Desde varias cárceles, durante la guerra
(1915-1919)
74
(Cárcel de Barnimstrasse, 18-9-1915)
(Dirigida al Hospital Municipal de Fráncfort, s. M.)
Querida Lulu: Vuelvo a escribirte hoy para celebrar un pequeño jubileo: no se trata de ningún cumpleaños, sino de que hace siete meses justos que estoy metida aquí. Tu carta y tu retrato han sido mi mayor alegría durante todo este tiempo. ¡Tan sana, tan ardiente y radiante de vida! Así reconozco a mi Lulu y así es como yo quiero verla. No sabes lo contenta que estoy. No podía pensar verte así, por lo que Hans me había dicho. También yo me siento decididamente opuesta a ninguna intervención revolucionaria sobre tu vesícula biliar; por esta vez, también yo voto por la «estrategia de agotamiento», pues toda operación quirúrgica es siempre un salto hacia lo desconocido: el doctor que sienta afición por las operaciones, que ensaye en su propio cuerpo.
Además, tienes razón, ¿qué es el hombre sin vesícula biliar? ¡Y ahora, sobre todo ahora, vivir sin vesícula biliar! No, ni un ángel podría vivir hoy así, y nosotras jamás hemos aspirado a ser ángeles. ¡Cuánto me ha conmovido y cuán orgullosa me siento de que leas mi libro con tanto interés! Pero no tengo más remedio que reírme, viendo las precauciones que tomas para que no se me ocurra discutirlo contigo. ¿Crees que me acuerdo ya para nada, ni poco ni mucho, del libro ese? Fue para mí, mientras lo escribía, como una embriaguez; te juro que desde el principio hasta el fin es el borrador inicial que, sin revisar, mandé a la imprenta; hasta tal punto me tenía obsesionada. Lo propio me ocurrió hace seis años con la pintura, cuando no hacía más que pasarme los días soñando con cuadros. Pero una vez realizado el libro, ya terminado, se borró por completo de mi espíritu. Me he puesto a releer ahora la parte que citas, para ver lo que de ella pudiera gustarte, y me ha hecho el efecto de algo completamente extraño a mí. Quizá provenga precisamente de que este libro constituyó un acontecimiento tan notable en mi vida. Hace dos años –ni siquiera tú lo sabes– tuve otra obsesión: en Südende se apoderó de mí la pasión por las plantas, y comencé a coleccionarlas, a prensarlas, a herborizar. Durante cuatro meses no hice, en realidad, otra cosa que vagar por los campos y clasificar luego en casa el botín que recogía en mis excursiones. Hoy poseo doce herbarios completos y me oriento bastante bien en la «flora indígena»; es decir, en la del patio de la enfermería, donde crecen algunos arbustos y tupidos hierbajos, para regocijo mío y de las gallinas. Necesito tener siempre alguna ocupación, aunque sea como esta, que me apasione y absorba, por poco propia que parezca de una persona formal, de la que siempre se espera, por desgracia suya, algo inteligente. Tú misma, queridísima, no quieres oír nada de mi «dicha en este rinconcito», y no cesas de reírte de ella. Y, no obstante, tengo que tener a alguien que me crea, que si yo giro en el torbellino de la historia del mundo es por equivocación, pues en realidad he nacido para guardar gansos. Por eso tienes que creerme, ¿comprendes? Hay algo que en modo alguno admito, y es que escribas con acento resignado que tú «nada puedes significar para mí». ¡Ya lo creo que sí! Tú eres y tienes que ser para mí el puerto seguro (¡valga la expresión!) donde pueda refugiarme de vez en cuando, cuando el diablo se apodera de mí por dentro, para que podamos charlar y reír juntas, y hacer que Hans ejecute el Figaro para nosotras solas. Porque es indispensable que Hans Ingenuus esté allí escuchando, con la cabeza melancólicamente inclinada y guiñándonos el ojo, ora a ti, ora a mí, con aire de aprobación, la inagotable charla de dos mujeres inteligentes. Si, como creo, estás en Berlín cuando yo salga de este agujero, vamos a organizar una de esas «saturnales» (con té de lino dorado al estilo Hans).
Lo que cuentas de Felix es verdaderamente cómico; Karli no ha cambiado ni un ápice en su retrato, ¡y un muchacho así dirige ya un hospital! Son estos aquellos desenfadados críos a quienes, no hace tantos años, veía yo con los faldones de la camisa asomándoles por detrás, y que de la noche a la mañana, cuando menos se piensa, quieren ser tratados como adultos! Es una manera poco delicada de darnos a entender que vamos envejeciendo. Pero no importa, pues a pesar de todo seguimos sintiéndonos jóvenes, ¿verdad? Por lo demás, a tu Bendel le veía todos los domingos del invierno pasado en mi curso de Neukölln, y se lo agradecía mucho. ¿Qué hacen los chicos y las hijas de Hans? Figúrate que poco tiempo antes de mi encarcelamiento tuve varias cartas de Medi; más adelante he de reanudar mis relaciones con ella.
Lo de Clara me tiene preocupada, pues no sé en absoluto qué es de ella. También yo, a Dios gracias, llevo a cuestas un nuevo proceso (por lo de la Internacionale; es muy probable que esto me impida asomar la nariz a la calle, ni siquiera en febrero). Pero dejemos –como decía el buen tío Paulus–«que las cosas vengan hacia nosotros».
Lulu, antes de salir de Fráncfort, es preciso, si no lo has hecho ya, que dediques una larga visita al Palmengarten. Yo estuve ahí en febrero último, con motivo de mi proceso, y visité el invernadero. Durante la primera floración primaveral es de una hermosura de ensueño; y tan bien instalado está, que puede una sentarse allí tranquilamente a charlar; sobre todo, la sección de las «primaveras»... Ya ves que todavía me dura la pasión por la botánica (y ha sobrevivido a muchas otras). Y para ti lo que guardo en mi corazón, no es un «rinconcito», tontuela; ya sabes que compartes el mejor sitio con Mimi, de quien acabo de recibir también una encantadora fotografía. Escríbeme sin tardanza, queridísima; mil besos para ti y saludos cordiales para Hans y demás jóvenes. Tu
R.
75
Berlín, 25 diciembre 1915.
A la redacción de la Neue Zeit
Queridos camaradas: En febrero, Franz Mehring cumplirá setenta años. Querría saber si desean ustedes que escriba con este motivo un artículo corto, de página y media aproximadamente, y en qué fecha tendría que mandárselo. No me es posible formular abiertamente la petición, porque el artículo tendría que llegar a manos de ustedes antes de mi excarcelación (18 de febrero), y yo desearía entregarlo sin que pasara por la censura de la cárcel (aunque no aparecería hasta después de estar yo en libertad).
Por tal motivo, les ruego que manden la contestación por el mismo conducto.
Suya y de la causa socialista,
Rosa Luxemburgo.
76
(Cárcel de Barnimstrasse), 27-12-1915
Querida Lulu: Tu billetito de amor me ha producido pena y alegría a un tiempo: alegría, por tener de nuevo pruebas palpables de tu existencia y sentirte, por tanto, más cerca; pena, porque no pudimos vernos y tú te sentiste por ello dolorida. Por tu carta, noto que tus nervios vibran demasiado y la jovialidad dorada de tus últimas cartas naufraga lamentablemente al menor contacto con la «realidad». Semejantes pesares son para mí, hasta ahora, completamente desconocidos; me he ejercitado tanto en mantener una ecuanimidad inquebrantable de humor, que lo afronto todo con el semblante más sereno, sin pestañear. ¡Si yo pudiera hacerte ser algo más serena y «acorazada», pobrecita mía! Pero no, ahora no habría posibilidad. Por ti, sobre todo, temería una decepción si no pudiéramos vernos más que convencionalmente durante un cuarto de hora escaso, y, además, vigiladas. Naturalmente, ya sé que tú pondrías más empeño en lograr tu deseo que el bueno de Weinberg, pero reflexiona un poco si esto de aquí no te producirá más tristeza que satisfacción.
El saber que tú y Hans me habéis preparado unos regalos y que os habéis molestado tanto por mí, me ha conmovido profundamente. Todavía no los he recibido, pero yo me alegro con ellos por anticipado y os doy mil veces gracias. Recuerdo las hermosas y alegres veladas de Halensee, donde tanto nos divertimos, en unión de toda vuestra cuadrilla, alrededor del árbol de Navidad. El año que viene, si, por casualidad, no estoy «a la sombra», y si, por casualidad también, el mundo se sostiene todavía, aunque sea sobre un solo pie, volveremos a reunirnos, con toda seguridad, y, además, a menudo. Aquí mismo, probablemente podrás visitarme hasta enero, si con la suficiente anticipación lo solicitas personalmente (por escrito), y si no temes la decepción. No puedes imaginarte cuánto deseo sentarme contigo en aquel diván mullido y ancho para oír juntas a Hans tocar algo selecto. Seguramente sabrás que Faisst, a quien debo el haber conocido a Wolf, murió al comienzo de la guerra; fue un día antes de la muerte de Jaurés. Ahora, la muerte de Vaillant me ha afectado profundamente. Recordarás, sin duda, que mantenía gran amistad con él, más aún que con Guesde. Veneraba honda y sinceramente al viejo, y mis sentimientos hacia él siguen siendo, a pesar de todo, inalterables. A Clara también le ha afectado mucho la noticia. Hannes ha debido comunicarte la gravedad de la dolencia de Clara y cuán comprometido es su estado. Han prohibido que se le escriba nada que pueda agitarla o fatigarla. Por esto prefiero no mandarle más que una palabrita de cariño (con tanta mayor razón cuanto que aquí me han puesto trabas en lo tocante a la escritura). En estas condiciones vale más acaso que dejes para más adelante el escribirle. Cuando salga de aquí me propongo ir a verla y reanudar nuestro trato de viva voz. Ten, pues, querida, serenidad y confianza, recibe mil cariños y besos con motivo del Año Nuevo, y compártelos con Hans y tus chicos. ¡Feliz año!...