Lo que callan las palabras
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Lo que callan las palabras

Mil voces que enriquecerán tu español

Manuel Alvar Ezquerra

  1. 336 pages
  2. Spanish
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Lo que callan las palabras

Mil voces que enriquecerán tu español

Manuel Alvar Ezquerra

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¿Quién no se ha preguntado alguna vez por qué los azulejos reciben ese nombre si suelen ser de los más variados colores, o por qué la chaqueta también se llama americana, o cómo surgen las palabras yuyu o chuchería? Recuerda el autor la cara de asombro de una alumna cuando contó en clase algo tan obvio como que el boquerón se llama así por el tamaño de su boca en comparación con el de su cabeza, y eso que sus padres tenían una pescadería.En este libro se pretende dar contestación a preguntas que nos surgen cotidianamente sobre las palabras, lo que significan, su origen e historia. No es un diccionario etimológico por más que se pretenda escudriñar algo de la verdad que encierran y que habitualmente no se manifiesta;etimología significa, precisamente, lo verdadero de las palabras. Aquí se busca a través del origen de cada una de ellas, la explicación de su forma actual y significado, de las relaciones que mantienen con otras voces.El mundo de las palabras resulta fascinante. Conocerlas sirve para enriquecernos, para saber algo más sobre el léxico y sobre nosotros mismos. Esta obra viene a des velarnos las huellas que el paso de los años ha ido dejando en la lengua y por qué y cómo se han originado las palabras que utilizamos en nuestro hablar cotidiano.

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c

La letra c es una de las pocas de nuestro alfabeto que se utiliza para sonidos diversos, ya que se pronuncia de una manera u otra según vaya seguida de las vocales a, o, u o e, i, además de formar parte de un dígrafo, la ch, que, según las épocas ha sido tenido como letra independiente, aunque desde el acuerdo tomado en el X Congreso de la Asociación de Academias de la Lengua Española celebrado en Madrid en 1994 se alfabetiza en el interior de la c, pues es un signo compuesto con dos grafemas, por más que represente un sonido unitario. En ese acuerdo se le mantuvo la consideración de letra por poseer un sonido particular, aunque su lugar en el diccionario volvió a estar en el interior de la c, como sucedía hasta 1803. Por ella empieza una gran número de palabras en nuestra lengua, hasta el punto que es la que más entradas tiene en los diccionarios. Entre ellas están algunas que se conocen en la lengua desde hace mucho tiempo, si bien hoy nos parecen modernas, como sucede con chuchería o chuche. Es llamativa la familia de derivados de cabra, unos malsonantes, otros no, y algunos con unas relaciones con el animal difíciles de imaginar; pertenecen a esta serie cabrearse, cabriolé, cabrito y cabrón, pero no capricho, pese a las apariencias. Con otro animal, el perro, se relacionan canalla, canícula, canijo, y también cínico. No menos productiva es la colección de derivados de calza: calzón, calzoncillos, calceta, calcetín, y hasta media, por sorprendente que parezca, a los que deben añadirse las denominaciones de otras prendas de vestir con distinta procedencia. Otras palabras están motivadas por diferentes razones, como calamar, camarada, camastrón, candidato, capilla, cepillo, cernícalo o cormorán, algunas de las cuales tienen referencias geográficas como cachemira, campana, campechano (que no se relaciona con campo), caníbal, chihuahua, cobre, colonia o corbata, y otras nos llevan al mundo de la mitología, como cereal. No son muchas las voces onomatopéyicas que comienzan con esta letra, entre las que cabe señalar la cacatúa (pero cotorra no lo es) y la cucaracha. Además, hay otras que fueron onomatopéyicas antes de llegar a nuestra lengua, por lo que su origen se nos ha borrado; es lo que sucede con cigüeña, coqueto o croqueta. En algún caso, la forma de debe a una mera atracción debida a la apariencia de la palabra, que poco tiene que ver con lo que parece; es el caso del carajillo. En ocasiones los cambios en el significado son tan fuertes que ya nadie relaciona claudicar con la cojera. ¿Y quién sabe que los chistes han de ser contados en voz baja?
cabrear El verbo cabrear posee, de acuerdo con el diccionario de la Real Academia Española, dos acepciones generales, la de ‘meter ganado cabrío en un terreno’ y la coloquial de ‘enfadar, amostazar, poner a alguien malhumorado o receloso’, que también puede ser empleada de forma pronominal, cabrearse. Ambas tienen un derivado sustantivo, cabreo. La pregunta que salta inmediatamente es ¿qué relación puede haber entre el cuidado de las cabras y el enfado? Aparentemente ninguna. Sin embargo, la explicación parece estar en el modo de comportarse las cabras, a las que la creencia popular les atribuye un carácter poco estable, incluso maléfico por estar poseídas del demonio, como nos recuerdan las representaciones de este. Francisco del Rosal (1601) daba otras explicaciones, que no excluyen el carácter de la cabra: «Echar las cabras los jugadores es echar a quién cabrá pagarlo todo aquello que se ha perdido entre compañeros; y de la palabra cabrá dijeron cabrear, y de allí echar las cabras; y como el que lo pagaba todo parecía quedar cargado, se dice echar las cabras al cargar todo el cuidado a otro; y de aquí, más corruptamente, meter las cabras en el corral al poner en cuidado, aprieto y congoja. Pasó adelante el engaño, porque los que eran más cortesanos, huyendo de la palabra cabrear, que sonaba a cabrón, y entre jugadores, temiendo no fuese lo de la soga mentada en casa del ahorcado, trocaron el vocablo, y de erifos, que en griego es la cabra, dijeron rifar [...]». Véase también el artículo capricho.
cabreo Véase cabrear.
cabriola Véase cabriolé.
cabriolé El cabriolé es un tipo de automóvil descapotable. La palabra procede del francés cabriolet, derivado de cabriole, voz tomada del italiano capriola, el brinco del bailarín, a su vez derivado de capriolo, ‘venado’, procedente del latín CAPREOLUS ‘corzo, cabritillo montés’, que tiene su origen en CAPRA ‘cabra’. La historia es complicada, y nos lleva finalmente a los ágiles saltos de las cabras y de las cabriolas, imagen que debe estar presente en los saltos del vehículo, o de sus pasajeros, cuando aparecieron los cabriolés tirados por caballos.
cabrito Si miramos el diccionario de la Real Academia Española, veremos que cabrito es un empleo eufemístico de cabrón, con sus mismos valores, al menos los que considero aquí (véase lo expuesto en el artículo cabrón), atenuándose al sustituir el sufijo aumentativo por el diminutivo. No está de más recordar uno de los dichos que explica Alonso Sánchez de la Ballesta (1587): «El hijo de la cabra siempre ha de ser cabrito, esto decimos porque siempre los efectos se parecen a sus causas, y así, del loco aguardamos locuras, como del cuerdo, corduras […]». No menos explícito es Sebastián de Covarrubias (1611) cuando explica que «[…]. El cabrito es símbolo del mozuelo que apenas (como dicen) ha salido del cascarón, cuando ya anda en celos, y presume de enamorado y valiente [...]. Parece haberse dicho apó ton aidoion, hoc est a testiculis [parece haberse dicho de aidoion, es decir, de los testículos], para significar que siendo de poca edad tiene brío y acometimiento de macho […]».
cabrón La palabra cabrón puede emplearse como adjetivo (cabrón, cabrona) y como sustantivo. En este último caso, su sentido más conocido, y primitivo, es el del ‘macho de la cabra’, mientras que como adjetivo es de uso coloquial, y puede sustantivarse, valiendo, según el diccionario de la Academia, ‘dicho de una persona, de un animal o de una cosa: que hace malas pasadas o resulta molesto’. El nexo de unión entre ambas acepciones aparentemente tan alejadas hay que buscarlo en las creencias populares que asocian a las cabras, y especialmente a su macho, un carácter diabólico, pues, según esa concepción, están poseídas por el demonio, cuya representación frecuente es con forma de macho cabrío. Además de esa, recoge el diccionario académico otra acepción más, de uso coloquial y malsonante, ‘se dice del hombre al que su mujer es infiel, y en especial si lo consiente’. En este sentido habría que poner el nombre en relación con la lujuria, como explica Sebastián de Covarrubias (1611): «Animal conocido símbolo de la lujuria […]. Es símbolo del demonio, y en su figura cuentan aparecerse a las brujas y querer ser reverenciado de ellas […]. Llamar a uno cabrón, en todo tiempo y entre todas naciones, es afrentarle. Vale lo mismo que cornudo, a quien su mujer no le guarda lealtad, como no la guarda la cabra, que de todos los cabrones se deja tomar […]. Y también porque el hombre se lo consiente, de donde se siguió llamarle cornudo por serlo el cabrón (según algunos) [...]». De modo eufemístico, según la Academia, el aumentativo cabrón se sustituye por cabrito, teniendo los mismos valores que hemos visto aquí.
cacatúa La cacatúa es una ave trepadora procedente de Oceanía, de un atractivo plumaje de color blanco y un gran penacho sobre la cabeza, que aprende con facilidad a decir palabras y frases. El nombre es una onomatopeya de origen malayo de su voz. El diccionario académico recoge una acepción de carácter coloquial y muy difundida: ‘mujer que pretende en vano disimular los estragos de la ancianidad mediante un exceso de afeites y adornos, y con vestidos ridículamente vistosos’. No hay una relación muy clara entre este sentido y las características del ave, a no ser que nos quedemos solo con el penacho que adorna la cabeza de aquella, y la locuacidad, que no aparece en la definición de la mujer. Puede suceder que se apliquen a la cacatúa las características del papagayo o de la cotorra, pues los nombres de las tres aves se confunden, pese a ser de otra familia las cacatúas.
cacha Véase cachete.
cachemira La cachemira es un ‘tejido de pelo de cabra mezclado, a veces, con lana’, tal como define la voz el diccionario académico. Se trata de una lana muy suave al tacto, ligera y buen aislante térmico, que se elabora con el pelo de una raza de cabras procedentes de la región de Cachemira, situada en la vertiente sur de la zona occidental del Himalaya, actualmente dividida entre Paquistán, India y China. Los paños elaborados con esta lana tienen unos dibujos particulares, con forma de gota de agua curvada, que han sido copiados en otros tejidos con los que se elaboran pañuelos, corbatas, etc., y que reciben el nombre de cachemir, como también el tejido original.
cachete Siguiendo el diccionario de la Academia, el cachete es tanto el ‘golpe que se da en la cabeza o en la cara con la palma de la mano’ como el ‘carrillo de la cara, y especialmente el abultado’ en sus dos primeras acepciones, de las que parecen más alejadas las siguientes, que comento a continuación. El término es un derivado de cacha ‘cada una de las dos chapas que cubren o de las dos piezas que forman el mango de las navajas, de algunos cuchillos y de algunas armas de fuego’, procedente de la voz latina CAPŬLA, plural CAPŬLUM, ‘empuñadura de la espada o del cetro’, que se mantiene en cachete, en la tercera acepción de ese diccionario, ‘cachetero’, el puñal corto con que se remata a las reses. El plural cachas dio la acepción de ‘nalgas’, que retomó cachete, aunque solo en Andalucía, Argentina y Chile según el repertorio académico, y en Cuba de acuerdo con el Diccionario de americanismos de la Asociación de Academias de la Lengua Española. De aquí surgió el sentido del carrillo abultado, y finalmente el golpe que se da en él. Cuando Sebastián de Covarrubias (1611) solo tuvo en consideración el sentido del golpe, aunque no atinó en el origen: «cachete, el golpe que se da con el puño cerrado, por debajo del brazo, teniendo cacho y corvado al que está maltratando, o por estar la mano cacha, conviene a saber, encogida».
cachondeo La voz cachondeo es un derivado de cachondo (véase lo expuesto en esta entrada), por lo que no parece acertada la explicación folklórica según la cual los pescadores de la almadraba de Barbate cruzaban el río Cachón, que desemboca en Zahara de los Atunes, para celebrar el éxito de sus pescas, especialmente las del atún, con el consiguiente jolgorio, al que acudirían mujeres con intenciones venéreas. La voz se ha generalizado hoy en español, y el diccionario académico la registra con tres sentidos, todos coloquiales: el primero corresponde a la ‘acción y efecto de cachondearse’, el segundo al ‘desbarajuste, desorden, guirigay’, y el tercero en España, es la ‘juerga (jolgorio)’.
cachond...

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Ezquerra, Manuel Alvar. (2020) 2020. Lo Que Callan Las Palabras. [Edition unavailable]. JdeJ Editores. https://www.perlego.com/book/2080927/lo-que-callan-las-palabras-mil-voces-que-enriquecern-tu-espaol-pdf.

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Ezquerra, M. A. (2020) Lo que callan las palabras. [edition unavailable]. JdeJ Editores. Available at: https://www.perlego.com/book/2080927/lo-que-callan-las-palabras-mil-voces-que-enriquecern-tu-espaol-pdf (Accessed: 15 October 2022).

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Ezquerra, Manuel Alvar. Lo Que Callan Las Palabras. [edition unavailable]. JdeJ Editores, 2020. Web. 15 Oct. 2022.