VI
EL ANHELO INAGOTABLE DE BELLEZA COMO UNA CURA EFECTIVA EN LA EXPERIENCIA DE LA ENFERMEDAD
Melissa Maioni
Ateneo Pontificio Regina Apostolorum
INTRODUCCIÓN
¿Qué tiene en común un paciente terminal con una obra de arte? Utilizando un planteamiento muy utilitario según el cual el único valor es la propiedad, podríamos afirmar que, de hecho, el paciente terminal no es útil para la sociedad,1 como lo es el arte, porque esa tiene un fin en sí mismo, y no tiene una finalidad inmediatamente comprensible.
Por otra parte, ambos comparten el hecho de ser extremamente valiosos en sí mismos.
Si pensamos en los mercados de anticuariado o las subastas, sabemos lo caras que son las obras de arte. Lo que hace que una obra de arte sea extremadamente cara no es solo el material utilizado para hacerla, sino el misterio, el mensaje que ella nos transmite (y, con el tiempo, el hecho de que la haya hecho un autor).
De la misma manera, el paciente terminal: su valor es intrínseco, no tiene que ser justificado por su utilidad,2 pero sí por la presencia de la persona humana que habita en el cuerpo afectado por la enfermedad.
Esta verdad no se comparte hoy, ni siquiera a los ojos del mismo paciente y de los médicos que lo tratan, por lo que el mismo sujeto enfermo pide que terminen con su vida, como lo demuestran los diferentes estudios científicos que analizan las motivaciones por las que se pide la eutanasia,3 perdiendo de vista el propio valor y el sentido de su existencia. Hemos perdido la familiaridad con el lenguaje de lo hermoso y, fuera de los ambientes pura y exclusivamente relacionados con la estética, no estamos preparados para aplicar la categoría de belleza a la vida cotidiana. No sabemos gustar de lo que tenemos, admirar el valor, el secreto, el olor, el color, el sonido o el sabor. Todo se convierte en banal, pasajero y dado por descontado.
No obstante, nuestro instinto nos vuelve a llevar constantemente hacia lo bello, lo bueno y verdadero, cuya búsqueda, por desgracia, en ocasiones encuentra obstáculos o no sabemos dónde buscar.
Precisamente por esta tensión entre lo que no sabemos hacer y lo que quisiéramos saber hacer, es por lo que surge la pregunta sobre la belleza: ¿cómo es posible encontrar la belleza en una situación como la enfermedad, cuando no somos capaces de verla? ¿De verdad la muerte es la última palabra? ¿La esperanza termina cuando ya no hay posibilidad de curar, o no? Y ¿quién tiene que responder a esta pregunta, la persona o la comunidad? A lo mejor podríamos definir el arte de reconocer y de aplicar la belleza ante el dolor como «el arte por excelencia», la más difícil pero más auténtica, pues pide mayor competencia y pocos lo saben hacer.
Decía el célebre escritor Fiódor Dostoyevski: «La humanidad puede vivir sin la ciencia, puede vivir sin el pan, pero únicamente sin la belleza no podría vivir, porque no habría nada más que hacer en el mundo. El secreto reside aquí, toda la historia está aquí».4 Es justo porque no podemos vivir sin la belleza, siendo connatural, que pedimos morir. Pero, en vez de sucumbir a la desesperación, ¿por qué no recuperar la belleza para escoger la vida también en situaciones no ideales?
Ante una cama de hospital, no sirve filosofar o meditar. Es necesario reconocer al hombre como «un-ser-para-la-esperanza»5 y corresponder a la pregunta que representa, construyendo una bioética vivida, una esperanza tangible, concreta, encarnada en nuestro actuar, difusiva, contraintuitiva, para recuperar también en esta contradicción existencial la belleza que está escondida y hacia la cual nos llevaría nuestro instinto más profundo, pero nos resistimos.
EL PAPEL DE LA BELLEZA EN LA HISTORIA DE LA MEDICINA, LA DISCIPLINA MÉDICA COMO ARTE Y LA MEDICAL HUMANITIES
«Con inocencia y pureza yo protegeré mi vida y arte». Con estas palabras, Hipócrates, considerado desde siempre el padre de la medicina, habiendo sobrevivido a siglos de progreso y desarrollo científico, presenta en su célebre juramento la integridad de la intención y la fidelidad con la que quiere respetar la promesa de su arte, es decir, la medicina. Desde sus albores, por tanto, el vínculo entre medicina y arte resulta fundante y tautológico, no accesorio. La medicina en sí misma se define como arte.
¿Cuáles son las características que hacen que la medicina sea un arte? Podríamos identificar algunas:
1. La contemplación de la belleza: en el arte se contempla la belleza según parámetros más o menos compartidos de equilibrio, armonía, orden, proporción geométrica y placer sensorial. La medicina está al servicio del arte: busca restablecer «lo bello» de la corporeidad enferma (la salud), el equilibrio y la armonía allí donde el desorden (es decir, la patología) hace lo normal, anormal. Esta es la principal motivación que hace de la medicina un arte.
2. El vínculo con la fragilidad: la belleza no sería tal si, teóricamente, no fuera amenazada por la caducidad.6 Freud reflexionó extensamente sobre el tema.7 Es verdad también que la medicina se mide cada día con la fragilidad, la vulnerabilidad, el límite humano, la mortalidad del cuerpo, las debilidades que nos distinguen de otros seres vivientes.
3. La dimensión ética: de la contemplación de lo bello sigue la virtud, la ascensión a la vida buena, como nos recuerda la expresión griega que asocia lo bello a lo bueno: «kalon-kai-agathon».8, 9 En el Tractatus logico-philosophicus, Wittgenstein afirma: «Ética y estética son un todo uno».10 También en la medicina, todo aquello que se hace en la práctica clínica pide un cambio comportamental en favor del bien: las medicinas, la dieta, los tratamientos etc., exigen una mayor adherencia a la vida «buena», sana.
4. La creatividad: para ser un buen médico no es suficiente con tener competencias, sino que tiene que haber intuición, talento, creatividad, que permite poner en relación elementos aparentemente inconciliables.11 Cabe destacar que, en la producción artística, la creatividad es un presupuesto.
5. La capacidad de tener emociones: el arte evoca emociones. También la medicina. Frecuentemente, una persona prueba las emociones más fuertes de su vida en el hospital. Piénsese en la experiencia de la maternidad o de la comunicación de un diagnóstico infausto. Piénsese en la satisfacción del médico que ve que se cura su paciente o en un equipo que ha podido recuperar la vida tras un infarto. Una particular mención merece el «estupor» que se prueba delante de una obra de arte o con el descubrimiento revolucionario12 —y a lo mejor casual— que llevará a curar una enfermedad incurable hasta el momento.
Históricamente, desde el 450 a. C., el «Canon de Policleto» indagaba lo que era «Bello» a partir de la observación de las proporciones y la medida de la armonía y de la belleza del cuerpo humano,13 exactamente en el mismo periodo en el que empezaba a desarrollarse la medicina (Hipócrates: c. 460 a. C. — Larissa, 377 a. C.). Incluso Galeno cita el canon en la obra Sobre las opiniones de Hipócrates y Platón.
La relación entre arte y medicina ha tenido como protagonista también la ilustración de los tratados o de los manuales de medicina y la representación artística de escenas de tratamientos14 —véanse, por ejemplo, los estudios de anatomía de Leonardo15 o los bocetos de Miguel Ángel, y célebres obras de arte como Las lecciones de anatomía del Dr. Tulp de Rembrandt o The Gross Clinic, de Thomas Eakins.
Esta relación entre medicina y arte, a lo mejor no muy popular entre la opinión pública y mantenida durante siglos, sigue encontrando correspondencia en la literatura científica más reciente e influyente.
En 2008, The Lancet ha propuesto diversos artículos sobre el tema bajo la rúbrica Perspectives. En un artículo de 2008,16 se manifiesta que, si bien desde un punto de vista lógico, sería razonable realizar hipótesis sobre una separación dentro de la actividad clínica entre competencia técnico-científica y «arte médica». Por otra parte, esta propuesta sería impracticable, como recoge el artículo «The art and science of medicine don’t peel off from each other in clean and intactwholes». Sigue siendo un problema la formación sobre la identidad artística de la ciencia médica, hoy ausente en las facultades de Medicina.
Esto no representa un problema especulativo respecto al estatuto de la disciplina, sino más bien una cuestión meramente ética: los futuros médicos necesitan formación para administrar el arte de un modo sabio, aprendiendo a reconocer y sostener al paciente como un ser humano sufriente que necesita ayuda, no solo técnica, sino humana-relacional.
Recientemente se ha introducido en la literatura la expresión «medical humanities», gracias a la cual se quiere revindicar el componente más humanístico del saber médico-científico a través la interdisciplinariedad entre competencias rigurosamente técnicas, procedimentales y farmacológicas y competencias que pertenecen a otros campos del saber (sociología, psicología, derecho, economía, historia, antropología cultural, filosofía moral, bioética, teología moral), entre las cuales se encuentra el arte (literatura, teatro, arte figurativo), con la finalidad de «humanizar» la medicina que hoy parece haber tomado una dirección estrictamente científica y orientada al beneficio económico.
En abril de 2018, dentro del congreso anual de la Association of Art History, se analizaron las posibilidades y las potencialidades de las artes visuales en las Medical Humanities, como instrumento de construcción del saber (se habla también de Visual Thinking Strategy). De aquí surgió el manifiesto preliminar de las Visual Medical Humanities publicado en una editorial a cargo de la Dra. Fiona Johnstone, en el blog de MH del BMJ,17 que evidencia algunos puntos clave: las Visual Medical Humanities no se limitan a la comprensión de las imágenes, sino que involucran todos los sentidos y las capacidades afectivas en la más amplia experiencia perceptiva del cuerpo.18
En el contexto de las Medical Humanities ha tenido una particular fama la medicina narrativa,19, 20 que podríamos decir que pertenece a la más amplia arte oratoria. De hecho, la historia y la narrativa han sido desde siempre eficaces en la transmisión del saber, y todavía tienen un éxito positivo en el proceso de curación.
Obviamente, en el contexto actual, el suceso se ha amplificado a causa del uso de los medios de comunicación...