoce fuertes pasiones; el hombre de naturaleza no utiliza ni siquiera la razón, que sólo posee en potencia. Así pues, las pasiones y la razón no son fuerzas operantes en el hombre de naturaleza; apenas salido del regazo materno de la naturaleza el hombre simplemente es instintivo. Rousseau observa que: “Tenía en el solo instinto todo lo que le era necesario para vivir en el estado de naturaleza” (segundo Discurso, p. 54). No tiene tendencias naturales a la violencia, es inocente, sus solas necesidades son de orden físico; el solo carácter que lo distingue de la bestia es el ser un “agente libre”; no tiene moralidad en sus acciones (sentido del bien y del mal). El hombre de naturaleza está lejano de tener fuertes deseos y avidez por el poder: “quien no tiene nada desea poco; quien no manda a ninguno tiene pocas ambiciones” (Escritos sobre el abad de Saint-Pierre, p. 372). No conoce la relación permantente, ni el deseo de dominar a los otros. Si hipotéticamente un hombre buscara dominar a otro, Rousseau señala que en una condición de independencia y abundancia de recursos, cual es la condición natural, existirá siempre la posibilidad objetiva de librarse del opresor: “yo doy veinte pasos en el bosque, y mis ligaduras quedan destruidas, y él no me vuelve a ver por toda la vida” (segundo Discurso, p. 59). Además, las facultades del hombre salvaje están limitadas a las percepciones y a la sensación.
Por lo que respecta a las características psicológicas del hombre, Rousseau retoma el tema de Hobbes del amor propio, es decir, del egoísmo, de la tendencia a dañar, pero al mismo tiempo a buscar la estima de los demás. De igual manera que critica las características consideradas por Hobbes naturales, el ginebrino dice que el amor propio no es innato en el hombre6 sino que es adquirido en el proceso de civilización. Las características originales para Rousseau son: el amor de sí, la piedad, el miedo al dolor, el horror a la muerte, el deseo de bienestar, el instinto y la fuerza física. En cambio, Hobbes reduce las facultades humanas a: fuerza física, experiencia, razón y pasiones (De cive, I, 1, pp. 77-78). El sentimiento que Rousseau opone al amor propio es la piedad:
Por otra parte, hay otro principio, que Hobbes no ha descubierto, y que, habiendo sido dado al hombre para mitigar en algunas circunstancias la crueldad de su amor propio o el deseo de conservación, anterior a la aparición de este amor, modera el ardor que tiene por su bienestar con una repugnancia innata a ver sufrir a sus semejantes (segundo Discurso, p. 55).
Lo que Rousseau llama “deseo de conservación” es el amor de sí. Todos los sentimientos originales que él reconoce son anteriores a la razón. A ésta la considera como la productora en el proceso de civilización, del amor propio.7
En Hobbes la tendencia del hombre a dañar parece innata: “La voluntad de dañar es innata en todos en el estado de naturaleza” (De cive, I, 4, p. 84);8 “por pasión natural los hombres son recíprocamente ofensivos” (Elements, I, XIV, 3, p. 110). Rousseau opone a esta tendencia los sentimientos naturales de bondad que impulsan al hombre a tener compasión por los que sufren. Rousseau subraya que la piedad es un sentimiento que induce al hombre a observar el principio: “Haz a los otros lo que quieres que te sea hecho” (segundo Discurso, p. 56), y la máxima de bondad: “Busca tu bien con el menor mal ajeno posible” (segundo Discurso, p. 56). Pero esto no quiere decir que el hombre de naturaleza tenga ya idea del bien y del mal; el salvaje vive en una condición premoral. Lo que le interesa decir es que el hombre no tiene una tendencia natural a hacer mal a los otros, porque en él son naturales la compasión y la piedad. Para Hobbes el hombre es un ser dominado por las pasiones, el deseo de poder y siempre está dispuesto a dañar a sus semejantes; para Rousseau existen características naturales que definen al hombre en su esencia y que lo hacen originalmente bueno y pacífico. En el estado de naturaleza de Rousseau no existe la hostilidad permanente, ante todo porque no existen causas objetivas que induzcan a luchar contra los otros hombres permanentemente, pero también porque el hombre psicológicamente no es propenso a la agresión y al conflicto. La diferencia radical entre los dos sistemas filosóficos había sido puesta en evidencia por Diderot en su escrito “Hobbismo”, publicado en la Enciclopedia francesa:
La filosofía del señor Rousseau de Ginebra es casi lo contrario de la de Hobbes; uno cree que el hombre es por naturaleza bueno, el otro que es malo. Según el filósofo de Ginebra, el estado de naturaleza es un estado de paz; según el filósofo de Malmesbury, es un estado de guerra. Si se cree a Hobbes han sido las leyes y la formación de la sociedad lo que ha hecho al hombre mejor, y, si se cree a Rousseau, éstas lo han hecho depravado.9
Para Rousseau la condición original de paz estaba destinada a perdurar hasta que los términos constitutivos del equilibrio natural hubiesen quedado inalterados. La relación entre fuerzas, necesidades y características psicológicas que permitía al hombre vivir en la plena independencia se mantuvo por un largo periodo: “los siglos transcurrían en toda la rusticidad de las primeras edades; la especie ya era vieja y el hombre permanecía siempre niño” (segundo Discurso, p. 58). Durante todo este tiempo el hombre fue capaz de satisfacer con las propias fuerzas las necesidad...

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