Por amor al griego
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Por amor al griego

La nación europea, señorío humanista (siglos XIV-XVII)

Jacques Lafaye

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La nación europea, señorío humanista (siglos XIV-XVII)

Jacques Lafaye

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Este libro es el resultado de una investigación sobre el desarrollo del humanismo europeo en sus diversos aspectos, incluyendo el que floreció en España, Portugal y en las colonias, sobre todo en la Nueva España. El autor presenta humanistas tan diversos como Platón, Petrarca, Erasmo, etc.

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Information

Year
2014
ISBN
9786071622792

APÉNDICES

I. ANTOLOGÍA MINIMALISTA DE TEXTOS HUMANÍSTICOS

FRANCESCO FILELFO
Catálogo de la colección de manuscritos griegos de Francesco Filelfo, llevada de Constantinopla a Venecia en 1427
Los libros que he llevado a nuestra Italia son los siguientes de que te doy la lista; y estoy en espera de bastantes más, por los primeros barcos venecianos procedentes de Bizancio. Estos son de Plotino, Elio (Stilón), Arístides, el geógrafo Estrabón, Hermógenes, Aristóteles Rhetor, Dionisio Halicarnáseo (De numeris y De characteribus), Heródoto, Dión Crisóstomo, Apolonio de Pérgamo, Tucídides, las Obras morales de Plutarco, Proclo (sobre Platón), el judío Filón (de Alejandría), la Ética de Aristóteles, y sus grandes obras: Moralia, Eudemia, Economica y Politica, algunos opúsculos de Teofrasto, la Ilíada y la Odisea de Homero, la Vida de Apolonio de Filóstrato, las Oraciones de Libanio y algunos discursos de Luciano, Píndaro, Arato, siete tragedias de Eurípides, Teócrito, Hesíodo, Suidas, Faléreo (Demetrio), Hipócrates, Platón, y numerosas cartas de filósofos antiguos, Demóstenes, discursos y cartas de Esquines, muchas obras de Jenofonte, un discurso de Lisias, los Argonáuticos y los Himnos de Orfeo, Calímaco, las Historias animales, la Física y la Metafísica de Aristóteles, el De anima y las Partes de los animales y algunas cosas más, Polibio, buena copia de sermones de (san Juan) Crisóstomo, Dionisio (¿de Mileto?) y muchos otros libros de poetas. Ya sabes los que tengo y puedes usar como si fueran tuyos.
Carta a Ambrogio Traversari, de 1427.
(El original en latín, publicado por J. A. Symonds, op. cit., FCE, 1957; t. I, p. 511.)
LORENZO VALLA
Prólogo a las Elegantiae linguae latinae (1444)
Muchas veces me he puesto a considerar las hazañas de nuestros mayores, así como las de otros reyes y pueblos. Y me parece que los de nuestra nación y los de nuestra lengua superaron a todos los demás. Pues sabemos que los persas, los medos, los asirios y los griegos y otros muchos alcanzaron grandes cosas. Consta asimismo que otros pueblos lograron un imperio menor que el de los romanos, pero que lo conservaron durante mucho más tiempo. No sabemos, sin embargo, que ninguno de ellos extendiese su lengua como lo hicieron los nuestros.
Éstos, en efecto, hicieron, en breve espacio de tiempo, célebre —y en cierto modo, reina— a la lengua de Roma, llamada también latina por el Lacio, donde se encuentra Roma. Y la extendieron por casi todo Occidente, por no pequeña parte del Septentrión y de África —sin hablar de aquella orilla de Italia, llamada en otro tiempo la Magna Grecia; ni de Sicilia, que también fue griega, ni, en fin, de toda Italia —. Y por lo que se refiere a las Provincias, dieron a los mortales la mejor cosecha de donde pudieron sacar la simiente. De esta manera propagaron una obra mucho más preclara, mucho más hermosa que el mismo Imperio.
A los que engrandecen el Imperio se les suele colmar de grandes honores y se les da el nombre de Emperadores. Pero los que proporcionaron algún beneficio a los hombres son celebrados no con alabanzas humanas, sino divinas, pues no miran sólo por la extensión y la gloria de su ciudad, sino también por la utilidad y salud de los hombres. Así pues, nuestros antepasados aventajaron a los demás mortales en hazañas y en alabanzas. Pero en la difusión de su lengua se superaron a sí mismos, como si dejado el imperio en la tierra, hubieran alcanzado la compañía de los dioses.
Pues bien, si, según se cree, Ceres por haber inventado los cereales, Baco el vino, Minerva el aceite, y muchos otros por algún otro beneficio, fueron tenidos como dioses, ¿el haber difundido la lengua latina en todas las naciones no será una cosecha ciertamente divina, y alimento no digo ya del cuerpo, sino del alma? Porque esta lengua educó a todas aquellas naciones y a aquellos pueblos en las artes llamadas liberales; les enseñó las mejores leyes; les mostró el camino de toda sabiduría. Esta lengua, finalmente, hizo que ya no se les pudiera llamar bárbaros.
Decidme, por tanto, ¿quién que tenga un juicio sereno no preferirá aquéllos que cultivaron las letras a los que en guerras crueles fueron varones esclarecidos? A éstos los llamaríamos hombres regios, pero a aquéllos los calificaríamos de divinos. Pues, en efecto, como corresponde a hombres, no sólo engrandecieron la república y la majestad del pueblo romano, sino que, como es propio de dioses, llevaron la salvación al orbe de la tierra. Y tanto más que los que recibían nuestro imperio perdían el suyo y —lo que es más doloroso —creían que eran despojados de la libertad, y se veían cubiertos de injurias. Por la lengua latina, al contrario, no creían que se aminoraba su imperio, sino que en alguna manera se afirmaba.
Así como la invención posterior del vino no suprimió el uso del agua; ni la seda desplazó a la lana y al lino; ni el oro a los demás metales, sino que hizo posible el acceso a toda clase de bienes; y así como una gema engarzada en un anillo de oro no desluce sino que da realce al precioso metal, de la misma manera nuestra lengua, al juntarse con la lengua vernácula de otros pueblos, les dio esplendor y no se lo quitó; ni consiguió el señorío con armas, con sangre o guerras, sino...

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