Fe que se hace pública
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Fe que se hace pública

Reflexiones sobre Religión, Cultura, Sociedad e Incidencia

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Fe que se hace pública

Reflexiones sobre Religión, Cultura, Sociedad e Incidencia

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Fe que se hace Pública: Reflexiones sobre Religión, Cultura, Sociedad e Incidencia es el resultado de un muy variado conjunto de reflexiones sobre experiencias que intentan cruzar –con las tensiones inherentes que conlleva- las dimensiones de la fe, el activismo político y el compromiso por el bien común desde una mirada democrática y los derechos humanos."Este libro contiene una gama impresionante de breves pero pertinentes y agudos ensayos sobre múltiples debates latinoamericanos que atañen a la religiosidad, la cultura y la política. Controversias que han sacudido a Argentina, Brasil, Chile, Bolivia, Costa Rica, México, Colombia son analizadas por Panotto en una conjunción poco usual de concisión y profundidad teórica y teológica." Del prefacio por Luis N. Rivera Pagán.

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Fe, política y democracia en tiempos de posverdad
“Cuando la mentira es la verdad”
Vivimos en tiempos donde la política a nivel global está siendo atravesada por dos fenómenos: el absurdo y el desconcierto. El absurdo tiene que ver con un conjunto de visiones sociales y maneras de ver la realidad, que nunca hubiéramos imaginado que podría tener lugar en el campo de la representatividad política. Podemos pensar Donald Trump como presidente de los EEUU y su discurso xenófobo, homofóbico y misógino entendidos casi como política pública; los más de noventa nuevos legisladores en el congreso alemán provenientes de un partido neo nazi; la utilización de “mecanismos legales” para legitimar golpes de Estado (como los casos de Brasil, Paraguay, entre otros); la creciente visibilización de apologías a favor de las intervenciones militares, especialmente en el Cono Sur; la costumbre de escuchar discursos xenófobos y homofóbicos contra extranjeros, comunidades negras, colectivos LGBTIQ, etc.
Pero también vivimos en tiempos de desconcierto, donde nos topamos no sólo con tipos de discursos absurdos dentro del campo de la representatividad e institucionalidad política, sino con efectos sociales –tal vez originados por los absurdos fenómenos dentro de la clase política- con un amplio impacto. Es aquí donde podemos ver distintos actores, hasta ahora con poca relevancia, que están tomando cada vez mayor relevancia. Más ejemplos que podemos mencionar son la victoria del NO en la primera consulta popular en Colombia sobre el proceso de paz, en gran medida resultado de la relevancia de actores religiosos que vincularon el documento base con la llamada ideología de género; los bloqueos que produce el “partido judicial” sobre los procesos políticos, tal como está sucediendo en Brasil; o el desembarco de gobiernos de derecha neoliberales después de quince años de modelos que se decían progresistas.
Estas particulares dinámicas son las que se entienden bajo el título de posverdad. ¿Qué significa esa expresión? Que la “verdad” ya no se vincula con un proceso de búsqueda de lo que se entendía como “objetivo”, con sus mecanismos de verificación y comprobación. Tampoco con “imponer” una verdad a través de los medios de comunicación. Más allá de la realidad de estos procesos mencionados, posverdad refiere a que hoy día la apelación a la “verdad” tiene que ver con la reclamación de un elemento que encuentra suficiente legitimación por el simple hecho de estar presente de manera extendida en un sector social determinado. No importa lo que sea, ni que implique elementos éticamente delicados. Lo que interesa es que una mayoría así lo crea, más allá de sus argumentaciones. Si esa problemática está sostenida por un conjunto extendido de individuos, ya tiene suficiente base de reconocimiento para atenderlo como una verdad socio-política.
Veamos algunos ejemplos. Si existe el temor instalado de que la inmigración es la causante de inseguridades y peligros sociales, entonces hay que construir una barrera contra el extranjero y aplicar políticas duras en contra de la migración. También, si se piensa que los modelos de familia tradicional son el pivote del desarrollo social, y las nuevas perspectivas de género son una amenaza, entonces se construirá la falacia de la llamada “ideología de género”, y todos los políticos/as que quieran legitimarse desde ese lugar, usarán sin restricción ni cuidado dicho término, más allá de su falacia.
No importa que todo esto apele al miedo, a los prejuicios racistas y clasistas. Si estos temores se encuentran lo suficientemente ubicados en un sector social vasto, entonces los actores políticos en cuestión lo tomarán como eje central de su ejercicio y difundirán, de las formas más absurdas, los mayores estigmas contra los y las “enemigos” correspondientes. Es decir, las propuestas políticas no pasarán por sensibilizar sobre los prejuicios que evocan esos miedos, sino más bien lo utilizarán para intereses personales o partidarios, donde se construyen prácticas focalizadas en el “chivo emisario”, y no en la concientización sobre lo que está detrás. Mejor construir jaulas para niños/as en las fronteras, antes de una política pública de inclusión.
La pregunta es: ¿de dónde surgen estas dinámicas? Lo primero que suele surgir son las teorías de la conspiración. Es decir, que todo esto es impuesto por fuerzas hegemónicas que influyen en las conciencias, sea a través de los medios de comunicación, las instituciones políticas, etc. Pero si hilamos fino, la realidad nos muestra un panorama más complejo. Lo vemos, por ejemplo, en el reciente caso que se destapó con Analytica, el think tank británico que usó datos de Facebook con el objetivo de recopilar información y aportar directrices para el armado de campañas políticas, dentro de ellas la del grupo de asesores de Donald Trump. ¿Qué hicieron? Investigaron más de 80 millones de perfiles en redes sociales para sacar datos que evidencien las necesidades, reclamos y temores de la gente. Por ello, Trump desplegó una campaña a partir de un conjunto de discursos políticamente incorrectos, y todo el mundo pensaba que se estaba cavando la tumba. Por el contrario, a pesar de las críticas recibidas desde todos los flancos, incluyendo el propio partido republicano, Trump prosiguió con sus discursos ya que estaba seguro, con los datos recibidos, que estaba apelando a un conjunto muy extenso de personas, en sectores poco relevante para los espacios de recopilación estadística y la clase política estadounidense.
En otros términos, estas dinámicas políticas basadas en la posverdad parten de los imaginarios ya presentes en los mismos individuos y las sociedades en general. No son ideas impuestas ni construcciones maquiavélicas de algún poder imperial omnímodo. A lo sumo, es la utilización por parte de estos poderes de muchos temores, prejuicios, inseguridades, que ya están presentes entre la gente. Esta advertencia es importante, ya que algunas lecturas críticas quedan en análisis estructurales que apuntan las cargas hacia “los enemigos de siempre”, y así se evita reconocer que el problema está mucho más cerca de lo que pensamos. Por ello, gran parte de lo que está sucediendo hoy no tiene tanto que ver con el poder de algunos agentes universales. Es una lectura reduccionista de la realidad, dejando que ciertos romanticismos y generalizaciones consideren de ingenuos muchos elementos que son determinantes para lo que está sucediendo en la sociedad contemporánea.
¿Por qué, entonces, se dan estos procesos? Enumeremos algunos elementos:
  • Primero, existe una hiper-individualización de la subjetividad. Las dinámicas consumistas, el exitismo competitivo y los discursos meritocráticos propios del neoliberalismo capitalista han llevado, paradójicamente, a que las acciones de los sujetos estén más atravesados por los condicionamientos y los temores, que por una agencia o acción libre –tal como tanto predican estas cosmovisiones-, responsable y comprometida con el colectivo. De esta manera, la “política del miedo” no sólo sirve a las dinámicas de subyugación por parte de los poderes centrales, sino también representa un campo de diferenciación donde hay que anular al otro, a lo diferente, por ser una amenaza a la seguridad y el estatus propios.
  • Segundo, asistimos a una crisis en los modos de representación política. La apatía política es algo instalado desde hace décadas en nuestras sociedades latinoamericanas, pero en cada “ciclo” político regional profundiza o transforma estas instancias. Asistimos a un creciente descreimiento de los modelos políticos tradicionales, que hacen que las personas busquen su representatividad en otros discursos “menos politizados”. Aquí una de las razones de la emergencia de muchos gobiernos neoliberales, que se presentan como des-ideologizados.
  • Tercero, carecemos de discursos y modelos políticos que partan de un abordaje equilibrado entre el lugar de los sujetos y la influencia de las estructuras sociales. Podríamos decir lo siguiente: muchos discursos políticos ven como secundario dar cuenta de la complejidad de los sujetos, de sus afectos, de sus contradicciones, de sus modos de construir vida cotidiana, porque creen que esas dimensiones distan de ser “políticas”, en el sentido formal de término. De esta manera, inclusive los marcos ideológicos más progresistas y críticos no han podido alcanzar a las bases, realizar lecturas más profundas sobre el contexto de los sujetos y construir marcos de empoderamiento subjetivo, optando por fortalecer estructuras de administración y gestión en nombre del “progreso”, antes que erigir espacios de diálogo crítico, encuentro y fortalecimiento mutuo, que invite a visibilizar y empoderar la pluralidad de identidades y las heterogéneas maneras de construir comunidad.
  • Cuarto, hay temor a la diferencia y la alteridad. Una de las mayores razones que dan lugar a un contexto de posverdad no es sólo la enarbolación del individuo, sino es el resultado de una incapacidad de vivir en una sociedad atravesada por la pluralidad, la diferencia, los procesos cambiantes que producen incertidumbre, lo cual se ve reflejado en el crecimiento de la xenofobia, la tendencia a la atomización social, el cuestionamiento a todo proyecto de ley que implique deconstruir nuestros imaginarios e instituciones tradicionales.
El dios-ídolo-fetiche
Las religiones, especialmente ciertas comunidades cristianas, y más concretamente evangélicas, han aportado a este contexto. Primero, planteando una teología que se funda en un Dios intolerante a la diversidad y la pluralidad. Es un “Dios obvio”, como dice Hugo Assman, que se presenta desde una sola imagen, sin fisuras, desde una visión patriarcal del todo-poderoso que erige una escala moral para todo el mundo. Este dios no es más que un ídolo hecho a medida y semejanza de los mayores egoísmos humanos. Un dios-ídolo que representa la posibilidad de ser manipulado, tomado como un fetiche para beneficio propio, y desde allí legitimar una lógica de poder. Este dios-fetiche no es sólo un objeto para la idolatrización de mi propia persona y mis posturas. Es un dios que se revela absoluto, con el propósito de legitimar un terror servil y funcional a las peores maquinaciones del ser humano y su sed de poder.
Aquí, entonces, emerge esa dimensión política del uso de ciertas imágenes de Dios propagadas por muchas iglesias. Por un lado, vemos la lógica de “el fin justifica los medios”, donde se construyen articulaciones políticas con sectores, organizaciones y grupos de todo tipo –y toda estirpe-, que sean funcionales, desde sus agendas sociales, a la legitimación y promoción de los “valores” vinculados a este dios-ídolo-fetiche. Por otro lado, muchas iglesias y espacios de comunicación religiosa se transforman en instancias de desinformación. Se habla de complots internacionales que propagan la “ideología de género” o se infunde el temor de que ciertos discursos o posicionamientos pueden ser dañinos para las iglesias, desde un posicionamiento ignorante sobre contextos, posiciones, perspectivas filosóficas o políticas, etc.
Finalmente, el valor protestante de la “libertad cristiana” -idea que Lutero promovió para contraponer la asfixia de las estructuras eclesiales-, en lugar de ser una instancia de apertura para mirar al prójimo y promover el empoderamiento conjunto, se transforma más bien en una hiper-indivudualización de la propia fe, donde la experiencia del creer pasa a ser un gesto de comodidad, defensa y ceguera.
La cruz y la verdad
Volviendo al contexto general, surgen algunas preguntas: ¿cómo superar y deconstruir los contextos de miedo como herramienta de dominación? ¿Cómo pensar y articular los valores de la diversidad, la pluralidad, la diferencia, la aceptación del otro/a, de la alteridad, como parte de nuestros procesos de democratización y ambiente político? ¿Cómo trabajar con estos imaginarios, prejuicios y temores presentes en la ciudadanía, en los intercambios de la vida cotidiana, que luego terminan determinando y bloqueando procesos políticos más amplios, y que son utilizado por las fuerzas hegemónicas?
Desde la fe tenemos un doble desafío para enfrentar estos procesos: uno teológico y otro po...

Table of contents

  1. Cover
  2. Portada1
  3. Legales
  4. Portada 2
  5. Dedicatoria
  6. Contenido
  7. Prólogo
  8. Introducción
  9. Lo religioso en el espacio público
  10. La política de lo religioso, tensiones, resignificaciones y posibilidades
  11. Lo religioso y los movimientos sociales, entre el antagonismo, lacoperación y la articulación
  12. De qué “religión” estamos hablando
  13. De populismos y religiones
  14. Iglesias públicas
  15. La política evangélica
  16. El capital político del campo evangélico latinoamericano
  17. Evangélicos y política, de qué “valores” estamos hablando
  18. Qué poder tienen “los evangélicos”
  19. Manifiesto contra el fundamentalismo político evangélico
  20. Teología de la falacia
  21. Los límites de la incidencia evangélica
  22. Coyunturas
  23. Los indignados, una nueva oportunidad de redefinir lo político
  24. La delgada línea entre la fe y la violación de un ambiente democrático
  25. Bolivia y la persecución religiosa
  26. Nueva ley de libertad religiosa en Argentina, entre maquillajes y discursos políticamente correctos
  27. Voces religiosas ganando espacio público, reflexiones post Asamblea OEA 2017
  28. Religión en las escuelas
  29. Francisco, la gran paradoja
  30. Política “a la Francisco”
  31. Sobre el límite de los gestos y la figura de Francisco
  32. La libertad religiosa como “excusa”
  33. Usos y abusos de “la ideología” en el campo religioso
  34. Pañuelos por el Estado laico en Argentina, riesgos y oportunidades
  35. Ir más allá esbozos teológico-políticos
  36. El miedo a la diferencia
  37. Economía y vida plena, reflexiones en torno al día del trabajador
  38. El cooperativismo como espacio de identidad política y teológica
  39. Conflicto e identidades políticas, una mirada teológica
  40. Iglesias sintomáticas, fe, ideología y la amenaza de lo reprimido
  41. Fe, política y democracia en tiempos de posverdad
  42. Sobre el Autor
  43. Final