El cambio climático
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El cambio climático

Causas, efectos y soluciones

Mario Molina, José Sarukhán, Julia Carabias

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El cambio climático

Causas, efectos y soluciones

Mario Molina, José Sarukhán, Julia Carabias

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En "El cambio climático" se ofrecen un compendio conciso, tanto de los elementos científicos básicos del conocimiento acerca del cambio climático, la modificación de la composición química de la atmósfera y sus repercusiones en los climas del planeta, como en aspectos relacionados a las implicaciones económicas, sociales, legales y éticas de esta problemática, tanto a escala global, como especialmente en los aspectos que son pertinentes a México. Todo ello con el único fin de que un mayor número de personas entiendan cabalmente la dimensión del reto y la responsabilidad ética que tiene la humanidad frente a su casa: la Tierra.

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VIII. La economía y el cambio climático

Sin duda alguna el tema del cambio climático tomó relevancia en el mundo cuando quedó de manifiesto que se trata de un problema, además de ambiental, de grandes implicaciones económicas y sociales para la humanidad. Los impactos del cambio climático ya están ocurriendo en diversas regiones del mundo, y los costos económicos son patentes en muchos países debido, por ejemplo, a las sequías y a la ocurrencia más frecuente de eventos meteorológicos extremos, como tormentas y huracanes. De seguir las tendencias actuales de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), los impactos ambientales pueden resultar en una catástrofe social y económica. Por ello, es imperativo transformar la economía con un nuevo modelo de producción de baja intensidad de carbono. Hoy existe suficiente evidencia científica para actuar decididamente a nivel internacional con el objetivo de reducir las emisiones y tomar acciones que disminuyan la vulnerabilidad de nuestras sociedades a los impactos del cambio climático.
En este capítulo abordaremos algunos conceptos fundamentales de la economía del cambio climático para entender los costos y beneficios de la mitigación y la adaptación. El mensaje es muy sencillo: debemos entender la política de cambio climático como un problema de manejo de riesgos. De la misma forma en que existe un acuerdo entre los científicos sobre el cambio climático y los riesgos ambientales, hay consenso entre los economistas que estudian este problema en el sentido de que es necesario tomar medidas inmediatas para reducir los riesgos y desarrollar las tecnologías necesarias. Así como nos preparamos para afrontar problemas como los accidentes o las enfermedades comprando seguros e invirtiendo en cuidados preventivos a fin de evitar repercusiones más serias (y más costosas), tratar el riesgo del cambio climático requiere de acciones hoy para reducir los posibles impactos presentes y futuros —potencialmente irreversibles y peligrosos— que resultarían de dañar el equilibrio térmico de la Tierra.
Como veremos en este capítulo, tomar las acciones necesarias contra el cambio climático no sólo es la decisión adecuada desde el punto de vista ético, sino que además es claramente la decisión económica más inteligente, dado que los probables impactos del calentamiento global tendrían un costo muy superior al de las acciones necesarias para mitigar el riesgo.

EXTERNALIDADES Y BIENES PÚBLICOS GLOBALES

Como ya se ha revisado en los capítulos anteriores, el cambio climático se vincula directamente con el uso de combustibles fósiles y el crecimiento de la población mundial. A partir de la Revolución Industrial el uso del carbón y el petróleo creció exponencialmente, y con ello las emisiones de gases de efecto invernadero. Por una parte, el uso de la energía fósil ha permitido un gran desarrollo económico, con el que se ha logrado elevar los niveles de bienestar en muchas regiones del mundo. Por otra, sin embargo, el desarrollo industrial ha ocasionado diversos problemas ambientales, entre ellos el cambio climático. ¿Por qué la sociedad genera estos daños ambientales que pueden ocasionarle tantos problemas?
En general, la economía está basada en vender y comprar en el mercado en beneficio tanto de los vendedores como de los compradores. Pero ¿qué sucede cuando hay “efectos externos negativos” o “externalidades”, es decir, costos que los agentes económicos imponen a otros sin pagar un precio por sus acciones? La economía ambiental, un área de la economía, trata de dar respuesta a esta pregunta. Desde la última mitad del siglo XX los patrones de producción industrial y agrícola han seguido la lógica de maximizar la ganancia y minimizar los costos de producción, sin considerar el costo del daño al medio ambiente. De esta forma se ha ignorado una fracción importante de los costos de producción, como es el caso del costo social de arrojar ilimitadamente los desechos al aire y al agua, o de usar los recursos hasta su agotamiento. Al paso del tiempo, este “ahorro” de corto plazo se ha convertido en un severo incremento de los costos de la producción, algunos a corto plazo y otros transferidos a las siguientes generaciones.
En primer lugar, la economía ambiental estudia cómo podemos valorar los daños ambientales y, después, trata de proponer soluciones para que en las transacciones de mercado se consideren, o se “internalicen”, dichos costos. Así pues, el primer elemento para contestar por qué la sociedad genera daños ambientales que en su conjunto le ocasionan más daños que beneficios, desde el punto de vista de la economía, es la falla del mercado como mecanismo de coordinación ante la presencia de costos que no son considerados por los agentes económicos. En otras palabras, para corregir el problema de las externalidades se requieren políticas para que las personas valoren el medio ambiente y paguen los costos necesarios para protegerlo.
Actualmente sabemos que la emisión de bióxido de carbono y otros GEI puede ocasionar impactos severos en la economía de muchos países así como en el equilibrio ecológico, pero los países siguen produciendo GEI porque no enfrentan un costo económico por sus emisiones; esto constituye una externalidad. La mayoría de los economistas señalan que una medida necesaria para corregir el problema del cambio climático es poner un precio al CO2, de tal forma que las empresas y las personas consideren el costo de la contaminación. ¿Qué tipo de cambios podríamos esperar si hubiera un costo al CO2? Dependiendo del nivel del precio del CO2 veríamos, por ejemplo, que algunas tecnologías limpias que actualmente no se ocupan por ser más caras que los combustibles fósiles podrían ser competitivas. Otro ejemplo es que las personas, al tener que pagar más por la gasolina, tratarían de usar otros medios de transporte, por ejemplo el metro, la bicicleta o caminar cuando sea posible. Es decir, tanto las empresas como las personas deben cambiar formas de producción y hábitos de consumo.
Como ha señalado el economista Richard Tol (2009a), el cambio climático es “la madre de todas las externalidades ambientales por su dimensión, por su complejidad y por las incertidumbres inherentes al problema”. No sólo se imponen costos a otras personas, sino que dichos costos se trasladan a diferentes países y momentos, afectando a las futuras generaciones. En adición, las personas que se benefician de la mitigación no son necesariamente aquellas que la deberían llevar a cabo. Por ejemplo, las emisiones de los países industrializados generan graves daños a países pobres que han contribuido muy poco al problema del cambio climático; tal es el caso de muchos países en el África subsahariana, donde ya sufren los efectos de las sequías en la agricultura, o de los habitantes de islas del Pacífico, donde se podría perder gran parte de su territorio debido al incremento del nivel del mar.
Un segundo elemento para entender por qué la sociedad sigue emitiendo gases de efecto invernadero a pesar de los graves daños que ocasiona es lo que en economía ambiental se conoce como el “problema de los bienes públicos”. En su famoso artículo “La tragedia de los comunes”, Garrett Hardin describe el caso de un terreno común en el que varias personas llevan su ganado a pastar. Cada ganadero tiene incentivos para incrementar sus vacas ilimitadamente aun cuando la tierra común es limitada, lo que lleva a la degradación del campo común y a la ruina de todos los ganaderos. Esta analogía tan básica se ha aplicado a muchos problemas económicos (y políticos), pues ejemplifica una situación en la que la cooperación puede llevar a un mejor resultado, pero si se deja a los individuos actuar guiados únicamente por su beneficio individual, el resultado no será satisfactorio. Es decir, en estas situaciones se requiere de sistemas legales diferentes que fomenten la cooperación por el bien común.
Esta analogía es útil para entender el problema del cambio climático. Los países utilizan la atmósfera como un bien público arrojando sus emisiones de GEI ilimitadamente. Sobrepasar los límites de la atmósfera conlleva consecuencias trágicas para todos los países, pero el sistema internacional actual no ha logrado, a la fecha, un acuerdo que funcione efectivamente para reducir las emisiones. Un elemento fundamental por subrayar es que todos los países estarían mejor si cooperaran; el problema es que dicha cooperación no es de esperarse cuando hay bienes públicos, por lo que se requiere un cambio en el sistema legal o en las “reglas del juego” para reducir emisiones.5
Finalmente, un tercer elemento asociado a los bienes públicos es el “problema del polizón”: los países tienen incentivos para dejar a otros pagar por la reducción de emisiones. En general, hay un acuerdo internacional de que debemos proteger la atmósfera, pero en el momento de definir el límite de emisión de cada uno de los países, hay incentivos para ir de “polizón” en el viaje y evitar los costos. Dado que todos nos beneficiaríamos de que se mantenga el equilibrio climático de la misma forma sin posibilidad de excluir a los países que no cooperen, nadie quiere pagar el costo. Es por ello que para prevenir el cambio climático se requiere de la actuación coordinada de los gobiernos. Algunos economistas recomiendan castigar con medidas económicas a los países que no reduzcan sus emisiones para controlar el problema del polizón.6
En conclusión, tanto las externalidades como los bienes públicos se consideran “fallas de mercado”. Es decir, los economistas consideran que los mercados no podrán resolver por sí mismos los problemas donde se tengan externalidades o donde los bienes presenten características de bienes públicos, puesto que las personas (o los países) no cuentan con los incentivos necesarios para considerar todos los costos de sus acciones, o porque al no existir derechos claros de propiedad (por ejemplo, nadie posee la atmósfera) se enfrentan problemas para la acción colectiva, como el problema del polizón. Las recomendaciones de los economistas son: a) establecer un precio a las emisiones de CO2 y b) asegurarnos de que todos los países cooperen a través de incentivos legales adecuados (y castigos a los polizones). Muy bien, pero ¿cómo podemos saber cuál debe ser el precio del CO2? ¿Y qué tipo de incentivos económicos deben incluir los acuerdos internacionales?

LOS MODELOS INTEGRALES DE ECONOMÍA Y CAMBIO CLIMÁTICO

Ya desde la negociación del Protocolo de Kioto había quedado muy clara la preocupación por las consecuencias económicas del cambio climático. Pero no fue sino hasta que los estudios económicos presentaron escenarios convincentes de la relación entre el cambio climático y la economía global que se dio un giro en el involucramiento de los gobiernos y de la sociedad para encontrar una solución al problema. De hecho, el IPCC tiene un grupo de trabajo dedicado específicamente a estudios de mitigación que reúne a expertos de muchos países para estudiar el avance e identificar las áreas que requieren mayor investigación para estimar los costos de la política climática. El trabajo de este grupo se presentó en el Quinto informe de evaluación del IPCC (2014).
Entre los economistas destacados que han contribuido a este tema se encuentran William Nordhaus (Universidad de Yale), Nicholas Stern (London School of Economics), Richard S. J. Tol (Vrije Universiteit Amsterdam), Martin Weitzman (Universidad de Harvard), Gary W. Yohe (Wesleyan University), Robert O. Mendelsohn (Universidad de Yale) y Henry D. Jacoby (Instituto Tecnológico de Massachusetts), entre otros.
¿Es posible poner un precio a los efectos del calentamiento global? La cooperación entre científicos y economistas para contestar adecuadamente esta pregunta y enfrentar el riesgo del cambio climático es indispensable. Actualmente los métodos más reconocidos son aquellos que incorporan el conocimiento del sistema climático y del sistema económico, conocidos como “modelos integrales de economía y cambio climático”. Puesto que las emisiones tienen impactos que se prolongan por muchos años, se requieren modelos para proyectar las emisiones y costos por varias décadas.7 Es por ello que el uso de modelos es tan importante para entender el costo del cambio climático.
La idea central de estas metodologías es que la sociedad modifica el clima y la naturaleza, y es a la vez afectada por los desequilibrios que se derivan de esto. Al incorporar sistemáticamente las principales dinámicas que generan las emisiones y los daños, se busca encontrar un equilibrio entre los costos y los beneficios. La figura VIII.1 muestra cómo se relacionan típicamente las diferentes variables ambientales y económicas en los modelos de valoración integrada.
El precio del CO2, en principio, debe estar asociado a los daños que se podrían generar de no reducirse las emisiones y con el costo de mitigarlos. Los daños a su vez están relacionados con los impactos económicos d...

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