ENTREVISTA A SLAVOJ ŽIŽEK, O «¿QUIERES SER SLAVOJ ŽIŽEK?»
Ricardo Espinoza Lolas y Óscar Barroso
NO HAY COMIENZO SINO SOLAMENTE INICIO…
Slavoj Žižek.— Permitidme solamente –seré breve, lo prometo– responder a esta presentación agradeciendo el debate que hemos tenido. Lo digo de veras y explicaré por qué. Admiro –esa es al menos mi primera impresión– la atmósfera intelectual que hay aquí porque, cuando debatimos después de mi charla, me quedó claro que no habría ninguna de esas preguntas que odio: esas preguntas de autopromoción. Ya sabéis: finges plantear una pregunta, pero lo que realmente quieres es decir algo sobre ti mismo. Y os sorprenderá esto que voy a decir, pero tampoco hubo preguntas críticas primitivas. Porque un filósofo nunca se limita a la crítica simple; primero tienes que abrirte a los otros filósofos (que estás leyendo). Precisamente esto es lo que no me gusta de Estados Unidos. Recuerdo que una vez di una conferencia a estudiantes de primer año; hablamos sobre la ética de Kant, la Crítica de la Razón Práctica. Y, después de un cuarto de hora, un joven estudiante se levantó y dijo: «No estoy de acuerdo con Kant aquí; cuando actúo éticamente, mi experiencia es totalmente diferente». Estallé inmediatamente y le respondí algo como «Estamos debatiendo sobre una reflexión teórica seria. ¿A quién le importan tus estúpidas experiencias?».
Esto no significa que no seamos críticos en filosofía pero, como afirma Hegel, la vía filosófica consiste en abrirte a un filósofo y permitir que su edificio se destruya a sí mismo: señalar las inconsistencias, etcétera.
Lo segundo: tengo una crítica severa para ti [dirigiéndose a J. A. Pérez Tapias]. Cuando diste las gracias, «gracias a ti, gracias a él», etc., no fuiste hegeliano. Un hegeliano se caracteriza por esta Selbstbeziehung, esta autorrelación. ¿Sabes lo que deberías haber hecho? Lo hice una vez: es fantástico.
Digamos que he organizado esta conferencia. Y digo «gracias a ti, gracias a él…» y añado «y, finalmente, quiero agradecerme el estupendo trabajo realizado». Este sería el modo hegeliano de hacerlo.
En último lugar, no tanto una crítica, sino… hablaste tan bien de mí que tengo ahora este problema: «Dios mío, ¿quién es ese tío? ¿Soy yo?». Y esta brecha, este abismo entre lo que yo soy, mi estúpida presencia inmediata, y la imagen o identidad simbólica que construyes sobre mí… En el psicoanálisis lacaniano la brecha entre ambas se llama «castración simbólica». La castración es esta brecha: «Dios mío, ¿quién soy? Yo no soy eso». Así que esto, para mí, es una señal de auténtica amistad y hospitalidad: que me recuerdes esto, que organizaras para mí una experiencia de castración. Muchas gracias. Esto sí es hospitalidad.
Óscar Barroso.— Yo iba a empezar con los agradecimientos. Pero ya no sé qué hacer. ¿No me vas a pegar si le agradezco algo a…? Bueno, podría empezar diciendo que me agradezco a mí mismo…
S. Žižek.— No quiero criticarte. Mi idea de debate democrático es el siguiente. ¿Viste –aunque sea una película antigua– James Bond contra Goldfinger? Ahí aparece ese coche famoso con el botón rojo… Quizá necesitas un botón rojo conmigo: si hablo demasiado, presionas un botón rojo y –¡zas!– salgo disparado.
Ó. Barroso.— No hace falta, soy bastante fuerte como para dispararte sin botón.
S. Žižek.— Es verdad; disculpa.
ALGUNOS RASGOS DEL PASADO DE SLAVOJ
Ó. Barroso.— Vamos a empezar. Agradezco a la Facultad la colaboración y que haya prestado su prestigioso ciclo de entrevistas de El intelectual y su memoria, para traer aquí a Slavoj. Hemos estado durante una semana en el Centro Mediterráneo. Y ahora aquí, en la sala de mi Facultad, una sala muy agradable para llevar a cabo esta entrevista. Y quiero aprovechar para agradecer públicamente a Slavoj su generosidad, por haber estado con nosotros en Granada durante una semana para este encuentro, que ha sido sencillamente maravilloso. Deseo agradecerte el haber estado con nosotros… Y siento este agradecimiento.
Vamos a empezar ya con la entrevista.
La primera pregunta que vamos a hacerte se refiere a tu experiencia en el tránsito del comunismo real: la caída del comunismo real y la traumática disolución de Yugoslavia, que hablaras un poco sobre este tema y, sobre todo, de tu decisión de presentarte a las elecciones de Eslovenia. Presentarte a las primeras elecciones democráticas de Eslovenia, nada más y nada menos que por el Partido Liberal Democrático: un comunista como tú…
S. Žižek.— ¡Ahora soy yo el que necesita el botón rojo! Si vivierais bajo el estalinismo, la pregunta que todos os haríais mañana sería: ¿quién es el último a quien hemos visto con vida? Ya os imagináis: él [Óscar Barroso] desaparece, y… ¿Hay una tercera subpregunta, o… ? Hiciste dos, ¿no? El paso al capitalismo, la democracia y por qué…
Ó. Barroso.— Sí. El tránsito, cómo viviste el tránsito del comunismo al capitalismo, la disolución de Yugoslavia y tu experiencia; una pregunta muy amplia sobre tu experiencia biográfica de este tránsito y de cuando te presentaste a las elecciones en Eslovenia.
S. Žižek.— Ok. Lo entiendo. No necesito un traductor. Perfecto. Ok.
Ó. Barroso.— En un minuto. ¡No, es broma!
S. Žižek.— Un minuto. ¿Qué…? Uno y tres ceros, ¿no? No, en serio, realmente intentaré ser breve. En primer lugar…, sencillamente tuvimos mucha suerte en Eslovenia. Aunque fuera un régimen comunista, era relativamente suave. Las fronteras estaban completamente abiertas, viajábamos constantemente a Occidente, teníamos contactos y demás, lo cual significa que veíamos claramente lo que estaba mal en el comunismo; no nos hacíamos ilusiones al respecto. Pero, al mismo tiempo, tampoco nos hacíamos demasiadas ilusiones respecto al Occidente capitalista. Y creo que esta era nuestra postura.
Muchos filósofos afirman esto, incluso Hegel: el mejor momento para la teoría es ese momento de paso, cuando no estás ni aquí ni allí. En ese punto las cosas son visibles y, cuando el nuevo orden se estabiliza, devienen invisibles. Y este fue nuestro primer golpe de suerte.
El segundo fue que en la antigua Yugoslavia, incluso a mediados de los años sesenta, no había realmente una filosofía oficial, y esa era una situación muy irónica; en cada una de las repúblicas, una filosofía diferente se situaba cerca del poder. En Eslovenia era el marxismo de la Escuela de Fráncfort. En Croacia era el heideggerianismo; porque el marxismo, la Escuela de la Praxis, se consideraba un marxismo crítico, disidente. Así que, ¿no es esta una maravillosa ironía? En aquel régimen comunista, para hacer carrera con la filosofía, era mucho mejor ser heideggeriano que marxista. Y de ese periodo pueden contarse historias maravillosas: por ejemplo, ¿recordáis estos típicos retruécanos heideggerianos, como «la esencia de la verdad es la verdad de la esencia»? Un general yugoslavo, con ínfulas filosóficas, escribió un libro sobre la autodefensa yugoslava. Me hizo reír tanto… El libro comenzaba en ese estilo heideggeriano: «La esencia de la autodefensa de Yugoslavia es una autodefensa de la esencia de Yugoslavia».
Así que, ¿por qué es esto algo bueno? ¡Ah! Otra cosa interesante: en Serbia lo mejor era ser filósofo analítico. ¿Sabes por qué? Porque a quienes estaban en el partido no les gustaba el pensamiento social; era potencialmente crítico. Les gustaba este análisis puramente lógico, ya sabéis: «¿Cuál es la estructura de una proposición como “un gato está en la esquina”?», o algo así: con eso no molestas.
Esto nos daba mucho campo libre y, por esa razón, para nosotros, esta explosión en los años sesenta del estructuralismo en Francia supuso una liberación. ¿Por qué? Porque, en Eslovenia, los frentes estaban repartidos del siguiente modo: el marxismo de la Escuela de Fráncfort estaba en el poder y los heideggerianos en la oposición. Pero, entonces, en Francia estalló el llamado «estructuralismo» y, para nosotros, la generación más joven, resultó impactante observar cómo los enemigos de la oficialidad repentinamente empezaban a usar su mismo lenguaje, rechazando totalmente el estructuralismo. Y, como ya dijo Sartre en algún lugar –aquí estoy de acuerdo con él–, «si por lo que haces te atacan ambos lados, que son oficialmente enemigos, esto suele ser una señal de que vas por el buen camino».
Así que, una vez más, este era el trasfondo general. Ahora bien, cuando mencionaste este paso de un sistema a otro, desde luego no fuimos utópicos. Algunos izquierdistas pensaron que la disolución del comunismo ofrecía una oportunidad única de no retornar simplemente al capitalismo, sino de construir un socialismo diferente, más auténtico… Nunca nos tomamos eso en serio. Y esta fue nuestra posición, una postura difícil. Por una parte, no teníamos ilusiones; no nos tomamos en serio esta idea de que ahora podríamos lograr un socialismo auténtico. Al mismo tiempo, no sentíamos nostalgia alguna por el viejo orden, sino que todavía queríamos seguir siendo, en cierto modo, fieles al legado de la izquierda radical.
Bien, y aquí entra tu pregunta, que merece diez años de gulag. ¿Por qué «Partido Liberal Democrático»? Tienes que examinar el contexto histórico. Cuando el comunismo se estaba desintegrando, había dos fuerzas políticas principales; los nacionalistas conservadores y los excomunistas. Y, en ese punto, ser designado como «liberal» en Eslovenia ¡sólo podía significar una cosa! Que eras un disidente, un crítico del comunismo, pero no un nacionalista. Este era el significado exclusivo. Si alguien te gritaba «¡eres un liberal!», en esa situación concreta simplemente significaba que estabas en contra del totalitarismo comunista, pero no eras nacionalista-conservador. Y, puesto que en Eslovenia no había ningún liberalismo como tal, esto significaba que éramos algo así como una izquierda nueva.
Este era un partido muy loco –después se llenó de corrupción, y me marché– que hacía cosas muy locas, como el grupo de hard-punk Laibach. ¿Son conocidos aquí? Ahora están demasiado integrados en el poder. Son relativamente similares a Rammstein, en Alemania; una banda con un sonido casi fascista y, desde luego, estaban más o menos prohibidos bajo el comunismo. Pero lo fascinante es que un amigo mío, a mediados de los años noventa, cuando era ministro de Cultura, organizó todo un ritual de celebración: colocaron una placa conmemorativa en el pequeño centro cultural alternativo en el que Laibach dio su primer concierto. Ocurrió en un momento en el que era necesario cierto compromiso. En Eslovenia, llegados a ese punto, simplemente queríamos evitar la situación de Croacia, Serbia u otros países en los que, después de la caída del comunismo, había tomado el control un gran partido nacionalista. En Rusia ahora está Putin, en Serbia fue Milošević, en Croacia fue Tuđman. Este era nuestro gran objetivo: mantener el espacio abierto también para la cultura alternativa y demás, y eso era todo. Era una jugada totalmente estratégica, pero creo que merecía la pena hacerla. Ahora las cosas van a peor, pero, durante veinte años, Eslovenia evitó esa locura nacionalista. Mereció la pena.
El último comentario, y acabo. Esto os puede divertir. Si les pregunto a mis amigos cuál fue la mejor época de nuestras vidas, todos darán la misma respuesta: los últimos cuatro o cinco años del comunismo. ¿Sabéis por qué? No porque el gobierno lo hiciera bien, sino porque entendieron las señales, lo que estaba por venir. Sabían que su tiempo había acabado, así que desesperadamente intentaban contentar a todo el mundo. Para concluir con un detalle anecdótico, mi historia favorita: en 1985 o 1986 se celebró un congreso homosexual en Liubliana. Acudió un representante del Partido Comunista y dijo: «Los comunistas siempre os apoyamos –esto no era cierto–. ¿Necesitáis dinero para vuestro periódico?». Cuando llegó la democracia, lo primero que hicieron fue cancelar este subsidio.
Tengo tantos buenos recuerdos de esa época… Dos más, y acabo. El primero es que… Veíamos que la democracia estaba llegando, y muchos de nosotros queríamos distinguirnos para presumir después: que nos arrestaran un mes o dos, para poder decir después que fuiste un héroe. Un amigo mío escribió un feroz ataque contra el Partido Comunista: «Sois peor que el estalinismo…». Y esperó: «¿Cuándo llegará el cartero con la citación judicial?». Pero lo único que consiguió fue una invitación al Comité Central, para participar en un debate. Fue allí y...