Tiran al maricón. Los fantasmas "queer" de la democracia (1970-1988)
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Tiran al maricón. Los fantasmas "queer" de la democracia (1970-1988)

Una interpretación de las subjetividades gays ante el Estado español

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Tiran al maricón. Los fantasmas "queer" de la democracia (1970-1988)

Una interpretación de las subjetividades gays ante el Estado español

About this book

Que España se haya convertido en una democracia sexual adelantada a escala planetaria no es nada evidente: las victorias de los sujetos LGBT+ de derecho bien podrían servir de lavado rosa a la crisis global que afecta a España desde el 2008. El libro propone una contrahistoria que desnaturalice el lazo entre constitucionalismo de 1978, clases medias consumidoras y reconocimiento LGBT+ para reencontrar a lxs excluidxs de la modernidad posfranquista en clave histórica. Reacixs al lugar que les asignaba la democracia de las clases medias construyendo sus comunes en la "transición", en 1980 lxs humanimales y las Pilinguis –los fantasmas queer de la democracia española– veían en el orden constitucional una "barbarie institucionalizada", contra la que emprendieron intensas luchas culturales. De la interpretación de su derrota y muerte ante la biopolítica transicional pueden salir "ruinas emergentes", chispas para encender otros futuros: no sólo rompen con la narrativa más sólida del imaginario moderno del tiempo presente, sino que apelan a pensar en tiempo futuro el devenir posmesocrático, poshumano y poscolonial de los comunes democráticos en territorio europeo.

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Information

1. 1984, Barcelona. Microhistoria iconoclasta
1984 suena a experiencia distópica por antonomasia. Abro el es­tudio con un breve y curioso cuento, publicado aquel año en el fanzine marica radical de Les Pilinguis, que se consideraban también Les Supermales dels Col·lectius Roses de Barcelona en esa primera mitad de los ochenta. El fanzine circuló en Barcelona entre 1983 y 1984, y de él extraigo el primer indicio de dos que aduzco para iniciar este rastreo contrautópico de experiencias queer en España. Estamos en Barcelona, cuando en Madrid la Movida comercial vive su apogeo[1]. Lo protagoniza la ficcional Maruja la Sanguinaria.
Una tísica neblina invadía los edificios de la húmeda ciudad. La noche se apoderaba del corazón podrido de las ratas urbanas. Barcelona dormía en la pesadilla de su sordidez, sólo a las Pilinguis les gustaba salir –las ratas de corazón podrido.
En un antro oscuro de la Ribera, unas manos de uñas rojas esmaltadas, un par de botas de caña alta hasta los muslos, de cuero negro, de tacones aguja (18 cm) que se negaban a dejar entrar unos pies de un 45 continental.
La perversa forma humana (¿humana digo?) que las llevaba forraba su cuerpo en un vestido de leopardo. El cinturón de purpurina ahogaba la cintura que había estado en otros tiempos tan grácil como el de una avispa, pero que actualmente se parecía al cinturón de la Ronda debido sin duda a noches de insomnio y de vicio innombrable, de alcohol, de droga y de sexo, de amor y de olvido: larguísimas noches de mierda, en suma.
La cara depravada de aquel ser era indescriptible bajo las capas de maquillaje.
—Ha ha ha! Mirándose al espejo, histérica, una risa como un disparo en la oscuridad de la ciudad. Ahora verán de qué es capaz Maruja La Sanguinaria, aquellos mamones de mierda, aquellos putos de culo lleno de [ilegible].
Agarra una navaja reluciente y la introduce en su bolso DIOR. Dirección «La Pruna», dice.
La ciudad dormía. Barcelona, drogada
En su belleza de prostituta
Marítima, no sospechaba lo que acontecería aquella noche.
Al día siguiente todos los diarios titulaban: «HOMOSEXUAL COSIDO A NAVAJAZOS EN UN BAR DE MALA NOTA». L’Avui no decía nada. EL FAGC tomó cartas en el asunto. Y claro, Las Pilinguis convocaron un consejo de guerra. Una voz no inocente las había acusado[2].
He aquí una cuestión política crucial y ciertamente microcontextual, en aquella España postransicional. La réplica sanguinaria de una feminidad encerrada en lo doméstico, esa maruja ya devenida «perversa forma humana (?)», abandonó su hogar y se lanzó en un vagabundeo criminal por una Barcelona drogada, asfixiada, hostil, inhabitable. El personaje queer nos lleva al borde de lo humano, tal como se entendía después de la transición: es figura no reconocible como tal, es ser híbrido, a la vez humano y animal, uno de esos «humanimales que se evocan en la penumbra de los cuartos oscuros o bajo la luz anaranjada de las farolas tristes» de la poética ibarsiana[3]. El personaje encarna también una lucha moral, por la justicia, que se nos ha convertido en algo literalmente ininteligible.
El cuento escenifica un antagonismo político que se nos escapa, involucrando a dos personajes, al travesti criminal y a ese «homosexual» cuya muerte es denunciada por el Front d’Alliberament Gai de Catalunya (FAGC) en tanto que portavoz del colectivo homosexual agredido aquí. Aun así, el que comete Maruja no es crimen homofóbico en regla: para ella, la víctima no es primero homosexual, sino «mamón de mierda». Maruja es portadora de una apreciación moral y subjetiva sobre su víctima, manifiesta en el asesinato, que evidencia una clara relación de enemistad política. El acto del travesti encarna una violencia inmediatamente deslegitimada por la retórica del FAGC: esta descarta la apreciación moral y naturaliza el carácter homofóbico del asesinato, confluye en la victimización del homosexual devenida espacio de agencia consensuado, que sin embargo no consigue desactivar ni el sensacionalismo ni la indiferencia de la prensa general –en suma, la victimización mantiene en posición subalterna a esas subjetividades sexuales: gais y travestis comparten conflictualmente, entonces, las mismas cloacas urbanas–. El cuento escenifica, por tanto, la constitución de un régimen de representación del personaje homosexual en aquella Barcelona de 1984, donde la lucha contra la homofobia estructura a un activismo gay que identifica a enemigos que no son solo los representantes del heteropatriarcado, sino también subjetividades radicales queer. Pero también escenifica la simultánea resistencia al mismo régimen encarnada en una subjetividad vampiresca, nocturna, sanguinaria. Esta subjetividad resistente es la que organiza, con todo, el relato y constituye la puerta de entrada a un mundo pasado que se nos ha hecho muy extraño. Maruja toma las armas en contra de un mundo simbólico profundamente desigual, aquel del nuevo orden postransicional, y en contra de quienes reproducen esas desigualdades sociales, aun desde posiciones subalternas, y la recluyen en la barbarie. Es un cuento metacriminal.
Plantea, por tanto, una cuestión política en el sentido pleno que le da Rancière al término: un ser hablante busca construir el espacio de su enunciación propia, lucha por que el «ruido» que emite –que es aquí también su cuerpo– sin forma reconocible se convierta en una palabra articulada y audible, la de un sujeto político reconocido como parte de lo común[4]. La subjetividad de Maruja la Sanguinaria, a estas alturas, es distópica: está habitando en un mundo que se parece poco a aquel otro que había imaginado unos años antes y su lucha ya está perdida; su palabra se articuló, pero no se incorporó a lo común (pos)transicional, hasta su repudio definitivo. Y solo dándoles espesor histórico a este humanimal y a su lucha se entiende el giro contrautópico que aportan a la Barcelona de 1984. El cuento hace mención a Les Pilinguis, «rates de podrit color», de las que en el mismo número del fanzine se proporciona una descripción fundamental que nos retrotrae a la misma Transición: solo dentro de una genealogía política entre Maruja la Sanguinaria y luchas político-sexuales de la Transición esa asesina simbólica del homosexual de la democracia deviene inteligible ya no como Sanguinaria, sino como Justiciera en estos naufragios de 1984.
El segundo cuento reescribe «La rateta que escombrava l’es­ca­leta»[5] recordando las marchas de liberación homosexual de fines de los setenta y sus usos militantes a mediados de los ochenta.
Ese ratón, dice el cuento, barría la escalera de una alcantarilla llena de polvo y se presentaba, aparentemente, como el último defensor de las ilusiones marchitas de muchos ratoncitos. El cuento no disimula quién es esa rateta: «De la rateta us diré que és una femella culta i que gràcies a ella totes les ratetes del país sabran d’on venen els seus noms i cognoms mitjançant un quadre on hi ha una gran canonada, crec que se l’hi diu “Desaigüe genealògic”», vale decir, el mismo Armand de Fluvià, identificado aquí como genealogista.
De la comunitat, us diré que [fou] una de les més grans del món, i fins i tot un dia es manifestaren 10.000 ratetes a la clavaguera més gran de la ciutat, reivindicant massivament el seu dret a la llibertat personal. Foren grans dies d’unió i joia per les ratetes, diuen que fins i tot i per primer cop neixeren margarides a la clavaguera. Però així com vingué la Primavera florida, els aires gèlids dels personalismes i de la desunió bufaren a la clavaguera, i quan les 10.000 ratetes acabaren de passar, els vents amb remolins i ràfagues arrasadores escamparen la il·lusió de les ratetes de sortir a l’exterior i veure el sol, com les seves amigues del camp.
Y ahí reaparece el ratoncito del inicio, «escombrant les deixalles de les seves companyes, per intentar reviure temps passats i construir un moviment nou, però lògicament, construit de pols, un moviment que sols es pot formar ESCOMBRANT».
He aquí un cuento que rezuma desencanto, pero no desencanto a secas, sino unido al sentimiento de una desposesión de las luchas en el momento postransicional. Más aún, hasta revierte la distopía: desde esta perspectiva, lo distópico del cuento ya no es Maruja la Sanguinaria, sino el propio mundo tal como se ha transformado tras la primavera de las luchas de fines de los setenta en Barcelona, y esa experiencia se proyecta en un sujeto colectivo, «la comunitat de les 10.000 ratetes» de las cloacas reivindicando libertades.
La huella, como indicio para una microstoria de las subjetividades queer entre los setenta y los ochenta, establece firmemente un antagonismo que no se ha agotado con la consolidación democrática. La documentación es, por otra parte, excepcionalmente valiosa, porque su vocación no era permanecer, no hubo aquí intención de construir un archivo del movimiento, se constituyó como efímera: el fanzine marica de Les Pilinguis consta, que yo sepa al menos, de tres números, publicados entre 1983 y 1984, y su proyecto es escapar a las «formes actuals de canalització de la informació», la forma del fanzine quiere ser «molt més directa i provocadora. En definitiva, és un mitjà per a cagar-nos (sense plaer) però amb puteria i bojeria, en l’absurda i ridícula societat dels masclets»[6]. Este medio de comunicación pretende mantener vigente un antagonismo dentro de lo que se uniformiza como comunidad homosexual y que incorpora a subjetividades tan diversas como Maruja y su víctima. Este cleavage es primero generacional, algo especialmente notorio en su relación con el Front d’Alliberament Gai de Catalunya. En el número de diciembre de 1983 de Les Pilinguis se presenta al colectivo como «[g]ent perdu[da] en el túnel del temps (anys 70), van de po­litiqueries i de gran organització estil maig 68. Tenen grups de treball, però sense autonomia, directament inspirats per l’ordre de Moscú. Ideal per a les nostàlgiques dels anys parlamentaristes i desitjoses de recepcions institucionals i a T.V.E.». Respecto de los otros dos grupos existentes, los gais cristianos son para ellos «les Woytyla Girls», y al ambiente cultural del Casal Lambda lo consideran «decadent»: «reunions de te amb pastes, bridge, […] barrejat amb Montiel i de postre[s] Juanita Reina». Las Supermalas de los Colectivos Rosas consideran que ellas hablan los lenguajes de su tiempo: «Nosaltres som els 80, passada total, passem de politiqueries, d’antigues i volem enrotllar-nos amb totes, de la travesti més tirada de l’Arc del Teatre fins a les més modernes del món del neó»[7].
Pero su inscripción en lo que consideran su tiempo va de la mano con la sensación nada ambigua de una usurpación de sus luchas: el propio fanzine se concibe como medio para reapropiárselas, en la confluencia con el antimilitarismo y las inquietudes pacifistas, con el proyecto de reconstruir un «moviment gai anti-autoritari, subversiu i actiu (amb perdó…)». La desposesión de las luchas no deja lugar a dudas:
molts de nosaltres estem cansats d’haver deixat la pell i els ossos treballant en un muntatge que ja no correspon als nostres desitjos. Més encara pensant que tenim possibilitats de fer coses molt més divertides i molt més enrotllades. Per això cal parlar d’una gran quantitat de gent que en un moment o altre ha tret el cap dins del moviment gai i al cap de poc l’ha tornat a amagar, amb la histèria de veure com s’estava jugant amb la seva militància. Aquesta pel·lícula s’ha repetit massa cops, més en els darrers anys en que s’havia de cercar una nova manera de lluitar. La gent que ens donava el braç, és especialmente xunga (em seguiu, oi?). Però no us penseu que s’hagin adaptat al nou sistema de ‘tolerància’. Ells (horror!) ja eren així. Reaccionaris. I no tan sols de pensament (que eren molt hàbils en dissimular-ho) sinó també d’acció i de vida quotidiana, que això es pitjor, marranes![8]
Semejantes huellas se acumulan a lo largo de las páginas del fanzine, con una jerga nada pacífica en contra de los representantes del asociacionismo gay: «Volem estirar els llençols i desemmascarar qui es vol aprofitar del poc que queda del nostre titànic moviment. No permetrem que interessos personals i de certes organitzacions polítiques d’un gagà decadent ...

Table of contents

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Legal
  4. Citas
  5. Introducción
  6. 1. 1984, Barcelona. Microhistoria iconoclasta
  7. 2. Homonacionalismos: política de la historia LGBT+ posfranquista
  8. 3. Pluma y Transición: genealogías posfranquistas queer
  9. 4. Persistencia constitucional de la Ley de Peligrosidad Social
  10. 5. Rostros queer ante la represión estatal posfranquista
  11. 6. Política absoluta gay
  12. 7. Las tetas altas y la nueva castidad: privacidad y catolicidad ante la Constitución de 1978
  13. 8. Les Pilinguis en tiempo futuro
  14. Índice de siglas
  15. Documentación primaria y bibliografía