¿Qué es ser ilustrado?
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¿Qué es ser ilustrado?

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¿Qué es ser ilustrado?

About this book

Para presentar el famoso ensayo de Kant Respuesta a la pregunta ¿Qué es la ilustración? ofreceremos al lector un cuadro cronológico con los principales acontecimientos en la Europa del siglo XVIII que nos permite destacar las principales características del llamado "Siglo de las Luces" y haremos un breve repaso del contexto en el que aparece el ensayo kantiano.

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RESPUESTA A LA PREGUNTA ¿QUÉ ES LA ILUSTRACIÓN?

Ilustración es la salida del hombre de su culpable minoría de edad. Minoría de edad significa imposibilidad de servirse de su propio entendimiento sin la guía de otro. Uno mismo es el culpable de esta imposibilidad cuando la causa de ella no está en la falta de entendimiento, sino en la falta de decisión y valor para por sí mismo usar sin la guía de otro. ¡Sapere aude! “Ten el valor de usar tu propio entendimiento”. Este es el lema de la Ilustración.
La pereza y la cobardía son las causas por las cuales una gran parte de los hombres permanece con gusto en minoría de edad a lo largo de la vida, no obstante que hace ya tiempo la naturaleza los liberó de ajena tutela (naturaliter maiorennes);3 y por eso es tan fácil que otros se erijan en sus tutores. ¡Es tan cómodo ser menor de edad! Si tengo un libro que piensa por mí, un director espiritual que suple mi conciencia moral, un médico que me prescribe la dieta, etc., entonces no tengo necesidad de esforzarme. Si puedo pagar, no tengo necesidad de pensar; otros se encargarán por mí de esa necesidad tan fastidiosa. Aquellos tutores que tan bondadosamente se encargan de supervisar, cuidan también de que pasar a la mayoría de edad sea considerado como difícil, además de peligroso, por la gran mayoría de los hombres (y por todo el bello sexo). Después de haber amaestrado sus animales domésticos y procurar con cuidado que estas dóciles criaturas no puedan atreverse a dar un paso fuera del camino que se les ha señalado, les muestran el peligro que les amenaza si tratan de caminar por sí solos. Sin embargo, este peligro no es tan grande, pues lo cierto es que ellos aprenderían a andar pos sí solos después de algunas cuantas caídas; pero un ejemplo de esta índole les intimida y, por lo general, los escarmienta para desistir de todo intento futuro.
Por lo tanto, es difícil para cada uno en lo individual lograr salir de esa minoría de edad, convertida para él casi en estado natural. Incluso le ha tomado apego y se siente verdaderamente incapaz de servirse de su propio entendimiento, porque nunca se le ha permitido hacer la prueba. Principios y fórmulas, instrumentos mecánicos del uso racional -o más bien, de abuso- de sus talentos naturales, son los grilletes de una perpetua minoría de edad. Quien se desprendiera de ellos, apenas daría un inseguro salto sobre la más pequeña zanja pues no está acostumbrado a semejante libertad de movimientos. Por ello, son pocos los hombres que han logrado, con el esfuerzo de su propia mente, salir de esa minoría de edad y proseguir con paso firme.
En contraste, es más posible que el público se ilustre a sí mismo y es casi inevitable en tanto es dejado en libertad. Ciertamente siempre se encontrarán, incluso entre los tutores de la gran masa, algunos pocos hombres que piensen por sí mismos, quienes después de haberse liberado del yugo de la minoría de edad, diseminarán en su entorno el espíritu de estimación racional del propio valor y de la vocación de todo hombre a pensar por sí mismo. Pero aquí es de señalarse algo especial: ese público, al que anteriormente los tutores habían sometido bajo aquel yugo, obliga, a su vez, a los propios tutores a someterse al mismo yugo; y esto es algo que sucede cuando el público es incitado a ello por algunos de sus tutores incapaces de toda Ilustración. Por eso es tan perjudicial propagar prejuicios, pues al final terminan vengándose de sus mismos predecesores y autores. De aquí que el público pueda alcanzar sólo lentamente la Ilustración. Acaso una revolución pueda derrocar el despotismo personal y la opresión ambiciosa y dominante, pero nunca producirá una verdadera reforma del modo de pensar; sino que los nuevos prejuicios, tanto incluso como los viejos, servirán de riendas para la gran masa carente de pensamiento.
Para esta Ilustración se requiere únicamente libertad; y la libertad más inofensiva de cuantas llevan ese nombre, a saber, la libertad de hacer siempre uso público de la razón en todos los asuntos. Pero oigo en todas partes el grito: ¡No arguyas! El oficial dice: ¡No arguyas, disciplínate! El funcionario de hacienda dice: ¡No arguyas, paga! El clérigo dice: ¡No arguyas, ten fe! (No hay más que un solo señor en el mundo que dice: Razonad todo lo que queráis y sobre lo que queráis, pero obedeced) 4. Por todas partes encontramos limitaciones a la libertad. Pero ¿qué clase de restricción obstaculiza a la Ilustración y qué, por el contrario, la promueve? Yo respondo: el uso público de nuestra razón debe siempre ser libre; y solamente esto puede llevar Ilustración a los hombres; en cambio, el uso privado puede ser con frecuencia estrechamente limitado sin que ello sea un obstáculo para el progreso de la Ilustración. Entiendo por uso público de la propia razón, aquél que hace alguien en su calidad de docto ante el gran público del mundo de los lectores. Llamo uso privado de la razón al que está permitido en un determinado puesto civil o en una función que se ha confiado. Ahora bien, en algunas tareas que afectan el interés de la comunidad, se necesita cierto mecanismo por el cual algunos miembros de la república se tienen que comportar de modo meramente pasivo, para que el gobierno los guíe hacia fines públicos mediante una unanimidad ficticia del gobierno, o al menos para que se impida la destrucción de esos fines. En tal caso no está permitido razonar, sino que se tiene que obedecer. Pero en la medida en que este elemento de la máquina es considerado como miembro de la totalidad de un Estado o, incluso de la sociedad cosmopolita, y al mismo tiempo, en calidad de docto se dirige mediante escritos a un público usando verdaderamente su entendimiento, puede argüir sin que por ello se vean afectados los asuntos en los que es usado, en parte, pasivamente. Por ejemplo, sería muy peligroso que un oficial que recibe una orden de sus superiores quisiera argumentar en voz alta durante el servicio acerca de la pertinencia o utilidad de dicha orden; él tiene que obedecer. Sin embargo, en justicia no se le puede prohibir hacer observaciones, en tanto que docto, acerca de los errores del servicio militar y exponerlos ante el juicio de su público. El ciudadano no puede rehusarse a pagar los impuestos asignados y una crítica impertinente a tal carga, en el momento que debe ser pagada, puede ser castigada como escándalo (susceptible de provocar actos de rebelión generalizada). En contraste, él mismo no irá en contra de su deber de ciudadano si expone públicamente, en tanto que docto, sus reflexiones sobre la inconveniencia o injusticia de tales impuestos. Del mismo modo, un sacerdote está obligado a enseñar a sus catecúmenos y a su comunidad según el símbolo de la fe5 de la Iglesia a la que sirve, puesto que ha sido admitido en ella bajo esa condición. Pero como docto tiene plena libertad, incluso el deber, de comunicar al público sus pensamientos cuidadosamente examinados y bienintencionados, acerca de los defectos de ese símbolo y hacer propuestas para mejorar la institución de la religión y la Iglesia. Tampoco hay en esto ningún cargo de conciencia, pues lo que enseña en virtud de su puesto de encargado de los asuntos de la Iglesia, lo presenta como algo que no puede enseñar según que a su propio juicio le parezca bien, sino que él está en su puesto para exponer según las prescripciones y el nombre de otro. Dirá: Nuestra Iglesia enseña esto o aquello, éstas son las razones fundamentales de las que se vale. En este caso extraerá toda la utilidad práctica para su comunidad de principios que él mismo no suscribirá con total convencimiento, a cuya exposición se obliga porque no es del to...

Table of contents

  1. PRÓLOGO
  2. RESPUESTA A LA PREGUNTA ¿QUÉ ES LA ILUSTRACIÓN?
  3. INFORMACIÓN SOBRE LA PUBLICACIÓN