El celibato sacerdotal
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El celibato sacerdotal

Johann Adam Möller

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El celibato sacerdotal

Johann Adam Möller

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Este libro, traducido por primera vez al castellano en una cuidada edición con introducción y notas, recoge las reflexiones útiles y apasionantes de Möhler sobre el celibato de los sacerdotes católicos. Aunque se publicó originalmente en respuesta a una polémica concreta en 1828, la cuestión no ha perdido vigencia; antes bien, ha cobrado renovada actualidad. Los argumentos y las consideraciones que aquí presenta el gran teólogo alemán siguen siendo válidas independientemente de su génesis histórica, como el fundamento bíblico del celibato, o el análisis del fenómeno en los primeros siglos de la historia de la Iglesia. Möhler desarrolla una auténtica teología del celibato, en la que se destaca la libertad del individuo, que alcanza precisamente en quien vive el celibato su dignidad más alta.

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Information

Year
2012
ISBN
9788499208022
II. El texto
EL CELIBATO SACERDOTAL

I. CONTEXTO HISTÓRICO-ESPIRITUAL DEL DEBATE

A. El «Memorial» y el clero de Baden

1. La ocasión del «Memorial»

El hecho de que los laicos hagan oír su voz en asuntos eclesiásticos y religiosos es algo reconfortante en grado sumo; más todavía si, llenos de piadoso entusiasmo, como los profetas de la Antigua Alianza, proclaman a los hijos de los hombres las leyes y las obras de Dios... mientras los sacerdotes están quizá adormecidos. De ello da insigne testimonio la más reciente historia, tanto en la Iglesia Católica como entre los protestantes. Sin embargo, es seguro que los laicos han de proceder de modo bien diverso a como lo han hecho los señores profesores de Friburgo, si es que deseamos de verdad la prosperidad de la Iglesia3.
Después de una larga y anhelante espera, se restableció al fin el buen orden canónico en la Iglesia Católica de Baden4. Era, pues, justo esperar que todos los movimientos que surgieran de esta gran ocasión —llamada a provocar una conmoción de los espíritus fuerte, poderosa, profunda— brotaran del centro mismo de la vida cristiana; que [2] todo lo atrajesen poco a poco hacia este centro, que a todo dieran nueva vida y lo llenasen de fecundidad; se tenía la fundada esperanza de que iba a ocurrir algo así como una nueva efusión del Espíritu Santo, que todo lo penetraría con su fuerza creadora, elevándolo a un orden superior de existencia. Y he aquí que, como una helada terrible que todo lo arrasa, uno se entera de que muchos profesores de Friburgo —¡la Metrópoli!—, precisamente en estas circunstancias de la vida eclesiástica, piensan, como primera y única medida, ¡en la abolición del celibato! Un proyecto vano, sin contenido alguno, pues comienza por algo que, aun en el caso de que fuera muy deseable, sólo podría admitirse, como mera consecuencia, al término de otras muchas cosas.

2. Situación del clero en Baden

Se dice en el Memorial que el clero de Baden es, en su conjunto (esperamos que haya muchas excepciones), sumamente inculto y carente de espiritualidad; que está dominado por una tendencia carnal, materialista, y rara vez manifiesta un noble entusiasmo por el Evangelio y una penetración profunda y vital en el mismo. Aunque no esté del todo ausente la formación intelectual, sin embargo —agrega el Memorial—, no existe en ellos una vida superior, las ideas están rígidas, como muertas, al faltarles la fertilidad de lo divino.
Yo no puedo garantizar la verdad de esta historia, pero si se tienen en cuenta algunos antecedentes en la formación del clero de Baden, la cosa adquiere ciertos visos de realidad. Piénsese, por ejemplo, en los negativos resultados de la «Ilustración», en la orientación crítica tan unilateral, que desde hace medio siglo domina en la Universidad de Friburgo; o en cómo se enseñan allí, por hablar sólo de algunas disciplinas teológicas, la Dogmática y la Historia de la Iglesia: una Dogmática (no conozco al actual profesor) meramente histórica, vista desde fuera, expuesta sin profundidad y sin genio especulativo5; y una Historia de la Iglesia que, en lugar de hacer visible a los estudiantes el dominio de Cristo y la acción del Espíritu Santo en la historia, y de exponer, en una síntesis superior, el proceso interno de los acontecimientos (sin perjudicar por ello el necesario atenimiento al dato), [3] viene siendo tratada y expuesta como una histoire scandaleuse6, y se hace befa de Papas, Obispos, Concilios, monjes e instituciones eclesiásticas7. Piénsese también en la reforma eclesiástica promovida hace ya tiempo desde arriba, que —aunque no carezca de méritos— se ha ocupado casi exclusivamente de meras formas externas y en superficialidades de todo tipo; o en cómo la capacidad intelectual de los clérigos, ejercitada sobre todo en las Conferencias (en sí muy convenientes), se ha agotado en pura casuística litúrgica, moral y pastoral, sin penetrar en absoluto en las razones últimas y más profundas del Cristianismo, en las raíces y fundamentos de la fe y de la vida cristiana; y esto, porque no sentían en sí mismos ni la fuerza ni la necesidad de adentrarse, con el sentido de una búsqueda vital, en lo más alto y en lo más hondo. Y cuando algo apuntaba en este sentido, era inmediatamente reprimido y condenado, calificándolo de Mística y Escolástica. Si se piensa en todo esto, repito, la fábula sobre la tendencia carnal que domina al clero de Baden adquiere, en efecto, apariencia de realidad8. Estando las cosas así, ¿de dónde podría surgir el elemento que vitalizase la cultura y, con mayor razón, la espiritualidad? ¿Cómo iba a germinar y dar fruto en semejantes condiciones una profunda vida interior, una auténtica alegría de la fe y un noble entusiasmo? Por eso el clero católico de Baden debía haberse esforzado en promover algunos talentos filosóficos y especulativos, que surgieran de su seno y de él recibieran estímulo. Pero tales talentos sólo prosperan cuando no se procede razonando de forma puramente negativa y superficial; cuando la atención no se queda en meras formas epidérmicas, al tiempo que la fe, si [4] bien no atacada, tampoco es abrazada con alegría. La fe sólo prospera cuando uno no la deja al margen, o flotando en el aire, sino cuando nos introducimos vitalmente en ella para que todas las más altas energías sean fecundadas por esa luz celestial9.

3. La solución propuesta: abolir el celibato

Los profesores no teólogos de Friburgo constataron, pues —así supone quien esto escribe y el Memorial lo da a entender en más de un pasaje—, esa vaciedad espiritual, esa aridez, ese carácter tan poco espiritual de una parte (mayor o menor) de los sacerdotes católicos de su país (el caso de los clérigos protestantes de Baden es, si cabe, peor aún); y, queriendo ayudarles, proponen la supresión del celibato.
Los sacerdotes badenses así descritos, meras sombras de lo que es un hombre con cultura y espiritualidad, desde su absoluta pobreza de ánimo —que les llevaba a vivir superficialmente, buscando en las cosas externas la alegría de vivir—, hace ya tiempo que habrían exclamado: «¿quién nos dará mujer?». Y he ahí que, con el más laudable propósito, los firmantes de esas tres peticiones acceden a sus deseos y dicen: «¡dadles mujer!».
Pero, ¿pensáis que las mujeres dan lo que no tienen? Cierto que a veces se le da esposa al joven en peligro de descarriarse; cierto también que a veces los padres ven con buenos ojos que su hijo se una pronto en matrimonio a una muchacha de buena familia, para evitar así descarríos; pero lo que de tal forma se obtenga, tanto en lo negativo como en lo positivo, es producto meramente humano, incapaz de trascender los deseos y las necesidades de la vida terrena. Confieso no haber oído ni leído jamás que, para revitalizar los miembros anquilosados del Cuerpo Místico de Cristo, o para conseguir teólogos profundos y bien formados, o predicadores entusiastas, se haya pretendido que uno deba cuidarse, ante todo, de darles esposas; o que para certificar la calidad de teólogos y predicadores se haya hecho notar, por encima de todo otro dato, que estaban en posesión [5] de una esposa.

4. La solución exigida por la fe

Cuando la Sagrada Escritura quiere designar a Bernabé como uno de los más dignos colaboradores de los Apóstoles, lo caracteriza como hombre lleno del Espíritu Santo y de fe (πληρς ἀγίου πνευματος και πιστεως)10: eso es lo que valoró ante todo el autor de los Hechos de los Apóstoles. De ahí que no salga de mi asombro ante el hecho de que en el Memorial no se diga ni una palabra para fomentar semejantes cualidades a la hora de preparar la deseada regeneración del clero de Baden.
Cuánto mejor y más en la línea del Evangelio hubiera sido, si, con este motivo, los profesores en cuestión se hubieran reunido para hacer, con piedad y fortaleza de ánimo, lo que la Iglesia realiza en situaciones similares; a saber, si hubiesen orado cantando:
Veni creator Spiritus,
mentes tuorum visita,
imple superna gratia,
quae tu creasti pectora, etc.11
¡Qué oportuna, en verdad, hubiera sido la secuencia de Pentecostés!:
Sine tuo numine,
nihil est in homine,
nihil est innoxium.
Lava quod est sordidum,
riga quod est aridum,
sana quod est saucium.
Flecte quod est rigidum,
fove quod est frigidum,
rege quod est devium, etc.
Sobre todo, habría que implorar para los badenses un puñado de hombres, tan íntimamente compenetrados con los poderes celestiales, que sus bendiciones alcanzasen la gracia divina a torrentes; hombres que desplegasen su fuerza creadora sobre el thohu-vabohu12, que unieran la profundidad de Agustín, la ciencia de Jerónimo, la elocuencia de Crisóstomo y la dulzura de Hilario, con la reciedumbre del indomable Raterio de Verona13. No me cabe duda de que esos hombres, poco después de su aparición, recomendarían al clero la aceptación gozosa de un pequeño pasaje de aquel prefacio que ese mismo clero canta o reza todos los años en Cuaresma, [6] aunque sin haber cosechado hasta ahora especiales frutos:
«(Deus) qui corporali jejunio
vitia comprimis, mentem elevas,
virtutem largiris et praemia, etc.»14
El «corporale jejunium» se utiliza aquí en un sentido muy amplio, y se refiere no sólo al comer y beber, sino que abarca en sí el placer terreno y la apetencia de diversiones materiales. Lo que deberían hacer esos hombres a la hora de comenzar su tarea, a ellos corresponde, claro está, determinarlo.

B. Marco doctrinal de los ataques al celibato

1. El clima doctrinal de Friburgo

Digámoslo todo de una vez: los firmantes de esos documentos parecen desear un clero bien capacitado. (Y los alabo por ello, pues únicamente puede conseguirse una mejoría de la situación si se levanta públicamente la voz contra los sacerdotes indignos, ignorantes y superficiales, y si esas voces vienen de la comunidad, que, precisamente con su protesta, acredita que en ella actúan de verdad unos motivos más nobles). Pues bien, si eso es así, ese deseo constituye la más grande testificación contra determinados principios fundamentales hasta ahora dominantes en Baden, tanto en la Universidad de Friburgo como en el Seminario de Meersburg y en la Curia diocesana15; y la testificación es ésta: con principios de tal naturaleza ni se ha conseguido ni puede conseguirse nada que sea un desarrollo benéfico. A tales principios pertenece también la tesis de que debe suprimirse el celibato.
¿Quién no recuerda que fueron los «Freimüthigen»16, editados en Friburgo, quienes desataron los ataques más encarnizados contra el celibato, y que fueron hombres salidos de su escuela, o vinculados a ella (Werkmeister, Huber, Weinmann), quienes más atacaron dicha institución?17. Las actitudes contra el celibato se encuentran, en efecto, íntimamente vinculadas a aquellas doctrinas que son las responsables de la presente depauperación de una parte más o menos considerable del clero de Baden. [7] Y como aquellas actitudes y estas doctrinas nacieron y crecieron emparejadas, me veo obligado a deducir que la petición aneja al Memorial ha nacido de una fuente en cuyas aguas cor rompidas ni ella misma encuentra sabor alguno; que es rama de un tronco cuyos frutos a ella misma la inficionan. Dicho de otro modo: esa petición es consigo misma contradictoria, viene de un círculo de actitudes que arruinaron literalmente al clero de Baden, y ahora se declaran descontentas de ese mismo clero que arruinaron. Pero bueno es que se haya llegado a tal extremo, al punto preciso que tiene que llegar todo lo que es insostenible por sí mismo, a saber, al punto en que todo cae por su base y la causa pugna con los efectos y el principio con sus consecuencias.

2. La teología de la «Ilustración

Por lo que respecta a esa relación entre los ataques al celibato con otras tesis doctrinales —tesis que, según he dicho, tuvieron una influencia éticamente venenosa sobre el clero de Baden—, advertiré tan sólo lo que sigue. La relación externa, es decir, el desarrollo simultáneo de las actitudes contrarias al celibato sacerdotal y de aquellas nocivas doctrinas, nos lleva de la mano a buscar una conexión más profunda.
Por los años ochenta del pasado siglo comenzaron en el Protestantismo alemán los ataques contra las verdades esenciales del Cristianismo, y se extendieron en la medida en que se generalizaba la frivolidad intelectual. Un misterioso respeto ante el dogma recibido desde niños y convertido así en una segunda naturaleza, salvó, por fortuna, a los católicos de hacer poco menos que causa común con los protestantes; pero se dejó, no obstante, sentir con demasiada frecuencia un embotamiento espiritual, una indiferencia supina frente a las doctrinas básicas del Cristianismo y de la Iglesia Católica; cuando menos, se manifestó en un espíritu de hostilidad contra todas las instituciones eclesiásticas que habían dado a luz los tiempos antiguos; instituciones íntimamente compenetradas con la fe, [8] pero que ahora eran tratadas con la máxima ligereza. Nadie, ni siquiera los autores de la petición y del Memorial, podrá poner en duda este aserto. Con la interioridad y vitalidad de la antigua fe se perdió también, inevitablemente, el sentido y la capacidad para entender y valorar lo que había surgido de ella.
Son siempre desagradables los ejemplos, por más que aclaren las cosas; pero, dada la importancia del asunto, aduciré uno: Werkmeister estuvo hasta el fin de sus días (en que, según se dice, cambió18) totalmente extramuros de la fe de la Iglesia; pues bien, él fue quien más sañudamente combatió la disciplina de la Iglesia. Sé que hay excepciones, y excepciones notables...

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