Dostoievski
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Dostoievski

Filosofía, novela y experiencia religiosa

Luigi Pareyson

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Filosofía, novela y experiencia religiosa

Luigi Pareyson

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El lector encontrará en este libro uno de los mejores estudios sobre la obra y el pensamiento de Dostoievski. Más allá de los aspectos puramente literarios, que hicieron del autor ruso un escritor universal, sus obras reflejan una penetración excepcional en las profundidades filosóficas, psicológicas y religiosas del espíritu humano. El pensamiento dostoievskiano se caracteriza así por la robustez, la coherencia y la consistencia que siguen atrayendo hacia él a millones de lectores en todo el mundo. Luigi Pareyson, pensador y autor de relieve internacional y padre de la hermenéutica contemporánea, ha mantenido durante toda su vida un diálogo intelectual con Dostoievski, lo cual le ha proporcionado una capacidad única para descubrir al gran pensador que se esconde tras sus obras.

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Information

Year
2011
ISBN
9788499207513
PRIMERA PARTE
PRIMERA MIRADA

Capítulo I
NOVELA Y FILOSOFÍA

1. Biografía y pensamiento

La vida de Dostoievski, rica en aventuras románticas y sorpresivas, parece particularmente adecuada para expresar un pensamiento tan fuertemente original y personalmente condicionado como es el suyo. Sin necesidad de adentrarnos en un estudio biográfico notamos de inmediato que quizás en su vida está la clave para interpretar dos temas que marcaron su producción artística: el del parricidio, en torno al que gira toda su obra maestra, Los hermanos Karamazov, y el del estupro7 de la mujer indefensa por ser una niña, como en el caso de la muchacha violada por Stavrogin en el célebre apéndice de Los demonios, jovencita, como ocurre con Nastassia Filippovna en El idiota, o minusválida mental, como Lizaveta Smerdjascaja en Los hermanos Karamazov. Estos dos temas artísticos encuentran su fundamento en dos de los acontecimientos más importantes de la vida de Dostoievski.
El tema del parricidio se recoge del siguiente hecho: Dostoievski deseó la muerte de su padre y se sintió culpable por ello, con con-secuencias que fueron objeto de un estudio de Freud. El padre de Dostoievski era un hombre violento y brutal, «sentimental y cruel a la vez», que golpeaba a su mujer y que cayó en el alcoholismo después de su muerte, que maltrataba a sus siervos y criados hasta el punto de ser llamado por éstos «bestia feroz» y odiado sin tapujos. Dostoievski, que a los dieciséis años quedó huérfano de madre (muerta de tisis), a los dieciocho perdió a su padre, cuyo cuerpo se encontró bárbaramente asesinado y herido en una zanja. La muerte violenta del padre debió provocar en Dostoievski, que la había deseado, un profundo e incurable remordimiento, si es cierto que dos meses después a la sola vista de un funeral tuvo una fuerte crisis epiléptica.
La experiencia vivida de un delito no cometido y, sin embargo, expiado será el tema central de Los hermanos Karamazov, donde en el mismo título de uno de sus capítulos se introduce al padre, «viejo bufón», bajo el siguiente cuestionamiento: «¿Por qué vive un hombre como éste?». Por otra parte, Dostoievski escribió en una ocasión: «Los grandes epilépticos se encuentran inclinados a una morbosa y constante autoacusación: se torturan con sus culpas, con sus remordimientos frecuentemente infundados. Exageran e incluso se autoinventan obligaciones y delitos».
El tema del estupro tiene también su origen en la vida de Dostoievski. Él no vivió realmente la horrible experiencia de Stavrogin, como algunos biógrafos e intérpretes han sostenido amparados en las malévolas insinuaciones de su ex amigo Strachov; pero, ciertamente, en la naturaleza de los amores de Dostoievski había algo de indiscreto y de posesivo, de opresivo y de violento que los convertía casi en un ultraje, una violación, un abuso. Tal vez sea significativo que su noche de bodas con Marija Dimitrievna terminase con una crisis epiléptica. Esta mujer, profundamente amada por él, no le correspondía, como demostró durante su matrimonio, y en consecuencia Dostoievski no pudo desarrollar totalmente la naturaleza posesiva de su amor. Los alternados y borrascosos sucesos de su relación con Apollinarija Suslova, la Polina de El jugador, son todavía más significativos. La Suslova se sintió ofendida por Dostoievski: «Mi amor era bello, era espléndido», escribe, pero en otra ocasión declara, hablando de él: «Comienzo a odiarlo cada vez que pienso en la mujer que yo era entonces. Él mató mi inocencia». ¿En qué pudo haber sido ofendida esta mujer fiera e independiente, desprejuiciada y nihilista, partidaria de la libre unión, y que constituyó realmente el mayor amor de Dostoievski? Es verosímil pensar que Polina sintió la naturaleza violenta y dominante del amor de Dostoievski, que juzgó como una profanación, una humillación o un acto de violencia. Se puede decir incluso que Dostoievski no buscó a Polina sino a sí mismo, y por eso Polina no encontró en su amor dedicación, devoción o entrega, sino la egótica auto-afirmación de este hombre, lo que la humilló. Es también significativo que el protagonista de las Memorias del subsuelo declare: «Amar para mí significa tiranizar y dominar moralmente. Durante toda mi vida no he logrado representarme otro tipo de amor, e incluso a veces llego al punto de pensar que el amor no consiste en otra cosa que en el derecho, libremente otorgado por el ser amado al que ama, de tiranizarlo. En mis fantasías de subsuelo yo no me imaginaba el amor sino como una lucha: lo comenzaba siempre con el odio y lo acababa con el sometimiento moral».
Pero si las circunstancias de su vida sirven para explicar, o al menos iluminar, dos de los temas más importantes de su arte y su pensamiento, en vano buscaremos en su biografía la explicación de la gran transformación de su itinerario artístico y espiritual. Uno de los mayores intérpretes del pensamiento de Dostoievski, Leon Chestov8, ha insistido precisamente sobre el problema que representa para el lector el hecho de que la producción de Dostoievski esté netamente dividida en dos períodos separados por una crisis tan evidente como para hablar no sólo de evolución y transformación, sino de un cambio regenerativo o renacimiento. El primer período, que comprende entre sus principales obras Pobres gentes, Recuerdos de la casa de los muertos, Humillados y ofendidos, está inspirado por una visión laicista y «europeísta» de la vida, fundada en el humanitarismo filantrópico, el socialismo utópico y el optimismo general en la fraternidad humana. El segundo período, que comienza con las Memorias del subsuelo en 1864 y comprende las grandes novelas Crimen y castigo, El idiota, Los demonios, El adolescente y Los hermanos Karamazov, se encuentra inspirado por una concepción trágica de la vida, que une en robusta síntesis una profunda religiosidad, un vivo sentido de la naturaleza y de la tierra, una vigorosa consciencia de la realidad del mal y de la fuerza redentora del dolor y la convicción de que el hombre realiza con plenitud sus propias posibilidades solamente si no anhela sustituir a Dios y reconoce la trascendencia. La concepción del segundo período encuentra tal vez un primer y precoz brote en El doble, que pertenece cronológicamente al primer período, así como en el segundo se puede quizás detectar una reevocación del primero en el largo cuento La mansa. Pero en sustancia los dos períodos están divididos de un modo bastante puro y preciso.
Se podría estar tentado de encontrar la explicación del cambio en una de las circunstancias más importantes y dramáticas de la vida de Dostoievski, esto es, en la trágica experiencia de su condena y en la dolorosa odisea de su deportación. Ciertamente, estas circunstancias tuvieron una influencia decisiva sobre su arte y pensamiento: los trágicos minutos vividos a la espera de su fusilamiento, condonado en el último momento en una macabra escenificación planeada por el zar, le enseñaron a «ver la vida del lado de la muerte», como con justicia afirma Thurneysen9, el agudo intérprete barthiano de Dostoievski; y la experiencia del baño penal le enseñó a ver no tan sólo, como en el filantropismo socializante, «un hermano aún en el hombre más privado de importancia», sino sobre todo «un infeliz en el criminal». En suma, la experiencia de la condena y de la prisión le enseñó el carácter revelador de la muerte, del dolor y del delito. Sin embargo, la historia misma se ha encargado de desmentir la interpretación que hace de su estadía en prisión la explicación del cambio de su pensamiento: el humanitarismo filantrópico persiste todavía en los Recuerdos de la casa de los muertos, en el que se narra precisamente la experiencia de su prisión, y se remontan a los años de servicio militar en Semipalatinsk, posteriores a su liberación, cuentos cómicos, optimistas, casi idílicos, como La aldea de Stepanchikovo.
Nada en la vida de Dostoievski puede constituir una explicación suficiente de la violenta crisis de su pensamiento, que tuvo lugar en los años que transcurren entre su partida de Semipalatinsk, en 1859, y su primer viaje al extranjero en 1862, y cuyo primer fruto aparece en las páginas vigorosas y dramáticas de las Memorias del subsuelo, escrita en 1864.

2. El hombre subterráneo

El intérprete que más ha insistido sobre la pureza de la división del pensamiento dostoievskiano en dos períodos, Leon Chestov, afirma que en el primero Dostoievski no ha descubierto aún lo trágico y, por consiguiente, pasa las horas más felices de su vida escribiendo entre sollozos historias lacrimosas para hacer llorar a los demás. En el segundo período, en cambio, descubre lo embustero e inconsciente que ha sido al pretender asumir el papel del escritor idealista y compasivo. Antes, cuando no sufría realmente, podía describir con alegría las desgracias de las Pobres gentes y de los Humillados y ofendidos, pero después, cuando lo trágico irrumpió en su existencia, comprendió cuán monstruoso y horrible es exorcizar la propia consciencia hasta llegar a la locura de narrar alegremente desgracias terribles para hacer llorar a los otros. Dostoievski buscó olvidar la prisión, pero la prisión no se olvidó de él, y se puede decir que pasó en prisión todo el resto de su vida; buscó reconciliarse con la vida, pero la vida no se reconcilió con él, y descubrió la verdad, es decir, cuán falsa y mentirosa es la azucarada compasión del humanitarismo filantrópico e idealista. Entonces prefirió sacar a relucir su «talento cruel», el aparente cinismo e insolencia de quien ridiculiza los «ideales», las «almas bellas», lo elevado de la razón y la nobleza de la consciencia en nombre de una verdad más profunda y una sinceridad más radical, desengañada y exenta de ilusiones.
«Las Memorias del subsuelo son el grito de terror del hombre que, de pronto, descubre haber mentido siempre y hecho la comedia cuando decía que el objeto supremo de la existencia es servir al último de los hombres»10. Ellas representan la desesperación, la audacia y la imprudencia de quien escupe sus más queridos y sagrados sentimientos humanos; de quien ha descubierto que los nobles ideales del idealismo humanitario y «schilleriano» ayudan caballerosamente a esconder la verdad cuando ésta se vuelve de algún modo desagradable e incómoda. La poesía de la fraternidad universal puede inducir a imaginar grandes sueños para el porvenir y entre tanto contentarse con el papel hipócrita de sacerdote de lo sublime. Pero estos ideales, que colmaban a Dostoievski de ternura y entusiasmo, le suscitan ahora sólo disgusto y horror. Necesita ver al hombre tal cual es y perdonarle todos los pecados con tal de que diga la verdad. Puede darse que esta verdad, tan desagradable y cruel a primera vista, contenga algo superior al encanto de las mentiras más espléndidas. Las grandes ideas pueden muy bien ser monstruosas mentiras y los más bajos instintos pueden ocultar las formas más bellas: todo aquello tan sedativo y tranquilizante para los idealistas, pero que constituye un «muro» que necesita ser reconocido como tal, porque toda verdad, cualquiera que sea, es mejor que una mentira. Los horrores de la vida real son menos espantosos que las ideas hipócritamente imaginadas por la razón universal y la consciencia moral. Éstas son, por un lado, las leyes naturales y el orden armónico del universo, y por el otro, las leyes morales y los sentimientos humanitarios. Los Recuerdos de la casa de los muertos constituyen el último esfuerzo por reconciliar la realidad y los ideales, de modo que al final de su lectura el lector se siente enternecido y sereno, dispuesto a emprender una confiada lucha contra el mal para instaurar un orden feliz y armónico. Las Memorias del subsuelo, en cambio, no dan lugar para el culto de la verdad noble y generosa, sublime e ideal y a la edificación del espléndido «palacio de cristal» del futuro, sino que impone la búsqueda de la verdad sin velos, de la sinceridad absoluta, de la admisión franca e incluso cruel de la realidad del mal y de la mezquindad de los hombres, de la imposibilidad de cerrar los ojos frente a la condición pecaminosa y el sufrimiento del hombre. En el clima de Recuerdos de la casa de los muertos aún era posible para Dostoievski escribir compasivas historias de «humillados y ofendidos». Después de las Memorias del subsuelo su tema preferido no podrá ser otro que «el crimen y el castigo».
Las Memorias del subsuelo, que inician, entonces, la transformación del pensamiento de Dostoievski, consiste en una obra muy compleja, cuyo mayor significado radica en reivindicar la libertad y la personalidad del individuo frente al orden necesario de la naturaleza o de la razón. Tal reivindicación es desarrollada hasta el absurdo, hasta el punto de exponer que, contra la necesidad del orden natural o de la conciencia moral, la libertad del individuo se afirma en la arbitraria negación de las verdades más elementales, como las matemáticas («2 + 2 = 4 yo escupo sobre esto», porque «2 + 2 = 4 ya no es vida, sino el inicio de la muerte»). Esto también se aprecia en la preferencia otorgada al deseo de sufrir por sobre el deseo de felicidad («¿Por qué están tan firmemente, tan solemnemente convencidos de que sólo lo normal y positivo, en una palabra, sólo el bienestar es ventajoso para el hombre? ¿No errará la razón al valorar esto como ventajoso? ¿Es absolutamente verdadero que el hombre no ama sino el bienestar? ¿No ama quizás también el sufrimiento? ¿Acaso el sufrimiento no le es igualmente ventajoso que el bienestar? Es un hecho que a veces el hombre ama terriblemente el sufrimiento, lo ama hasta la locura»).
Entre los grandes temas de esta obra se encuentra, sin duda, el indicado por Chestov: el acto desenmascarador de la hipocresía de los grandes ideales y la sincera denuncia de la realidad.
«En todo caso, nunca he podido aguantar eso de ‘perdón, papá, no volveré a hacerlo’; y no por ser incapaz de decir tal cosa; al contrario, por ser muy capaz de ello. ¡Vaya que sí!... En tales ocasiones sentía una honda conmoción, me remordía la conciencia, lloraba a lágrima viva y, por supuesto, me engañaba a mí mismo, aunque no había en ello fingimiento alguno... Claro que un instante después me daba amarga cuenta de que aquello no era sino una mentira horrible, hipócrita, quiero decir, todos esos remordimientos, todas esas emociones, todos esos propósitos de enmienda.
Lo que dije fue que el hombre se venga porque ve justificación en vengarse, lo cual supone que ha encontrado su causa primaria, su base, a saber, la justificación. Así pues, se siente plenamente tranquilo y, por consiguiente, se venga tranquila y acertadamente, convencido como está de que lo que hace es justo y honorable. Pero en lo que a mí toca no veo en ello justificación alguna, ninguna clase de virtud; así pues, si me vengo lo haré únicamente por resentimiento. El resentimiento, por supuesto, podrá allanarlo todo, despejar todas mis dudas, y, por lo tanto, podrá muy bien servir de causa primaria...
Yo conocí una vez a un caballero que estuvo orgulloso toda su vida de ser un connaisseur del vino Château Lafitte. Lo consideraba un mérito positivo y nunca dudó de sí mismo. Murió no con una conciencia tranquila, sino con una conciencia triunfante; y con razón sobrada. Yo también hubiera debido escoger una carrera: hubiera debido ser un gandul y un glotón, pero no común y corriente, sino de los que admiran todo ‘lo bello y lo sublime’... Habría encontrado enseguida una ocupación conveniente, a saber, beber a la salud de todo ‘lo bello y lo sublime’. Habría aprovechado cualquier ocasión para dejar caer una lágrima en el vaso antes de beber en honor de lo bello y lo sublime. Antes habría cambiado cuanto hay en el mundo en algo bello y sublime; habría buscado lo bello y lo sublime en la inmundicia más notoria y asquerosa»11.
En este sentido, las Memorias del subsuelo constituyen verdaderamente la auto-revelación del hombre, la revelación del hombre secreto, oculto, ignorado. Así como Pascal habla en toda su obra del Deus absconditus, repitiendo el dicho de Isaías (45,15): el mistater, así se puede decir que en toda su producción Dostoievski no hace otra cosa que hablar del homo absconditus, según el dicho de la segunda carta de san Pedro (3,4): kryptòs ànthropos.

3. Fantasía artística y visión del mundo

Para reconstruir el pensamiento de Dostoievski igualmente de poco nos servirá realizar un estudio estético. Y aunque su concepción filosófica debe ser buscada en su arte, porque sólo en su arte puede estar plenamente revelada, a pesar de ello no limitaremos nuestra consideración a constataciones o valoraciones de carácter estético. Desde un punto de vista estrictamente artístico la obra maestra es tal vez Crimen y castigo, por su unidad, su precisión, su coherencia, la perfecta fusión de los diversos elementos dramáticos y doctrinales. Pero, ciertamente, Los hermanos Karamazov, más desordenada, irregular y extensa, posee una grandeza de concepciones, una fuerza de penetración, un vigor de pensamiento, una amplitud de experiencia y una plenitud de humanidad que la convierten en una obra maestra absoluta. Del mismo modo Pobres gentes es mucho más exitosa que El doble por su mayor claridad, fluidez y variedad; pero es indudable que El doble es mucho más profunda, interesante, problemática, vigorosa, y merece un puesto especial en la lista de las grandes obras de Dostoievski. Sea como sea, debemos individuar los temas de la filosofía dostoievskiana no sólo de los contenidos explicitados en sus novelas, sino principalmente del éxito artístico con que el autor supo expresar sus propias ideas en todo su desarrollo especulativo.
Esto no representa poca dificultad, lo que ha sido muy bien analizado por un gran intérprete de la Weltanschauung de Dostoievski: Fëdor Stepun12. Es difícil buscar las concepciones de Dostoievski en sus diversos héroes, porque cada uno de ellos representa una Weltanschauung distinta: ateos y cristianos, cínicos y generosos, escépticos y revolucionarios, asesinos y ascetas, libertinos y santos. Todos representan, sin embargo, visiones del autor gestadas en su corazón y nutridas de sus pasiones: se necesita, por lo tanto, tenerlas en cuenta, pero unificándolas sobre la base de un orden profundo o de un principio comprensivo que debemos encontrar. Y es exactamente aquí donde aparece claro que no se debe preguntar por los contenidos de sus obras, sino por su visión artística, porque el principio unificador que se intenta recoger no está en los escritos más explícitamente doctrinales y filosóficos de Dostoievski, sino propiamente en sus obras artísticas: en una palabra, no en el Diario de un escritor, sino en sus novelas. Por muy interesante que sea desde el punto de vista filosófico, así como despreciable desde un enfoque artístico, Diario de un escritor es decididamente inferior a las grandes novelas, no sólo en el plano artístico, sino también verdaderamente en el plano espec...

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