La crueldad en la escuela
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La crueldad en la escuela

Intimidación-violencia-terrorismo

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La crueldad en la escuela

Intimidación-violencia-terrorismo

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La escuela más allá de lo idílico que tenemos instaurada mentalmente como espacio del saber armónico donde todos acudimos para aprender nuevos conocimientos, recibir afecto y desarrollar valores es un espacio de abuso de la debilidad del otro. El sometimiento físico, psicológico y moral están presentes. Ante el pretexto socialmente aceptado de que la educación exige sacrificio, se consiente la humillación, el sufrimiento, el maltrato y la violencia. La escuela es un lugar de insensibilidad ante el dolor propio y ajeno, pues no solo se aprende el contenido de la educación formalmente establecido en los planes y programas de estudios, sino que se aprende a vivir con miedo y odio: miedo de ser humillado y odio por el resentimiento acumulado y reprimido. En la trastienda del paraíso, se tiene que reconocer que la escuela es un espacio en el cual se vive y se reproduce la crueldad.La crueldad en la vida escolar se manifiesta a través de un repertorio de acciones realizadas por los crueles: gritos, amenazas, expresiones sarcásticas, humillaciones, castigos, burlas, menosprecios, empujones, desafíos, descalificaciones, apodos, golpes, ironías, groserías, rumores, mentiras y engaños. Los crueles se encuentran entre estudiantes, docentes, autoridades escolares, representantes institucionales o padres de familia. La crueldad forma parte del bullying, el ciberbullying, la pedagogía negra, el aprendizaje distópico, el mobbing, el network mobbing, los tiroteos indiscriminados escolares y el terrorismo contra la escuela.La crueldad la definimos como todo acto humano (auto)destructivo consciente o inconsciente que produce heridas psicológicas, morales y físicas al (auto)infligir intimidaciones, humillaciones, maltratos y/o violencia, cuyo fin es el asesinato simbólico, psicológico, moral o real de la persona a quien se dirige: el hombre es, en efecto, el más cruel de todos los animales…

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Information

Edition
1
Sobre la crueldad
1.1 La crueldad en la naturaleza humana
La crueldad tiene el rostro de la humanidad, es esencialmente humana. En su momento, Nietzsche expresó que el hombre es el animal más cruel. La crueldad es para algunos parte de la naturaleza humana; para otros, es parte de la condición humana. Los naturalistas argumentan que la crueldad es algo innato que se manifiesta como impulsos, pulsiones o instinto. Los que hablan de la condición defienden que la crueldad es parte del medioambiente y se manifiesta por una condición social por dinero, por ambición, por poder, por amor, por patologías, etc. La crueldad no ha dejado, a lo largo y ancho de la historia humana, de repetirse, y sus maneras de visibilizarse tampoco han dejado de causarnos asombro. La crueldad es destructiva entre los grupos humanos y autodestructiva en la persona. Se humilla, discrimina, agrede, violenta, atenta, tortura y acaba con la vida misma.
La etimología de la crueldad desvela el rostro humano, lo coloca ante el espejo de cara al horror, sin adornos frente a la cara desollada que refleja. La palabra crueldad equivale a realidad sin aditamentos, destapa al ser humano tal y como es de forma cruda, dolorosa y trágica, muestra la realidad humana con toda su crudeza… Por más espantoso que parezca todo ello, esta es la pavorosa verdad del significado de crueldad (Rosset, 2008). Las palabras latinas crudelitas (‘inhumanidad’) y crudus (‘crudo’), juntas, dan contenido a la idea de crueldad: la ausencia de humanidad ante la carne indigesta, sangrienta y despellejada del aberrante comportamiento humano que se oculta bajo el abrigo del ambiente sociocultural de todos los tiempos. La crueldad dispone de un guardarropa variopinto para esconder –o tal vez sea más apropiado decir negar– el otro rostro de la humanidad sin darles oportunidad para manifestarse y sobreponerse a la compasión, la empatía, el respeto y el derecho a la vida: una vida libre de atrocidad.
Utilizando una metáfora, la crueldad es la cereza del pastel de la maldad humana. Existe una acción perversa encaminada a provocar daño en el otro, por verlo destruido y arrancarle el ropaje humano. La maldad se exterioriza, entre otras maneras, como agresión, abuso, acoso, maltrato o violencia, con la directa intención de lastimar y lacerar. Cuando estas formas de maldad llegan al extremo, se vuelven más intensas y se hace un uso excesivo de la fuerza sobre el otro, que está inerme, espantado, bloqueado y sin modo alguno de protegerse o esconderse. En el cénit de la maldad, las diversas modalidades de maldad se adjetivan: agresión cruel, abuso cruel, acoso cruel, maltrato o violencia crueles…; es la antesala de la muerte física, psicológica y moral de la persona que padece los estragos de la crueldad humana.
Para algunos especialistas del comportamiento personal y social, la crueldad es parte de la agresividad humana. Señalan que los humanos son agresivos por naturaleza. Está en la biología, en los genes, en las sustancias químicas secretadas por el cerebro. Por naturaleza, nosotros, los humanos, somos agresivos, violentos y belicosos: los impulsos de la humanidad están biológicamente determinados. Las ideas de Darwin yacen detrás del principio de que los seres humanos somos competitivos por naturaleza en la lucha por la supervivencia, en un entorno donde los vencedores se revelarán como los más aptos de la especie. La agresividad en esta tónica, como escribe Lorenz (2013), la llevamos los humanos en los huesos. Se toma la agresividad –utilizando una frase del manifiesto de Sevilla–1 como una fatalidad biológica de la herencia animal de donde dependen la razón y la moral. Este determinismo de la herencia natural nos coloca como dependientes de la cadena evolucionista en el árbol genealógico, descendientes de los antepasados más cercanos, los arborícolas. Para Lorenz, la raíz está en la herencia:
El que ha captado bien esto no puede sentir aversión por el descubrimiento darwiniano de que tenemos el mismo origen que los animales ni por el freudiano de que nos mueven los mismos instintos que a nuestros antecesores prehumanos. Al contrario, el conocedor de esos hechos habrá de sentir un respeto de otro género por las creaciones de la razón y de la moral responsable que aparecen en el mundo con el hombre, y que bien pueden otorgarle el poder de dominarlo, con tal que en su ciego orgullo no niegue su herencia animal. (2013, 248)
En el marco de este determinismo natural, en la agresividad juega un papel fundamental la herencia de la carga genética: cada especie cuenta con sus mecanismos y sus formas de manifestar la agresividad, que varían de una a otra. En el caso del ser humano, la agresividad se expresa de forma física, psicológica y moral. También en cada especie son diferentes los inhibidores de los impulsos innatos que controlan a la agresión. En nosotros los humanos la razón y la cultura constituyen dos inhibidores sociales para disciplinar y hacer cumplir las reglas de la sociedad, y, a partir de ahí, controlar los impulsos, pulsiones e instintos.
Aparte del naturalismo radical, existe una postura moderada del evolucionismo. Para Ruffié (1978) y Wilson (1991), no todo es genético: hay una parte distinta que tiene que ver con la imitación. Se da una relación entre lo innato y lo adquirido, una interacción entre genes y medioambiente. Su tesis es que existen formas de agresión que son parte del patrimonio genético y formas de agresión que son adquiridas a través del aprendizaje. De una de estas dos fuentes de la agresión provienen las formas más violentas de la agresión humana: la hostilidad racional como la guerra o la acción criminal son formas adquiridas de agresión por medio del aprendizaje. Ante ciertas condiciones del medioambiente, la mezcla de los químicos naturales del cerebro entra en acción y acaba explotando, dando lugar a formas de comportamiento social agresivo.
La parte natural de la agresión humana se traduce en respuestas instintivas o pulsionales que se manifiestan de distintas maneras según sea la situación del medioambiente. Ello significa que la parte social de la agresión es la que dota del grado en que se exprese la agresión. En este sentido, se habla del evolucionismo social de la agresión, que históricamente prueba que la violencia humana ha ido perfeccionándose. El aprendizaje humano dota a la agresión de formas e intensidad en el modo en que se ejecuta. Frente a una determinada situación, el ser humano puede ser agresivo, teniendo a la mano distintas formas de serlo y siendo capaz de decidir la intensidad y el nivel de daño que puede y quiere imprimir en su víctima. Con el tiempo, la humanidad ha almacenado un repertorio para lastimar y atentar contra el otro. La agresión humana en el evolucionismo moderado es natural, social y cultural, y el aprendizaje juega un papel clave en la existencia de los rituales de la violencia.
Desde el punto de vista del evolucionismo, en la crueldad está presente la mezcla de la natural y lo cultural, la razón devenida como un acto irracional y la moral transgredida por inhumanidad. La crueldad es un acto irracional e inhumano, refleja la atrocidad de la que es capaz el ser humano, se presenta cuando los reguladores innatos y culturales han fracasado, al segregarse químicos y, al sumarse la derrota de la razón y la moral, la crueldad se presenta de diversas formas. La crueldad es un medio y un fin: es un medio de expresión de la pulsión de muerte, el lado oscuro de la humanidad; es un fin, porque busca acabar con la persona con el otro, es la antesala a la muerte al perseguir el asesinato moral, psicológico y físico. Los límites de la crueldad dependen de lo biológico-químico y de la intervención de la sociedad y la cultura. La crueldad es el aderezo de la agresión, maltrato, acoso, violencia y atentado, porque tiene en su interior la intención de destruir a la persona o personas a las que se dirige. La crueldad ha evolucionado culturalmente, se han inventado artefactos para torturar, para hacer sufrir, para asesinar; los sentimientos humanos negativos afloran ante la subordinación de los sentimientos positivos.
La vertiente naturalista de la agresión humana se extiende hasta nuestros días con la sociobiología, que forma parte de las ciencias de la evolución como rama de la biología evolutiva y de la biología de las poblaciones. Los argumentos iniciales estuvieron orientados al estudio del comportamiento social animal (Muñoz, 2006). La sociobiología del comportamiento animal replantea la tesis tradicional del evolucionismo y de la etiología, que sostiene que entre animales de la misma especie la agresión no conduce al conflicto mortal; la agresión en el seno de una misma especie solo es un mecanismo natural de selección para mantener a los más fuertes y asegurar la especie. La única especie que lleva la agresión hasta el nivel de un conflicto mortal utilizando la razón es el ser humano.
Al estudiarse el comportamiento social de los animales, la sociobiología plantea que no es solamente el ser humano quien practica la agresión mortal, también otras especies de invertebrados y de vertebrados la culminan, e incluso es común la práctica del canibalismo. Esta tesis supone un giro radical, pues se pasa de considerar la especie humana como la más agresiva del planeta a entender que esto no es así, que es considerablemente menos agresiva que muchas especies animales. La tesis de la sociobiología es que la especie humana es agresiva por naturaleza, pero menos agresiva que otras especies animales.
Más recientemente, la sociobiología cambia su acento, que pasa del comportamiento social de los animales al comportamiento social del ser humano, y asume una posición moderada al establecer que en el ser humano no todos los comportamientos tienen un antecedente genético. A este respecto, Ruse señala lo siguiente:
A partir de los estudios de los experimentos naturales humanos, que incluyo bajo el rótulo de la «evidencia directa» de la sociobiología humana, podemos, como consecuencia, afirmar definitivamente que existe una base para la creencia de que algunos comportamientos humanos, o determinadas formas de tales comportamientos, están controlados por lo genes. Añadiría que parte de esta evidencia es lo bastante inambigua y fuerte como para que incluso los críticos de la sociobiología estén dispuestos a admitir su relevancia y fuerza. (1989, 189)
La sociobiología humana asume la tesis moderada de la existencia de una delgada línea que separa lo natural de lo cultural. Esa separación es fundamental a la hora de admitir la existencia de comportamientos humanos que son estrictamente genéticos o sociales, o bien que hay otras conductas en las que participan lo innato y el aprendizaje. El altruismo es algo propiamente humano que hasta el momento no se vincula con la herencia genética, mientras que a la esquizofrenia se la concibe como una enfermedad genética y a la agresión se la concibe como algo natural y del medioambiente. La crueldad, en este contexto teórico, se podría entender como un comportamiento antisocial tan aberrante que forma parte de la razón, de la intencionalidad humana de pretender acabar con el otro. La crueldad es algo pensado, deseado y hasta premeditado, constituye una falta grave de la vida humana que no puede reducirse a la fatalidad biológica. Una forma histórica de eludir la verdad del acento humano de la crueldad es pretender situarla como un trastorno psicológico de tipo natural, lo cual representa una forma elegante de negar la existencia de la maldad humana como parte constitutiva de la sociedad.
La vertiente naturalista se ve reforzada por la neurociencia, que defiende que la conducta humana es resultado de la actividad cerebral; esta tesis se coloca en la frontera de los estudios de la biología. La conciencia y la conducta humana poseen una base neurobiológica; la función cerebral consiste en el procesamiento bioquímico que tiene lugar en el sistema nervioso. En la neurociencia participan disciplinas experimentales de las ciencias naturales y de la ciencia del comportamiento, como la anatomía, la embriología, la fisiología, la farmacología y la psicología. En conjunto, asumen la tesis moderada del evolucionismo y de la etología: que la conducta humana está impregnada por la relación entre genes y el medioambiente. Kandel, Schwartz y Jessell ejemplifican la relación entre la naturaleza y el medioambiente de la forma siguiente:
Un ejemplo llamativo de cómo interaccionan los genes y el ambiente es la fenilcetonuria. Esta enfermedad causa un grave trastorno de la función cognitiva que afecta a un niño de cada 15.000. Los niños que expresan esta enfermedad tienen dos copias anormales del gen que codifica la fenilalanina, un aminoácido que forma parte de las proteínas de la dieta, en otro aminoácido, la tirosina. Muchos otros niños son portadores de una sola copia anormal del gen y se encuentran asintomáticos. Los niños que carecen de las dos copias funcionales del gen presentan altos niveles sanguíneos de fenilamina. Estos niveles sanguíneos elevados determinan a su vez la producción de un metabolito tóxico que interfiere en la maduración normal del cerebro. Afortunadamente, el tratamiento de esta enfermedad es muy sencillo y eficaz: el retraso menta...

Table of contents

  1. Portada
  2. Créditos
  3. Índice
  4. Dedicatoria
  5. Introducción
  6. 1. Sobre la crueldad
  7. 2. La crueldad va a la escuela
  8. 3. La radicalización de la crueldad en la escuela
  9. A modo de conclusión
  10. Bibliografía