La transición española
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La transición española

Esperanza Yllan Calderon

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La transición española

Esperanza Yllan Calderon

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La división estructural en libros base y monografías referidas a hechos cruciales para la interpretación de la historia de los pueblos ( conflictos, desarrollo social, cultural y tecnológico, vida cotidiana, pensamiento ) permite tanto la comprensión global de la historia de la humanidad, como la profundización sobre determinados acontecimientos o aspectos generalmente ignorados en los manuales al uso. Los estudiantes encuentran así una forma atractiva y unas amplias posibilidades de su aplicación al estudio de las múltiples facetas del devenir histórico y de las diferencias culturales y sociales.Se combinan así los grandes acontecimientos históricos con aspectos referidos a la vida cotidiana, al pensamiento o a los avances tecnológicos.Se ofrece de este modo una pluralidad de recursos para la investigación individual o colectiva, y para el desarrollo de actividades sobre temas que, a su vez, relacionan la historia del pasado para la comprensión del mundo actual.Todos los libros de esta colección contienen abundantes ilustraciones, esquemas, mapas y gráficos aclaratorios de los textos, y han sido diseñados en un formato especialmente adecuado para la consulta y el trabajo de los alumnos y alumnas

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Information

Year
2017
ISBN
9788446041535
1. La transición
El cambio político de una dictadura a una democracia suele estar precedido por una crisis del sistema anterior, que da lugar a un proceso de transición, en el que las características autoritarias vigentes son atenuadas o sustituidas por aquellas que configuran el nuevo régimen democrático.
En el caso de España, con anterioridad a la muerte del general Franco, se llevaron a cabo algunas medidas tímidamente liberalizadoras, pero nunca con la finalidad de modificar, sustancialmente, los fundamentos básicos de la dictadura franquista.
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Don Juan Carlos de Borbón se dirige por primera vez a las Cortes como rey de España.
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La devolución del «Guernica» en 1981 constituyó un símbolo de que España había alcanzado la normalidad democrática.
En este sentido, se puede decir que la transición en España comenzó con la llegada del rey Juan Carlos a la Jefatura del Estado, al ampliarse los márgenes de libertad y al iniciarse las reformas que facilitarán el camino hacia la democratización del país. Finalmente, la promulgación de la Constitución establecerá definitivamente el nuevo sistema democrático y pluralista, basado en la soberanía del pueblo español.
2. La monarquía de Juan Carlos I
La crisis del régimen franquista se agudizó con los problemas de la sucesión a la Jefatura del Estado, tras la desaparición de Franco. Desde el propio régimen se preveía la entrada en vigor de las Leyes Fundamentales, o más concretamente, de la Ley Orgánica del Estado de 1966, que ahora tendría que desarrollarse plenamente.
Pero de acuerdo con su ordenamiento jurídico, el futuro Estado de la denominada Monarquía del 18 de julio no contemplaba el reconocimiento ni la garantía de los derechos y libertades de un sistema democrático, ni era compatible, por tanto, con la existencia de partidos y sindicatos libres.
En 1969, cuando se produjo el nombramiento de Juan Carlos como sucesor a título de Rey en la Jefatura del Estado, Franco había anunciado que no pretendía restaurar la monarquía parlamentaria de Alfonso XIII, derrocada en 1931. Esta idea le fue comunicada a Don Juan de Borbón, depositario de la legitimidad dinástica, en una carta en la que Franco dejaba claro que la designación del Príncipe no suponía una restauración, sino la instauración de la Monarquía como coronación del proceso político del Régimen, que exige la identificación más completa con el mismo.
De acuerdo con estos planteamientos, parecía evidente que el modelo de Monarquía que se había proyectado como salida política a la Dictadura, no garantizaba el reconocimiento de la democracia, sino la continuidad de las instituciones franquistas. Pero muchos pensaban que tal reconocimiento era inevitable, porque ni la democracia podía llegar pacíficamente sin la Mo­narquía, ni la Monarquía podría asentarse de forma duradera y estable sin la democracia.
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Don Juan Carlos I pronuncia el discurso de la Corona el 22 de noviembre de 1975.
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Chiste de Máximo publicado en la revista «Por Favor» en diciembre de 1975.
El 22 de noviembre de 1975, dos días después de la muerte de Franco, Juan Carlos I asumió la Jefatura del Estado, en un solemne acto ante las Cortes. Se cumplían así las previsiones sucesorias contempladas en la Ley Orgánica del Estado. Sin embargo, tanto su proclamación como su actuación política, estarían fuertemente condicionadas al faltar todavía dos requisitos fundamentales de legitimación: la cesión oficial de los derechos históricos de Don Juan de Borbón y el refrendo democrático del pueblo español.
De acuerdo también con las normas que regulaban la sucesión de Franco, el rey Juan Carlos juró lealtad a los Principios del Movimiento Nacional y a las Leyes Fundamentales. Las Cortes franquistas aplaudieron efusivamente el nombre de Franco, cuando éste era mencionado en el discurso del Rey, pero permanecieron silenciosas ante las referencias a la concordia nacional, a las peculiaridades regionales y a su deseo de ser Rey de todos los españoles.
En aquellas circunstancias, la incertidumbre, las dudas y hasta la desconfianza sobre las convicciones del Rey estuvieron presentes desde el momento mismo de su proclamación. Por una parte, su origen le negaba credibilidad entre las fuerzas de oposición, que le juzgaba incapaz de conducir al país hacia la democracia; por otra, los más puros franquistas desconfiaban del Rey, porque sospechaban que pretendía asentar la Monarquía sobre valores distintos a los que había previsto el Caudillo.
Ambos frentes representaban caminos bien distintos para la Corona: uno conducía a la Monarquía del 18 de julio; el otro hacia una Monarquía parlamentaria, más propia de los sistemas democráticos. Ante esta difícil coyuntura histórica, el rey Juan Carlos tenía adoptada la decisión de afianzar la institución monárquica sobre bases democráticas, pero esta opción no era fácil de llevar a la práctica, debido, fundamentalmente, al complejo entramado jurídico que configuraba la Monarquía instaurada.
3. Reforma o ruptura
Con estos antecedentes, se iniciaba el camino de una difícil transición hacia la democracia, donde las opciones de reforma o ruptura resumen las estrategias políticas contrapuestas de esta etapa. Pero teniendo en cuenta de dónde se partía, se puede decir que tal proceso comenzó en España con un predo­minio claro a favor de la reforma. Tras la muerte de Franco, la Monarquía se impuso como la única opción posible, y la reforma tenía a su favor todos los recursos de un Estado y de una economía en desarrollo, cuya continuidad se trataba de asegurar.
La primera estrategia reformista, defendida por los sectores más aperturistas o evolucionados del régimen, se empezó a configurar a partir del nombramiento de Juan Carlos como sucesor en 1969. Sus partidarios abogaban por una cierta liberalización del régimen y de un sistema político homologable a las democracias occidentales, pero sin cuestionar de manera inmediata la legalidad franquista entonces vigente. Estaban convencidos de que la oposición democrática jamás lograría derribar la dictadura en vida de Franco, pero que su régimen tampoco podría sobrevivir tras la muerte de su fundador.
Por otro lado, se trataba de evitar en España una experiencia similar a la que había tenido lugar en Portugal, donde la caída de la dictadura, tras la revolución de abril de 1974, había propiciado un importante protagonismo de los partidos de izquierda y su participación en el nuevo gobierno democrático. La única solución viable para estos sectores era, pues, una reforma en profundidad de las instituciones franquistas y de sus Leyes Fundamentales.
Tras la muerte de Franco, y dada la necesidad de afianzar la Monarquía, la colaboración del Rey era fundamental para desarrollar este proyecto, haciendo uso de los grandes poderes transmitidos en la Jefatura del Estado. Además, como Jefe supremo de los ejércitos de tierra, mar y aire, la figura del Rey era especialmente relevante porque garantizaría a las Fuerzas Armadas trasladar su lealtad y obediencia, de un sistema político a otro, sin menoscabo de su integridad. En definitiva, la reforma significaba la reforma desde el franquismo, destinada a triunfar como estrategia política de la transición española.
Frente a esta continuidad, la izquierda antifranquista, que venía abogando por la ruptura, pretendía con su programa poner fin al franquismo mediante un cambio radical de las instituciones y usos de la dictadura, así como su protagonismo político en la dirección de un proceso constituyente para establecer la democracia en España. Sin embargo, en vísperas de la muerte de Franco, los partidos de la oposición no ofrecían un frente común, y existían serias diferencias a la hora de definir sus estrategias políticas.
En julio de 1974, se había constituido en París la Junta De­mocrática, en la que se integraron, junto al Partido Comunista de España, el sindicato Comisiones Obreras, el Partido Socialista Popular, el Partido del Trabajo y otros grupos minoritarios, así como personalidades independientes que defendían la legitimidad dinástica de Don Juan de Borbón.
La ruptura fue el lema fundamental de su programa entre cuyos puntos figuraban: la amnistía para los presos políticos; la legalización de los partidos y sindicatos; liberta...

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