Los 68’s
Otras memorias del 68: los comunistas mexicanos y la revolución global
Jaime Ortega Reyna
Víctor Hugo Pacheco Chávez
Desmitificar no es la única opción, re-mitificar es la otra.
Paco Ignacio Taibo II
La memoria tiende a simplificar, guarda la anécdota absurda y la más blanca y negra visión de conjunto. El movimiento estudiantil fue muchas cosas al mismo tiempo…
Paco Ignacio Taibo II
Resumen
El año 1968 en México significa un parteaguas en la historia política. La movilización estudiantil de aquel año supuso el inicio de una larga crisis del régimen político más estable de la región. No sólo el Estado y su presidencialismo dominante se vieron afectados. En el campo de la izquierda también el Partido Comunista, la organización más antigua, tuvo que afrontar el desafío de aquel año. En este texto nos concentramos en el impacto que tuvo el «68 global» en el comunismo local, a partir de la reconstrucción de la recepción de los eventos en Praga.
Palabras claves: 1968, movilización estudiantil, comunismo
Abstract
The year 1968 in Mexico is crucial in political history. The student mobilization of that year began a long crisis of the most stable political regime in the region. Not only the State and its dominant presidentialism was affected. In the field on the left, the Communist Party, the oldest organization, had to face the challenge of that year. In this text we focus on the impact that «global 68» had on local communism, from the reconstruction of the reception of events in Prague.
Keywords: 1968, student mobilization, communism
La historia del Partido Comunista Mexicano (PCM), así como la de otras organizaciones equivalentes que le dieron contenido al siglo XX, está llena de vericuetos, pliegues y recovecos. De nacimiento temprano –1919–, también su desaparición sorprendió por la fecha tan adelantada frente a la disolución del campo socialista. Siendo la organización más antigua del país, decretó su disolución en 1982, es decir, siete años antes de la caída del Muro de Berlín. Esta sola referencia debería llamar la atención para atender las condiciones de una historia que ha sido múltiples veces contada.
A diferencia de otras experiencias políticas, el PCM atravesó el año 1968 en medio de un doble proceso: por un lado, el de ser parte de las movilizaciones que marcaron el inicio del movimiento estudiantil, y por el otro, confrontar las contradicciones de una corriente global que comenzaba a desgranarse en sus pactos y certezas.
En este artículo queremos señalar una dimensión que atiende a otras memorias de aquel crucial año; nos referimos a aquellas que se produjeron tras la disolución del campo socialista y la revaloración de la actuación de los comunistas en aquella época. Ello para encontrar alternativas a lo que Susana Draper categorizó como formas jerárquicas del recuerdo, marcadas sobre todo por los ex participantes del movimiento estudiantil. Con sus preocupaciones, la memoria de los comunistas permite asediar desde otros flancos las distintas dimensiones del 68 como acontecimiento global.
Los comunistas y el movimiento estudiantil
Durante mucho tiempo la voz de los ex representantes estudiantiles que fueron las cabezas más visibles del Consejo Nacional de Huelga (CNH) ha sido la privilegiada. Personajes como Gilberto Guevara Niebla o Raúl Álvarez Garín han asumido una centralidad en el tratamiento de la disposición de aquel año, tanto en sus orígenes como en el de su desarrollo y sobre los efectos posteriores. Ello ha sido reiterado también para evaluar la participación del PCM dentro de aquel crucial año.
Fue evidente que durante gran parte del siglo XX el halo de la guerra fría, con el anticomunismo como un motivo central de ella, perduró en la disposición del relato. De alguna forma u otra, los sesentayocheros hicieron parte de aquella trama, en donde la sombra de la pugna ideológica del siglo XX se mostró omnipresente. Así, el epíteto de la «traición» de los comunistas circuló fuertemente entre aquella generación, que se asumía como una «nueva izquierda», es decir, con una intencionalidad clara de deslinde de la «vieja izquierda» que el histórico partido representaba.
Ha sido un trabajo mucho más mediato aunado a la aparición de otras formas de la memoria que han matizado aquel severo juicio, que circuló durante varias décadas. La reconstrucción de la polifonía del relato muestra una actuación del PCM mucho más compleja, alejada de los prejuicios propios del anticomunismo y engarzado en una realidad conflictiva y contradictoria. Ello, finalmente, ha repercutido de tal forma que un personaje tan central para la memoria oficial del 68 como Raúl Álvarez Garín nombrará en tiempos recientes como errónea la calificación de «traición».
Otras fuentes, distintas al conjunto de relatos que asume un hiato tajante entre la joven generación movilizada y las formas organizativas previas, han permitido revalorar o reforzar esta disposición plural. ¿Qué podemos decir, entonces, de la actuación del PCM en esta época? ¿Qué elementos configuraron una situación particular de su acción durante la emergencia estudiantil?
Aunque el tema al que queremos llegar es el de captar las rupturas que el 68 global produce sobre el comunismo mexicano, ello debe implicar observar un panorama más general del estatuto partidario. El 68 mexicano fue para el PCM una prueba y la constatación de un hecho cada vez más inocultable: el agotamiento de la «revolución mexicana» con sus hábitos, esquemas, rituales y simbolismos.
La década de los años sesenta habían comenzando para el PCM con un intenso proceso de reorganización, que inició con la exclusión de una dirección que desde los años cuarenta había definido una alianza a veces explícita otras implícita, entre la «revolución mexicana» y las aspiraciones de otra revolución, como lo era la socialista. Bajo la idea de que al socialismo se arribaba por la vía de radicalizar y profundizar la «revolución mexicana», los comunistas habían entregado gran parte de su independencia política e ideológica al grupo dominante del Estado durante prácticamente todos los años cuarenta y cincuenta.
En cambio, los años sesenta representaron el punto de ruptura con ello. No sólo la exclusión de quienes habían entregado la confianza al Estado mexicano, que con su retórica nacional-revolucionaria, ejercía un férreo control sobre el movimiento sindical y campesino, sino también la apertura del camino para otros procesos organizativos que venían mostrando los procesos de articulación de distintas fuerzas sociales. Así lo demuestra la breve pero significativa participación en el Movimiento de Liberación Nacional, en gran medida inspirada por la revolución cubana y posteriormente el impulso de la Central Campesina Independiente y del Frente Electoral del Pueblo.
En los años sesenta los comunistas mexicanos habían llegado, después de muchos fracasos, a importantes conclusiones en este terreno. La primera, que la «revolución mexicana» se encontraba agotada, como lo estaban sus instrumentos de control, particularmente el corporativismo. La segunda, que la democratización del régimen político era la tarea más inmediata y urgente, como camino obligado a la construcción del socialismo, esto es, que al horizonte radical sólo se llegaba por la vía de la democracia. Ambas conclusiones eran motivo de discusión y definición cuando el 68 emerge a escala tanto nacional como global.
No es casual, entonces, que el PCM entregara toda su solidaridad con el movimiento estudiantil y participara activamente de él. El 68 expresó el agotamiento del modelo económico y el derrumbe de la última instancia aún no suficientemente criticada: el presidencialismo. Los estudiantes lograron colocar la crítica a dicha figura en apenas dos meses de intensa movilización. El comunismo, por su parte, profundizó su lectura democratizante de la «nueva» revolución que auguraban: lo urgente era la conquista de la democracia, entendida esta como la capacidad de acción independiente y autónoma por parte de las clases subalternas, hasta entonces controladas, mediatizadas y contenidas por los instrumentos corporativos del régimen.
No es casual que las primeras declaraciones públicas del Estado señalaran en tono de abierta criminalización que el movimiento era la consecuencia de una «conspiración comunista», de ahí que los presos políticos de la etapa inicial pertenecieran al PCM. Tampoco es casual que una gran parte del archivo del movimiento, construido al calor de los acontecimientos, tuviera lugar en la revista de los intelectuales co...